El Antropoceno, ¿somos la especie liquidadora?

Nuestra actividad humana está inmersa en un mundo limitado y de limitada resiliencia. Los recursos naturales de nuestro planeta son finitos, lo único carente de límites es la basura que generamos . Los océanos no fueron concebidos para absorber plásticos y residuos contaminantes. Continuamos despilfarrando y contaminando el ciclo del agua dulce, sobreexplotando y desecando los acuíferos.

Josep Emili Arias

La huella hídrica, cifra que detrás de un pantalón vaquero se esconden 10.000 litros de agua desde su ciclo primario del algodón. Añadamos que la ropa es uno de los materiales más difíciles de reciclar por sus tintes contaminantes. La huella hídrica que se cifra para un filete de vacuno de 1 Kg esconde 13.000 litros de agua, desde la creación del cereal forraje hasta su expedición en la carnicería. Peor lo pone la cabaña mundial de vacuno, responsable mayoritario de expeler metano a la atmósfera (flatulencias), un potente gas de efecto invernadero. 
Es tan obvio el deterioro global medioambiental y climático causado por la mano del hombre que gran parte de la comunidad científica, geólogos, ecólogos, bioquímicos, naturalistas, biólogos marinos y climatólogos ya catalogan la actual época geológica como la del Antropoceno, a falta de su ratificación oficial por la Comisión Internacional de Estratigrafía (ICS).
Sufrimos el Cambio Climático (CC) y, a pesar de ello, aún existen intencionadas corrientes de opinión neoliberal que intentan desacreditar el CC por causa antrópica, aduciendo: «Hay sobradas evidencias que entre los s. XI-XIV se dio en el hemisferio Norte el llamado Periodo Cálido Medieval. En ese periodo la actividad del hombre no emanaba CO2, por tanto tal anomalía térmica fue consecuencia de cierta configuración de variables naturales como pudieron ser el posicionamiento axial y orbital del planeta, oscilación de los océanos, disminución del albedo del hielo marino y unos consecutivos ciclos de Máximos solares». Entonces, bajo esta premisa, ¿no hay que reducir nuestro palmario aporte de gases de efecto invernadero como sumatorio calórico a unas supuestas variables naturales?. Un vil argumento que pretende eximir la mano del hombre del actual Calentamiento global.
Otra argucia para restar urgencia en revertir el actual CC expone analogías como ésta: «Si a nivel mundial fuimos eficientes resolviendo y revirtiendo el agujero de la capa de ozono, también vamos a ser eficientes en revertir la causa y las consecuencias del CC». No, esto no es así, esta analogía resulta muy simplona. Cierto es que tras el Protocolo de Montreal, en Helsinki (mayo1989), todos los países desarrollados acataron la erradicación total de los fluidos clorofluorocarbonados (CFC´s) y halones. Hasta la ultraliberal Margaret Thatcher acabó abanderando la erradicación mundial de estas volátiles moléculas cloradas, su licenciatura en Químicas le hizo tomar buena conciencia de ello.
Pero la problemática del CC y su consecuencia del Calentamiento global es de concepción muy distinta, no se ciñe a suprimir y erradicar unas determinadas moléculas sintéticas, aquí el problema está en que la generación de CO2 es inherente a nuestros hábitos de consumo y a la actividad global de un tercio de la población mundial muy adoctrinada en la vorágine del consumismo y la súper producción. Hay que tomar medidas valientes y rápidas, establecer marcos normativos para la retirada de los combustibles fósiles (hidrocarburos, gases licuados) y empezar, así, a descarbonizar nuestra actividad humana. La transición a la automoción integral eléctrica (baterías/pila H) ha de ser una apuesta global, inevitable e impostergable.
Los sistemas homeostáticos naturales de la tierra implicados son: una hidrosfera global recalentada, con exceso de vapor de agua, cuyas dinámicas atmosféricas se vuelven más aceleradas y de mayor virulencia. Son preocupantes los niveles de acidificación marina por saturación de CO2, donde su progresiva acidificación va degradando ecosistemas marinos (arrecifes de coral), pero también afecta al propio lecho marino, donde los compuestos de calcita mineral fósil (CaCO3) pueden no ser suficientes para absorber y neutralizar todo el ácido carbónico marino generado por la deposición in crescendo de nuestro CO2. Hay bastante consenso en aceptar que el Calentamiento global, en algún grado, está generando una deceleración de la corriente oceánica profunda, llamada Cinta transportadora oceánica global (circulación termohalina), un complejo sistema autorregulador para la refrigeración del planeta.
Hoy somos testigos de cambios notables en muchos patrones meteorológicos regionales y globales que ya afectan directamente en nuestras vidas. Ya existen los desplazados climáticos por causa de la subida del nivel del mar como consecuencia del Calentamiento global. La absorción de calor dilata los océanos y lleva a una subida sostenida del nivel del mar, esto ya lo vemos en islas de Kiribati y de Tuvalu (Pacifico y La Polinesia) como también ocasionará la inmersión de atolones habitados en islas Salomón (Pacifico sur) e islas Maldivas (Índico). El siglo XXI lo iniciamos con récords de olas de calor en Europa occidental, en agosto de 2003 en Francia provocó unas 11.000 muertes. El llamado "veroño" es la prolongación del estío hasta finales de noviembre. El referente climático occidental conocido como Anticiclón de las Azores es hoy un patrón roto.
El Calentamiento global está favoreciendo que los fenómenos adversos aumenten en mayor frecuencia, en intensidad y en virulencia, como tifones, huracanes, borrascas profundas, ciclogénesis explosivas y huracanes extratropicales, todos ellos se nutren del calor superficial de los océanos y este anómalo aumento de la temperatura marina pone en circulación mucho más vapor de agua a disposición de estos sistemas depresivos, aumentando su energía total.
Hasta la llegada de la profunda borrasca Klaus, en enero de 2009 a la vertiente cantábrica, en España desconocíamos que eran las ciclogénesis explosivas, hoy tal fenómeno ciclónico es ya un evento rutinario en todos los invierno, golpeando la península ibérica con fortísimos vientos. Antes del 2009 este fenómeno de ciclogénesis explosiva -profundas borrasca originadas por una depresión súbita (caída pronunciada de hectopascales en muy corto periodo de tiempo)- eran episodios muy insólitos y que nunca bajaban a nuestras latitudes ibéricas.
El consumismo, es hoy, la primera religión del mundo
En algún momento habrá que afrontar la nefasta problemática del consumismo. El consumismo forma parte de la cultura actual y es aceptado como único y supremo modelo económico global. De manera subliminal se nos educa hacia un consumismo compulsivo, «Trabaja, consume y calla», así rezaba un grafiti a la entrada de una autopista. En qué ciudad no hay concurso local donde se premie al mejor escaparate navideño. Expresiones como, «¿Nos vamos de tiendas?» son aceptadas como norma, pero no son necesidad. En el calendario de delirio consumista figuran sus días de culto: Hallowey, Black Friday, CiberMonday, Open Night, Día del Soltero y, muy pronto, nos invadirán los ofertones del Thanksgiving Day. Todo un santoral orquestado por la dictadura de las modas, tendencias y modismos. El delirio consumista llega a extremos paradójicos donde personas, antaño más jóvenes, fueron intervenidas con cirugía ocular refractiva para liberarse de las gafas, hoy adquieren gafas de cristal neutro porque se lo impone la cultura de lo fashion.
Célebre fue la viñeta de El Roto, donde ilustraba una joven pareja saliendo de un Centro Comercial con un carro colmado de material tecnológico, consolas, tabletas, PC portátil, TV ultraplana, robot-room, folletos de cruceros, … . El joven tirando del repleto carro le dice a su pareja: «Algún día esto será delito». Hace unos años un noticiario TV de ámbito nacional arrancaba con una entrevista a un chico joven que tras varios días de aguantar cola en una calle comercial de Madrid era instado por el periodista: «¿Cómo te sientes por ser el primer español en poseer el hit tecnológico de un smartphone?». Cambiamos de móviles sólo por el modismo de mostrar el modelo más vanguardista. Buscamos lo exclusivo, en pleno invierno adquirimos carísima fruta deslocalizada, ciruelas blancas y cerezas de origen sudamericano que nos llega a Europa en fletes que en su largo trayecto marítimo emiten CO2.
Nuestro bolsillo, nuestras tarjetas de pago y los créditos inmediatos satisfacen nuestra sed consumista, pero la tierra no fue configurada para esta vorágine. Todo proceso productivo, industrial, alimentario, de servicios y de ocio, acaba generando, en algún momento, gases de efecto invernadero (CO2, CH4). Podemos adquirir un vehículo eléctrico pero la elaboración de los químicos metálicos (litio) de sus baterías de alta autonomía generan mucho CO2, peor aún si su tiempo de recarga ésta procede de una central carbónica de ciclo combinado carbón/gas. Para poder garantizar el enganche a la red eléctrica y satisfacer la recarga masiva de la automoción eléctrica (flotas camiones, autobuses, furgones, turismos) habrá que disponer de nuevas centrales nucleares, pues las energías renovables no serán autosuficientes para la recarga en horario nocturno (por carencia fotovoltaica) y en tiempo anticiclónico (carencia de vientos). En cierta manera, no existen las energías neutras, 100% inocuas al medioambiente, en algún momento del ciclo extractivo, productivo o regenerativo se genera CO2 y residuos contaminantes. De ahí que la solución no es sólo reciclar, la solución es consumir menos. La imponente moda de realizar compras por internet (Amazon, Alibaba), en su reparto domiciliario se genera CO2 y mucho envoltorio a reciclar. Tampoco se entiende, desde el mayor respeto, la moda de la incineración post mortem animales y humanos, conlleva mas emisión de CO2 y volátiles contaminantes.
No hay concienciación para con el Cambio Climático
Sólo queda como tema de tertulia. Resulta vergonzante el derroche energético y de emisión de CO2 que genera esa nueva moda de calentar las terrazas y aceras con columnas calefactoras a butano/inducción para que la gente tome su café, su desayuno, o coma y cene en el exterior del local en días de pleno invierno. Es todo un contrasentido que el instituto oficial IDAE promueva pautas para el ahorro y la eficiencia energética -con ayudas a la instalación de puertas y ventanas de óptimo aislamiento térmico-, mientras el consumismo impone la caprichosa moda de calentar terrazas y aceras con gas licuado: dilapidamos la energía y emitimos más CO2. Eso sí, luego tanto que nos compunge ver en los noticiarios imágenes de ese oso polar languideciendo de hambre por el derretimiento del hábitat ártico, le hemos robado su hábitat. Reducir la temperatura global del planeta va a ser un empeño arto difícil. Cierto es que cada vez hay más superficie de parques de energías renovables de eólica y fotovoltaica/térmica incorporados a la red eléctrica, pero también crece de manera exponencial el número de habitantes que se incorporan a los hábitos del consumismo y del ocio (viajes, cruceros) en los grandes países emergentes, China, Rusia, India, Brasil, Argentina, Emiratos Árabes, Sudáfrica. Un claro ejemplo es la gráfica que experimenta el transporte aéreo de pasajeros en China, vuelos internos y al exterior. Todo ello conlleva incremento de CO2. (1)
En el libro La Sexta Extinción: una historia antinatural, 2014 (premio Pulitzer ), la periodista divulgadora Elizabeth Kolbert nos expone ejemplos de especies endémicas que ya están en ciclo de extinción por la directa intervención del hombre y también como consecuencia del CC. Según Kolbert y otros autores, l a característica que estos eventos críticos tienen en común es la tasa de cambio; lo acelerado que se produce el cambio. Cuando el mundo cambia más rápido de lo que las especies pueden adaptarse, muchas caen por el camino. El capítulo 13 concluye con la cita del ecólogo de la Universidad de Stanford, Paul Ehrlich: «Si empujamos a otras especies a la extinción, la humanidad se afana en cortar la rama que la sostiene».
Hoy se proponen modelos económicos al margen del neoliberalismo, tan valedor del consumismo y la rentabilidad inmediata y que tanto esquilma nuestro planeta. Propuestas como la Economía del Bien Común, la Economía Colaborativa y el modelo de economía del Decrecimiento, todas ellas van en favor de la sostenibilidad del planeta, pero van en contra de los Mercados, y son de muy difícil aceptación por nuestros propios egos. Cómo explicas que la economía del Decrecimiento consiste en que trabajes bastante menos horas, pero reduciendo considerablemente tu salario. Nadie va a tolerar que se interfiera en sus actuales comodidades, caprichos y ostentaciones.
En la edición del libro La Sexta Extinción: El futuro de la vida y la humanidad (1997, Metatemas) del paleoantropólogo Richard Leakey y R. Lewin, la ilustración de la portada resultaba muy explícita: Si toda la población mundial desarrollada adoptase la ostentosa presión urbanística de poseer vivienda unifamiliar independiente, con su garaje adosado y su amplio césped, entonces, qué reducto de hábitat y ecosistemas naturales les iba a quedar al resto de la biota.
Nosotros triunfamos sobre nuestros primos hermanos, los conformistas Neandertales, porque fuimos más osados, nuestro arrojo nos llevó a atar unos troncos y echarse a la mar sin vislumbrar tierra, y colonizamos el planeta. Hoy continuamos con ese peculiar gen de la temeridad y la osadía, el de no querer reflexionar.
A lo largo de la historia de la vida en la tierra ha habido cinco grandes extinciones masivas , la más reciente hace 65 millones de años, cuando el impacto de un asteroide se llevó por delante al género sauro en un brevísimo lapso de tiempo, junto a otras especies, marcando, así, la conclusión del Cretácico. Ahora, la pregunta es si el Homo sapiens liderará la Sexta Extinción sin la ayuda de cuerpos extraños venidos del espacio exterior.

Nota:
(1) https://datos.bancomundial.org/indicador/IS.AIR.PSGR?end=2017&locations=CN&start=1972
Fuente: Rebelión


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