El Gran Vajont, la presa de la devastación.
“Una piedra cayó en el vaso y el agua se derramó sobre el mantel. Solo que el vaso tenía cientos de metros de alto, la piedra era grande como una montaña y sobre el mantel habían miles de personas”. (Dino Buzzati, Corriere della Sera, 9 de octubre de 1963.)
Por: Sonia López Azueta/Fundacrover Italia.
Fui la mayor de cuatro. Era mi tarea apoyar a mi abuela en el cuidado mis hermanos y en la cocina, hasta que mis padres volvieran del trabajo. Mi padre finalizaba el turno nocturno del aserradero todos los días a las diez de la noche y se dirigía al hotel donde mi madre era recepcionista, regresaban juntos a casa. Durante los primeros días de octubre del año 1963, los ánimos de la gente en el pueblo estaban muy tensos; mi mente no alcanzaba a entender lo que se murmuraba al salir de la iglesia, en el café y también en familia, después de todo tenía solo once años. Mis padres se preguntaban si debían enviarnos con nuestros parientes a Belluno en vez de dejarnos morir como ratones. La noche del 9 a las 22:30, ya había terminado de lavar los platos. Giancarlo y Elisa dormían en la habitación de mis padres en el primer piso, Chiara y Roberta se encontraban en el tercero. Subí a la recámara de los pequeños para mandar fuera al gato, cuando repentinamente se apagaron todas las luces. Desde el pasillo mi abuela dijo: cierra las ventanas, se aproxima un temporal. Me dirijí a cerrarlas cuando el viento las desprendió haciendo polvo los cristales. En medio de un ruido ensordecedor, sobre mi cabeza vi las estrellas, mientras todo volaba a mi alrededor y junto conmigo, los pisos cedieron con un crujido; mi cuerpo se estiraba y se encogía, una fuerza me empujaba, me absorbía y tiraba de mis cabellos. Fui arrastrada por el agua hasta chocar con un muro, la presión que algo ejercía sobre mi espalda y piernas me hizo pensar que era el fin; presa de la sensación de flotar me llevé las manos a los ojos, a la nariz y la boca, levanté los brazos y no toqué nada. No se cuanto tiempo transcurrió, hasta que una mano me liberó con enorme paciencia. Fui encontrada en lo que quedaba de los escalones del palacio municipal, al otro lado de Longarone. El único bombero sobreviviente me cargó sobre sus hombros y me introdujo en un automóvil que me llevó al hospital privado de Pieve di Cadore; ahí me fue retirado el camisón que se llevó pedazos de mi piel, curaron mis fracturas. De los dos meses transcurridos ahí no recuerdo nada, mis expedientes médicos como los de los demás internos provienientes del área de la tragedia, fueron destruidos cuando el hospital pasó a ser de propiedad estatal. El cuerpo de mi hermana Roberta fue encontrado en Fortogna, a cinco kilómetros de distancia; el de mi padre en Sédico, a treinta. Del resto de mi familia nunca volví a saber nada, desaparecieron como todo en Longarone, a excepción del campanario que milagrosamente quedó en pie. Y pensar que la construcción de la presa debería traer prosperidad a mi comunidad, situada a los pies del Vajont.
La tragedia se vendió como algo inevitable y provocado por la naturaleza. Nada más lejos de la realidad, pues hubo muchos avisos, pero los responsables políticos miraron hacia otro lado y siguieron con el proceso de llenado.
En 1956 iniciaron las labores entre las provincias de Veneto y Friuli; dentro en la angosta garganta flanqueada por el monte Toc; donde nace el torrente Vajont, que confluye en el río Piave. En dialecto friulano, Toc significa “en pedazos”, “podrido”; Vajont quiere decir “va hacia abajo”. Esta toponimia no tenía significado alguno para la “Sociedad Adriática Eléctrica”, SADE, quien sin contar con autorización, puso en marcha el proyecto de construir una enorme presa a forma de arco, con capacidad para 168 millones de metros cúbicos de agua, destinada a la producción de energía eléctrica. El costosísimo y superficial proyecto “Gran Vajont” generó luz solo a los ojos de proyectistas y geólogos de la SADE. Calificada luego como un “Estado dentro del Estado”, la SADE se hizo tan poderosa que las autorizaciones eventualmente fueron obtenidas de manera ilegal; las expropiaciones forzadas dieron lugar a las protestas de Erto y Casso, poblaciones situadas montaña arriba a 300 metros sobre el lago artificial; una periodista de izquierda inició su propia batalla denunciando los hechos abusivos debiendo enfrentar por esa causa un juicio por difamación e incitación al desorden público. Los derrumbes y sismos registrados en la presa cercana en la localidad de Pontesei (propiedad de la SADE), así como el primer deslave en el Vajont que registró un desperndimiento de 700 mil metros cúbicos de tierra y piedra, llevan en 1961 y solo entonces, a profundizar los estudios geológicos que revelan la existencia de una enorme grieta prehistórica en la parte superior del monte Toc, con forma de M de muerte y un volumen estimado de masa de derrumbe de 200 millones de metros cúbicos. La reproducción burda de la presa y del monte en un modelo plástico experimental, donde no figuraban las poblaciones involucradas, llevaron a la SADE a concluir que la obra hidráulica podía ser ocupada con agua hasta la altura de 700 metros sin temer resultados catastróficos. Se consideró que los derrumbes del monte Toc ocurrirían de manera gradual, de modo que se procedió al primer llenado del depósito, una vez más sin esperar la autorización de los órganos de control. La roca a las faldas del monte no cumplió con la función de ejercer presión sobre el agua, sino que la absorbía; el tejido geológico se manifestó por demás fragil y los dirigentes de la SADE reconocieron que las variables del proyecto se perfilaban fuera de control. Se previó que el derrumbe podía dividir el lago artificial en dos partes, bloqueando el flujo del agua; se destinaron entonces nuevos esfuerzos y recursos para abrir un túnel a los pies del valle, que aseguraba la comunicación entre los extremos del lago. Procedió a finales del 61 e inicios del 62 el segundo llenado de la cuenca con consecuentes moviemientos sismicos. Los pies del gigante fueron bañados, pero en el monte Toc no ocurrieron mayores complicacones, aunque algunos desplazamientos de tierra podían verse a simple vista. El 14 de marzo del 63 debido a la nacionalización de la industria hidroeléctrica italiana, el Gran Vajont pasó a ser propiedad del apenas naciente “Ente Nacional de Energía Eléctrica”, ENEL. Viene entonces dada la orden por los altos mandos SADE-ENEL para continuar con el aumento del nivel del agua, alcanzando en septiembre la altura de 710 metros, diez sobre el límite de seguridad con la pura intención causar una mayor valoración de la estructura por parte del ENEL. Erto y Casso sufrían alarma contínua y las autoridades municipales exigían a los responsables de la presa se asegurara la tranquilidad de los ciudadanos. Pero el orgullo de poner finalmente en marcha la presa más alta del mundo y la carrera hacia las primeras ganancias ya habían ofuscado las mentes de los dirigentes. Desde las 17:00 horas del fatídico día, la caminaba la tierra, las rocas, los pinos, las áreas cultivadas; la carretera hacia la presa estaba terriblemente deformada y nadie procedió a la evacuación de los poblados. A las 22:39, la franja de tierra de 3 km de largo se desprendió en un solo fragmento compacto, cayendo a 90 km/h; se precipitó sobre el lago lanzando un rugido irreal y ocasionando una violenta sacudida de terremoto. Las líneas eléctricas de Austria hicieron cortocircuito; en llamas multicolor iluminaron el cielo cual si fuera de día y dejaron enseguida a las poblaciones en la mas completa oscuridad. La mole compacta de más de 270 millones de metros cúbicos de roca formó en un instante una masa de agua dinámica de más de 300 metros de alto que se partió en dos olas, una de las cuales alcanzó a Erto y rozó Casso. La segunda de más de 50 millones de metros cúbicos se levantó sobre la presa destruyendo la carretera panorámica que la costeaba, la pasarela superior y el área de control donde se encontraban dos operarios; con furia se avalanzó directamente sobre el valle adquiriendo potencia al pasar entre los montes, como una gigantesca inyección. A las puertas de Longarone la ola tenía 70 metros de alto y desplazaba el aire a su paso con la fuerza de dos bombas atómicas como la descargada en Hiroshima. La luna brillaba en medio de la noche, sobre los pueblos que bullían de gente; nadie pudo correr porque no había a donde ir. La ola se dividió de nuevo en dos, una parte se dirigió hacia el mar y la otra hacia el río Piave, el lecho fue arrasado sin piedad en ese desastre anunciado. La gran ola rompió subsiguientemente contra la montaña, excavando esta vez en la dirección opuesta a la de empuje, haciendo desaparecer de la faz de la tierra casi toda obra humana y ser vivente de cinco poblados del valle. El río encontró su cauce diez horas después dejando ver la desolación del fin del mundo. Al amanecer del 10 de octubre, los ojos de los sobrevivientes del valle y de los pueblos situados montaña arriba, vieron realizadas sus peores pesadillas de los ultimos años; atestiguaron lo que la naturaleza y la necedad humana son capaces de ocasionar. El apocalipsis cobró la vida de dos mil personas en tan solo cuatro minutos; algunas no alcanzaron ni siquiera a percatarse de la ola, se desintegraron con en el golpe de aire que arrancó primero los vestidos, desprendió luego la piel y finalmente partió los huesos; considerando que un metro cúbico de agua pesa mil kilogramos, la magnitud de avalancha constituida por agua, piedra, y todo tipo de restos lo unico que dejó a su paso fue desolación y silencio. A mis memorias se las llevó el agua y también la indiferencia.
El procedimento penal contra algunos de los responsables inició en 1968, finalizando en el 71, con condenas irrisorias de 5 y 3 años para los dos únicos acusados que aún quedaban vivos (dos más fallecieron de muerte natural incluso antes de finalizarse la construcción de la presa y otro de ellos murió suicida al inicio del proceso). Alderico Biadene, el dirigente del proyecto durante de la tragedia, fue liberado por buena conducta luego de pasar un año en prisión. El ENEL fue condenado al resarcimiento millonario de las vidas humanas, bienes patrimoniales y daños ecológicos y ambientales, mismo que a la fecha no han visto su conclusión. Erto y Longarone han sido surcidas, semireconstruidas con tenacidad pero bajo la sombra del olvido jamás volverán a ser lo que un dia fueron. La presa del Vajont, obra de arte de la ingeniería que nació en el lugar equivocado, sigue ahí; este bello monumento al absurdo cuenta su increible historia a los turistas dejándolos incrédulos y consternados.