España: "La Manada", una sentencia bélica para las mujeres y sus derechos.
• Este es un conflicto de una enorme carga simbólica. Para las feministas supone una pérdida de fe en la institución judicial. Una ruptura del marco. La Audiencia de Navarra describe algunas acciones propias de una violación, pero considera que solo hubo abuso sexual
Sarah Babiker
A la una de la tarde la expectación era máxima, hacía días que se podía sentir una especie de cuenta atrás, preludio de aquellos eventos que rompen con la inercia y cambian el rumbo de las cosas. Flotaba desde hacía semanas la sospecha de que aquello no iba a dejar a nadie indiferente. Alerta era la palabra, alerta feminista en las redes sociales. No era una falsa alarma. Todo apuntaba a que algún tipo de reajuste se estaba armando, una sentencia que fuera como una impugnación. Ese runrún no ha evitado la sorpresa, y mucho menos la indignación. Pocos minutos después de que el presidente de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial, José Francisco Cobo, leyera el fallo, grupos de mujeres mostraban sus manos enfundadas de guantes rojos, manifestaban dolor e incomprensión. En las redes sociales zumbaba sin parar una palabra, ABUSO. Un vocablo escaso, limitado, que no alcanza a definir lo que le pasó a la chica que aquella madrugada del 7 de julio de 2016 se cruzó con cinco hombres con un plan definido: follársela independientemente de la voluntad de ella. Según el Código Penal, el abuso descarta que hubiera agresión o intimidación.
Así, la sentencia llama a lo que pasó poco después de este fatídico encuentro “abuso sexual”. Es más, uno de los jueces, Ricardo González, pidió, una vez más, y directamente, la absolución. Hay que leer los hechos probados de la sentencia con una miopía patriarcal muy incrustada, unas auténticas cataratas de patriarcado para no ver violencia ni intimidación en el hecho de que cinco hombres adultos metan por sorpresa a una chica sola en un portal y hagan con su cuerpo lo que deseen. No la han creído: tras tanta expectación, la sentencia se ha revelado como una sentencia bélica. Eslaguerra, constataban periodistas y activistas, mujeres anónimas, entre tristes y furiosas, eslaguerra. Y mientras, se multiplicaban las convocatorias para no ceder en la calle lo que se ha sentido perdido en los tribunales: el derecho a la justicia.
No la creyeron. Ricardo González, el famoso juez absolutorio, es un buen exponente de este escepticismo con ínfulas de neutralidad. Hace meses, mientras visionaba los vídeos que los acusados grabaron con sus móviles, centró su mirada avezada en las expresiones de ella mientras era sometida. Buscaba el gesto que la delatara, el gemido equívoco, un escrutinio fino que le reafirmara en la sospecha de que esa mujer mentía. Mentía y manipulaba. Si no hubo agresión ni fue forzada, ¿por qué no comunicó su disconformidad? Las cosas no le cuadraban. Nunca ha debido sentir indefensión ni es capaz de imaginar su propia reacción en una situación como aquella por la que pasó la chica. Y aún así sospechaba que ella no sufrió a la altura. Algo hizo mal en ese contexto, no cumplió con algunos de los requisitos para ser considerada violada. Las reflexiones de este juez muestran hacia los perpetradores una solidaridad de género frente a una víctima de la que se desconfía por sistema.
No la han creído, ni él, ni los otros dos jueces. Son la punta del iceberg de miles de hombres y algunas mujeres que tampoco la creen. Y con la víctima se sienten descreídas millones de mujeres. La indignación moviliza los cuerpos, las acciones de quienes suponen un actor político cada vez más fuerte, con capacidad de respuesta, cada vez más veloz en cambiar los teclados por las calles si la rabia aprieta y la sororidad convoca. El patriarcado no es ajeno a la dimensión que va tomando el movimiento feminista. Quizás esta sentencia no sea fruto de la ceguera patriarcal, sino una forma de respuesta de quienes sienten su poder en disputa. Una alarma naranja que tilila, un recordatorio de que la justicia no es feminista ni lo será pronto.
tantas pruebas había, tan obvio era el abuso de poder, la intimidación y la violencia, que la única defensa posible era cuestionar a la víctima, atacar a su credibilidad, poner en duda cada uno de sus actos
Antes de los jueces, los abogados defensores hicieron su propio show: tantas pruebas había, tan obvio era el abuso de poder, la intimidación y la violencia, que la única defensa posible era cuestionar a la víctima, atacar su credibilidad, poner en duda cada uno de sus actos. Fueron poco escrupulosos a la hora de revictimizar a la víctima, aparentemente cómodos en su rol de escupir juicios sobre ella. Una estrategia que consideran válida para empujar los límites del relato hacia la zona de confort de quienes no tienen urgencia en atacar al patriarcado porque es lo que respiran. Ella tenía que haber interpretado lo que estaba por pasar y haber huido. Ella tenía que avisar de que no quería que aquello continuara pasando incluso a riesgo –quizás– de su propia vida. Si no es asesinada o golpeada, la palabra de una víctima de violación siempre estará en entredicho. El kit de desresponsabilización del machista, que los disculpa de sus acciones y les responsabiliza hasta de sus propios cuerpos: cómo iban a imaginar ellos que su número y volumen le intimidaban, ella tenía que haber mostrado esa intimidación y luchado contra ella para ser creída.
Este es un conflicto de una enorme carga simbólica. Para las feministas supone una pérdida de fe en la institución judicial. Una ruptura del marco, el #YoSíTeCreo, tiene su contracara desestabilizadora: la desconfianza en la justicia. Esto tiene consecuencias individuales y colectivas. Erosiona la seguridad y contención de las víctimas ante casos de violencia. Empuja a pensar en formas de autodefensa que trasciendan lo institucional.
El caso de La Manada tiene varios elementos que lo convierten en un revulsivo completo: un continuo de violencia sexual grupal; un proceso de revictimización de la violada. Una cobertura informativa a ratos espectacularizante, y a ratos, incluso violenta hacia la víctima; un proceso judicial en suspenso, que termina con una sentencia insuficiente. Del otro lado, una violación grupal, cometida por chicos, “majetes”, no marginales, ni extranjeros, chicos integrados socialmente y hasta guapos, que trivializan sus actos, banalizan el sometimiento de una mujer, la cosifican al extremo y disponen de su cuerpo a su placer. Que muchas personas se tomaran estas imágenes con normalidad habla de algo más grande y profundo, de un proceso en ciernes donde la cosificación es completa, y los vínculos con el otro, su bienestar, su consentimiento, o incluso su vida pasan a segundo plano hasta dejar de importar. En esa dominación del grupo, que no impide ninguno de ellos, hay una perversidad que da vértigo, la capacidad de hombres normales de ejercer acciones negativas.
A esta lógica de grupo que se construye desde la dominación, y tiene como interlocutores a otros hombres, lo último que le falta es la sensación de impunidad. No calificar estos actos de lo que son: violaciones, no penarlos en consecuencia es mandar un mensaje de que su libertad sexual no es un absoluto, que debe defenderla con uñas y dientes si la ve amenazada, porque, en caso contrario, podría inducir confusión respecto a su disconformidad con la situación. Entender el consentimiento como un a priori mientras no se demuestre lo contrario pone la responsabilidad de nuevo en las mujeres.
Esta sensación de impunidad es uno de los componentes del concepto feminicidio como lo explica Lagarde. No se trata de la cantidad de años, hay que cuidarse de caer en una matemática de la venganza, exigiendo penas tan grandes como nuestra rabia. Se trata del tipo de delito. Calificar algo así de abuso suena a aviso a navegantes en tiempos convulsos. A amonestación por exceso de presencia del feminismo. No siempre se avanza, los cambios no siempre son a mejor, conviene mirar afuera, interpretar la violencia en un marco más amplio. ¿Qué hace que un grupo de jóvenes considere como parte de su ocio, como una experiencia válida someter a una mujer contra su voluntad? ¿Qué hace que muchos otros emulen y les admiren por ese gesto? ¿Qué hace que un juez, a la vista de todas las pruebas, vea una relación sexual consentida? ¿Qué ha pasado estos últimos años? Nos ven como objeto, como territorio donde expresar su poderío, como diría Rita Segato. ¿O estamos empezando a ser antagonistas y esto en efecto eslaguerra? Hay que estar listas para no perder terreno. También ampliar nuestro espacio: la indignación moral esta vez alcanza a muchos varones. La indignación moral es un revulsivo contra la injusticia, es la energía que moviliza a las hartas, es la impugnación que se lleva lo que no sirve por delante y que no acepta medias tintas ni representaciones.
--------------------------------------
Sarah Babiker es periodista especializada en género y mundo árabe.
Fuente: http://www.publico.es/
----------
Sarah Babiker
A la una de la tarde la expectación era máxima, hacía días que se podía sentir una especie de cuenta atrás, preludio de aquellos eventos que rompen con la inercia y cambian el rumbo de las cosas. Flotaba desde hacía semanas la sospecha de que aquello no iba a dejar a nadie indiferente. Alerta era la palabra, alerta feminista en las redes sociales. No era una falsa alarma. Todo apuntaba a que algún tipo de reajuste se estaba armando, una sentencia que fuera como una impugnación. Ese runrún no ha evitado la sorpresa, y mucho menos la indignación. Pocos minutos después de que el presidente de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial, José Francisco Cobo, leyera el fallo, grupos de mujeres mostraban sus manos enfundadas de guantes rojos, manifestaban dolor e incomprensión. En las redes sociales zumbaba sin parar una palabra, ABUSO. Un vocablo escaso, limitado, que no alcanza a definir lo que le pasó a la chica que aquella madrugada del 7 de julio de 2016 se cruzó con cinco hombres con un plan definido: follársela independientemente de la voluntad de ella. Según el Código Penal, el abuso descarta que hubiera agresión o intimidación.
Así, la sentencia llama a lo que pasó poco después de este fatídico encuentro “abuso sexual”. Es más, uno de los jueces, Ricardo González, pidió, una vez más, y directamente, la absolución. Hay que leer los hechos probados de la sentencia con una miopía patriarcal muy incrustada, unas auténticas cataratas de patriarcado para no ver violencia ni intimidación en el hecho de que cinco hombres adultos metan por sorpresa a una chica sola en un portal y hagan con su cuerpo lo que deseen. No la han creído: tras tanta expectación, la sentencia se ha revelado como una sentencia bélica. Eslaguerra, constataban periodistas y activistas, mujeres anónimas, entre tristes y furiosas, eslaguerra. Y mientras, se multiplicaban las convocatorias para no ceder en la calle lo que se ha sentido perdido en los tribunales: el derecho a la justicia.
No la creyeron. Ricardo González, el famoso juez absolutorio, es un buen exponente de este escepticismo con ínfulas de neutralidad. Hace meses, mientras visionaba los vídeos que los acusados grabaron con sus móviles, centró su mirada avezada en las expresiones de ella mientras era sometida. Buscaba el gesto que la delatara, el gemido equívoco, un escrutinio fino que le reafirmara en la sospecha de que esa mujer mentía. Mentía y manipulaba. Si no hubo agresión ni fue forzada, ¿por qué no comunicó su disconformidad? Las cosas no le cuadraban. Nunca ha debido sentir indefensión ni es capaz de imaginar su propia reacción en una situación como aquella por la que pasó la chica. Y aún así sospechaba que ella no sufrió a la altura. Algo hizo mal en ese contexto, no cumplió con algunos de los requisitos para ser considerada violada. Las reflexiones de este juez muestran hacia los perpetradores una solidaridad de género frente a una víctima de la que se desconfía por sistema.
No la han creído, ni él, ni los otros dos jueces. Son la punta del iceberg de miles de hombres y algunas mujeres que tampoco la creen. Y con la víctima se sienten descreídas millones de mujeres. La indignación moviliza los cuerpos, las acciones de quienes suponen un actor político cada vez más fuerte, con capacidad de respuesta, cada vez más veloz en cambiar los teclados por las calles si la rabia aprieta y la sororidad convoca. El patriarcado no es ajeno a la dimensión que va tomando el movimiento feminista. Quizás esta sentencia no sea fruto de la ceguera patriarcal, sino una forma de respuesta de quienes sienten su poder en disputa. Una alarma naranja que tilila, un recordatorio de que la justicia no es feminista ni lo será pronto.
tantas pruebas había, tan obvio era el abuso de poder, la intimidación y la violencia, que la única defensa posible era cuestionar a la víctima, atacar a su credibilidad, poner en duda cada uno de sus actos
Antes de los jueces, los abogados defensores hicieron su propio show: tantas pruebas había, tan obvio era el abuso de poder, la intimidación y la violencia, que la única defensa posible era cuestionar a la víctima, atacar su credibilidad, poner en duda cada uno de sus actos. Fueron poco escrupulosos a la hora de revictimizar a la víctima, aparentemente cómodos en su rol de escupir juicios sobre ella. Una estrategia que consideran válida para empujar los límites del relato hacia la zona de confort de quienes no tienen urgencia en atacar al patriarcado porque es lo que respiran. Ella tenía que haber interpretado lo que estaba por pasar y haber huido. Ella tenía que avisar de que no quería que aquello continuara pasando incluso a riesgo –quizás– de su propia vida. Si no es asesinada o golpeada, la palabra de una víctima de violación siempre estará en entredicho. El kit de desresponsabilización del machista, que los disculpa de sus acciones y les responsabiliza hasta de sus propios cuerpos: cómo iban a imaginar ellos que su número y volumen le intimidaban, ella tenía que haber mostrado esa intimidación y luchado contra ella para ser creída.
Este es un conflicto de una enorme carga simbólica. Para las feministas supone una pérdida de fe en la institución judicial. Una ruptura del marco, el #YoSíTeCreo, tiene su contracara desestabilizadora: la desconfianza en la justicia. Esto tiene consecuencias individuales y colectivas. Erosiona la seguridad y contención de las víctimas ante casos de violencia. Empuja a pensar en formas de autodefensa que trasciendan lo institucional.
El caso de La Manada tiene varios elementos que lo convierten en un revulsivo completo: un continuo de violencia sexual grupal; un proceso de revictimización de la violada. Una cobertura informativa a ratos espectacularizante, y a ratos, incluso violenta hacia la víctima; un proceso judicial en suspenso, que termina con una sentencia insuficiente. Del otro lado, una violación grupal, cometida por chicos, “majetes”, no marginales, ni extranjeros, chicos integrados socialmente y hasta guapos, que trivializan sus actos, banalizan el sometimiento de una mujer, la cosifican al extremo y disponen de su cuerpo a su placer. Que muchas personas se tomaran estas imágenes con normalidad habla de algo más grande y profundo, de un proceso en ciernes donde la cosificación es completa, y los vínculos con el otro, su bienestar, su consentimiento, o incluso su vida pasan a segundo plano hasta dejar de importar. En esa dominación del grupo, que no impide ninguno de ellos, hay una perversidad que da vértigo, la capacidad de hombres normales de ejercer acciones negativas.
A esta lógica de grupo que se construye desde la dominación, y tiene como interlocutores a otros hombres, lo último que le falta es la sensación de impunidad. No calificar estos actos de lo que son: violaciones, no penarlos en consecuencia es mandar un mensaje de que su libertad sexual no es un absoluto, que debe defenderla con uñas y dientes si la ve amenazada, porque, en caso contrario, podría inducir confusión respecto a su disconformidad con la situación. Entender el consentimiento como un a priori mientras no se demuestre lo contrario pone la responsabilidad de nuevo en las mujeres.
Esta sensación de impunidad es uno de los componentes del concepto feminicidio como lo explica Lagarde. No se trata de la cantidad de años, hay que cuidarse de caer en una matemática de la venganza, exigiendo penas tan grandes como nuestra rabia. Se trata del tipo de delito. Calificar algo así de abuso suena a aviso a navegantes en tiempos convulsos. A amonestación por exceso de presencia del feminismo. No siempre se avanza, los cambios no siempre son a mejor, conviene mirar afuera, interpretar la violencia en un marco más amplio. ¿Qué hace que un grupo de jóvenes considere como parte de su ocio, como una experiencia válida someter a una mujer contra su voluntad? ¿Qué hace que muchos otros emulen y les admiren por ese gesto? ¿Qué hace que un juez, a la vista de todas las pruebas, vea una relación sexual consentida? ¿Qué ha pasado estos últimos años? Nos ven como objeto, como territorio donde expresar su poderío, como diría Rita Segato. ¿O estamos empezando a ser antagonistas y esto en efecto eslaguerra? Hay que estar listas para no perder terreno. También ampliar nuestro espacio: la indignación moral esta vez alcanza a muchos varones. La indignación moral es un revulsivo contra la injusticia, es la energía que moviliza a las hartas, es la impugnación que se lleva lo que no sirve por delante y que no acepta medias tintas ni representaciones.
--------------------------------------
Sarah Babiker es periodista especializada en género y mundo árabe.
Fuente: http://www.publico.es/
----------
España: Violación y sentencia. De aquellos barros, estos lodos
La sentencia de la manada, indignante, pero previsible. El problema de fondo no reside en unos jueces desaprensivos, reaccionarios e incompetentes, que, por supuesto, lo son. De aquellos barros, estos lodos.
Si las estructuras franquistas salieron indemnes o incluso fortalecidas en la transición desde la dictadura a la democracia, si en las escuelas no se desarrolla una estrategia formativa en materia de equidad de género, si los recursos consagrados a luchar contra la violencia contra las mujeres son escasos y además han sido objeto de recortes, si las televisiones públicas y privadas diseñan una programación y aceptan una publicidad marcadamente sexista, si se utiliza políticamente por parte del Partido Popular las instancias judiciales claramente retrogradas, si los espacios que tienen que prevenir y gestionar la violencia machista carecen de la formación y de los recursos necesarios para hacer su trabajo, si se culpa a las mujeres de la violencia ejercidas por los hombres por su “provocadora” manera de vestir, si no se aplican políticas para eliminar la discriminación laboral…si ocurre todo esto, tendremos esta y otras sentencias parecidas.
El gobierno de Rajoy, que cuenta con la complicidad de Ciudadanos y la pasividad del PSOE, es culpable. Por esa razón, mantener este gobierno un minuto más es prolongar la agonía de las mujeres; por esa razón, sacar a este partido de las instituciones es imprescindible para empezar a sanear a este país, que necesita una generosa dosis de decencia.
Fuente: http://blogs.publico.es/econonuestra/2018/04/27/violacion-y-sentencia-de-aquellos-barros-estos-lodos/
----------------
Las 10 frases más impactantes de la sentencia a ‘La Manada’ No hubo violación según la Audiencia de Navarra. Los jueces consideran que la víctima de ‘La Manada’ solo sufrió un abuso sexual continuado con prevalimiento . Gran parte del país recibió con indignación ayer la sentencia que condenaba a los cinco sevillanos de este grupo de amigos a 9 años de cárcel y los absolvía del delito de agresión sexual. No aprecian violencia, pero en el texto de 371 páginas se describen episodios donde los jueces parecen describir una violación.
Consideran los magistrados que no se produjo violencia e intimidación, pero en la sentencia dan buena prueba de que la víctima mostró desasosiego, estupor, miedo y que acabó adoptando una actitud de sometimiento y pasividad.
Si las estructuras franquistas salieron indemnes o incluso fortalecidas en la transición desde la dictadura a la democracia, si en las escuelas no se desarrolla una estrategia formativa en materia de equidad de género, si los recursos consagrados a luchar contra la violencia contra las mujeres son escasos y además han sido objeto de recortes, si las televisiones públicas y privadas diseñan una programación y aceptan una publicidad marcadamente sexista, si se utiliza políticamente por parte del Partido Popular las instancias judiciales claramente retrogradas, si los espacios que tienen que prevenir y gestionar la violencia machista carecen de la formación y de los recursos necesarios para hacer su trabajo, si se culpa a las mujeres de la violencia ejercidas por los hombres por su “provocadora” manera de vestir, si no se aplican políticas para eliminar la discriminación laboral…si ocurre todo esto, tendremos esta y otras sentencias parecidas.
El gobierno de Rajoy, que cuenta con la complicidad de Ciudadanos y la pasividad del PSOE, es culpable. Por esa razón, mantener este gobierno un minuto más es prolongar la agonía de las mujeres; por esa razón, sacar a este partido de las instituciones es imprescindible para empezar a sanear a este país, que necesita una generosa dosis de decencia.
Fuente: http://blogs.publico.es/econonuestra/2018/04/27/violacion-y-sentencia-de-aquellos-barros-estos-lodos/
----------------
Las 10 frases más impactantes de la sentencia a ‘La Manada’ No hubo violación según la Audiencia de Navarra. Los jueces consideran que la víctima de ‘La Manada’ solo sufrió un abuso sexual continuado con prevalimiento . Gran parte del país recibió con indignación ayer la sentencia que condenaba a los cinco sevillanos de este grupo de amigos a 9 años de cárcel y los absolvía del delito de agresión sexual. No aprecian violencia, pero en el texto de 371 páginas se describen episodios donde los jueces parecen describir una violación.
Consideran los magistrados que no se produjo violencia e intimidación, pero en la sentencia dan buena prueba de que la víctima mostró desasosiego, estupor, miedo y que acabó adoptando una actitud de sometimiento y pasividad.
Las frases más duras
1- “Uno de los procesados empezó a cogerle del hombre y de la cadera, la denunciante sintiéndose incómoda propuso girar a la izquierda”. En este fragmento de los hechos probados evidencia que ella intentó evitar la situación con los primeros tocamientos.
2- “Rodeada por cinco varones, de edades muy superiores y fuerte complexión (…) la denunciante se sintió impresionada y sin capacidad de reacción”. La víctima estaba cohibida ante una situación en la que estaba a la merced de cinco desconocidos.
3- (Cuando empezaron a desnudarla) “experimentó la sensación de angustia, incrementada cuando uno de los procesados acercó su mandíbula para que le hiciera una felación (…) mientras otro la cogía de la cadera y le bajaba los leggins y el tanga”. Otro de los hechos probados de la sentencia es que fueron los miembros de ‘La Manada’ los que cogieron a la chica para hacer con ella lo que querían. 4- “Se dirigían en algunas ocasiones a la cámara de grabación, jactándose de sus acciones sobre la denunciante, a quien en ningún momento se le aprecia expresión de disfrute alguno, sino de hastío e incluso dolor”. Que hubiera dolor desmonta la defensa de ‘La Manada’ que insistió en todo momento en que fue una relación consentida.
5- “La denunciante sintió un agobio y desasosiego que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad, determinándole a hacer lo que los procesados le decían que hiciera, manteniendo la mayor parte del tiempo los ojos cerrados”. Este fragmento parece describir una violación ya que detallan que el sexo se practicó en contra de su voluntad.
6- “No percibimos en dichos vídeos ningún signo que nos permita valorar bienestar, sosiego, comodidad, goce o disfrute en la situación por parte de la denunciante”. En los seis clips grabados por ‘La Manada’ no se ve un solo gesto de la víctima en el que parezca dar su aprobación.
7- “Alfonso Jesús Cabezuelo después de haberle atraído agarrándole del pelo, introduce su pene en la boca de ella, sin exteriorizar ningún signo que nos permita apreciar bienestar, sosiego, comodidad, goce o disfrute en la situación”. Por si quedaba alguna duda de que no fue consentido. 8- “En los dos últimos vídeos (la víctima) está agazapada, acorralada contra la pared por dos de los procesados. Expresó gritos que reflejan dolor (…) Las imágenes evidencian que la denunciante estaba atemorizada y sometida a la voluntad de los procesados”. Con esta descripción los magistrados muestran el horror que supuso para la joven el encuentro con ‘La Manada’.
9- “José Ángel Prenda, con su gesto manifiesta jactancia, ostentación y alarde por la actuación que está realizando con desprecio y afrenta a la dignidad de la denunciante”. El cabecilla, quien reconoció haber mantenido sexo grupal en otras ocasiones, se tomó el abuso como un divertimento.
10- “El único objetivo es buscar su propio y exclusivo placer sensual, utilizando a la denunciante como un mero objeto, con desprecio de su dignidad personal”. Aún así, ha absuelto a ‘La Manada’ del delito más grave, el de violación.
Fuente: http://www.lavanguardia.com/sucesos/20180427/443056269117/frases-sentencia-la-manada.html - Imagenes: La sentencia a los miembros de ‘La Manada’ ha provocado olas de indignación en toda España (Pablo Blazquez Dominguez / Getty) - Imagen de 'La Manada' en San Fermín (.) - Manifestación contra la sentencia del caso de la 'manada' delante del ministerio de Justicia en la calle sant bernardo en Madrid (Dani Duch)