Militar por el futuro en Buenos Aires: La juventud es revolucionaria. Siempre lo fue en la historia de la humanidad. Y la de ahora, también.
Con carteles, máscaras y una conciencia a prueba de fake news, centenares de jóvenes salieron a las calles de Buenos Aires para decir Basta de Falsas Soluciones frente al desastre ambiental del presente. Una nueva generación que hace política en las redes y las calles con la defensa de la vida como prioridad.
por Mariana Rolleri
Fotos: Federico Imas
La problemática ambiental, producto del ecocidio que los modos de producción capitalista generan en el planeta, es una preocupación que une a jóvenes de diversas clases sociales. Es una ocupación en su quehacer cotidiano, es activismo en redes sociales, es poner el cuerpo en marcha(s) para exigir a les polítiques que dialoguen con el pueblo y no avancen sobre el territorio que habita sin consenso, es cuestionar la herencia y cambiar sus hábitos alimenticios y de consumo.
La movilización del Obelisco hacia Plaza de Mayo de este lunes bajo el lema “Basta de Falsas Soluciones” evidenció esa masa crítica de entre 10 y 40 años que se congregó para decirle al Gobierno nacional que haga una consulta popular vinculante sobre el acuerdo de producción porcina a gran escala en el país que planea firmar con China este mes.
“Estamos en desacuerdo con el acuerdo porcino y creemos que los animales tienen que ser tratados con dignidad y no como se los trata ahora”, dicen Rosario, Belén y Julieta, que llegaron desde Tigre al centro porteño para manifestarse. Tienen 17 y 18 años. Dos de ellas son vegetarianas y la otra debió empezar a comer carne por prescripción médica; dos de ellas no consumen productos que se hayan elaborado con “crueldad animal”. “Reciclo, hago compostaje, cuido el río”, enumera Rosario cómo milita en su cotidianidad las causas que está apoyando con su presencia.
Belén dice: “Mi mamá está de acuerdo con el reciclaje. Tengo un compost y con mis hermanos la ayudamos y somos los que imponemos el tema. Como viene de otra generación le cuesta más entender”. Habla con un oso de peluche rosa en la mano que paseará y exhibirá contenta ante las cámaras durante toda la marcha. En cambio, Julieta tiene mamá vegetariana, lo que facilitó mucho la “transición de dejar la carne”. “Me llevaron a un nutricionista y ya sabía qué comer”, explica.
No es el caso de Rosario, quien tuvo que enfrentarse a las autoridades de su círculo íntimo para, inclusive, estar hoy acá: “Tuve muchos desacuerdos con mi familia cuando fui vegetariana y tengo muchos desacuerdos con los temas relacionados con el medio ambiente y el cambio climático. Ellos no creen que exista una crisis climática y no están a favor de que venga a las marchas y que pelee por mis derechos y por los de todos. Se complica la relación con las generaciones anteriores porque en mi familia viven en la ignorancia, no son empáticos con lo que está pasando, pero nuestra generación está muy despierta”. Así resume una batalla que asume en su cotidiano.
La marcha arranca por Diagonal Norte en dirección a la Plaza de Mayo. La encabeza una bandera blanca y negra que dice “Emergencia ambiental, la vida no se negocia. Coordinadora Basta de Falsas Soluciones”, que sostienen, entre otres, la dirigente del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), Vilma Ripoll; el diputado nacional por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) Nicolás del Caño y el legislador porteño del mismo partido, Gabriel Solano.
Detrás vienen les jóvenes con pancartas llenas de color e inventiva. Consignas como “Si destruye, no es progreso”, “El terricidio es un crimen de lesa humanidad” y “Comer carne causa pandemias” se contraponen a la alegría que se siente en el aire por estar caminando juntes, en lucha.
Hay caretas de zorros hechas de cartón, vinchas con orejas de chancho y barbijos con hocico porcino. Entre el 20% y el 30% vino en bici. Se chocan, se pide “disculpas” y se sigue. Marchar con bici es un poco molesto, pero es uno de los medios de transporte más sustentables que existen, así que son más que bienvenidas, son parte. “¡No al acuerdo porcino!”, cantan con la melodía del punteo del tema “SevenNationArmy” de The White Stripes.
Es ingeniera ambiental y se denomina autoconvocada. "Ser profesional y activista en este campo van de la mano, pero donde trabajo no puedo ejercer mi faceta ambiental", cuenta y agrega que lo hace en el rubro de ciencia y tecnología, pero prefiere no dar más información. Comenta que va a las marchas “para concientizar y conocer cuáles son los problemas, quiénes están en este movimiento” y comparte su anhelo: “Espero algún día poder ayudar desde mi lugar profesional”.
La generación que enseña con el ejemplo
Diego, Débora y Agustina terminan de pegar en una parada de colectivo un cartel rojo que dice “Todxs sentimos, basta de especismo. Liberación animal/ Haceteveganx” ilustrado con vasos de leche de donde sale una cabeza de vaca, jamones con chanchos que asoman y un frasco de jabón en el que está metido un conejo. Tienen entre 19 y 20 años y, claramente, son veganes. Son parte de Somos Revolución Animal, una organización de 30 personas que aboga por los derechos de los animales. Son de Lanús, Pilar, Capital. “Estamos para denunciar la explotación animal y el maltrato del acuerdo porcino”, informa Diego.
Débora cuenta que al principio fue difícil con sus padres: “En mi casa estaban todos en contra, pero de a poco también quieren ser veganes. Mis hermanos menores son vegetarianos ahora. Y mi mamá, por ejemplo, hoy me apoyó en venir”. El logro es gigante. Les pibis no sólo se transforman, sino que cambian mentes a fuerza de convicción. Se necesita paciencia y entendimiento sobre el lugar del interlocutor para lograrlo, como ella dice: “Ellos están acostumbrados a ver a los animales como objetos, entonces hacer un cambio y mostrarles que también son personas les cuesta. Después de debatir mucho, llegan a entender. Si no te entienden, te respetan. Lleva tiempo”.
Los modos de producción son claves en el cuidado o no del medioambiente. En el caso de este trío de activistas, sus propuestas son la reforma agraria y la redistribución de la riqueza. Diego expone: “No todes están de acuerdo, pero nosotres creemos que la producción tiene que ser orgánica y agroecológica y tiene que estar basada en plantas. El país tiene que cambiar y estas marchas están logrando eso o por lo menos que se ponga en debate en la escena pública que es lo más importante ahora”. Pide que les sigamos en su cuenta de Instagram Somos Revolución Animal.
Un camión con un parlante en el techo repite y tira al aire reflexiones. En un momento, todes hacen silencio y en las voces de una mujer y un varón alternadas se escucha: “Estamos en emergencia ecológica y climática y queremos una salida económica a la crisis que no genere más pandemia. El agronegocio, la megaminería y el fracking nos están llevando al colapso ecológico climático. ¿Te parece justo que nuestros impuestos financien el camino hacia la extinción? No al acuerdo porcino con China, basta de falsas soluciones, solicitamos participación ciudadana en la toma de decisiones, basta de someter al pueblo para obtener divisas. ¿Queremos ser el país de la soja transgénica y los cerdos para China? ¿O el país de la soberanía alimentaria?”.
De repente irrumpe en el audio la voz del presidente de la Nación, Alberto Fernández, que dice: “Si alguna vez sienten que me desvío del compromiso que hoy asumo, salgan a la calle”. Aquí están, diciéndole al mandatario que quieren una consulta popular vinculante para que el pueblo decida si quieren 25 megagranjas con 12.500 cerdas hacinadas y pichicateadas para producir 900 mil toneladas de carne sólo para China, además de las cientos de miles que ya se producen.
Aquí están, como les instó en su discurso de asunción el 10 diciembre de 2019 en el Congreso.
Conciencia intergeneracional
Al llegar la marcha a Plaza de Mayo, un muro de policías de la Ciudad con sus escudos desde una vereda a otra de la diagonal, intenta impedir el ingreso de les manifestantes. Luego de momentos tensos, los agentes liberan la calle y la columna de tres cuadras avanza. Son alrededor de 60, muchos con motos, y en las transversales a Rivadavia están preparadas seis camionetas para transportar detenidxs. La escena, amenazante, no pasa a mayores.
Con mucha timidez, Leo y Lautaro, de 15, se animan a hablar con Cítrica. “Vinimos porque queremos ser parte de las personas que quieren un cambio y no aceptan este trato con China”, explican y cuentan que la militancia la hacen en las redes, pero que hoy le quisieron poner el cuerpo. Para eso viajaron desde José C. Paz hasta el centro porteño.
También hay casos donde las generaciones se unen bajo la misma bandera y salen a marchar juntas, como el de la actriz Carolina Costas y su hija Sol, de 13, que dicen presentes con el colectivo de Actrices Argentinas. La más pequeña dice sobre su activismo personal y familiar: “No como carne hace cinco años. Mi abuela y mi tía están intentando dejar la carne también porque a ellas les gustan los animales. Mi tía tiene trece gatos, come carne y yo le digo: ‘¿Cómo es? No entiendo’. A veces es difícil porque de algunos temas cuesta hablar. Intento informarles y explicarles lo que no entienden”.
Sol está criada por su mamá, una entendida en las problemáticas medioambientales: “Vinimos con el colectivo de Actrices porque estamos en contra del acuerdo con China. Es necesaria una consulta popular. La mayoría de la gente no está informada y no sabe que van a instalar megafactorías de cerdos hacinados en donde puede instalarse la cepa de una nueva pandemia. Los desechos se terminan depositando en piletones gigantes y los pueblos se terminan enfermando. No solamente es cruel para los animales, sino que es mentira que van a tener más laburo, son pocos puestos y son condiciones inhumanas”.
Carolina parece una nativa digital, como les pibis, y utiliza las redes para sembrar conciencia. Desde el Instagram @soycarocostas y el canal de Youtube Carolina Costas da recetas de cocina vegana y visibiliza la temática cannábica, entre otras cuestiones. “El volver a lo natural, a estar conectados con las raíces, creo que ese es el camino y, sobre todo, estar informados”, asegura.
“Voy a crear un canto para el cielo respetar, para mover las raíces de este campo y hacerlo brotar, para mover las aguas y el veneno verde que hay por ahí, para el espíritu elevar y dejarlo vivir en paz”, se escucha cantar a Natalia Lafourcade la canción “Derecho de Nacimiento” que sale de los parlantes del escenario. Las personas se arriman y se predisponen a compartir un festival, después una vigilia.
Ahí se quedarán muches para este martes realizar una asamblea, talleres, charlas informativas y más. La idea es que colectivos, organizaciones sociales y ambientales, agrupaciones antiespecistas y partidos de izquierda diseñen cómo continuar un plan de acción por los derechos ambientales, sociales y económicos.
El cuidado de la naturaleza es integral. Bien lo sabe Fernando, que es un militante activo por los derechos humanos en diversos espacios: Multisectorial Antiextractivista y Autoconvocatoria por la Suspensión del Pago e Investigación de la Deuda, entre otros. “Soy viejito, pasé los 70 años”, considera detrás de sus anteojos y debajo de su cabellera plateada. Es una de las excepciones a la juventud que es mayoría en la marcha.
Fernando argumenta: “Estoy en desacuerdo con el acuerdo porcino que hace Felipe Solá, en representación del Gobierno nacional, con el Gobierno chino por el tema de las megafactorías porcinas. La otra gran consigna es contra el extractivismo”. Aunque advierte que no es médico, dice que sabe mucho de biología y química. “No podemos permitir que se produzca y comercialice el trigo transgénico HB4. Eso significaría meternos en una etapa de alimentación en el que las harinas van a tener glufosinato de amonio como principal agroquímico que se utiliza en la producción de este trigo resistente al llamado estrés hídrico, a la sequía y, por lo tanto, nos meterían en un grave problema de salud a todas las personas que consumimos pan, harina y sus derivados”.
Fernando es vegetariano. “Me ha costado, me cuesta como dejar de fumar, pero es un camino que hay que recorrer”. La edad, con personas como él que se cuestionan, transforman y piensan en su propio futuro mientras atraviesan las siete décadas de vida, no parece ser un factor determinante para seguir en la lucha. Por el contrario, hay una acumulación de experiencias que si se transformaron en aprendizajes son valiosas para les pibis de hoy y les que vendrán.
¿Hay algún horizonte en el que puedan encontrarse las antiguas resistencias con las militancias del presente? Fernando: “Es necesario repensar qué vida queremos. No sólo tenemos que pensar en nosotros sino en las generaciones futuras. Hay un intercambio intergeneracional, donde nos reunimos los más viejitos y los jovencitos, que están haciendo su propia experiencia, y nos escuchamos unos y otros y eso es lo más importante”.
Fuente: Revista Anfibia