El fin de las ideologías
Una ideología es un conjunto normativo de emociones, de ideas y de creencias colectivas que son compatibles entre sí y están especialmente referidas a la conducta social humana. Por consiguiente la ideología es una especie mental, una ortopedia que atrapa el pensamiento sociopolítico. Precisamente desde un punto de vista antropológico, esa óptica que nada propone, que se limita a analizar y a comprenderlo todo del ser y de la sociedad humanos, para el desarrollo de la personalidad y el crecimiento intelectual del individuo, no hay nada más nocivo que la ideología que anula, que fulmina, el pensamiento libre.
Jaime Richart
Daniel Bell autor de "El final de la ideología", se lamenta de que: “la historicidad del término (ideología) ha perdido su contexto y sólo queda la penumbra peyorativa y desagradable (¡quizá ya ni eso!), pero no la claridad conceptual. Ideología se ha convertido en una palabra fallida. Igual que pecado”. Ni la Filosofía, ni el Arte, ni la Religión –ámbitos cuya tradición se remonta miles de años atrás– tienen, en principio, nada que ver con la ideología. Otra cosa es que, desde hace 300 años, el pensamiento ideológico haya invadido todos los ámbitos de la vida con tal virulencia que hoy apenas podemos distinguir cuándo la filosofía, el arte o la religión dejan de serlo para transformarse en ideología.
En los tiempos que vivimos, que en muchos aspectos parecen estar llegando a su fin; cuando la realidad (o la apariencia de realidad) es que un virus se ha adueñado sobre la faz de la tierra, diezma la población y no parece que, a diferencia del comportamiento hasta ayer de cualquier otro virus, vaya a abandonarnos naturalmente; cuando el clima del planeta está sufriendo cambios en las estaciones del año que hacen cada vez más difíciles las cosechas, y cuando el agua potable imprescindible para la vida es cada vez más escasa… Cuando la especie humana ha acumulado la experiencia de tantos siglos y a ella se suma la interpretación del tiempo cronológico en un cómputo tan diferente al conocido hasta ahora… las ideologías han perdido todo su sentido. Se diría que, si discurrimos como verdaderos adultos y si a la especie humana no la troceamos por clases y la consideramos como un todo humano, las ideologías han fracasado. Sin embargo, cuando todas las ideologías se van debilitando y están abocadas a la extinción, Eslovaquia acaba de inventar una nueva ideología negativa al prohibir el partido comunista por considerarlo “una organización criminal”. Así es que casi una quinta o una sexta parte de la población del planeta que habita China, Cuba, Corea del Norte y Kerala son para Eslovaquia países criminales. Como si, aunque no haya un partido político formalmente capitalista, y puestos a pensar de una manera disparatada y aberrante, los partidos que profesan capitalismo con siglas varias no fueran igualmente criminales compuestos no por trabajadores y trabajadoras, sino por señores y señoritos: otra más de las barbaridades de la ideología capitalista manifiestamente tramposa.
Pero tampoco, dadas las circunstancias extremas en que nos encontramos, tiene sentido idear otras nuevas. Proscribamos pues la ideología de la socialización y la del individualismo liberal, causas precisamente del estado prácticamente irreversible en que se encuentra el planeta, y dediquemos todos nuestros esfuerzos a dos ideas, que no ideologías, fundamentales. Su clamorosa carga de motivación no precisa explicación. La primera sintetiza la paz en la tolerancia universal. La segunda es tratar de religión civil asimismo universal, la sinergia de todas las naciones para retrasar el fin de la vida sobre la Tierra tal como la hemos venido viviendo hasta ahora, salvando los restos maltrechos que todavía quedan de Naturaleza…
Jaime Richart, Antropólogo y jurista
Fuente: Fuentes: Rebelión