Las críticas de mujeres, jóvenes e indígenas irrumpen en la negociación de la COP 25

Miércoles, primera hora de la tarde. Decenas de activistas se concentran en la puerta de Ifema, algunos con cacerolas, para protestar por la “inacción” de los dirigentes mundiales contra el cambio climático y su falta de compromiso para adoptar medidas ya. Gritos, golpes a las cacerolas... y no se conoce organizador, surge el rumor de llevar la protesta al pabellón 10, donde se llevan a cabo las negociaciones. No se sabe de quién parte la idea, aunque aseguran que “fue totalmente espontánea”, aseguran algunos de los participantes, personas dispares, aunque sobresalían los jóvenes de diferentes puntos del planeta, especialmente mujeres, y representantes de los colectivos indígenas.

Celeste López | Antonio Cerrillo

Y así, entraron en el recinto. Es decir, tenían la pertinente acreditación, en la mayoría de los casos, como observadores, que es ese colectivo que participa de la cumbre como espectador. Los agentes de seguridad de la ONU, primos hermanos de los policías norteamericanos (nula sonrisa y modales rudos), los expulsaron del pabellón 10, que tuvo que ser cerrado durante un largo cuarto de hora. De ahí, directamente a la calle. Ningún observador más, ni siquiera los que pertenecen a las empresas, pudo entrar ya al recinto.
Una protesta espontánea, repiten, en la que participaron colectivos de todo tipo, desde ecologistas hasta feministas, de entidades indígenas y, por supuesto, jóvenes del movimiento Fridays por Future. Los más activos, los más belicosos, los más inquietos, los más indignados.
“No están haciendo nada. No se avanza nada. Están encerrados debatiendo no se sabe el qué, con la certeza de que lo que decidan no estará a la altura de lo que se espera de ellos”, señala Amalia S., de 23 años, una de las protagonistas de la cacerolada (no tiene acreditación para entrar en la cumbre) y activa participante de la cumbre paralela, la que la sociedad civil está llevando a cabo en la Universidad Complutense. Estos fueron los organizadores de la masiva manifestación celebrada el pasado viernes en el que participó la activista sueca Greta Thunberg.
La frustración es palpable ante lo que ya consideran una cumbre fracasada, algo que los ecologistas más veteranos rebajan: “Muchos creen que en estos eventos no hay avances, pero no es cierto. Siempre los hay aunque sean pequeños. La cuestión es qué pasaría si no los hubiera, pues que no se haría nada de nada”, señalan desde Greenpeace.
Hoy mismo, los colectivos que conforman esa cumbre social han organizado otra protesta (una sentada en esta ocasión) en la entrada de Ifema, convencidos como están de que la cumbre de Madrid no ha servido (aunque aún no ha terminado) para nada. “Un fracaso más, una oportunidad menos”, señalan en la convocatoria.
Pero la realidad es que hoy por hoy las negociaciones continúan, aunque muy lentas, e incluso con interrupciones que anunciaban el bloqueo. De hecho, se da por sentado que si hay acuerdo no será hasta el sábado o incluso el domingo.
La propia ministra Teresa Ribera reconoció ayer la complicada situación en que se encuentran en estos momentos las negociaciones de la COP25. El ritmo con el que se quiere activar los futuros planes de acción climática ha abierto una gran brecha entre dos frentes de países. Dicho de otra manera, algunos representantes de países (sobre todo, de la UE) presionan para que en el 2020 los gobiernos presenten actualizaciones al alza de sus promesas o contribuciones nacionales entregadas en París. En cambio, otros (China, India…) hacen una lectura diferente del acuerdo de París e interpretan que en sentido estricto esta mayor ambición sólo es exigible a partir del proceso de revisión que se debe efectuar en el año 2023. “Algunos se escudan en algo que ha sido insuficiente para no seguir avanzando”, señaló crítica la ministra.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/natural/20191213/472197338187/cumbre-clima-madrid-negociacion.html

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