La supervivencia a modo de prueba vital: Aptitud, preparación y respeto hacia nuestro entorno.

Hay algo muy hermoso en la relación de respeto mutuo para con la naturaleza que surge de ofrecerse a sobrevivir en ella. El mundo natural no entiende de debilidades. Descarga su ira pura con toda impunidad contra cualquier criatura que no se adapte a sus milenarias directrices fenomenológicas. De hecho, son los climas y los terrenos duros los que ponen de manifiesto el gran poder de la naturaleza, su intensísima y letal belleza que a tantos pintores, fotógrafos y aventureros ha cautivado desde siempre. No existe masoquismo alguno en querer penetrar en su fortaleza, sino una vasta noción de humildad para con todo cuanto ofrece.

Por Claudio Mazza

Por ello, la supervivencia practicada no como una inevitable necesidad ante una situación hostil, sino como decisión premeditada, aporta un gran abanico de sentido y conocimiento a nuestras vidas. Del mismo modo que “no es el mar calmo el que hace bueno a un marinero”, el peligro ineludible de la naturaleza sitúa al ser humano en una disyuntiva vital: rendirse o seguir. Obviando el camino de la rendición, el éxito en la supervivencia significa la obtención de un inmenso amor y placer propio, así como un profundo respeto hacia el entorno. Del mismo modo que sirve de ejemplo para uno mismo en el momento de afrontar otras fases de la vida.
En la naturaleza, un animal se abastece con sus propios medios para sobrevivir. Unas condiciones innatas que permiten su desarrollo en tales circunstancias. La diferencia es que el ser humano, físicamente, apenas posee destreza para adaptarse a ella. El ingenio y la inteligencia, en cambio, son las herramientas que posibilitan su desempeño en tales territorios sin comprometer su integridad. Fruto de esa perspicacia son los utensilios que ha configurado para sobrevivir. Para cortar la maleza, pernoctar y caminar de forma segura con la máxima fluidez posible.
La supervivencia como aprendizaje vital
Acceder a la yincana de la supervivencia es entender las propias carencias, y del mismo modo aptitudes y habilidades, que se poseen en otros muchos estadios. La supervivencia enseña que hay que ahorrar energía para actividades innecesarias o imposibles en cierto momento. Demuestra que una buena estrategia y un mayor control sobre los propios pasos y el entorno asegura mejor el camino a seguir. Y obliga a apreciar de la misma tanto la excitación que promueve la aventura, como los recursos que brinda. Todo un crisol de aprendizaje, autoconocimiento y ampliación de perspectivas y horizontes con el que perfeccionar el brío y la robustez mental.
No se trata de demostrar poder o valentía a otros. Sino declararse a uno mismo como capaz ante cualquier cosa. Una dosis de autoestima con la que combatir las derivas del día a día tomando la metáfora adquirida de la supervivencia. Porque ninguna aventura empieza con un cielo azul, pero todos los finales, si el recorrido es bueno y la mente fuerte, acaban con un atardecer muy dulce.

Fuente: Fragmento de una nota publicada en: https://www.ecoportal.net/temas-especiales/educacion-ambiental/supervivencia/?cn-reloaded=1

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