Cancelación, cultura woke, y neoliberalismo de derechas y de izquierdas
Reseña del libro, "Cancelado: La izquierda, de vuelta de la cultura woke" , de Umut Özkırımlı: Brecht lo vio en 1940. "El odio, incluso a la mezquindad / Tuerce los rasgos. / La ira, incluso contra la injusticia / Enronquece la voz. Oh, / Nosotros, que quisimos preparar el terreno para la amistad / Nosotros mismos no pudimos ser amistosos". Aquellos tiempos oscuros llevaron a Brecht a preguntarse: "¿Qué tiempos son éstos, en los que / Hablar de árboles es casi un crimen / Porque implica el silencio sobre tantos horrores?".
Julie Wark
Sus tiempos ya eran malos, pero han empeorado mucho en los últimos 83 años. Hablar de árboles es definitivamente un delito ahora y hará que te arresten. Si no, que se lo pregunten a los manifestantes contra la crisis climática y a los científicos de Extintion Rebellion... En cuanto a la amistad, ¿cuánto espacio hay para la amistad entre hombres y mujeres en estos días post-#MeToo, cuando sospechan tanto unos de otros? O entre feministas, que se pelean por los pronombres y el etiquetado TERF -Trans Exclusionary Radical Feminist- (mientras les importa un bledo lo que les pasa a sus hermanas en, digamos, México o Papúa Occidental)?
¿Cómo puede existir la amistad cuando 81 multimillonarios acaparan más riqueza que el 50% de la población mundial y pagan (si es que pagan) unos 4 céntimos por dólar en impuestos sobre la riqueza (cuando un pequeño empresario de Uganda que gana 80 dólares al mes paga un tipo impositivo del 40%)?
Semejante desigualdad es un terreno demasiado hostil para la amistad. Y como los emperadores multimillonarios de los tiempos oscuros como Elon Musk, Jeff Bezos, Rupert Murdoch, Mark Zuckerberg, Alexander y (Sir) Evgeny Lebedev, Lord Rothermere, los Barclays, Agnellis, etcétera, controlan los medios de comunicación y marcan su horrible tono, esta catástrofe humana se presenta, como todo, buena e inmutable. ¿Quién necesita amigos cuando se es multimillonario y se puede comprar a casi cualquiera? La bondad está casi extinguida.
Hostilidad a la solidaridad y la amistad en un momento de necesidad es lo que Umut Özkırımlı sufrió agudamente y de cerca en 2018 cuando, mientras su hijo de cinco años moría de cáncer, una colega de la Universidad de Lund le acusó falsamente de acoso.
Dejando un legado de ataques de pánico y pesadillas, la universidad como institución, y los colegas de Umut en Lund y más allá, lo cancelaron, y nunca han emitido una disculpa.
No importa que dicha colega, fuera declarada culpable de varios cargos de difamación y difamación grave, y no importa que todo el penoso proceso haya hecho imposible que Umut pudiera llorar adecuadamente a su hijo, dejando un legado de ataques de pánico y pesadillas, la universidad como institución, y los colegas de Umut en Lund y más allá, lo cancelaron, y nunca han emitido una disculpa.
Pero Umut es un luchador. Siguió el ejemplo de Ingmar Bergman, quien, preguntado por lo que inspiraba su arte, se refirió a sus propios demonios aterradores: "... si puedo dominar las fuerzas negativas y encauzarlas hacia mi carro, entonces pueden trabajar a mi favor" (vii). Ha hecho una nueva vida en Barcelona con una familia adoptiva (de la que -total transparencia- yo soy miembro) y ahora ha publicado el libro Cancelled: The Left Way Back from Woke. Un libro que, aunque procede de una experiencia de gran dolor personal, no trata de los tormentos por los que pasó, sino de una reflexión sobre el tipo de política que conduce a tal crueldad rutinaria y, lo que es más importante, qué hacer al respecto.
Cualquier cosa puede desatar la rabia más wok. Así, en 2020, cuando una turba de "feministas" turcas estaban haciendo todo lo posible (y, en algunos círculos, lo consiguieron) para que Özkırımlı fuera denunciado como "pervertido" y "terrorista", una historiadora, feminista y académica seria, olió a podrido en todas las acusaciones rabiosas, hizo su propia investigación, y luego tuvo la osadía darle un like a un tweet en el que otro "dinosaurio feminista" y yo misma habíamos escrito, sobre el caso de Özkırımlı: "Valoramos la solidaridad, la verdad, la justicia y la integridad; no encontramos nada inspirador en las mentiras y la venganza. El feminismo trata de la justicia, no de destruir a la gente".
La atacaron en Internet, e incluso su familia fue atacada por las Furias Turcas. Yo también recibí decenas de mensajes de odio, una cuenta de correo hackeada y amenazas de denunciarme por "ver porno" si no me echaba atrás en un libro que estoy escribiendo con Özkırımlı sobre sexo y derechos humanos.
Esta pobre hacker feminista malhablada no sabía la diferencia entre investigar sobre porno y ver porno. Le dije: adelante, denúnciame, cariño. ¡De ninguna manera voy a echarme atrás con este libro! La buena noticia es que la historiadora turca, una mujer maravillosa, antes una desconocida para mí, ahora es una amiga. Aún quedan algunas pequeñas parcelas de terreno fértil para la solidaridad y la amistad.
La primera cuestión con la que lidia Özkırımlı al escribir su libro es la del "woke". Lo describe como "la punta de un gigantesco iceberg que se había desprendido de la izquierda tradicional -la izquierda universalista e igualitaria con la que yo estaba comprometido- y había encontrado un nuevo nombre" (3).
Dado que el neoliberalismo ha convertido tantos valores antiguos en su opuesto pervertido, también ha ocurrido con woke, y las nuevas aguas "woke" están ciertamente turbias. Hasta hace muy poco, un significado muy diferente se expresaba en el estribillo "I stay woke" del éxito de Erykah Badu, "Master Teacher" de principios de la década de 2000, que se asoció estrechamente con Black Lives Matter, especialmente después de 2014, cuando Michael Brown fue asesinado en Ferguson, Missouri.
Y el "stay woke" de Badu se remonta al epílogo de 1938 de la canción protesta "Scottsboro Boys", de Lead Belly, que se hacía eco del anterior llamamiento del filósofo jamaicano Marcus Garvey a los ciudadanos negros para que estuvieran más alerta y fueran más conscientes social y políticamente. El "stay woke" original consistía en tomar conciencia del racismo asesino.
Luego, en 2017, el Oxford English Dictionary incluyó "woke" como adjetivo que significa "alerta ante la discriminación racial o social y la injusticia; frecuentemente en stay woke (a menudo usado como exhortación)".
Como era de esperar, la derecha no perdió tiempo en apropiarse del término, por lo que ahora tenemos la "guerra contra woke" del gobernador de Florida, Ron DeSantis, que se extiende a los libros de texto sobre el Holocausto porque incluyen "temas especiales" utilizando términos como "justicia social" y "teoría crítica de la raza".
Pero una manifestación más angustiosa se produjo cuando la izquierda "despierta" lo convirtió en un tipo de política de identidad practicada en forma de "cultura de la cancelación" agresiva, instintiva, social y políticamente inconsciente (sin sentido) y de señalización de virtudes: "Acción o práctica de boicotear públicamente, condenar al ostracismo o retirar el apoyo a una persona, institución, etc., que se considera que promueve ideas culturalmente inaceptables", según el Oxford English Dictionary.
Como dice Özkırımlı, "no parecía más que la última encarnación de la censura y la caza de brujas, señas de identidad del pensamiento reaccionario y conservador a lo largo de los siglos".
El problema era que tanto el woke como el cancelling surgieron de círculos progresistas, en particular de aquellos que abrazaban alguna forma de política de identidad radical... La izquierda woke era la viva imagen de la derecha reaccionaria en su desdén por la disidencia, su mentalidad de búnker y su simplicidad maniquea" (5-6).
Este libro no es un ejercicio de sacar pecho, sino más bien una búsqueda para encontrar el camino de vuelta a una política de justicia, solidaridad, decencia y derechos humanos.
El libro explora la adopción por la derecha y la izquierda de políticas identitarias excluyentes, demostrando y lamentando cómo la izquierda converge con la derecha
En los primeros días de su redacción, Özkırımlı encontró a Loretta J. Ross y su artículo del New York Times "I'm a Black Feminist. I Think Call-Out Culture is Toxic" (Soy una Negra Feminista. Pienso que la cultura del escrache es tóxica). La cita en las primeras páginas. "¿Podemos evitar individualizar la opresión y no utilizar el movimiento como nuestro espacio de terapia personal?", se preguntaba, sin echarlo todo a rodar y reconociendo la utilidad de los 'escraches' como táctica para exigir responsabilidades a los poderosos. Pero la mayoría de los avergonzamientos públicos son horizontales y los hacen quienes creen tener mayor integridad o análisis más sofisticados"... Y esto genera una cultura del miedo que lleva a la gente a cerrarse en banda y a cerrar filas, obstaculizando el trabajo por la justicia social. En lugar de 'hacer escraches', deberíamos 'convocar', escribió, participando 'en debates con palabras y acciones de sanación y restauración, y sin la autocomplacencia del drama'" (10).
Para Özkırımlı, Loretta J. Ross "fue la mentora ideal para el izquierdista desilusionado, privilegiado, sí, pero deseoso de aprender. Su vida, la tenacidad con la que mantuvo su fe inquebrantable y su amor por sus semejantes fueron un recordatorio perfecto de los ideales que la izquierda había olvidado hacía tiempo" (14).
Nacido del sufrimiento y con Ross como guía, el libro de Özkırımlı es mucho más que el diario de un "viaje personal". Es también un llamamiento a todos aquellos desencantados con el populismo y las políticas identitarias radicales para que se liberen del dogmatismo y el fanatismo, y adopten una nueva agenda progresista de justicia social basada en nuestra humanidad y vulnerabilidad comunes, respetando al mismo tiempo nuestras diferencias" (15).
Los tres primeros capítulos exploran la adopción por la derecha y la izquierda de políticas identitarias excluyentes, demostrando y lamentando cómo la izquierda converge con la derecha en "el contexto de la crisis más amplia de la democracia y la creciente polarización en torno a cuestiones de identidad nacional, inmigración, raza, género y sexualidad" (44).
En la Derecha, el motín del Capitolio del 6 de enero de 2021 es un claro ejemplo, cuando el 93% de los alborotadores eran blancos y el 85% hombres, y "la blancura es ahora un componente destacado de la política estadounidense... y los blancos están motivados no sólo por prejuicios o animadversión racial... sino por el 'favoritismo dentro del grupo'". Como las señales son tan claras en la Derecha, algunas personas, supuestamente de Izquierda, han aprovechado la ocasión a para hacer negocio con lo horrible, por lo que la formación en "Diversidad, Equidad, Inclusión" (DEI) se ha convertido en una industria.
Casi todas las empresas de la lista Fortune 500 tienen programas de DEI, y gurús de la "formación antirracista" como Robin DiAngelo se forran (hasta 30.000 dólares por discurso) con libros como White Fragility: Why It's So Hard for White People to Talk About Racism (1,6 millones de ejemplares vendidos justo después del asesinato de George Floyd) y Nice Racism: How Progressive White People Perpetuate Racial Harm (que nos informa de que la gente "racialmente progresista, bienintencionada y amable" es la que más daño hace a la gente de color), y una lista "parcial" de "clientes" que incluye "Amazon, la Bill & Melinda Gates Foundation, el Hollywood Writer's Guild, YMCA y Unilever" (95).
La Izquierda woke tiene mucho más en común con el populismo antiliberal de derechas de lo que a ambas partes les gustaría admitir
Pero la perorata de DiAngelo no sólo es crudamente esencialista, al plantear a sus "clientes" blancos de alto poder adquisitivo preguntas como: "Semanalmente, ¿durante qué porcentaje de su día siente vergüenza racial?", sino que también es una burla a la ardua labor realizada por muchos activistas negros: El lenguaje de los traumas y de las identidades fijas e inamovibles no difiere en nada del discurso de la derecha inspirado en la psicología evolutiva sobre los vínculos de grupo y el sentido de pertenencia.
Como tal, es antitético con la política de identidad original de las mujeres de Combahee, laboriosamente entretejida en un programa político progresista; es una afrenta a generaciones de feministas negras, desde Sojourner Truth, Harriet Tubman, Anna Julia Cooper, Ida B. Wells, Mary Church Terrell, Frances Harr. Wells, Mary Church Terrell, Frances Harper hasta Barbara Smith, Beverly Smith, Demita Frazier, Angela Davis, Patricia Hill Collins, Bell Hooks, Audre Lorde, Kimberlé Crenshaw y Loretta J. Ross, que han pasado toda su vida intentando tender puentes y trabajar juntas, no sólo con otros progresistas, sino también con personas provida, conservadoras y, sí, abiertamente racistas, para lograr un mínimo de cambio (85-86).
El cuarto capítulo contiene uno de los principales argumentos del libro, "que es que la Izquierda woke tiene mucho más en común con el populismo antiliberal de derechas de lo que a ambas partes les gustaría admitir" porque las "formas dominantes de la política de identidad hoy en día constituyen un alejamiento radical de la visión original anticapitalista de las activistas lesbianas feministas negras que acuñaron el término por primera vez en 1977", especialmente cuando la identidad se ha convertido en "una mercancía que se puede comprar y vender" (15-16).
En el quinto y último capítulo, en gran parte gracias a la inspiración de las feministas negras radicales, este debate sobre el actual wokeness de la izquierda ha sentado una base sólida para el llamamiento de Özkırımlı a "un retorno a la política progresista universalista dedicada al activismo comunitario y a la formación de coaliciones...", buscando "recuperar la justicia social y convertirla en la base de un programa político que promueva la redistribución, el reconocimiento y la participación en el marco de un Estado de bienestar socialista democrático" (16).
Uno de los grandes puntos fuertes de Cancelled es su retorno a las ideas negras, feministas, lesbianas, de organización socialista que -en The Combahee River Collective Statement (1977)- utilizaban el término "política de la identidad", pero de forma muy diferente. "Lo llamamos 'política de la identidad' porque decíamos que es legítimo analizar los elementos de la propia identidad y formar un análisis y una práctica política a partir de ellos".
Lejos de ser algo inventado a partir de una moda política para obtener fama efímera, la identidad colectiva del río Combahee se remonta a mucho tiempo atrás. Su nombre se debe a una incursión, dirigida por Harriet Tubman, que liberó a 750 esclavos en el río Combahee, en Carolina del Sur, el 2 de junio de 1863.
Nuestra política surgió inicialmente de la creencia compartida de que las mujeres negras son intrínsecamente valiosas. Este enfoque sobre nuestra propia opresión se materializa en el concepto de política de identidad. Creemos que las políticas más profundas y potencialmente más radicales surgen directamente de nuestra propia identidad... En el caso de las mujeres negras, se trata de un concepto especialmente repugnante, peligroso, amenazador y, por lo tanto, revolucionario, porque resulta obvio, si nos fijamos en todos los movimientos políticos que nos han precedido, que nadie es más digno de liberación que nosotras mismas.
Rechazamos los pedestales, la condición de reina y caminar diez pasos por detrás. Basta con que se nos reconozca como seres humanos. Barbara Smith, su hermana Beverly Smith y Demita Frazier, las tres autoras de la Declaración, creían que trabajar por los objetivos comunes de justicia y liberación exigía respeto y reconocimiento de cada persona por lo que era.
Esto permitió la comprensión, la cooperación y la solidaridad con otros grupos y personas con puntos de vista similares y diferentes, rechazando la política monotemática por un proyecto que considera los sistemas "entrelazados" de opresión y las redes de poder y privilegio, en los que el nacionalismo negro y el feminismo blanco, por ejemplo, pasaban por alto las realidades de las mujeres lesbianas negras. Internacionalista y anticapitalista, la Declaración fue una versión temprana de lo que más tarde se convertiría en "interseccionalidad".
Este es un libro importante por lo que pone al descubierto sobre el estado actual de la política de derechas e izquierdas en estos tiempos oscuros del sistema neoliberal global
En su capítulo final, "Hacia una nueva izquierda progresista", Özkırımlı aboga por "el reconocimiento y la acomodación de las diferencias, a diferencia de diversas formulaciones de derechas que pretenden la erradicación de las diferencias o su disolución dentro de la identidad mayoritaria", y subraya la "necesidad de ceñirse al individuo como unidad de análisis, y redefinir la humanidad común de forma que defina la pertenencia a diversos grupos identitarios o basados en valores" (163).
Su modelo es interseccionalista "porque admite que cada individuo está sujeto a diversas formas de opresión entrelazadas" (180). En definitiva, "creo que es más urgente abordar el problema de la deforestación legal, que destruye unos 5 millones de hectáreas de bosque al año... que el reconocimiento de 'eunuco' como nueva identidad de género".
Está "más preocupado por los 1.700 activistas medioambientales asesinados en la última década... que por encontrar los pronombres más inclusivos para dirigirse a los demás". Sin embargo, también es "consciente de que las preocupaciones 'menores' son, en muchos sentidos, síntomas de las preocupaciones mayores". (182-183).
Este es un libro importante por lo que pone al descubierto sobre el estado actual de la política de derechas e izquierdas, que expresa toda la mezquindad, maldad, fealdad y crueldad en estos tiempos oscuros del sistema neoliberal global. Pero es aún más importante porque se basa en profundos pensadores políticos del pasado reciente, generalmente ignorados, para presentar un nuevo tipo de política, más decente, más amable, más abierta y generosa.
Al describir el activismo woke como "un pasatiempo narcisista de clase media y media-alta impulsado por el empoderamiento individual", Özkırımlı será sin duda atacado y puesto en la picota tanto por la derecha como por la izquierda. Pero él no tiene miedo. Ha pasado por tantas cosas que perdió el miedo en el camino.
Como libro excelente, bien escrito, valiente y que invita a la reflexión, Cancelado debería ser un éxito de ventas, pero eso, por supuesto, significaría lo imposible: una bendición de los mercados neoliberales que impulsan la política a la que el libro se opone.
Así que tal vez acabe siendo un bello mensaje antineoliberal encerrado en una botella y arrojado al envenenado mar neoliberal. Pero no sabemos quién lo encontrará, quién lo leerá, quién despertará, quién estará bien despierto, quién estará alerta y luchará, como los anteriores luchadores del Combahee River Raid y del Combahee River Collective. Este libro es para ellos, y para cualquiera que les escuche, y cualquiera que cante y escuche la canción "Master Teacher": "Todo el mundo conoce a un negro o a un blanco, hay / criaturas de todas las formas y tamaños / (me mantengo alerta)".
Fuente: https://www.opendemocracy.net/es/cancelacion-cultura-woke-neoliberalismo-derechas-izquierdas/?utm_source=DA%20Brasil%20Newsletter%20SEGMENT&utm_medium=email&utm_campaign=Los%20glaciares%20tropicales%20de%20Colombia%20están%20desapareciendo%20😢&_kx=OJhUP4O5EWfKdPb9lz1-_g1qjth4X5UaK2UFt98FYusGs4V3CxMmH-P7J_jOJAIw.YjCYwm - Imagen de portada: Silas Stein/dpa/AFP via Getty Images