La crisis climática está extinguiendo los glaciares tropicales de Colombia
Son las seis de la mañana, y las geometrías fractales del hielo se forman sobre las lagunillas cercanas al campamento base del pico Simmonds en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia. La noche anterior fue fría, la temperatura bajó de cero grados centígrados. Los diminutos cristales de hielo son una verdadera joya para el ojo de un fotógrafo, cada uno de ellos irrepetible y abundante de geometrías efímeras. A las diez de la mañana, ninguna de esas obras de arte natural existirán más, pues el sol ha iniciado la mañana subiendo la temperatura.
César David Martínez
Colombia es un país ecuatorial y posee estas rarezas de la naturaleza: los glaciares tropicales. Seis áreas de alta montaña sobre los 4.900 metros sobre el nivel del mar aún conservan sus nieves perpetuas. Pero encontrar un glaciar tropical es hoy realmente raro. Mientras hacia los polos y en muchos países con estaciones los glaciares abundan, entre trópicos, debido a las altas temperaturas, se convierten en un verdadero milagro. Solamente hay tres áreas del mundo con glaciares tropicales: la cordillera de los Andes, África Oriental e Indonesia.
Rodeados de bosques de niebla y páramos, estos blancos colosos, que han jugado un papel fundamental en la regulación del clima y en la provisión de agua para los ecosistemas, incluidos los humanos, hoy se encuentran en fase de desaparición debido a la creciente crisis climática, que está derritiendo los nevados a pasos agigantados.
Desde 1995, el año en que conocí por primera vez la nieve colombiana, hasta el presente, he sido testigo de primera mano de los dramáticos cambios en nuestro patrimonio glaciar.
En 1996, nos perdimos buscando una ruta para llegar a la cumbre del Pico Pan de Azúcar en la Sierra Nevada de El Cocuy o Güicán. Resultado de esa desorientación hicimos un descubrimiento memorable: llegamos a una zona de ceracs, bloques gigantes de hielo sueltos sobre la roca desnuda. Eran decenas, alcanzaban el tamaño de un automóvil y tenían un color azul profundo. Allí entramos a una gran caverna con el techo, las paredes y el piso recubiertos de hielo azul.
En esa ocasión pensé que los ceracs eran algo muy habitual. Diez años después, y luego de haber recorrido 4 glaciares colombianos, sin volver a verlos en ningún lugar, aprecié ese hallazgo fortuito. En 2006 regresé al mismo sitio, ya no a visitar la cumbre,sino a volver a ver esa caverna y sus ceracs. Cuando llegué al punto exacto, lamenté profundamente que ni la caverna ni los ceracs existían más: habían desaparecido.
En mayo del 2018, ascendí el nevado de Santa Isabel acompañando a Jorge Ceballos, un glaciólogo colombiano del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) a hacer sus tareas científicas en el glaciar. Jorge había instalado en octubre del año anterior una baliza (tubo enterrado verticalmente en la nieve que permite medir la cantidad de cobertura glaciar perdida en un periodo de tiempo). Al revisar la baliza, casi 4 metros de espesor se habían perdido para siempre en tan solo seis meses. Conclusión: la velocidad del deshielo de los glaciares tropicales es extremadamente rápida.
En 2019 tuve la oportunidad de llegar a la cumbre del Pico Wilches, de 5.170 metros, en la Sierra Nevada de Santa Marta, donde se ubican los tres picos más altos del país y que cuenta con 22 picos por encima de los 5.000 metros. Escalando, observé una pequeña lengua glaciar de menos de 150 metros de largo y la cumbre, que ya no tiene rastro de glaciar.
En el año 2015, escalamos el Volcán Nevado del Huila (5.364 metros) e hicimos la cumbre sur. En el recorrido atravesamos el área de superpáramo, con claras señales de que hasta hace poco ahí había un glaciar. Quedó al descubierto una superficie de arenales y morrenas, relativamente similar a la Montaña de Siete Colores en Perú, una extraña belleza resultante de la desaparición del hielo.
¿Qué tan perpetuas son las nieves perpetuas?
Los glaciares de ocho de las montañas nevadas colombianas ya desaparecieron por completo. En el siglo pasado, Colombia tenía catorce glaciares: hoy quedan seis. Es el resultado de la grave crisis climática que estamos atravesando. En algunas de ellas aún caen nevadas, pero son nieves que duran muy poco. Lejos de ser lo que llamamos “nieves perpetuas”, son “nieves de un día”.
Las seis áreas glaciares colombianas que todavía resisten el deshielo, enunciadas con sus bellos nombres ancestrales son: Poleka Kasué: Volcán Nevado de Santa Isabel; Cumanday: Volcán Nevado del Ruiz; Dulima: Volcán Nevado del Tolima; Wila: Volcán nevado del Huila; Zizuma: Sierra Nevada de El Cocuy o Güicán; y Chundúa: La Sierra Nevada de Santa Marta.
Y estos son los ocho glaciares que se perdieron el siglo pasado, todos volcanes: el Galeras, el Chiles y el Cumbal en Nariño; el Paramillo del Cisne entre el Tolima y Caldas; el Sotará, el Pan de Azúcar y el Puracé en el Cauca; y el Paramillo del Quindío.
Los alguna vez majestuosos Nevado del Cisne y Nevado del Quindío son hoy simplemente llamados “paramillos”. Pronto llamaremos al Volcán Nevado de Santa Isabel, “paramillo de Santa Isabel”, reduciendo a cinco las áreas glaciares que quedarán en el país. Según las conclusiones del glaciólogo Jorge Ceballos y el IDEAM, aunque no se sabe la fecha exacta de su desaparición, lo más probable es que será en menos de una década.
Otra noticia catastrófica es el destino de los nevados de Venezuela, que en 1950 tenía diez glaciares tropicales. Hoy queda solamente uno: el glaciar La Corona en el pico Humboldt. Los otros nueve ya son historia.
Cuatro de los glaciares actuales hacen parte del territorio del departamento del Tolima: Ruiz, Santa Isabel, Huila y por supuesto el Volcán Nevado del Tolima. Son los cuatro volcanes colombianos con cobertura glaciar.
La Sierra Nevada de El Cocuy o Güicán es uno de los lugares más impresionantes y majestuosos que tiene el territorio colombiano. Sus maravillosos valles escondidos, las más de 300 lagunas que la adornan, su Valle de los Cojines, y los glaciares de sus 23 picos nevados por encima de los 4.900 metros, de los cuales varios, como el pico Güicán o el Nievecitas, ya dejaron de existir. El mismo destino está tomando el pico Campanillas Negro, al cual le queda ya muy poca cobertura glaciar. Cuando hicimos el Paso de Bellavista en 1997, había casi un kilómetro de nieve hasta la Laguna Grande de la Sierra; en 2020 observé que ya no queda glaciar en ese recorrido.
Fuentes de agua para la vida y reguladores de la temperatura
Los glaciares están rodeados de lagunas, lagunillas y nacimientos de quebradas y ríos. Son una fuente esencial del agua que consumen a diario los colombianos que viven en las tres cordilleras. Proveen de agua a los ríos y páramos en épocas de sequía, surten de agua a los cultivos, nutren ríos como el Cauca, Magdalena y Chicamocha, entre otros. Además, mientras el mundo se calienta, ellos lo enfrían.
Al igual que los arrecifes de coral que se van blanqueando, las especies de fauna que van colonizando tierras más altas y los huracanes, inviernos y sequías, que son cada vez más fuertes, los glaciares son también indicadores naturales del cambio climático.
¿Qué pensaría Erwin Kraus, uno de los padres del montañismo y la fotografía de naturaleza en Colombia, si viera el panorama actual de los glaciares? Más importante aún, ¿qué significa la pérdida de los glaciares para las comunidades indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, los nasas del Nevado del Huila y los u´was de la Sierra Nevada de El Cocuy o Güicán? Para ellos, es el fin de sus lugares sagrados. Según su cosmovisión, Serankua, la deidad creadora de todo lo que existe, reside en el Pico Bolívar. Las lagunas que rodean los glaciares son consideradas por estas culturas como “madres” de diferentes ámbitos de la vida y de las mismas comunidades incluyendo a los no indígenas, y muchos de sus lugares de culto se encuentran allí.
Los montañistas luchan para poder tener un acceso seguro y legal a la alta montaña, mientras observan cómo la crisis climática va desapareciendo sus espacios de práctica y entrenamiento.
Para muchos citadinos, la alta montaña es el lugar donde pueden tener un contacto profundo con la naturaleza y consigo mismos. No se trata del turismo depredador, se trata de personas conscientes y cultas que encuentran un descanso de las rutinas de la vida cotidiana en los caminos de la montaña. Muchos consideran estos parajes naturales como sus espacios espirituales, donde pueden sumergirse en reflexiones profundas y tener experiencias solemnes de comunión con el ser y con la creación. Son sus catedrales naturales.
¿Qué pensarían los habitantes de Ibagué si un día despiertan y ya no existiese Dulima?, ¿Qué reacción tendrían los manizaleños si al observar hacia lo alto ya no existiera el glaciar de su Cumanday?
¿De quién es la responsabilidad?
Es indiscutible que los glaciares colombianos se están perdiendo a pasos agigantados. La responsabilidad la tenemos todos y cada uno. Se podría nombrar a China y a USA con sus gigantescas emisiones de gases de efecto invernadero. Se podría responsabilizar a las termoeléctricas por el uso del carbón, o al uso de combustibles fósiles para nuestra movilidad, o al gobierno por no tener un plan para mitigar el calentamiento global. Todo esto es cierto y sin embargo, a una escala local, también existen responsabilidades regionales e individuales.
El alimento del glaciar es la nieve que proviene de la humedad en la atmósfera, que se congela a grandes altitudes y se precipita por su propio peso. La humedad procede en gran medida de los bosques y de los páramos que rodean los glaciares, y el buen estado del glaciar depende de la salud del páramo y el bosque que lo rodean.
Volcan Chiles - Nariño - Glaciar Extinto | César David Martínez
Sin embargo, actualmente la tasa de deforestación del bosque nativo es alarmante. Hemos convertido los bosques andinos en pastos para ganadería, monocultivos, minería o urbanización. Hemos ampliado la frontera agropecuaria hasta los páramos, llenándolos de cultivos de papa. Hoy es muy común ver vacas, ovejas y cabras entre los frailejones.
Desde la ciudad también hay responsabilidad por el consumo desmedido de productos de la ganadería provenientes no solo de la montaña, sino también de la selva amazónica. Gran parte de la humedad que absorbe la cordillera de los Andes proviene de los ríos voladores, vertientes húmedas atmosféricas que se crean por la evaporación en la selva amazónica y que se estrellan en forma de nubes contra la cordillera andina. Todo está íntimamente relacionado, tal como lo indicaron los investigadores Thomas van der Hammen y Ernesto Guhl, con sus trabajos científicos de alta montaña.
Soluciones
Parte de la solución pasa por regular la producción, el consumo y la trazabilidad de los productos de la ganadería a un nivel personal, regional y político. Reducir significativamente el consumo de carne, especialmente de carne roja, sería un primer paso.
Es imperativo proteger los bosques nativos que quedan y los páramos como ecosistemas estratégicos para nuestra propia supervivencia. Es muy importante conocer de dónde viene el agua que bebemos a diario, debemos saber por qué nuestras ciudades son, año tras año más calurosas, porqué más de la mitad de los frailejones colombianos están en situación de vulnerabilidad o riesgo crítico de extinción y por qué quedan sólo 63 ejemplares de cóndores en la alta montaña colombiana. Las comunidades campesinas, indígenas y de colonos que habitan alrededor del glaciar deben aprender el cuidado de estos ecosistemas, pues son ellos quienes pueden destruir o preservar los bosques y páramos cercanos al glaciar.
La pérdida, prácticamente inevitable, de los glaciares y nevados colombianos debe dejar una profunda reflexión sobre nuestro papel ante la gran crisis del calentamiento global y el cambio climático, especialmente en torno a las acciones locales e individuales que podríamos adoptar para proteger los ecosistemas que sí podemos preservar: el páramo y el bosque nativo.
En 2016, al bajar del Volcán Chiles, glaciar extinto, observamos la danza de cuatro cóndores, con su nido en las escarpadas rocas del páramo. Pareciera que alertaban con su vuelo de lo verdaderamente importante: conocer y preservar los ecosistemas andinos representados en los glaciares tropicales, los páramos y los bosques nativos colombianos es una tarea que implica cambios de pensamiento y de acciones concretas a todos los niveles.
Quizás seamos la última generación que podrá ver los glaciares colombianos, pero también podríamos ser aquella que fue capaz de empezar a actuar y conservar los ecosistemas de alta montaña.
Fuente: https://www.opendemocracy.net/es/crisis-climatica-extingue-glaciares-colombia/utm_source=DA%20Brasil%20Newsletter%20SEGMENT&utm_medium=email&utm_campaign=Los%20glaciares%20tropicales%20de%20Colombia%20están%20desapareciendo%20😢&_kx=OJhUP4O5EWfKdPb9lz1-_g1qjth4X5UaK2UFt98FYusGs4V3CxMmH-P7J_jOJAIw.YjCYwm