El ataque de los cadetes espaciales. Colonias fuera del mundo

Para los hombres más ricos y poderosos del mundo, la crisis ambiental global finalmente ha llegado. Pero el significado que esta tiene para ellos no es el mismo significado que tiene para la mayoría de las personas. Tomemos los ejemplos de Jeff Bezos (presidente ejecutivo del gigante del comercio electrónico Amazon), Elon Musk (director ejecutivo de Tesla, fabricante de vehículos eléctricos), Larry Fink (director ejecutivo de BlackRock, la empresa administradora de activos más grande del mundo), Mark Carney (ex-gobernador del Banco de Inglaterra y del Banco de Canadá) y Bill Gates (cofundador del gigante tecnológico Microsoft).

Por: Larry Lohmann

Para estos hombres la crisis ecológica no significa que el planeta se caliente tan rápidamente que esté amenazando su propia civilización. No significa el declive mundial de la vida de los insectos, que ahora socava la subsistencia humana. No significa pandemias peligrosas que surgen de la agricultura industrial, la deforestación y la globalización. (1) Ni siquiera significa el deterioro de la vitalidad de los trabajadores y trabajadoras comunes, quienes en los últimos 50 años han visto cómo los ricos les robaron gran parte de sus salarios, beneficios y condiciones de vida.
Lo que significa la crisis ecológica para estos hombres, como capitalistas, es el efecto que tiene sobre las inversiones. La crisis ecológica implica rebelión popular, a medida que se destruyen los medios de vida y sustento y los trabajadores se hartan. A su vez, rebelión significa presión sobre los gobiernos para que regulen y repriman. Ejecutar cualquiera de las dos tiene un costo. Peor aún, hacer cualquiera de las dos puede provocar una mayor reducción del trabajo vivo que los seres vivientes son inducidos a regalar a las empresas para asegurarles el lucro. Menos donaciones a las empresas significa menos destinos para inversiones rentables.
Una solución de ciencia ficción
Bezos y Musk (los dos hombres más ricos del mundo) tienen una solución colorida a la dificultad. Si la catástrofe ambiental y los movimientos populares que resultan de ella se han convertido en un problema para la acumulación de capital, entonces debemos trasladarnos al espacio exterior. Debemos minar la luna y los asteroides, devastar Marte o poner a los habitantes de la Tierra en colonias en órbita. Tanto Bezos como Musk están invirtiendo miles de millones de dólares en tales planes. Bezos lo llama "ir al espacio para salvar la Tierra". (2)
Para la gente normal esto puede parecer lo que los lógicos llaman una reductio ad absurdum (un argumento cuya conclusión imposible demuestra el absurdo de una de sus premisas). Si los supuestos capitalistas requieren, de última, trasladar a la gente de la Tierra al espacio para explotar allí la naturaleza, algo malo deben tener los supuestos.
Pero como capitalistas, Bezos y Musk no tienen otra opción que sostener esas suposiciones. Para Bezos la única opción es entre "dinamismo y crecimiento" y los horrores del "estancamiento y el racionamiento". (3)
Entonces, para ellos, subirse a los cohetes resulta muy lógico. Y tienen razón. Sus fantasías interplanetarias no son un pasatiempo excéntrico o divertido como ponerse trajes de Star Trek. Son el resultado extremadamente razonable de sus compromisos capitalistas.
De vuelta a la Tierra
Fink, Carney y Gates - que ocupa el tercer lugar en la lista de los ricos del mundo - carecen del estilo imaginativo de Bezos y Musk. Preferirían no ser vistos como "cadetes espaciales" (jerga estadounidense para referirse a personas que no están en contacto con la realidad).
Pero su propio enfoque favorito, aunque aparentemente más mundano, es básicamente lo mismo. Para ellos la dificultad radica en lo que Fink llama la "reasignación de capital" aquí en la Tierra. ¿Dónde pueden los ricos invertir su dinero para poder seguir acumulando ganancias en un planeta cada vez más debilitado y que no brinda seguridad, que está lleno de demandas ambientales potencialmente paralizantes, comunidades afectadas en rebelión, consumidores ecológicos inquietos y una reglamentación problemática del carbono?
Fink, Carney y Gates creen que una respuesta podría ser la tecnología "verde." (Musk también, ya que a pesar de su entusiasmo interplanetario, su verdadera fama se la siguen dando los coches eléctricos terrestres). Para todos estos hombres, la crisis actual de la vieja tecnología contaminante marca el inicio de uno de esos periodos de "destrucción creativa" (4) que periódicamente empujan al capitalismo a reinventarse. Ellos saben que quienes elijan los riesgos comerciales correctos en la nueva era de desastres ecológicos, obtendrán recompensas.
El problema es que el riesgo que han elegido estos hombres privilegiados - la tecnología verde - es fundamentalmente igual a la vieja variedad contaminante. La tecnología verde extiende las fronteras racistas de extracción tan brutalmente como lo hizo la tecnología contaminante, exigiendo básicamente los mismos viejos sacrificios insostenibles de la naturaleza y los trabajadores. Hay que extraer cada vez más cobalto, níquel y cobre en la República Democrática del Congo, Indonesia y Chile para la infraestructura y los instrumentos digitales "bajos en carbono." Se calcula que para 2050 los parques eólicos ocuparán más de 50 millones de hectáreas de tierra solo en los Estados Unidos, (5) e incluso más en China, con turbinas eólicas modernas que por cada una se requieren muchas toneladas de madera balsa, en su mayor parte proveniente de Ecuador. Los coches eléctricos necesitan litio de Bolivia y de otros lugares, para lo cual, como ha declarado abiertamente Musk, "le daremos un golpe de Estado a quien queramos". (6) Y todo esto principalmente para complementar, y no reemplazar, el petróleo, el carbón y el gas. Alexander Dunlap, un experto estadounidense en tecnología verde, lo expresa sin rodeos: "la energía renovable a escala industrial es un combustible fósil+". (7)
¿Qué puede implicar todo esto al final, sino territorios aún más agotados, más desechos acumulados, más comunidades en rebeldía, más eventos sobre extinción, más reguladores entrometidos, más nóminas policiales y más intentos desesperados por ubicar aún más recursos sin explotar en lugares aún más apartados? Alcanza para convertir a cualquier capitalista en un cadete espacial.
El espacio sideral aquí en la Tierra
Por suerte, todavía hay otras formas de tratar de maquillar de verde la vieja tecnología contaminante. Una es extender la frontera terrestre de las plantaciones y profundizar en los "servicios ecosistémicos" de los bosques, océanos o cavernas subterráneas. La idea no es escapar de la devastación terrestre que atasca al capitalismo industrial volando hacia otros planetas. Tampoco es detener la destrucción en sí. Simplemente se trata de apropiar, administrar, reestructurar y explotar a los seres vivos que aún no han sido destruidos aquí en la Tierra, para tratar de "compensar" por los que sí lo han sido. La empresa petrolera BP, por ejemplo, quiere que sus clientes inviertan en turbinas eólicas en China y en la conservación de bosques en México para ayudar a compensar su participación en la producción adicional de seis mil millones de toneladas de petróleo crudo en el proyecto de desarrollo Rosneft en el Ártico, subsidiado por el estado ruso. (8)
Bienvenidos al mundo del "carbono neutral", las "compensaciones por pérdida de biodiversidad", las "cero emisiones netas", las "economías circulares" y ahora las "soluciones basadas en la naturaleza." Mark Carney quiere multiplicar en 15 veces las compensaciones voluntarias de carbono en los próximos nueve años para ayudar a que el mundo sea más seguro para la inversión industrial por un poco más de tiempo. (9) Utilizando bosques, camionetas eléctricas y similares para "compensar" su contaminación por gases de efecto invernadero, la empresa Amazon de Jeff Bezos se compromete a tener "cero emisiones netas" para 2040. (10) Larry Fink afirma que BlackRock ya lo es. (11) Presentando tácticas similares, Microsoft promete incluso ser "carbono negativo" dentro de una década. (12) En los últimos dos años, a estas empresas se les han sumado no solo cientos de otros grandes bancos y compañías sino también 127 naciones de todo el mundo, que ahora se preparan afanosamente para convertirse en "carbono neutrales" en lugar de detener la extracción de combustibles fósiles.
Todo esto equivale a una especie de esquema Ponzi. En un esquema Ponzi, uno engancha a inversionistas ingenuos asegurándoles que están respaldando a alguna empresa comercial (ficticia) mientras se les pagan falsos "dividendos" que consisten únicamente del dinero obtenido de los nuevos inversionistas. En un esquema de compensaciones o "soluciones basadas en la naturaleza," se les dice a economistas ingenuos que las inversiones en actividades de extracción insostenibles que multiplican los desechos se vuelven "sostenibles", por lo que en los hechos resulta ser ... actividades de extracción aún más insostenibles y que multiplican aún más los desechos.
Bill Gates lleva la idea aún más lejos. No solo alienta a las empresas a apropiarse de la tierra y las formaciones geológicas subterráneas, transformarlas en esponjas para absorber carbono, y luego vender el resultado a otros en forma de permisos para contaminar más. También dice que los ingresos de esta expropiación pueden usarse para aumentar la producción industrial de "acero verde", "cemento verde" y "aviones verdes" imaginarios, haciéndolos comercialmente competitivos con las antiguas variedades contaminantes. (13)
Por supuesto, no se puede esperar que ningún esquema Ponzi dure para siempre. Las plantaciones de árboles concebidas para limpiar el carbono emitido a la atmósfera por la combustión de combustible fósil - al igual que las plantaciones de biocombustibles o las granjas solares que supuestamente "reemplazan" a esos combustibles - dejan tras de sí olas de devastación y agotamiento en humanos y no humanos, que son tan insostenibles como cualquier otra cosa del capitalismo industrial. Las compensaciones por la pérdida de biodiversidad, así también, utilizadas principalmente por la industria minera, solo agregan una nueva capa al viejo extractivismo. En efecto, como Ivonne Yáñez de Acciόn Ecológica en Ecuador ha argumentado durante largo tiempo, las compensaciones pueden ser incluso peores que la minería, en el sentido de que amenazan con eliminar el sustento vital de las comunidades durante más tiempo aún de lo que lo hacen las concesiones mineras. No es de extrañar que tantos y tantas opositoras al extractivismo, como Acciόn Ecológica, también estén en contra de las "soluciones basadas en la naturaleza."
Pero entonces, de nuevo, no se supone que los esquemas Ponzi duren para siempre. En el mejor de los casos llenan los bolsillos de estafadores perspicaces durante unos años, hasta que puedan escabullirse, o ir a la cárcel, o matarse. De manera similar, las políticas de "cero emisiones netas" y las "soluciones basadas en la naturaleza" no están diseñadas para sustentar a la Tierra y a sus habitantes. Su trabajo es solo permitir que el negocio del combustible fósil continúe intocado algunos años más, relativamente a salvo de demandas judiciales y siendo todavía no asegurable, mientras que a la opinión pública se le pide que mire para otro lado, al tiempo que el colapso ecológico se acelera.
Volver al futuro
El concepto de las "soluciones basadas en la naturaleza" no es nuevo. Va desde principio de la época neoliberal de los Estados Unidos en la década de 1970. En ese entonces, como ocurre actualmente, el sector empresarial estaba protestando por la reglamentación ambiental acusándola de que podría terminar siendo una "prohibición al crecimiento" (léase: prohibición al capitalismo). En ese entonces, como ocurre actualmente, no había otros planetas disponibles a los que huir.
La solución del sector empresarial nunca fue impedir que los gobiernos regulen. Los capitalistas siempre han necesitado y ansiado la reglamentación del Estado para mantener el control sobre los trabajadores, garantizar los derechos de propiedad privada y los impuestos a los pobres, ayudar a las empresas a explotar la naturaleza con fines de lucro, y disfrazar todo con números falsos y plausibles mutuamente acordados. Su estrategia fue ponerse frente a cualquier tentación que el Estado pudiera tener de exagerar y aplicar controles realmente serios al empuje de la industria por saquear el planeta de cabo a rabo. Después de todo, los subsidios de la naturaleza (incluida la naturaleza humana) siempre han sido la fuente de todo el lucro capitalista, e, indirectamente, de gran parte de los ingresos estatales también.
Es por eso que las organizaciones que apoyan al sector empresarial, como el Consejo Estadounidense de Intercambio Legislativo, nunca se opusieron a la regulación estatal como tal. Solo quieren redactarla ellos mismos. De ahí el aluvión de leyes ambientales nacionales e internacionales en la última mitad del siglo pasado, que permiten y alientan las compensaciones de los humedales devastados, de la biodiversidad agotada, del agua y la tierra degradadas, de las especies extintas, del óxido nitroso, del hexafluoruro de azufre y del dióxido de carbono, hasta el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París. Gran parte de la detallada planificación técnica para las compensaciones y la legislación para las "soluciones basadas en la naturaleza" proviene de las ONG amigables con las empresas y radicadas en Washington, entre ellas, Environmental Defense Fund (EDF), The Nature Conservancy (TNC), Natural Resources Defense Council, WWF, World Resources Institute (WRI); universidades de todo el mundo; y las Naciones Unidas y otros organismos internacionales, como el Banco Mundial y la UICN.
Obviamente, este enfoque causa controversia incluso entre los capitalistas. Los déspotas de derecha como Donald Trump, Jair Bolsonaro y Narendra Modi tienen una visión algo diferente. La fórmula que adoptan instintivamente para la renovación del capitalismo es aumentar la represión racial y patriarcal, y a la vez diluir lo máximo posible toda regulación. Sueñan con que esto les permitirá obtener mano de obra y recursos naturales de forma tan barata como en los viejos tiempos. Ni las compensaciones, ni el consumo verde, ni la contabilidad verde, ni siquiera la tecnología verde, sugieren los seguidores de Trump, son opciones para los "hombres de verdad". En lugar de huir al espacio, Trump y sus seguidores de todo el mundo proponen escapar a un lugar de fantasía diferente - de perpetuo e incuestionable dominio étnico y machista sobre humanos y no humanos por igual. Para ellos no importa que la vida útil ecológica de su mundo de fantasía particular sea incluso más corta que la de las "soluciones basadas en la naturaleza" del mundo de Disney, o la de los vuelos diarios a Marte. Al igual que con Gates y Carney, todo lo que esperan es lograr mantener por unos años más, un capitalismo a punto de implosionar.
Instituciones, no solo individuos
Por supuesto, estas riñas no solamente se dan entre poderosos personajes como Bezos, Carney, Bolsonaro o Modi. Reflejan un debate sobre la estrategia en materia ecológica que sacude a todas las instituciones de capital en todo el mundo.
Bezos y Musk, por ejemplo, no son cadetes espaciales aislados sino connotados líderes de la industria a la hora de reprimir los derechos laborales. (14) El promotor de la tecnología verde, Larry Fink, no es solo un Ejecutivo de Wall Street fabulosamente rico sino la "cuarta sucursal del gobierno" de Estados Unidos. Su empresa de inversiones Blackrock posee un importante capital accionario en más del 90 por ciento de las 500 compañías más grandes de ese país que cotizan en bolsa. Mark Carney, de manera similar, no es solo un banquero retirado de Goldman Sachs sino también un ideólogo designado por las Naciones Unidas para promover los intereses de todo el sector financiero. Y Bolsonaro y Modi están montando una gran ola mundial de reacción racista y patriarcal que todavía puede estar lejos de llegar a su punto cúlmine. Sean cuales sean sus diferencias, las diversas facciones que representan estas figuras de élite están fuertemente unidas en su búsqueda colectiva de innovaciones para que el capital continúe saqueando un planeta que está casi totalmente saqueado. Personajes como Modi y Bolsonaro, por ejemplo, si bien promueven la violencia racial y de género como un enfoque capitalista, también están complacidos de ser utilizados por los intereses comerciales que están detrás de la tecnología verde y las "soluciones basadas en la naturaleza."
¿En qué lugar se posicionarán los indecisos ambientalistas y conservacionistas de clase media en esta disputa intra-capitalista? ¿Rechazarán el racismo de Trump para abrazar las "soluciones basadas en la naturaleza?" ¿Objetarán las compensaciones solo para abrazar un nuevo Acuerdo Verde que depende del colonialismo de los recursos? ¿Se sumarán a la política explícitamente espacial de Musk o Bezos? ¿O en cambio se unirán a los miles de movimientos de base que ya hacen frente a la raíz de la crisis: el viejo imperativo capitalista de encontrar nuevas formas de conseguir todo gratis dejando a la Tierra y sus habitantes en ruinas?

Larry Lohmann
The Corner House
(1) Monthly review, COVID-19 and Circuits of Capital, mayo de 2020
(2) Las empresas espaciales de Musk también representan una grave amenaza aquí en la Tierra para los pueblos de Papúa Occidental, sus bosques y sus costas. Los planes de Musk implican hacer un contrato con el gobierno indonesio para convertir la isla de Biak, en la costa de Papúa Occidental, en una plataforma de lanzamiento espacial de 42.000 satélites. Pueden ver un llamamiento internacional para detener esto aquí.
(3) Going to Space to Benefit Earth, Blue Origin movie, mayo de 2019.
(4) Joseph Schumpeter, Capitalism, Socialism and Democracy, New York: Harper & Row, 1942.
(5) Net-Zero America, Potential Pathways, Infrastructure and Impacts, diciembre de 2020
(6) Elon Musk Tweeter
(7) Verso, End the "green" delusions: Industrial scale renewable energy is fossil fuel+, Mayo de 2018.
(8) Financial Times, Rosneft"s massive Arctic oil push undermines BP"s green turn.
; BP, Energy with Purpose, 2019.
(9) Taskforce on Scaling Voluntary Carbon Markets, Enero de 2021
(10) CNBC, Jeff Bezos unveils sweeping plan to tackle climate change, 2019.
Bezos también vuelca cientos de millones de dólares a organizaciones ambientales procapitalistas y basadas en Washington que promueven las compensaciones y la energía verde a gran escala, y contrató a Andrew Steer, un notorio corrupto del mundo británico de la "ayuda al extranjero", como presidente de su nuevo Fondo de la Tierra de 10 mil millones de dólares. Pueden ver: CNBC, Jeff Bezos names first recipients of his $10 billion Earth Fund for combating climate change, 2020.
(11) BlackRock, BlackRock"s 2020 Carbon Footprint.
(12) Microsoft, Microsoft will be carbon negative by 2030, 2020.
(13) World Economic Forum, Carbon Markets: A Conversation with Bill Gates, Mark Carney, Annette Nazareth and Bill Winters, 2021.
(14) The Intercept, Amazon Workers are Organizing a Global Struggle, 2020.
; The Guardian, Tesla workers speak out: "Anything pro-union is shut down really fast", 2018.
 

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La basura espacial está acabando con la observación de las estrellas y el espacio

La caída del cohete chino Long March-5B Y2 en el Mar Arábigo revivió un tema polémico: ¿qué pasa con la basura espacial que orbita la Tierra y la que cae en el océano?

La noche del sábado 8 de mayo, la noticia de que los restos del Long March-5B Y2 (un enorme cohete de 20 toneladas lanzado el pasado 28 de abril, con el objetivo de poner en órbita el primer módulo de la estación espacial china) estaban a punto de caer en alguna ubicación desconocida, captó la atención mundial.
Aunque la probabilidad de que los restos del Long March-5B Y2 cayeran en tierra firme era ínfima, el suceso generó una oleada de críticas hacia la agencia espacial china.
Una vez que los satélites confirmaron que los escombros del cohete que sobrevivieron a la fricción de la atmósfera cayeron en el Océano Índico la noche del 8 de mayo, Bill Nelson, administrador de la NASA, explicó en un breve comunicado que China “no estaba cumpliendo con los estándares responsables respecto a sus desechos espaciales” y llamó a todos los países que realizan actividades espaciales actuar “de manera responsable y transparente en el espacio para garantizar la seguridad, la estabilidad y la sostenibilidad a largo plazo de las actividades en el espacio exterior”.
La basura espacial y la observación del Universo

Entre todos los temas que trajo consigo el reingreso descontrolado del cohete chino, la basura espacial (los desechos generados por restos de naves espaciales, etapas de lanzamiento, cohetes y satélites fuera de servicio) es uno de los más preocupantes y desatendidos de cara al futuro inmediato.
Con más de 9 mil 300 toneladas de objetos artificiales orbitando a la Tierra, un estudio de la Royal Astronomical Society confirmó que los escombros espaciales no sólo entorpecen las operaciones de misiones tripuladas y la Estación Espacial Internacional: además, su reflejo está provocando una contaminación lumínica sin precedentes en los cielos de todo el mundo.
La investigación es pionera en considerar el impacto negativo de la basura espacial y escombros en el cielo nocturno. A través de un modelo que tomó en cuenta el tamaño y brillo tanto de los restos de etapas de cohetes como de satélites, el equipo estimó que el reflejo de estos objetos aclaró en 10 % los cielos nocturnos en la mayor parte del planeta.

A diferencia de la contaminación lumínica provocada por los grandes asentamientos urbanos, que se reduce drásticamente en zonas rurales y áreas naturales protegidas, el brillo de la basura espacial se puede reflejar en cualquier parte de la bóveda celeste. De ahí que incluso los observatorios astronómicos más remotos enfrenten cada vez más dificultades para realizar observaciones de objetos de espacio profundo.
El problema es aún mayor si se toma en cuenta la tendencia creciente de enviar constelaciones de satélites en órbitas bajas de la Tierra. El mejor ejemplo es Starlink, el proyecto de SpaceX que ofrecerá internet satelital, con el alto costo de poner en órbita 12 mil satélites más, cuyo brillo ya es considerado una amenaza, tanto para la comunidad astronómica mundial, como para mantener los cielos nocturnos libres de contaminación lumínica.

Fuente: National Geographic- Fotos: Getty Images
 

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