Acusan a Monsanto de usar en el agro productos para la guerra
Escrito por Angélica Enciso
México.- Vandana Shiva, activista y científica india, comenzó su lucha en favor del medio ambiente con abrazos a los árboles para que no fueran talados. Decidió hacer a un lado su bien personal para luchar por el colectivo: defiende los cultivos tradicionales ante la avalancha de transgénicos. Y se encarga de denunciar casos como el de la región de Punjab, donde de 250 alimentos que se producían hoy sólo se cultivan dos y miles de campesinos se han suicidado por no poder pagar regalías por los cultivos a Monsanto.
Recibió el Premio Nobel Alternativo en 1993. En entrevista con La Jornada, durante una rápida visita a México, explica cómo la revolución verde, hace más de 40 años, dio paso a la biotecnología y cómo empresas como Monsanto utilizan en la agricultura productos que fueron desarrollados para la Segunda Guerra Mundial, como los pesticidas y otros químicos.
Recuerda que su defensa de la biodiversidad comenzó en la región en que nació, en el valle de Dehradun, donde vio cómo los árboles se perdían y los arroyos se secaban. Estaba en auge el movimiento de mujeres que abrazaban los árboles y decían que primero tenían que matarlas antes de que los cortaran, al cual se unió.
Agrega que en 1984, después de la tragedia de Bhopal –una fuga de sustancias tóxicas de la empresa Union Carbide–, “empecé a denunciar la violencia de la revolución verde. Su impulsor, Norman Borlaug, estuvo en India. Resultado de ella ocurrió ese desastre, y en Punjab murieron más de 30 mil campesinos. Por ello escribí el libro de la violencia de la revolución verde”.
Añade: A partir de entonces vi las estratagemas de las empresas, primero en el GATT y después en la Organización Mundial de Comercio, para introducir la agricultura en el libre comercio internacional. Porque las trasnacionales decían que ya no podían hacer negocio con los agroquímicos, sino tenían que hacerlo con las semillas, y no sólo en Europa y Estados Unidos, porque son mercados pequeños, sino en los de mayor comercio en el mundo.
–¿La revolución verde es la pauta para la biotecnología y el desarrollo de los transgénicos?
–Hay que entender que la revolución verde es el punto de partida. Las empresas que hoy están alentando y abogando por la revolución biotecnológica son las mismas que impulsaron ese proceso hace tiempo, cuyos resultados vemos ahora. Se basaba en el uso masivo de sustancias agroquímicas, lo cual no es un modelo productivo que trabaje con los ecosistemas. Es una ruptura del trabajo que se efectuaba: de laborar con el suelo, la biodiversidad y los recursos existentes en un lugar determinado. La revolución verde rompe con todo eso.
“Está basada en sustancias producidas originalmente para la guerra. Tenemos que entender que herbicidas y plaguicidas son los mismos que se utilizaron en la Segunda Guerra Mundial. El agente naranja, producido por Monsanto, o los organofosforados que se experimentaron en ese episodio. La revolución verde es un modelo productivo basado en la guerra. Es mecanicista, trata todo ecosistema como máquina que puede ser manipulada y controlada. Entonces, a partir del uso de sistemas mecánicos y agroquímicos es imposible desarrollar sistemas productivos como la milpa o los de India, donde hay nueve cultivos, que son la agrobiodiversidad a partir del conocimiento local. Esto no puede existir con la revolución verde. Son esas empresas las responsables de impulsar un modelo tecnológico que atenta directamente contra la fertilidad de los suelos, la biodiversidad y el agua.
–¿Los transgénicos serían la principal amenaza para la biodiversidad de alimentos?
–Debemos entender que los transgénicos son una amenaza, porque ahora las toxinas están dentro de la planta. A diferencia de la revolución verde, cuando se rociaban las plantas, no todo se convertía en tóxico. Aquí la toxina está en la planta. Esto es lo que elimina la población de la mariposa monarca. Es una combinación de plantas transgénicas que son venenosas y los agroquímicos que han exterminado la planta, de la que se alimentan las mariposas en su ruta migratoria.
Fuente: La Jornada
México.- Vandana Shiva, activista y científica india, comenzó su lucha en favor del medio ambiente con abrazos a los árboles para que no fueran talados. Decidió hacer a un lado su bien personal para luchar por el colectivo: defiende los cultivos tradicionales ante la avalancha de transgénicos. Y se encarga de denunciar casos como el de la región de Punjab, donde de 250 alimentos que se producían hoy sólo se cultivan dos y miles de campesinos se han suicidado por no poder pagar regalías por los cultivos a Monsanto.
Recibió el Premio Nobel Alternativo en 1993. En entrevista con La Jornada, durante una rápida visita a México, explica cómo la revolución verde, hace más de 40 años, dio paso a la biotecnología y cómo empresas como Monsanto utilizan en la agricultura productos que fueron desarrollados para la Segunda Guerra Mundial, como los pesticidas y otros químicos.
Recuerda que su defensa de la biodiversidad comenzó en la región en que nació, en el valle de Dehradun, donde vio cómo los árboles se perdían y los arroyos se secaban. Estaba en auge el movimiento de mujeres que abrazaban los árboles y decían que primero tenían que matarlas antes de que los cortaran, al cual se unió.
Agrega que en 1984, después de la tragedia de Bhopal –una fuga de sustancias tóxicas de la empresa Union Carbide–, “empecé a denunciar la violencia de la revolución verde. Su impulsor, Norman Borlaug, estuvo en India. Resultado de ella ocurrió ese desastre, y en Punjab murieron más de 30 mil campesinos. Por ello escribí el libro de la violencia de la revolución verde”.
Añade: A partir de entonces vi las estratagemas de las empresas, primero en el GATT y después en la Organización Mundial de Comercio, para introducir la agricultura en el libre comercio internacional. Porque las trasnacionales decían que ya no podían hacer negocio con los agroquímicos, sino tenían que hacerlo con las semillas, y no sólo en Europa y Estados Unidos, porque son mercados pequeños, sino en los de mayor comercio en el mundo.
–¿La revolución verde es la pauta para la biotecnología y el desarrollo de los transgénicos?
–Hay que entender que la revolución verde es el punto de partida. Las empresas que hoy están alentando y abogando por la revolución biotecnológica son las mismas que impulsaron ese proceso hace tiempo, cuyos resultados vemos ahora. Se basaba en el uso masivo de sustancias agroquímicas, lo cual no es un modelo productivo que trabaje con los ecosistemas. Es una ruptura del trabajo que se efectuaba: de laborar con el suelo, la biodiversidad y los recursos existentes en un lugar determinado. La revolución verde rompe con todo eso.
“Está basada en sustancias producidas originalmente para la guerra. Tenemos que entender que herbicidas y plaguicidas son los mismos que se utilizaron en la Segunda Guerra Mundial. El agente naranja, producido por Monsanto, o los organofosforados que se experimentaron en ese episodio. La revolución verde es un modelo productivo basado en la guerra. Es mecanicista, trata todo ecosistema como máquina que puede ser manipulada y controlada. Entonces, a partir del uso de sistemas mecánicos y agroquímicos es imposible desarrollar sistemas productivos como la milpa o los de India, donde hay nueve cultivos, que son la agrobiodiversidad a partir del conocimiento local. Esto no puede existir con la revolución verde. Son esas empresas las responsables de impulsar un modelo tecnológico que atenta directamente contra la fertilidad de los suelos, la biodiversidad y el agua.
–¿Los transgénicos serían la principal amenaza para la biodiversidad de alimentos?
–Debemos entender que los transgénicos son una amenaza, porque ahora las toxinas están dentro de la planta. A diferencia de la revolución verde, cuando se rociaban las plantas, no todo se convertía en tóxico. Aquí la toxina está en la planta. Esto es lo que elimina la población de la mariposa monarca. Es una combinación de plantas transgénicas que son venenosas y los agroquímicos que han exterminado la planta, de la que se alimentan las mariposas en su ruta migratoria.
Fuente: La Jornada