La investigación sobre cambio climático sigue su ritmo
Por Antonio Ruiz de Elvira
Cambio significa algo nuevo, que no podemos obtener de las series temporales pasadas. Podemos utilizar éstas como control de los modelos matemáticos, pero las situaciones nuevas sólo pueden ser estudiadas mediante la aplicación de las leyes de la física (en este caso del clima). El clima es un sistema complejo no lineal capaz de saltar de unos regímenes a otros, como por ejemplo de una glaciación a una deglaciación, o de un par de bandas en las trayectorias de las borrascas a seis bandas. Cambio significa saltar de un régimen a otro, y esto no lo podemos encontrar mediante el análisis de series temporales pasadas, sino mediante la aplicación de la teoría.
Hemos cumplido ya la primera década del siglo XXI. Las predicciones sobre el cambio climático se han ido cumpliendo, todas.
Pero aquellos que hacen montañas de dinero vendiendo combustibles fósiles se niegan a reconocer los daños de éstos, y reconociéndolos, a dedicar una pequeña parte de sus inmensas ganancias al desarrollo de energías alternativas (1). Hasta tal punto se niegan (generando mientras tanto catástrofes secuenciales) que consiguieron destrozar la reunión de Copenhague, en la que se deberían haber acordado medidas para continuar el Protocolo de Kioto. Y una parte de lo que hicieron fue desprestigiar a uno de los mejores investigadores sobre la evolución del clima, en lo que se denominó climagate: el uso de informaciones sacadas de contexto para desacreditar a una persona, como si de una conversación telefónica se extraen las palabras asesinado, yo, ayer, muchacha, para construir “Yo he asesinado ayer a una muchacha”, cuando lo que la persona al teléfono decía era “Me enteré ayer de que habían asesinado a una muchacha. Y yo digo…”
Los datos que manejan Phil Jones y su equipo de la Universidad de East Anglia no han sido manipulados (se puede comprobar por quien tenga ganas y tiempo, pues son públicos. Yo lo he hecho) y su tratamiento estadístico es perfectamente correcto. La ciencia tiene como garantía el que todo el que quiera puede repetir lo que otros han hecho, para comprobarlo. Animo a los lectores a que se armen de paciencia y así lo hagan, antes de aceptar afirmaciones erróneas.
La investigación sobre cambio climático sigue su ritmo. Probablemente, los modelos globales han alcanzado la precisión máxima de que son capaces, mientras se mantienen fieles a las simplificaciones de partida, sobre todo, a lo que se conoce como aproximación hidrostática, que substituye la integración directa de la velocidad vertical por su cálculo a partir de las dos velocidades horizontales.
La aproximación es falsa e invalida cualquier resultado de los modelos que quiera tener precisión espacial. Para esta precisión se suele utilizar una técnica que se denomina aumento de escala mediante estadística, pero al rechazar los que practican –por lo general– lo que es realmente esta última ciencia, los resultados no son fiables.
Sabemos con certeza que el mundo se está calentando. Que los polos se calientan unas tres veces más y tres veces más deprisa que el resto del planeta. De esto no cabe duda alguna. Pero los modelos al uso son incapaces de hacer predicciones fiables de lo que va a pasar en cada zona del globo de menos de 50 km x 50 km.
Y aquí tenemos dos problemas casi insuperables. Uno, que lo importante son las magnitudes pequeñas, como la velocidad vertical del aire. De la misma forma que los modelos económicos tradicionales desprecian, por insignificante, la magnitud energía en sus cálculos, cuando es la variable de control, los modelos climáticos desprecian la velocidad vertical, que es la variable de control.
En la teoría del control, son siempre pequeñas acciones las que controlan grandes flujos: la energía para mover una compuerta a la salida del agua de un pantano es despreciable frente a la energía del agua que sale. Pero es la compuerta la que regula el flujo del agua.
El siguiente problema es que la ciencia del clima es ya una disciplina madura. Eso quiere decir que las ideas innovadoras de los jóvenes (o las mías, aunque ya no lo sea) se rechazan por los que controlan las publicaciones, por los editores que han basado su prestigio en ideas tradicionales y no pueden, ahora, aceptar otras.
El otro problema actual en la investigación sobre el clima lo presentan los aerosoles, las partículas de tamaños desde cien nanómetros a algunas micras, que circulan por la atmósfera y sirven de núcleos de condensación del vapor de agua para formar nubes. El principal gas que atrapa la radiación infrarroja que se emite por la superficie terrestre es el vapor de agua, que se condensa formando nubes.
Dependiendo de si las nubes son altas o bajas, su efecto sobre la energía incidente en forma de luz (su capacidad de reflexión o albedo) y su efecto sobre su absorción de radiación electromagnética infrarroja es muy diferente. No sabemos aún cómo se comportan los aerosoles con respecto a la formación de nubes. Es un campo de investigación puntero hoy y esperamos que se hagan avances importantes a lo largo de los próximos diez años. Las variaciones sobre las predicciones de calentamiento que dependen de la existencia de aerosoles son en un entorno de 0,3º C, lo cual es muy importante hoy, y mucho menos dentro de diez o veinte años.
Finalmente, y en la investigación sobre el cambio climático, tengo que decir unas palabras sobre lo que significa cambio.
La comunidad científica, y la comunidad humana en general, no entiende lo que es el cambio. Se suele pensar que podemos extrapolar lo que tenemos hoy hacia el futuro. Eso es evolución, pero no cambio.
Si en 1880 se hubiera querido extrapolar (y se hizo y se hace en la ciencia de la teoría económica) la situación de entonces hasta el año 2000, se hubiesen diseñado mejores coches de caballos, mejores trenes basados en el vapor de agua y mejores candiles utilizando el petróleo. Cambio significa algo nuevo, que no podemos obtener de las series temporales pasadas. Podemos utilizar éstas como control de los modelos matemáticos, pero las situaciones nuevas sólo pueden ser estudiadas mediante la aplicación de las leyes de la física (en este caso del clima). El clima es un sistema complejo no lineal capaz de saltar de unos regímenes a otros, como por ejemplo de una glaciación a una deglaciación, o de un par de bandas en las trayectorias de las borrascas a seis bandas. Cambio significa saltar de un régimen a otro, y esto no lo podemos encontrar mediante el análisis de series temporales pasadas, sino mediante la aplicación de la teoría. Pero no sabemos hacer esto último mientras que lo primero no exige más que dar vueltas a la manivela.
Sabemos mucho, en general, pero nos queda aún muchísimo por saber, sobre todo en los detalles. www.ecoportal.net
Antonio Ruiz de Elvira es catedrático de Física Aplicada en la Universidad de Alcalá y miembro del European Climate Forum.Daphnia, núm. 52 - http://www.sinpermiso.info
Nota:
(1) http://www.domain-b.com/companies/companies_e/Exxon_Mobil/20080529_exxon_mobil.html