El cambio climático amarga el azúcar cubano
La producción azucarera de Cuba retrocedió a poco más de un millón de toneladas por la combinación drástica de huracán Irma y lluvias torrenciales.
Ariel Terrero
La agroindustria que alguna vez lideró la economía cubana recibió otro golpe bajo del clima en la zafra 2017-2018. La producción de azúcar se hundió a casi la mitad de la lograda un par de cosechas antes. El empeño de un sector identificado como parte de la cultura y la historia nacional de Cuba volvió a verse nublado, en una extensión de irregularidades productivas que agrava las dudas sobre su destino.
A juzgar por reportes preliminares, la pasada zafra azucarera pasó ligeramente del millón de toneladas de azúcar. Quedó, por tanto, por debajo de la cosecha 2009-2010 (1.128.700 toneladas), que había sido registrada como la peor en más de un siglo.
El título cambia ahora de fecha. El crecimiento conseguido por los azucareros cubanos a partir de aquella aciaga temporada volvió a verse desarticulado por una combinación de fenómenos climáticos muy parecidos a los que destrozaron cañaverales y cuentas comerciales años atrás.
Aunque censurada reiteradamente por incumplimientos de planes anuales, esta agroindustria había avanzado visiblemente en la presente década. A partir de 2010-2011 creció un promedio del 12 por ciento anual hasta la cosecha 2014-2015, cuando pellizcó los dos millones: 1.962.800 de toneladas de azúcar, según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) de Cuba.
La marcha sostenida de cinco años, sin embargo, se desarboló en la zafra 2015-2016, que concluyó por debajo de 1,6 millones toneladas, debido al castigo de la sequía primero y tardías precipitaciones luego, que lastraron cultivos y rendimientos sucesivamente. Un año más tarde, los azucareros remontaron la producción a más de 1,8 millones de toneladas, aunque habían soñado con llegar a 2,1 millones.
El clima reservó el golpe más brutal para la zafra siguiente.
Los agricultores cañeros acusaron el impacto de una sequía que se extendió esta vez por unos tres años hasta mediados de 2017. La penuria de los cañaverales –solo el 15 por ciento cuenta con sistema de riego y drenaje adecuado- obligó al Grupo Empresarial Azucarero Azcuba a proponerse planes para 2017-2018 que en su versión más optimista no superaban el resultado final del año previo.
Pronto los ajustaron a 1,6 millones y luego a 1,3 millones, por otras tropelías del clima. Ni aun así pudieron cumplirlos.
A la árida primavera le siguió el huracán Irma en septiembre, que peinó 12 provincias, derribó cañaverales y dañó techos y estructuras de una veintena de centrales azucareros, entre otros perjuicios en la industria.
Como si fuera poco, fenómenos asociados al cambio climático trajeron en los meses siguientes una cadena de precipitaciones e inundaciones mayores a las del propio huracán. La mayoría de los agricultores y ganaderos del país agradecieron las lluvias, pero obstaculizaron severamente la gestión de corte de caña y los rendimientos agrícolas de la zafra que comenzó en noviembre. Unas 430.000 hectáreas de caña quedaron inundadas o tumbadas por los vientos de Irma.
Ariel Terrero
La agroindustria que alguna vez lideró la economía cubana recibió otro golpe bajo del clima en la zafra 2017-2018. La producción de azúcar se hundió a casi la mitad de la lograda un par de cosechas antes. El empeño de un sector identificado como parte de la cultura y la historia nacional de Cuba volvió a verse nublado, en una extensión de irregularidades productivas que agrava las dudas sobre su destino.
A juzgar por reportes preliminares, la pasada zafra azucarera pasó ligeramente del millón de toneladas de azúcar. Quedó, por tanto, por debajo de la cosecha 2009-2010 (1.128.700 toneladas), que había sido registrada como la peor en más de un siglo.
El título cambia ahora de fecha. El crecimiento conseguido por los azucareros cubanos a partir de aquella aciaga temporada volvió a verse desarticulado por una combinación de fenómenos climáticos muy parecidos a los que destrozaron cañaverales y cuentas comerciales años atrás.
Aunque censurada reiteradamente por incumplimientos de planes anuales, esta agroindustria había avanzado visiblemente en la presente década. A partir de 2010-2011 creció un promedio del 12 por ciento anual hasta la cosecha 2014-2015, cuando pellizcó los dos millones: 1.962.800 de toneladas de azúcar, según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) de Cuba.
La marcha sostenida de cinco años, sin embargo, se desarboló en la zafra 2015-2016, que concluyó por debajo de 1,6 millones toneladas, debido al castigo de la sequía primero y tardías precipitaciones luego, que lastraron cultivos y rendimientos sucesivamente. Un año más tarde, los azucareros remontaron la producción a más de 1,8 millones de toneladas, aunque habían soñado con llegar a 2,1 millones.
El clima reservó el golpe más brutal para la zafra siguiente.
Los agricultores cañeros acusaron el impacto de una sequía que se extendió esta vez por unos tres años hasta mediados de 2017. La penuria de los cañaverales –solo el 15 por ciento cuenta con sistema de riego y drenaje adecuado- obligó al Grupo Empresarial Azucarero Azcuba a proponerse planes para 2017-2018 que en su versión más optimista no superaban el resultado final del año previo.
Pronto los ajustaron a 1,6 millones y luego a 1,3 millones, por otras tropelías del clima. Ni aun así pudieron cumplirlos.
A la árida primavera le siguió el huracán Irma en septiembre, que peinó 12 provincias, derribó cañaverales y dañó techos y estructuras de una veintena de centrales azucareros, entre otros perjuicios en la industria.
Como si fuera poco, fenómenos asociados al cambio climático trajeron en los meses siguientes una cadena de precipitaciones e inundaciones mayores a las del propio huracán. La mayoría de los agricultores y ganaderos del país agradecieron las lluvias, pero obstaculizaron severamente la gestión de corte de caña y los rendimientos agrícolas de la zafra que comenzó en noviembre. Unas 430.000 hectáreas de caña quedaron inundadas o tumbadas por los vientos de Irma.
La producción de azúcar
cayó en 2018 a poco más de un millón de toneladas, casi la mitad de la
conseguida dos años antes, por los fenómenos vinculados con el cambio
climático.
Ante una reunión del nuevo Consejo de Ministros en julio pasado, el recién designado Presidente de Azcuba, Julio García Pérez, informó que habían producido apenas algo más de un millón de toneladas de azúcar en la zafra 2017-2018. Como causas fundamentales, enumeró las afectaciones del clima antes de la cosecha y un comportamiento de las lluvias en el período de zafra muy superior a la media histórica. Todo esto afectó la calidad de la caña, las operaciones en la cosecha, el transporte y el procesamiento de la industria. También citó deficiencias organizativas y de dirección en general.
La combinación de adversidades resultó realmente inoportuna. En los meses iniciales del actual año, en que históricamente la zafra cubana entra en su momento de mayor productividad, una parte grande de la industria todavía carecía de condiciones para la arrancada. De 53 centrales azucareros programados para operaciones, solo molían 29 ya avanzado el mes de enero y 14 permanecían paralizados por las lluvias torrenciales, informó el diario Granma.
En la reunión del Consejo de Ministros, el Presidente Miguel Díaz-Canel recomendó estudiar, de conjunto con el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, el comportamiento del clima en los últimos tiempos y su incidencia en la zafra azucarera, bajo el criterio de que, si las estaciones están cambiando, habría que adaptar las temporadas de siembra y corte de caña.
Otras informaciones anticipan, sin embargo, que la próxima zafra empezaría de nuevo en el mes de noviembre, como siempre, mientras los agricultores cañeros y los industriales del azúcar preparan condiciones y cruzan los dedos con los ojos clavados en el horizonte y los cielos.
Fuente: http://www.ipscuba.net/espacios/por-su-propio-peso/despues-del-cero/cambio-climatico-amarga-el-azucar-cubano/ - Imagen de pòrtada:
Las inundaciones y pérdidas cañeras provocadas por el huracán Irma en septiembre y las torrenciales lluvias posteriores crearon un entorno de los más difíciles para la cosecha en varias décadas. Foto: Tomada de la ACN