Paradojas de la proliferación nuclear
Jorge Gómez Barata
Los estados nucleares son nueve. Entre ellos los hay cristianos, judíos, musulmanes, budistas, ortodoxos, sionistas, ateos y comunistas, en conjunto poseen miles de bombas. Ninguna ni todas juntas escandalizan a Estados Unidos que sin embargo parece dispuesto a ir a la guerra por bombas que no existen y que probablemente nunca existirán: las de Irán.
La otra cara de la paradoja la aporta el Estado persa que sin querer la bomba parece empeñado en parecerlo. Si como afirman sus líderes, Irán no necesita ni desea la bomba: ¿Para qué empeñarse en producir cantidades sustantivas de uranio enriquecido al 20 por ciento? ¿Por qué arriesgarse hasta situaciones límites por algo que no se necesita ni se desea? Quien no quiere la bomba no debía parecer lo contrario, sobre todo cuando ello puede ser sumamente costoso.
En ningún caso el debut de los integrantes del selecto club atómico generó tensiones que amenazaran la paz mundial; más bien ocurrió lo contrario.
La creación de la bomba atómica fue resultado de un proyecto auspiciado por el presidente Franklin D. Roosevelt en respuesta a la perentoria advertencia de Albert Einstein, realizada en 1939 cuando ni siquiera había comenzado la guerra y en ningún país se había hablado del arma nuclear. De no haberse desatado la guerra, probablemente nunca hubiera existido la bomba atómica.
Ninguna de las personalidades originalmente enteradas del proyecto para fabricar la bomba atómica se opuso, sino que más bien ocurrió lo contrario y años después, cuando los bombardeos atómicos doblegaron a Japón, el suceso fue celebrado como una victoria aliada y en Estados Unidos el pueblo convirtió a Harry Truman en el más popular de los presidentes norteamericanos.
En honor a la verdad, cuando se efectuaron aquellas encuestas y tuvieron lugar las expresiones de júbilo, aun no se conocían las dimensiones de las tragedias de Hiroshima y Nagasaki ni se habían divulgado las estremecedoras imágenes que después aterraron a la humanidad.
Por su parte el debut nuclear de la Unión Soviética que tuvo lugar en 1949 y puso fin al monopolio nuclear norteamericano, cambió la correlación mundial de fuerzas y definió al primer país socialista como una superpotencia, fue festejado por el movimiento comunista internacional como una de las más relevantes victorias del socialismo. Hasta el fin de sus días, la URSS utilizó su poderío nuclear como disuasivo a la agresividad imperialista.
Aunque por diferentes razones, lo mismo ocurrió en Gran Bretaña donde la posesión de la bomba atómica en 1952 fue recibida con entusiasmo por el pueblo y devolvió a las élites parte del orgullo perdido por el país que antaño había sido una de las grandes potencias mundiales.
El entusiasmo francés ante la exitosa prueba de su bomba atómica en 1960 se asoció al fiasco que representó la invasión anglo francesa israelí a Egipto en 1956 por la decisión de Nasser de nacionalizar el canal de Suez, acción ante la cual Estados Unidos le retiró su apoyo y la Unión Soviética amenazó con sus armas atómicas. Ante semejante humillación, poseer el arma nuclear se convirtió para Francia en causa nacional.
A pesar de que en China, India, Pakistán, Israel y Corea las armas nucleares se desarrollaron cuando ya el movimiento pacifista mundial las repudiaba vehemente, se habían dado pasos y establecido compromisos para detener la proliferación, los pueblos y los gobiernos de esos países y sus aliados, asumieron como legítimos los argumentos para su despliegue.
Fue la administración de Dwight Eisenhower la que, como parte del programa Átomos para la Paz, en la década de los cincuenta, entregó a gobierno del Sha de Irán ciertas cantidades de uranio y un reactor para investigaciones. Antes del triunfo del movimiento que llevó al poder al ayatola Jomeini, no se recuerda ninguna alusión critica al crecimiento nuclear de Teherán.
La madre de todas las paradojas ha sido expuesta reiteradamente por Fidel Castro quien alerta en la inminente posibilidad de que en torno a Irán se desate un conflicto bélico que puede derivar hacía el uso de armas nucleares.
La humanidad que tuvo cordura suficiente para sobrevivir a medio siglo de Guerra Fría puede sucumbir en un conflicto regional de identidad indefinida y pretextos circunstanciales. Todavía queda tiempo. Allá no vemos.
(especial para ARGENPRESS.info)