Reseña del libro “El capital en la era del Antropoceno” de Kohei Saito
«Casi medio millón de lectores en Japón». «Premio Asian Book Award al mejor libro del año». Los reclamos publicitarios de la contraportada no deben ser obstáculo (para todos aquellos que sigan pensando, con razón, que la publicidad es unas peores aristas del modo de civilización capitalista) para una lectura sosegada del nuevo libro de Kohei Saito, profesor asociado de filosofía en la Universidad de Tokio, uno de los editores de la NUEVA MEGA y autor de “La naturaleza contra el capital”, libro basado en su tesis doctoral, por el que fue ganador del premio Deutscher Memorial en 2018.
Por Salvador López Arnal
Componen El capital en la era del Antropoceno una introducción (¡los OPS (objetivos de desarrollo sostenible) son el «opio el pueblo»!), ocho capítulos, el epílogo («Para que no sea el fin de la historia») y las notas (correctamente ubicadas al final del volumen). Los capítulos estaban divididos en apartados de dos o tres páginas (algunos de ellos referidos específicamente a la situación nipona) lo que facilita la lectura (y los resúmenes y toma de notas) del lector/a. Algunos de sus títulos: 1. El cambio climático y el modo de vida imperial. 3. Contra el decrecimiento bajo el capitalismo. 6. Capitalismo de las carencias, comunismo de la abundancia. 8. La «palanca» de la justicia climática.
Más directamente político que en su anterior ensayo, El capital en la era del Antropoceno está dirigido a la ciudadanía en general, no, específicamente, al mundo académico. El filósofo nipón abre con fuerza: «¿Estás tomando alguna medida contra el calentamiento global? ¿Has comprado bolsas ecológicas para reducir el uso de las de plástico? ¿Llevas siempre una cantimplora para evitar comprar bebidas en envases PET? ¿Has cambiado tu viejo coche por uno híbrido? Te lo diré claramente: solo con esta clase de conductas bienintencionadas no llegarás a nada; es más, podrían ser hasta contraproducentes. ¿Por qué? Porque creyendo que estamos adoptando medidas contra el cambio climático, no daremos el paso definitivo para actuar con mucha más audacia, que es lo que realmente se necesita» (p. 9).
Los ODS de los que hacen bandera la ONU y promueven los Estados y las grandes empresas son coartadas. «Lo único que hacen en el fondo es apartarnos de los problemas más acuciantes» (10). Los ODS son la versión moderna de la metáfora marxiana del opio del pueblo. «Y la realidad que debemos afrontar, sin buscar refugio en el opio, son los cambios casi irremediables a los que estamos sometiendo el planeta Tierra» (10).
Para evitar el desastre («La emergencia climática no es algo que vaya a comenzar lentamente alrededor de 2020. La crisis ya ha comenzado hace rato. Estamos en ella» (16)), no debemos dejar solo en manos de los políticos y expertos la respuesta a la gravísima situación en la que estamos inmersos: «para construir un futuro mejor, debemos ser todos y cada uno de nosotros quienes nos levantemos como los primeros interesados, alcemos la voz y actuemos».
Pero actuando ciegamente, nos advierte Saito, «no haremos más allá que dilapidar nuestro precioso tiempo. Es fundamental avanzar en a dirección correcta» (11). Para saber hacia dónde debemos dirigirnos es necesario conocer las causas primigenias del cambio climático. Y la causa fundamental «no es otra que el capitalismo» (12). El libro «analizará la relación entre el capital, la sociedad y la naturaleza, haciendo referencia, en distintos momentos, a El Capital de Marx» (12). Su objetivo es «descubrir» y desarrollar una nueva faceta de las ideas de Marx que, en opinión del autor, ha permanecido en el letargo durante aproximadamente 150 años.
Sin poder entrar en detalles en esta breve reseña, llamo la atención sobre la importancia (y atrevimiento) teórico de los capítulos 4º («Marx en el Antropoceno», apartado: «La investigación ecológica posterior a la publicación del tomo I de El Capital» y siguientes, especialmente el titulado «Una reinterpretación [de muy alta tensión] de la Crítica del programa de Gotha«) y 7º («El comunismo decrecentista salvará el mundo») y apunto que Barcelona, «la ciudad sin miedo» la llama Saito, una Barcelona muy, pero que muy idealizada (como ocurre cuando el autor describe la situación del cooperativismo en Mondragón), es la protagonista del octavo capítulo.
Estamos en el capítulo 3: «Contra el decrecimiento bajo el capitalismo», en el apartado ¿Por qué es inviable el decrecimiento bajo el capitalismo?
Permítanme unas sugerencias iniciales:
1. Entrevista a Alfredo Apilánez sobre Los «vicios» del ecologismo. «Uno de los objetivos del libro es fundamentar la incompatibilidad radical del sistema capitalista con cualquier noción razonable de autocontención». Publicado en El Viejo Topo (marzo, 2023), y en Rebelión.
2. Kari de Pryck, «Por qué el IPCC no puede eludir la política de acción climática«. La organización se ha presentado desde su creación como una entidad neutral con el mantra de ser «relevante pero neutra y no prescriptora de políticas». Sin embargo, al reducir el debate únicamente a los expertos científicos y a los Estados y al despolitizar la temática climática, se contribuye a mantener el statu quo y se acaba enviando un mensaje político contundente pero insostenible en el contexto actual, según el cual la élite tecnocrática puede seguir gestionando la crisis climática. Hoy en día, a las puertas del séptimo ciclo de evaluación, informar no es suficiente. Tampoco basta con satisfacer las exigencias de todos los gobiernos. Para escapar de la camisa de fuerza del multilateralismo despolitizador y deshumanizador, el IPCC podría colaborar más con las organizaciones de la sociedad civil que apoyan su labor. De esta forma se podrían crear espacios para emprender nuevas formas de acción.»
3. Ecosocialismo para Aragón: «¿Por qué es inviable el decrecimiento bajo el capitalismo?»
Hay formas de llegar a alcanzar el futuro X, observa el filósofo japonés. «De hecho, ya tenemos una pista: el decrecimiento». ¿Por qué el decrecimiento es una opción ineludible para superar la crisis climática? Conocemos las razones. «En el capítulo 2, aprendimos que si seguimos por la vía del crecimiento económico verde no se podrá mantener un medio ambiente en el que toda la humanidad pueda vivir. El desacoplamiento es una fantasía por muchas etiquetas verdes que se le ponga y el crecimiento económico incrementa inexorablemente la carga medioambiental». Con políticas cegadas por el crecimiento económico, «no nos libraremos de la crisis ecológica global, cuya manifestación más representativa es el cambio climático».
Por eso, «hace falta un nuevo razonamiento, diferente al de los keynesianistas medioambientales». El decrecimiento, «un sistema económico que no depende del crecimiento económico, se convierte en un serio candidato». Es la conclusión a la que también llegaba Raworth y otros. «El decrecimiento es un proyecto que pretende poner todo a los excesos del capitalismo y busca poner en marcha una economía que anteponga a las personas y naturaleza a cualquier otra consideración» Saito remarca: es una buena idea, está cargada de razón.
Sin embargo, pregunta el filósofo nipón, «¿es posible el decrecimiento manteniendo el sistema capitalista?». Como irá exponiendo, no se trata de formular «un cambio tibio, como el propuesto por Raworth, que ambiciona corregir el neoliberalismo, domesticar el capitalismo y lograr el decrecimiento bajo el capitalismo». La razón: este sistema, cuyo fin no es otro que el crecimiento económico infinito, es el delincuente que está destruyendo el medio ambiente. «El capitalismo es la causa de la crisis ambiental, empezando por el cambio climático y muchos otros fenómenos».
El capitalismo, remarca Saito recogiendo ideas ya expuestas, «es un sistema de explotación permanente de nuevos mercados para multiplicar el valor de cambio y acumular capital. En este proceso, transfiere al exterior la carga ambiental, saquea la naturaleza y al ser humano. Este proceso es, en palabras de Marx, un ejercicio ‘sin límite». La esencia del capitalismo es la sempiterna actividad económica para incrementar, sea como sea, los beneficios empresariales.
Nada frena la voracidad insaciable del capitalismo. «Hasta el agravamiento de la crisis ambiental, como el cambio climático, se convierte en una oportunidad de sacar tajada. Si aumentan los incendios forestales, se venden más seguros; si hay una plaga de saltamontes, se venden más insecticidas; aunque los efectos secundarios de las tecnologías de emisiones negativas carcoman la Tierra, es igualmente una oportunidad de negocio para el capital». Es el capitalismo del desastre, concluye Saito.
De esta forma, aunque cada vez haya más personas sufriendo las consecuencias del agravamiento de la crisis, «el capitalismo seguirá haciendo gala, hasta el final, de su robustísima capacidad de adaptación a cualquier situación para explotar las oportunidades de obtención de beneficios. Ni la mismísima crisis ambiental lo detendrá».
A este paso, sin cambios sustantivos, «el capitalismo hará irreconocible la faz de la tierra y la convertirá en un lugar inhabitable para el ser humano. Este es el destino final del Antropoceno. Por eso, debemos plantarle cara, ahora y en serio, al capitalismo, que sueña con el crecimiento infinito. Si no lo detenemos con nuestras manos, este pondrá fin a la historia de la humanidad».
Como señaló en anteriores capítulos, las medidas contra el cambio climático «deberían tener, como una de las referencias, el nivel de vida de la segunda mitad de la década de 1970. Quizá algunos objeten que, dado que, en los setenta del siglo pasado, el capitalismo también campaba a sus anchas, no resolveremos nada volviendo al capitalismo de la década de 1970». Sin embargo, el capitalismo afrontó una crisis sistémica profunda, precisamente en aquella década. Para superarla, se introdujo a nivel mundial un nuevo conjunto de medidas políticas llamado «neoliberalismo». El neoliberalismo fomentó las privatizaciones, las desregulaciones y las políticas de austeridad; expandió los mercados financieros, impulsó el libre mercado y allanó el camino para la globalización. Era la única solución para lograr la supervivencia del capitalismo.
Por eso, prosigue, «es imposible volver al capitalismo de la década de 1970. Pero aun en el supuesto de que se hiciera, el capitalismo, que busca la autorreplicación del capital, no podrá permanecer en ese estadio». Si se detuviera en este punto y dejase de buscar ganancias, «al capitalismo le sobrevendría nuevamente una crisis sistémica y, más pronto que tarde, se reconduciría por el mismo camino y la crisis ambiental empeoraría».
Concluye Saito este apartado con estas palabras: «la única forma de enfrentarnos a la crisis ecológica y contener el crecimiento económico es deteniendo el capitalismo con nuestra acción y dando un giro radical al sistema para encaminamos al poscapitalismo decrecentista».
Fuentes: Rebelión