Animales humanos hablando de animales no humanos

Existen diferentes posiciones respecto a nuestra relación con los animales. Hay quienes consideran que el ser humano, dado sus atributos exclusivos de racionalidad, moralidad y dignidad, es totalmente distinto a los animales. Desde la escala zoológica definitivamente somos animales y los pretendidos atributos únicos no lo son tanto y existen en todos los animales aunque con diferencias de grado. El hecho de considerarnos animal racional busca generar un distingo que otorgue una jerarquía superior sobre los animales poco o nada racionales. Esta es la misma discusión si somos naturaleza o somos totalmente distintos a la naturaleza. Otros dirán que a veces somos naturaleza, a veces somos humanos. También hay quienes piensan que no hay naturaleza pues es un concepto elaborado por el ser humano y lo que existe es una única realidad indivisible. Todo nos lleva a la conclusión que somos naturaleza. Esta discusión no es baladí porque lo que está en juego la naturaleza de las relaciones entre los animales humanos y los animales no humanos.

Por: Rodrigo Arce Rojas

Producto de una matriz ontológica fuertemente disyuntiva como civilización occidental hemos generado la figura que los humanos somos seres especiales totalmente distintos a los animales con capacidad de dominio y señorío absoluto sobre los animales.  Bajo esta lógica los animales son considerados bienes o recursos que han sido creados para satisfacer nuestras necesidades humanas. Al considerarlos como máquinas o como cosas podemos hacer lo que nos plazca con ellos, total, desde esta perspectiva, los animales no tienen sentimientos, por último, si lo tuvieran, poco importa porque prima el interés humano.
Amparados por la ideología y lógica que los animales son inferiores entonces mantenemos sistemas de crianza industrial de animales que son realmente escandalosos y que atentan la pretendida dignidad humana. Mantenemos anacrónicos espectáculos de crueldad animal bajo el pomposo nombre de arte y lo ensalzamos como valor cultural. Intervenimos, alteramos, degradamos y contaminamos ecosistemas en nombre del desarrollo sin tener la mínima consideración por las diferentes manifestaciones de vida que se encuentran en ellos. Criamos animales silvestres como mascotas sin importarnos un ápice de cómo llegaron hasta nosotros. Encerramos animales y peces en lugares reducidos y artificiales solo para nuestro deleite y gratificación bajo el nombre de conservación de la naturaleza o incluso de educación ambiental.
Todo esto es un contrasentido, primero porque nosotros también somos animales y lo que hagamos con ellos también termina afectando nuestra propia dignidad. El carácter de nuestro trato a los animales pone en evidencia la calidad de nuestra propia humanidad. Contra los que desde diferentes ángulos pretenden reducir a los animales a la categoría de cosas, los animales tienen sintiencia, es decir capacidad de sufrir, experimentar dolor y de gozar. Esto está en función del grado de desarrollo del sistema nervioso central, aunque no podemos hacer generalizaciones porque no tenemos los suficientes conocimientos científicos para discernir. Frente a esa situación nos queda simplemente respetar toda manifestación de vida, aunque eso nos lleve en ocasiones a dilemas.  Además, los animales tienen intereses, tienen necesidad de florecimiento, es decir vivir plenamente su vida, desenvolverse en su red de relaciones.
El reconocimiento de la sintiencia animal lleva a la aparición de la compasión, que en buena cuenta quiere decir ponerse en el lugar de animal, sufrir por el sufrimiento animal. Esto a su vez nos lleva a la ampliación de la comunidad moral es decir extender la ética para con nuestros hermanos animales. Esto nos pone en mejores condiciones para entender la importancia del bienestar animal los derechos de los animales para acabar con todo tipo de especismo (discriminación por pertenencia a una especie distinta. Un mayor grado de conciencia a su vez nos llevará a proponer la liberación animal y ampliar la ciudadanía a los animales.
Para quienes todavía duden que los animales tienen conciencia, La Declaración de Cambridge (Low, 2012) reconoce que los animales no humanos tales como mamíferos, pájaros y otras criaturas como los pulpos tienen conciencia. Menciona al respecto:
“La ausencia de un neocórtex no parece prevenir que un organismo experimente estados afectivos. Evidencia convergente indica que los animales no humanos poseen los substratos neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de estados conscientes, así como la capacidad de exhibir comportamientos deliberados”
La historia de la domesticación es la narrativa del dominio del ser humano sobre la naturaleza aunque esto nos ha llevado a dos caminos. De un lado la cercanía a los animales ha generado afecto hasta llegar a verdaderas manifestaciones de mutuo amor entre los humanos y los animales y de otro lado la total dependencia animal hacia el humano. La calidad de atención se traducirá en animales bien tratados o mal tratados, incluso descuidados y abandonados.
Pero es en el terreno de los animales en factorías donde se manifiesta con toda su crudeza el trato inhumano hacia los animales. Ignorar esta realidad no resuelve el problema y esta situación pone en seria duda nuestro apellido sapiens. La crisis civilizatoria no solo se manifiesta en el daño que le estamos causando al planeta y la sociedad sino también en el mantenimiento de situaciones de oprobio de otras especies diferentes a la nuestra, olvidando que todos, animales humanos y no humanos, somos parte de una gran familia universal.

Referencia bibliográfica: P. Low, Declaración de Cambridge sobre Conciencia, Cambridge, 2012, editado por J. Panksepp, D. Reiss, D. Edelman, B. Van Swinderen, P. Low y C. Koch (Universidad de Cambridge, Cambridge, 2012). - Imagenes: Noah's-Ark.org

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