¿Cuanta evidencia científica hacía falta para demostrar que el Bisfenol A es perjudicial para la salud?

Por fin, después de 10 años de evidencias y 800 artículos científicos, la EFSA, la agencia responsable de que lo que comemos sea seguro, reconoce que el bisfenol A no lo es en ninguna cantidad consumida. Las críticas de la prensa científica y divulgadores ni están ni se les esperan: “La dosis hace al veneno” es el corolario que resume la tesis ya expuesta por Paracelso en el siglo XVI. Es muy difícil entender por qué influyentes biólogos, divulgadores, catedráticos y miembros de cátedras de cultura científica siguen alimentando un mito que cualquier persona en primero de biología entiende ya como “demasiado simple”. La biología celular muy rara vez se comporta de manera lineal. Es compleja, no por difícil, sino por bastante impredecible. Y es impredecible porque el metabolismo, la señalización celular, los procesos de síntesis y otras reacciones químicas que componen la biología de las células son el ejemplo perfecto de un sistema complejo. Los sistemas complejos se componen de una red de elementos que interactúan entre sí, recibiendo materia o energía desde el exterior, y produciendo unos resultados. Su principal característica es que los elementos que lo componen y la materia y/o energía que entra no determinan aquellos productos finales. En jerga más técnica: presentan propiedades emergentes. Y eso hace que la dosis no haga al veneno, por más que se repita.

Por La paradoja de Jevons

Un ejemplo simple, si a un cultivo celular le echamos una solución que contenga un 1 % de agua oxigenada, seguramente las células allí presentes morirán. Si hacemos diluciones decrecientes de ese agua oxigenada, no necesariamente obtendremos una menor mortalidad de las células conforme el agua oxigenada esté menos concentrada y, de hecho, podremos observar que, a determinadas concentraciones, se produce un inesperado aumento de la división celular. Un resultado que no es esperable, a priori, conociendo las propiedades del agua oxigenada y de las células en cultivo y que se explica porque algunas sustancias químicas que se producen en el proceso de degradación del agua oxigenada actúan como promotores de la proliferación celular. Aquí tenemos un ejemplo de comportamiento no lineal de un sistema biológico. Esto es aún más complejo cuando se trata de sustancias que actúan a través de receptores celulares. Estos son como interruptores en la superficie de las células que mandan una señal al interior. Pues dependiendo del entorno, del tipo celular, de la cantidad de señal (y el tipo), de otras señales y sinergias que se den, y un largo y complejísimo etcétera, la respuesta de la célula será cualitativa y cuantitativamente diferente.
EL CASO DEL BISFENOL A
Los bisfenoles son disruptores endocrinos porque activan los receptores de estrógenos. En otras palabras: Imitan a los efectos de estas hormonas. Pero no solo eso, sino que también cambian el metabolismo, o actúan como sustancias tóxicas de manera independiente de los receptores de estrógenos. Para aquellas personas que no lo sepan, los bisfenoles son unas sustancias ampliamente utilizadas en plásticos para todo tipo de envases: desde una lata de atún, un biberón (en este caso solamente está prohibido el Bisfenol A) a una caja de pizza o una botella de plástico.
En el centro de todo el debate está el concepto de toxicidad. ¿Cuándo una sustancia es tóxica? y por tanto, ¿qué significa toxicidad? Dado que, como hemos visto, los daños de una sustancia sobre un sistema biológico complejo no dependen directamente de la concentración, ¿es adecuado mantener técnicas y sistemas de calidad basados en la vieja idea de que la dosis hace al veneno? ¿no deberíamos cambiarlo por “la dosis no hace al veneno”? Existen sustancias que pueden ser perjudiciales por ser “demasiado buenas” aumentando la capacidad de supervivencia y proliferación de unas células en concreto. Otras sustancias son mutagénicas. Otras permiten que mutaciones oncogénicas silentes salgan adelante y se manifiesten en forma de cáncer. Otras pueden ser inocuas hasta que las condiciones del sistema biológico cambian: cambios hormonales, una infección, otro agente, etc pueden volver lo inocuo en tóxico. Tanto el concepto de toxicidad como, sobre todo, las técnicas utilizadas para medirla están muy anticuadas.
Veamos un ejemplo de esto y de reacciones no lineales en sistemas biológicos por efectos del Bisfenol A.En este artículo científico se muestra cómo ligeras variaciones químicas en los bisfenoles llevan a efectos sobre el metabolismo energético de las células o sobre el estrés oxidativo, de manera independiente del receptor de estrógenos, o sea, sin ser un disruptor endocrino. Estas pequeñas modificaciones se están estudiando en la industria alimentaria y de envasados para sustituir al Bisfenol A y, por los resultados de este trabajo, no parece que la acción sobre la función celular vaya a ser muy diferente: estos bisfenoles modificados son capaces de incrementar las rutas energéticas asociadas a la proliferación celular y a la agresividad en los tumores.
HOY EL BISFENOL A ES NOCIVO A CUALQUIER DOSIS. AYER NO
Pablo Linde y José A. Álvarez publicaron a finales de agosto un artículo en El País donde se cuenta que la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha reducido 20000 veces la “dosis” segura para el consumo.
Esto hace que cualquier dosis de Bisfenol A que encontramos actualmente en los alimentos envasados, por ejemplo, no sea segura para su consumo. Esta es una noticia más que notable, que debería hacer tambalear a medios de comunicación, ministerios de sanidad y consumo, y a la sociedad en general. Lo que comemos nos enferma porque las instituciones que deben protegernos no lo están haciendo. Es importante que periódicos tan importantes como El País den difusión a estas noticias relevantes, pero el texto quizá necesite de matizaciones, tanto en el foco, como en lo que allí se dice.
Veamos algunos ejemplos. En muchos artículos suele haber imprecisiones que, en el mejor de los casos, son solamente eso y, en el peor de ellos, lleva a confusión al lector. En el cuerpo del artículo se afirma que se ingieren cantidades “microscópicas”. El bisfenol no se ve, ni con el microscopio. Y, prosiguen los autores, “en orina se encuentran concentraciones desde nanogramos a microgramos por mililitro”. Un nanogramo sería 0.000000001 gramos. Así escrito, el lector puede interpretar que el Bisfenol A es un problema menor (microscópico, un microproblema) pero es que la actividad endocrina normal del cuerpo está, precisamente, en ese rango de concentraciones.
En otras ocasiones, se restringe el alcance o importancia de la noticia. A lo largo del texto se reduce conceptualmente (y se expresa de forma equivocada) qué es el Bisfenol A y qué es un disruptor endocrino para situar el problema sobre una sola molécula y un solo informe de la EFSA. El problema de los disruptores endocrinos es de tal calibre a nivel sanitario y medioambiental que la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA), un organismo europeo nada sospechoso de ecologismo, advierte que “hay una amplia gama de sustancias, tanto naturales como artificiales, que causan alteraciones endocrinas”. Otra sustancia omnipresente en nuestra cadena alimentaria, el herbicida Glifosato, también es un disruptor endocrino.
Hay un tercer mecanismo que utiliza la prensa científica más conservadora para esquivar el núcleo del problema cuando hablamos de potenciales daños medioambientales y sobre la salud. Se podría resumir de la siguiente forma: “vale ecologistas, tenéis razón pero, ¿váis a dejarnos sin alternativa productiva?”. Recordemos que el Bisfenol A actúa haciendo más flexibles los envases, los revestimientos y, por tanto, permitiendo que el valor del producto envasado permanezca más estable durante más tiempo. Es como cualquier envase plástico: estamos llenando nuestros mares y nuestros cuerpos de plásticos y microplásticos porque los productos envasados en ellos duran más. Así lo cuentan en este artículo de Linde y Álvarez: “[La Comisión Europea] está planeando prohibir el BPA en todos los envases en contacto con los alimentos, pero antes de eso habrá que encontrar alternativas seguras”.
LOBBYING Y PERIODISMO CIENTÍFICO
Entendiendo que lo que hacen los periodistas es trasladar, interpretar, e informar, lo que dice la comisión y demás autoridades, lo que el periodismo debería hacer es plasmar también otras evidencias científicas y quizás, solo quizás, preguntarse a quién beneficia el “antes de eso”. ¿Antes del desarrollo de los plásticos y el bisfenol, existían alternativas, o no habían envases que conservaran y transportaran de manera segura los alimentos? Si buscan en su artículo la palabra “precaución”, verán que no aparece, lo cual es muy indicativo del sesgo. El principio de precaución es elemental para proteger a la ciudadanía de los efectos perjudiciales sobre la salud de la codicia de la industria. ¿No debería la prensa informar de manera crítica a la ciudadanía frente a las decisiones de los poderes públicos? Entonces creemos que ya existen alternativas seguras, que además afrontarían otro problema, el de los microplásticos: el vidrio retornable. Eso sí, no tan lucrativos.
 ¿Realmente existen alternativas seguras al Bisfenol A? Pues nada más que hace 13 años se publicaba este artículo científico y en el cual se demostraba que más de 25 sustitutos del bisfenol A tenían actividad estrogénica. ¿Es conspiranoia afirmar que los lobbies del plástico controlan la opinión de lo que es o no tóxico o de la agenda en su sustitución? En esta pieza de la periodista de este medio, Laura L. Ruiz, se recogen varios ejemplos de conflicto entre beneficio empresarial y salud humana en lo que respecta a la industria alimentaria. Un ejemplo de pieza periodística que sí busca poner luz a los efectos de múltiples contaminantes sobre la salud humana.
Pensamos que es también obligación de la prensa investigar los posibles conflictos de interés. La industria del plástico, a través de su consorcio “Plastics Europe”, gasta millones de euros para influir en las políticas de la UE con respecto al plástico. Y en 2017 esa organización, en su página, en el apartado “mitos” (ahora inactiva) decía que “los tiques de compra hechos de papel térmico pueden contener niveles bajos de bisfenol A (BPA).  Ahora, en la versión de 2017 de este lobby afincado en Bruselas, se puede leer que “solo una cantidad muy pequeña del BPA total producido se sigue utilizando como antioxidante esencial en plásticos blandos de PVC o como agente revelador para papel térmico”. Parece que han sido asesorados en términos de comunicación, pero siguen reconociendo que “La (EFSA) consideró miles de estudios sobre el bisfenol A, incluido un gran número de estudios pequeños o exploratorios, muchos de los cuales afirman observar un efecto negativo”. En nuestra opinión es difícil entender por qué ha tardado tanto la EFSA en sacar ese informe y por qué la agencia europea no está haciendo nada al respecto.
Es muy importante este asunto del Bisfenol A y su transferencia térmica a la piel. ¿Quién no ha comprado en un supermercado? Para una persona que vaya una vez a la semana y haga la compra, la exposición a este disruptor endocrino es minúscula. Sin embargo, para las personas que trabajan en caja, mayoritariamente mujeres, la exposición mediante la entrega del ticket al consumidor alcanza niveles que hacen que el bisfenol A se considere un problema de seguridad laboral.
En el 2016 ya había suficiente evidencia de los efectos xenoestrogénicos del Bisfenol A en ratones, macacos y primates. El catedrático López Nicolas, el “experto” entrevistado por El País, afirma erróneamente que solamente se disponía evidencia en ratones y que, por tanto, no estaría permitido en buena lid realizar el salto lógico de su afección a humanos.  Y es que López, famoso divulgador, afirmaba en todo tipo de foros que las personas que alertaban del riesgo de la exposición al bisfenol eran personas poco menos que acientíficas, supersticiosas o magufas. Quizá exista un temor generalizado a seguir al pie de la letra las afirmaciones que él mismo hace. Decía en 2014 en JotDown que “habría que exigir al Gobierno de España que las resoluciones que hace la EFSA que luego se traducen en un reglamento se cumplan. Que la Administración multe a los productos que son fraudulentos”. Con los nuevos límites del Bisfenol A la dureza del discurso baja varios enteros: “habrá que esperar a las medidas que tome la UE y que se adapte a las nuevas recomendaciones” pero “Como ciudadano no me preocupa en absoluto. No pienso estar viendo los envases para ver si tienen bisfenol A”. Cuando Francia prohibió el uso del Bisfenol A, desde los medios españoles y divulgadores se trató la noticia como un “capricho” alarmista y sin sentido.
Los autores del texto aseguran no ser en ningún momento benevolentes con la industria del plástico. Sin embargo, creemos que, tanto el experto escogido, como las afirmaciones de puño y letra de la autoría del texto, confirman una de las tesis que manejamos desde este blog, a saber, que el periodismo científico y el panorama divulgativo forman parte de un conjunto cultural más amplio que justifica el statu quo y apoya a las élites económicas y políticas. No estarían, por tanto, cumpliendo con una de las máximas del periodismo, recogida en el siguiente dicho, “si una persona dice que llueve y otra dice que no, tu trabajo como periodista no es darle voz a ambas: es abrir la puta ventana y ver si está lloviendo”.
Este tipo de actitudes desde el periodismo científico y desde la divulgación son, a nuestro parecer, irresponsables. Están reduciendo la importancia de sustancias como el bisfenol para la salud, no solo humana, sino ambiental. Hemos visto también a esta divulgación mainstream defender el glifosato como un herbicida inocuo; los hemos visto criticar el ecologismo como un movimiento antiprogreso; hemos visto cómo defienden la energía nuclear o los macroproyectos renovables. En ningún caso los hemos visto defender la postura de los movimientos sociales o del sindicalismo.
Creemos que existe un problema muy serio con los conflictos de intereses en las instituciones que tienen que velar por nuestra salud y la de la biosfera. Y también lo tenemos con esta profesión que es incapaz de preguntarse por qué hacen falta más de 800 artículos científicos indicando la toxicidad de los bisfenoles sin que las agencias responsables de nuestra seguridad tome medidas.

Fuentes: elsaltodiario.com https://www.elsaltodiario.com/autor/paradoja-jevons-ciencia-poder

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