La deuda del crecimiento
Giorgio Mosangini
Mientras el sistema busca seguir alimentando por todos los medios al transporte y estilos de vida de una minoría depredadora, el 80% de la población mundial no dispone de vehículo (ni de nevera, ni de teléfono móvil, ni de ordenador etc.) y la mayor parte de ella nunca ha tomado un avión.
Más o menos la mitad de la población mundial, que vive gracias a los servicios ambientales y los bienes comunes que les ofrece directamente la naturaleza (agua, bosques, comida, energía, medicamentos, etc.), es expulsada progresivamente por las necesidades del sistema capitalista de extender sus mercados y sus fronteras de explotación de recursos (De Marzo).
El decrecimiento del Norte Global es una condición ineludible para el surgimiento de cualquier alternativa en el Sur Global (Latouche). No es el caso del Sur Global. Si para el decrecimiento hay que reducir el consumo de materia, de energía, la generación de residuos, las desigualdades y la mercantilización de la vida, esta agenda de cambio no se aplica de la misma manera para el Sur Global.
Ante las desigualdades que caracterizan a la crisis sistémica generada por los impactos ecológicos y multidimensionales del crecimiento ilimitado, defendemos la necesidad de definir un concepto de deuda del crecimiento.
Desde la perspectiva Norte-Sur, proponemos considerar como conjunto de fenómenos que conforman la deuda del crecimiento a la deuda ecológica, la deuda social, la deuda cultural, la deuda histórica, la deuda económica, la deuda financiera, y la deuda de los cuidados.
Las alternativas planteadas por el decrecimiento también son políticas y el objetivo de volver a situar el cuidado de las personas y de la naturaleza en el centro de los modelos de sociedades y de las políticas no puede sustentarse en la lógica economicista y productivista. Para ello necesitamos nuevos paradigmas que superen la ideología del crecimiento económico, que planteen lo que podríamos llamar una economía del afecto (Carpio), no cuantificable, basada en la calidad de los intercambios entre las personas, donde un acto económico se mide por su capacidad de crear vínculos sociales y superar la mercantilización.
Por último, sin olvidar las reservas expresadas acerca de los riesgos y limitaciones de las valoraciones monetarias, el ajuste estructural del Norte Global también tendría que contemplar formas de compensaciones económicas por lo menos para paliar algunos de los aspectos más destructivos de la deuda, como el exceso de emisiones de dióxido de carbono, los pasivos ambientales, la contaminación producto de la explotación de residuos tóxicos, o las deudas históricas y culturales. Los recursos así obtenidos, tendrían que canalizarse, obviamente, de acuerdo a los fines establecidos de forma autónoma por las poblaciones del Sur Global.
Extraído del libro: 'Decrecimiento y justicia Norte-Sur. O como evitar que el Norte Global condene a la humanidad al colapso'
Mientras el sistema busca seguir alimentando por todos los medios al transporte y estilos de vida de una minoría depredadora, el 80% de la población mundial no dispone de vehículo (ni de nevera, ni de teléfono móvil, ni de ordenador etc.) y la mayor parte de ella nunca ha tomado un avión.
Más o menos la mitad de la población mundial, que vive gracias a los servicios ambientales y los bienes comunes que les ofrece directamente la naturaleza (agua, bosques, comida, energía, medicamentos, etc.), es expulsada progresivamente por las necesidades del sistema capitalista de extender sus mercados y sus fronteras de explotación de recursos (De Marzo).
El decrecimiento del Norte Global es una condición ineludible para el surgimiento de cualquier alternativa en el Sur Global (Latouche). No es el caso del Sur Global. Si para el decrecimiento hay que reducir el consumo de materia, de energía, la generación de residuos, las desigualdades y la mercantilización de la vida, esta agenda de cambio no se aplica de la misma manera para el Sur Global.
Ante las desigualdades que caracterizan a la crisis sistémica generada por los impactos ecológicos y multidimensionales del crecimiento ilimitado, defendemos la necesidad de definir un concepto de deuda del crecimiento.
Desde la perspectiva Norte-Sur, proponemos considerar como conjunto de fenómenos que conforman la deuda del crecimiento a la deuda ecológica, la deuda social, la deuda cultural, la deuda histórica, la deuda económica, la deuda financiera, y la deuda de los cuidados.
Las alternativas planteadas por el decrecimiento también son políticas y el objetivo de volver a situar el cuidado de las personas y de la naturaleza en el centro de los modelos de sociedades y de las políticas no puede sustentarse en la lógica economicista y productivista. Para ello necesitamos nuevos paradigmas que superen la ideología del crecimiento económico, que planteen lo que podríamos llamar una economía del afecto (Carpio), no cuantificable, basada en la calidad de los intercambios entre las personas, donde un acto económico se mide por su capacidad de crear vínculos sociales y superar la mercantilización.
Por último, sin olvidar las reservas expresadas acerca de los riesgos y limitaciones de las valoraciones monetarias, el ajuste estructural del Norte Global también tendría que contemplar formas de compensaciones económicas por lo menos para paliar algunos de los aspectos más destructivos de la deuda, como el exceso de emisiones de dióxido de carbono, los pasivos ambientales, la contaminación producto de la explotación de residuos tóxicos, o las deudas históricas y culturales. Los recursos así obtenidos, tendrían que canalizarse, obviamente, de acuerdo a los fines establecidos de forma autónoma por las poblaciones del Sur Global.
Extraído del libro: 'Decrecimiento y justicia Norte-Sur. O como evitar que el Norte Global condene a la humanidad al colapso'