Lugares de ocio


La música (…) es posiblemente el ingrediente más importante. Su función es impedir el pensamiento y la conversación, y ocultar cualquier sonido natural, como el canto de los pájaros o el sonido del viento, que de otro modo podría interferir. 
Un sinfín de personas ya usa la radio conscientemente con este propósito. En muchos hogares ingleses la radio literalmente nunca se apaga, aunque de vez en cuando se manipula para asegurarse de que nunca salga de ella otra cosa que música. Conozco gente que dejará la radio puesta durante el almuerzo y al mismo tiempo seguirá hablando con el tono de voz justo para que voz y música se contrarresten. Esto se hace a propósito. La música impide que la conversación sea seria o incluso coherente, en tanto que el murmullo de voces no le deja a uno escuchar atentamente la música e impide así la aparición de esa cosa temida, el pensamiento (…). No es difícil percatarse de que el objetivo inconsciente de la instalación de ocio moderna típica es el  al vientre materno.
(…) ¿No hay (…) algo de sentimental y oscurantista en preferir el canto de los pájaros al ‘swing’ y en querer dejar unos pocos ámbitos de vida salvaje aquí y allá en lugar de cubrir toda la superficie de la tierra con una maraña de ‘Autobahnen’[red de autopistas] inundada el luz solar artificial?
La pregunta sólo surge porque al explorar el universo físico el hombre no ha hecho ningún intento de explorarse a sí mismo. Mucho de lo que se dice con la palabra ocio no es más que un esfuerzo de destruir la conciencia. Si uno empezase a preguntarse ¿Qué es el hombre?, ¿Cuáles son sus necesidades?, ¿Cómo puede expresarse mejor?, descubriría que el mero hecho de poseer el poder de evitar el trabajo y vivir desde el nacimiento hasta la muerte bajo la luz eléctrica y al son de música enlatada no es razón suficiente para hacerlo.
El hombre necesita calidez, compañía, tiempo de ocio, comodidad y seguridad; también necesita soledad, trabajo creativo y sentimiento al asombro. Si reconociese esto, podría usar los productos de la ciencia y la industria eclécticamente, aplicando siempre la misma prueba: ¿esto me hace más o menos humano? Entonces aprendería que la felicidad más elevada no yace en relajarse, descansar, jugar al póker simultáneamente. Y el horror instintivo de todas las personas sensibles sienten ante la mecanización progresiva de la vida no se verá como un mero arcaísmo sentimental, sino que estaría plenamente justificado. Pues el hombre sólo se mantiene humano si preserva amplios  ámbitos de simplicidad en su vida, mientras que la tendencia de muchas invenciones modernas – en particular el cine, la radio y el avión – es debilitar su conciencia, abotargar su curiosidad y, en general, aproximarlo más a los animales.
‘Lugares de ocio’ George Orwel (Tribune 11 de enero de 1946). Traducido en Antología de textos de Los Amigos de Ludd.

Entradas populares de este blog

Francia: ‘Mi orina contiene glifosato, ¿y la tuya?’ Denuncia contra el polémico herbicida

Sobre transgénicos, semillas y cultivos en Latino América

Antártida: qué países reclaman su soberanía y por qué