En plena pandemia, Brasil está en manos de un psicópata

El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, es un psicópata. No es hora de eufemismos ni medias palabras. No solo es fascista, nepotista, ignorante, incapaz, misógino, xenófobo, homofóbico, admirador de dictadores y torturadores, está rodeado por un gabinete de lunáticos, terraplanistas y fundamentalistas religiosos, y vinculado personalmente con bandas de milicianos y asesinos a sueldo. Además, es un psicópata.

Bruno Bimbi 
 
Algunos lo advertimos años antes de que llegara al poder y nos dijeron alarmistas. Ahora, este tipo está al frente de una nación de 210 millones de habitantes durante una pandemia mundial que costará demasiadas vidas, en un país con gravísimos problemas sanitarios y sociales, por lo que arriesga mucho más que Italia o España. La irresponsabilidad criminal de Bolsonaro frente al coronavirus –les miente día y noche a los brasileños, niega el conocimiento científico, difunde información falsa, boicotea el trabajo de gobernadores, alcaldes y de su propio ministro de Salud y desoye las recomendaciones de la OMS y los especialistas– está transformando su incapacidad manifiesta para ser presidente, que no es novedad, en un problema de salud pública.
Cuando 157 países ya habían cerrado sus escuelas, Bolsonaro reclamó a los gobernadores que volvieran a abrirlas. “El grupo de riesgo son las personas de más de 60 años. Entonces, ¿por qué cerrar escuelas?”, argumentó. Criticó el cierre de comercios e iglesias, así como las políticas de confinamiento adoptadas por casi todos los países afectados. La semana pasada, en otra declaración pública, había dicho que en Italia hubo muchas muertes porque es “una ciudad” muy chiquita y “en cada departamento hay una pareja de viejitos”. No mueren por el coronavirus, dijo, sino porque son “débiles” y “cualquier gripe” podría matarlos.
Este martes, después de asegurar que “el 90 por ciento” de la población está a salvo del virus, Bolsonaro habló de sí mismo, centro del universo: “Por mi histórico de atleta, si fuese contaminado, no precisaría preocuparme: no sentiría nada”, aseguró. No hay evidencia de que la práctica deportiva proteja del virus, ni de que él haya sido atleta alguna vez, pero Bolsonaro es un mentiroso compulsivo. También repitió otra fake news que ya había usado en Twitter: que la cloroquina cura la enfermedad. Más tarde llegó a mostrar por televisión una cajita de ese remedio. Una ola de automedicación causó el desabastecimiento de esa droga –vital para pacientes con lupus y otras enfermedades–, cuya eficacia contra el COVID 19 está en estudio, pero aún no ha sido comprobada.
El comportamiento del presidente brasileño frente al coronavirus era previsible, ya que siempre fue un negacionista de la ciencia
El presidente repite en cada pronunciamiento que no hay motivo para quedarse en casa, que la enfermedad solo afecta a “los viejitos” y que el resto debe volver a trabajar, porque el país “no puede parar”. Lo dice y ataca a todo el mundo. Su verborragia ha despertado estos días a buena parte del país, que finalmente entendió que este hombre no debería seguir en el cargo, pero su comportamiento frente al coronavirus fue el mismo desde el principio y era previsible, ya que Bolsonaro siempre fue un negacionista de la ciencia. La presidencia no iba a cambiarlo, como prometían algunos de los que lo apoyaron sabiendo quién era.
El domingo 15 de marzo, mientras España ya estaba en cuarentena y Argentina cerraba fronteras y preparaba el confinamiento, declarado días después, Bolsonaro convocó a sus fanáticos a movilizarse en las calles contra el Congreso y el Supremo Tribunal Federal, que no le permiten gobernar como un dictador, como le gustaría.
Rodeado de pancartas que pedían el cierre de los poderes legislativo y judicial y un autogolpe, hizo una retransmisión en directo en Facebook y, según una estimación del diario Estado de São Paulo –que en su editorial del día siguiente lo llamó “un irresponsable al que solo le interesa su proyecto de poder”–, abrazó o tocó con sus manos en la calle al menos a 272 personas. Por la noche, en entrevista a la CNN Brasil, desafió a los presidentes de la Cámara de Diputados y el Senado a ir “a las calles” como él, criticó a la Confederación Brasileña del Fútbol por suspender los partidos por la pandemia y aseguró que en el pasado hubo virus “peores” pero los medios no decían nada porque gobernaba la izquierda y ahora exageran para perjudicarlo a él.
Yo, yo, yo, yo, dice el presidente.
Bolsonaro acababa de llegar de un viaje a Estados Unidos y, de acuerdo a los protocolos de su propio Ministerio de Salud, debía ponerse en cuarentena. Más de veinte integrantes de su comitiva dieron positivo por coronavirus, entre ellos su secretario de comunicación, que estuvo con él en un encuentro con Donald Trump. Pero él decidió salir a la calle a abrazar a sus seguidores. Cuestionado por un periodista amigo –a los periodistas críticos no les da entrevistas; los insulta– sobre por qué violó la cuarentena sin saber si se había contagiado, dijo que no iba a “vivir preso en el palacio, esperando” para saber si tenía el virus y que “apretar la mano del pueblo” era su “derecho”. Hasta el día de hoy, no mostró el resultado de su análisis, aunque jura que fue negativo. En una maniobra que ya es habitual, su hijo filtró a la prensa extranjera que le había dado positivo para después desmentir la información y acusar a los medios de mentirosos.
El martes 17, miles de personas realizaron caceroladas contra el Gobierno en las principales ciudades de Brasil, sin salir de sus casas, asomados a sus ventanas y balcones. Fue la mayor protesta realizada contra Bolsonaro desde su llegada al Ejecutivo y se sintió muy fuerte en barrios ricos, de clase media y favelas, inclusive en distritos donde el presidente tuvo más del 70% de los votos en el segundo turno de 2018. Todo comenzó con un joven inmigrante haitiano que lo interpeló cara a cara en la puerta del Palacio de la Alvorada y le dijo: “Bolsonaro, acabó. No eres más presidente”, reprochándole su conducta frente al coronavirus. El video lideró los trending topics en Twitter con el hashtag #BolsonaroAcabou y, por primera vez, comenzó a hablarse de impeachment en el Congreso, aunque todavía no hay acuerdo en la oposición para iniciar los trámites. Aún no dan los números y temen su reacción.
El miércoles 18, Eduardo Bolsonaro, que preside la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, dijo en Twitter que la culpa por el coronavirus era del gobierno “comunista” chino, lo comparó con Chernobyl y provocó una durísima respuesta de la Embajada de ese país, que aseguró que habría “consecuencias” si no se disculpaba. China es el principal comprador de productos brasileños. Bolsonaro mandó al ministro de Relaciones Exteriores a defender a su hijo y atacar al embajador, provocando una crisis diplomática inédita. El expresidente Lula envió una carta al presidente chino, Xi Jinping, pidiendo disculpas en nombre del pueblo brasileño.
El jueves 19, Bolsonaro cerró las fronteras. Antes lo había hecho solo con Venezuela. También restringió el ingreso de extranjeros de una lista de países afectados. Parecía que al fin comenzaba a actuar, pero pronto quedó claro que no: es probable que sólo buscase una forma de prohibir el ingreso de personas provenientes de China, como venganza contra el embajador. Sus reacciones son siempre infantiles. Ese mismo día, volvió a criticar el cierre de comercios, supermercados y aeropuertos, e insinuó que no estaba claro si las muertes registradas eran realmente por coronavirus.
En una entrevista por televisión, Bolsonaro dijo que va a morir alguna gente, bromeó con que la vida un día se termina y agregó que no se puede “parar la economía” por eso
Durante el fin de semana, dio entrevistas a medios evangélicos y, nuevamente, a la CNN Brasil, y dijo que el gobernador de São Paulo, que declaró la cuarentena, es “un lunático”. También aseguró que pronto la población verá que fue “engañada” por el periodismo y los gobernadores sobre la gravedad del coronavirus y acusó por los cacerolazos a la TV Globo. El lunes 23, dictó un decreto suspendiendo los plazos de la ley de acceso a la información pública, luego derribado por el Supremo. Al día siguiente fue el discurso en cadena nacional: la gota que rebalsó el vaso.
“En este momento grave, el país precisa un líder serio, responsable y comprometido con la vida y la salud de su población”, respondió el presidente del Senado, David Alcolumbre (centroderecha), y repudió lo dicho por Bolsonaro en televisión. El líder de la oposición en la cámara alta, Randolfe Rodrigues (centroizquierda), dijo que el presidente superó “todos los límites de la irresponsabilidad”. El presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia (centroderecha), dijo que las palabras de Bolsonaro eran “equivocadas” porque “atacan a la prensa, los gobernadores y los especialistas en salud pública”. Hay mucho malestar en la poderosa ala militar del gobierno –el Ejército piensa mantener la cuarentena, para proteger a sus soldados– y en el Supremo Tribunal Federal.
El martes 24, el juez del Supremo Marco Aurélio Mello les dio la razón a los gobernadores y alcaldes, dictando una medida cautelar para que puedan disponer medidas de aislamiento, cuarentena, restricción del transporte y tránsito en rutas, puertos y aeropuertos. Un decreto de Bolsonaro lo había prohibido. Los veintisiete gobernadores crearon un grupo de Whatsapp para ponerse de acuerdo y asumir el mando de la crisis, ya que casi todos ellos evalúan que el presidente es un inútil y solo crea problemas.
El conflicto político se agrava. Cuando el gobernador de Río de Janeiro, Wilson Witzel, un exaliado del presidente, quiso cerrar los aeropuertos de su estado, Bolsonaro emitió un decreto impidiéndoselo y lo acusó de “demagogo”. “Quédense en casa”, insistió Witzel. El gobernador de Maranhão, el comunista Flávio Dino, denunció que Bolsonaro intentó impedir la realización de controles sanitarios en rutas y aeropuertos de su estado y dijo que es “un irresponsable que elige pelear con los gobernadores por pura politiquería, en vez de pelear con el virus”. El gobernador de Pará, Helder Barbalho, de centroderecha, dijo que no va a “pedir permiso” al presidente para proteger a la población. El de Goiás, Ronaldo Caiado, que era aliado del presidente pero es médico, dijo que Bolsonaro no tiene “postura de gobernante”, es un ignorante y sus palabras son irresponsables y vergonzosas. “No hay más diálogo” con él, afirmó. El de Espírito Santo, el socialista Renato Casagrande, dijo que las palabras del presidente están “desconectadas de la realidad”, “confunden a la sociedad” y muestran que el país está “sin dirección”. El de Rio Grande do Sul, Eduardo Leite, de centroderecha, dijo que no se resuelve una pandemia con “ataques a la ciencia” y pidió a los habitantes de su estado que se queden en casa. El de Bahía, Rui Costa, del Partido de los Trabajadores, denunció que el gobierno federal trata de impedir los controles sanitarios en su estado y advirtió que no lo obedecerá.
Un juez del Supremo les dio la razón a los gobernadores y alcaldes, dictando una medida cautelar para que puedan disponer medidas de aislamiento. Un decreto de Bolsonaro lo había prohibido
Los alcaldes de este estado –de todos los partidos– hicieron una declaración conjunta diciendo que el país está “desgobernado” y que el presidente, con sus “delirios”, desacredita los esfuerzos de los gobiernos locales y contradice las recomendaciones de su propio ministro de Salud. El alcalde de Salvador, ACM Neto, de centroderecha, dijo que Bolsonaro es un “irresponsable”, y el secretario de Salud del estado, Fábio Vilas-Boas, admitió estar “horrorizado” porque el presidente trata de “deshacer todo lo que se construyó en el combate al coronavirus en las últimas semanas en Brasil”. Los gobernadores del Nordeste también emitieron una declaración conjunta.
En una reunión con gobernadores del Sudeste por videoconferencia, Bolsonaro se mostró fuera de control. Confrontado por el gobernador de São Paulo, el empresario derechista y exaliado João Dória, empezó a gritar como un loco y le reprochó por no apoyarlo a pesar de que aprovechó “sus” votos en las últimas elecciones. El gobernador hablaba de salvar vidas y Bolsonaro le respondía reclamándole lealtad, hablando de las elecciones de 2022 y gritándole que era un cobarde. Dória lo observaba atónito, mientras el general y vicepresidente Hamilton Mourão, sentado al lado de su jefe, movía su cabeza como diciendo que no. Está todo filmado. Contrariando al presidente, el vice dijo a la prensa que la posición del Gobierno es “cuarentena, aislamiento y distanciamiento social” y que Bolsonaro “tal vez se haya expresado mal”.
Este miércoles 25, veintiséis gobernadores se reunieron por videoconferencia con el titular de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, para discutir qué hacer frente a las locuras de Bolsonaro. Sólo faltó el del Distrito Federal. Decidieron ignorar las decisiones del presidente y mantener las medidas de distanciamiento social.
El jueves, Folha de São Paulo publicó un editorial con el título “Presidente, retírese”. Sin dar un paso atrás, Bolsonaro emitió un nuevo decreto declarando a las iglesias y administraciones de lotería como “servicios esenciales”, lo cual impide a los estados y municipios cerrar sus puertas. Y, como si no hubiese dicho suficientes pavadas, bromeó ante los periodistas que los brasileños “tienen que ser estudiados” porque “se meten hasta en el agua de las cloacas y no les pasa nada”. Aseguró que muchos ya deben haber contraído el virus “hace meses” y “ya tienen anticuerpos” e insistió en acusar a la prensa de exagerar sobre la pandemia para perjudicarle.
Históricos adversarios, los expresidentes Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inácio Lula da Silva dijeron basta. FHC afirmó que las opiniones del presidente eran “desastrosas”: “Si no se calla, está preparando su fin y es mejor el suyo que el de todo el pueblo”. Lula dijo que “Bolsonaro no tiene estatura psicológica para continuar gobernando el país” y, por primera vez, defendió el impeachment: “O ese ciudadano renuncia o se hace un impeachment, porque no es posible que alguien sea tan irresponsable de jugar con la vida de millones de personas como él está jugando”.
Cabe recordar que, si el corrupto juez Moro no tuviese hecho trampa, inventando una causa contra Lula y haciendo del expresidente un preso político, lo que le impidió ser candidato, este sería presidente y esta locura se hubiese evitado. Moro recibió un ministerio como premio y ahora no abre la boca.
Todas las entidades profesionales de médicos, abogados, periodistas y hasta algunos jueces de la Corte repudiaron la conducta de Bolsonaro y pidieron a la población que lo ignore y se quede en casa. Economistas de todas las orientaciones teóricas y políticas refutaron, inclusive con los más fríos números, su argumento que antepone la economía a la vida de las personas. Un grupo de diputados presentó un pedido de impeachment, apoyado por personalidades de la cultura e intelectuales.
Mientras, el ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, un político con un pasado turbio de lobista de las empresas de medicina privada pero que, como médico, no puede acompañar el discurso anticientífico de su jefe, enfrenta de forma cada vez más ambigua su dilema. Asegura que no va a renunciar, no critica al presidente, inclusive lo elogia en público, pero no le hace caso. Como suele hacerse con los locos, le dice a todo que sí y después hace lo contrario. Cada pronunciamiento de su ministerio contradice al presidente, aunque lo disimule. Cuando los periodistas le señalan la contradicción en las ruedas de prensa, cambia de tema o permanece en silencio. Bolsonaro es un psicópata y hay que sacarlo del poder antes de que haga más daño, porque ante una emergencia de este tamaño, las prioridades y los parámetros no pueden ser los mismos que en una situación normal. A Dilma Rousseff, una presidenta honesta y democrática que no había cometido ningún crimen, la destituyeron por nada.
¿Qué esperan ahora?
Está en manos del Congreso y del Supremo Tribunal Federal decidir si quieren salvar vidas o pasar a la historia como cómplices de un psicópata y asesino.

Bruno Bimbi Periodista, narrador y doctor en Estudios del Lenguaje (PUC-Rio). Vivió durante diez años en Brasil, donde fue corresponsal para la televisión argentina. Ha escrito los libros ‘Matrimonio igualitario’ y ‘El fin del armario’. - Imagen de portada:

Jair Bolsonaro, durante la conversación diaria con sus seguidores a la salida del Palacio de la Alvorada.
Joedson Alves / EFE Brasil -
Fuente: https://ctxt.es/es/20191120/Firmas/31523/brasil-jair-bolsonaro-coronavirus-bruno-bimbi.htm

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Brasil frena la campaña contra el aislamiento: El ministro de Salud anunció medidas a contramano de lo que pregona Bolsonaro
Alrededor de las seis de la tarde del Sábado 28, se divulgó el nuevo número de víctimas del coronavirus en Brasil: 114 muertos y 3.904 contaminados. El total de contaminados experimentó un brinco en 24 horas, y solo ayer fueron 20 muertos. Casi uno a cada hora. Por la mañana, la Justicia había determinado la inmediata suspensión de la campaña publicitaria creada por el gobierno incitando los brasileños salir de casa. Bajo el slogan “Brasil no puede parar”, algunas piezas circularon por redes sociales y se evaluaba la posibilidad de llevarlas a las emisoras de televisión.

Por Eric Nepomuceno


La reacción del gobierno fue negar que la campaña fuese de su autoría o responsabilidad. Otra agresión más del despacho presidencial a la verdad: no solo fue llevada a la página oficial de la Secretaría de Comunicación Social de la presidencia de la República, también fue intensamente transmitida por las redes sociales del ultraderechista presidente Jair Bolsonaro y de sus tres hijos que actúan en la política e integran el llamado “gabinete del odio” instalado en el palacio presidencial.
Por la tarde, una sorpresa: el un largo pronunciamiento a la prensa, el ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, médico ortopedista, refirmó un documento que había circulado, proponiendo una acción conjunta con las secretarías provinciales del sector. Esa acción prevé, entre otros puntos, suspensión total de clases en escuelas y universidades hasta fines de abril y la determinación de “aislamiento social”, es decir, cuarentena, para los mayores de sesenta años. Determina, además, adoptar medidas rigurosas para impedir aglomeraciones en espacios abiertos y manifestaciones contrarias a las medidas adoptadas por el sistema de salud.
La idea de Mandetta es lograr una acción armoniosa en todo Brasil. Cines, teatros, casas de espectáculos y templos deberán permanecer cerrados al menos hasta mayo. Bares y restaurantes podrán funcionar, pero a la mitad de su capacidad instalada. Sectores del comercio, que todavía no fueron definidos, podrán funcionar, pero también a la mitad de su capacidad.
Todo eso va en contra de lo que quiere Jair Bolsonaro. Y en otro lance a contracorriente del presidente, su ministro de Salud advirtió que no hay ninguna medicina comprobada de combate al coronavirus. Dijo que hay estudios en Brasil y un sinfín de países, que instituciones científicas y el mismo ministerio de Salud están en contacto permanente, pero no hay comprobación absoluta de que una de las medicinas más propagadas por Bolsonaro como salida para la crisis, la cloroquina, sea totalmente eficaz.
La verdad es que, en su pronunciamiento, Mandetta desmintió todo lo que dice el presidente ultraderechista. Afirmó, por ejemplo, que no hay comparación entre el Covid-19 y la gripe H1n1, de la que los jóvenes también son víctimas (casi la mitad de los contaminados brasileños tienen menos de 40 años), aunque de manera menos grave, pero son transmisores potenciales por no presentar los síntomas.
Para no ser absolutamente disonante con Bolsonaro, en todo caso, Mandetta se rehusó a utilizar el término cuarentena, aseguró que apenas una pequeña parcela de las víctimas fatales murieron por el coronavirus, y que casi todas por enfermedades anteriores (olvidándose, claro, de mencionar que el virus debilita el organismo al extremo, contribuyendo al deceso del paciente), y despotricó violentamente contra los medios de comunicación.
También resaltó, en la parte final del pronunciamiento, que su equipo está trabajando intensamente junto al ministerio de Economía. Y al reiterar enfáticamente ese trabajo conjunto, críticó duramente a una medida defendida por la mayoría de los gobernadores provinciales del país: dijo que el aislamiento total, tal como fue ordenado por ejemplo en San Pablo y Rio de Janeiro, provocaría un “desastre total” en el país. Además, defendió que se discuta en conjunto con el equipo económico medidas de restricciones que no signifiquen el sofocamiento nacional absoluto.
La independencia con que el ministro de Salud se pronunció con relación a la postura de Bolsonaro sorprendió a analistas políticos, diputados, senadores y gobernadores. Ha sido, en todo caso, el resultado de una larga reunión entre el presidente y varios de sus ministros, que una vez más le recomendaron enfáticamente un cambio de tono en su actitud, bien como en la de sus tres hijos.
Al comienzo de la noche se confirmó que el pronunciamiento de Bolsonaro previsto para mañana por una red nacional de radio y televisión fue cancelado. Como una de las características más fuertes del presidente ultraderechista es precisamente su imprevisibilidad, está por verse si la cancelación es real. 

Fuente: Página 12

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