Los orangutanes pagan un precio excesivo por el aceite de palma mundial

En 2018, se hizo viral en los medios de comunicación internacionales el vídeo de un orangután luchando contra una excavadora que estaba devastando la selva de Borneo. Unos meses después, Islandia prohibió un anuncio animado contra el aceite de palma que presentaba a un orangután huérfano y perdido que se colaba en una casa humana. En 2019, Noruega presionó a Indonesia, el mayor productor y exportador de aceite de palma del mundo, para que adoptara prácticas agrícolas más sostenibles reduciendo las importaciones de aceite de palma, pero no lo prohibió. A excepción de Noruega, el mundo se ha mantenido relativamente callado o totalmente desinformado sobre la crisis medioambiental creciente y la violación de varios derechos de los animales que sufre Indonesia.

Alaine Johnson

En el sudeste asiático, la deforestación y la destrucción de hábitats no dejan de crecer, y la causa principal es la producción del aceite de palma. Solo esta región produce el 87% del aceite de palma del mundo, que puede encontrarse en los aperitivos. Las 18 millones de hectáreas de plantaciones en Borneo han destruido más de la mitad de los bosques tropicales de la isla, dejando a la fauna —y, en especial, a los orangutanes— en una situación de vulnerabilidad ante el abuso y la muerte.
Las selvas de Indonesia se enfrentan a presiones complejas y variopintas. La producción de aceite de palma junto con el desarrollo de proyectos hidroeléctricos y el desarrollo de infraestructuras están llevando a la pérdida de hábitats. Para frenar la deforestación mundial, las Naciones Unidas, en 2015, dedicaron el Objetivo 15 de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible a la “vida en la tierra”. Los objetivos nacionales para la conservación en Indonesia se centran en aumentar la biodiversidad y detener el tráfico ilegal de animales para 2020. Según entramos en 2020, aún queda por hacer una considerable cantidad de trabajo. Una cláusula del Objetivo de Desarrollo Sostenible 15 pide explícitamente a todos los países “adoptar medidas urgentes y significativas para reducir la degradación de los hábitats naturales, detener la pérdida de biodiversidad y, de aquí a 2020, proteger las especies amenazadas y evitar su extinción”.
En el sudeste asiático, la deforestación y la destrucción de hábitats no dejan de crecer, y la causa principal es la producción del aceite de palma: esta región produce el 87% de este producto
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza clasificó a los orangutanes de Borneo como especie en peligro crítico de extinción en 2016. Y a pesar de los reglamentos de protección vigentes desde 1985, se siguen cazando orangutanes en las plantaciones de palma aceitera como si fueran invasores. Se estima que, a día de hoy, en Borneo quedan 104.700 orangutanes de los 230.000 que había en 2007.
En los últimos 20 años, los productores de aceite de palma han reducido el hábitat de los orangutanes en Indonesia y Malasia en más de un 80%. La práctica de tala y quema para crear plantaciones resulta en el fenómeno peligroso y tóxico de la contaminación atmosférica transfronteriza, que contamina el aire procedente de la quema de bosques en Indonesia y Malasia en las épocas en que se realiza la tala y quema y que cruza fronteras y afecta hasta a seis países en el sudeste asiático. En 2015, el Banco Mundial informó de niveles de niebla tóxica por encima de los 1000 según el Pollutant Standard Index [un índice de contaminación atmosférica] en los pueblos indonesios cercanos a las zonas de tala y quema. Todo lo que sobrepase los 300 se considera peligroso para la vida humana y animal.
Los bosques de Indonesia se han visto mermados por la producción de aceite de palma a un ritmo alarmante. Solo en 2015, los productores de aceite de palma de la selva indonesia quemaron un área de bosques 26 veces mayor a la que destruyeron los incendios de California en noviembre de 2018.
En 2015, el Banco Mundial informó de niveles de niebla tóxica por encima de los 1000 en los pueblos indonesios cercanos a las zonas de tala y quema, cuando todo lo que sobrepase los 300 se considera peligroso para la vida humana y animal
Un estrecho angosto separa Indonesia de Singapur, mi hogar. Como esa niebla tóxica que producen las quemas no respeta las fronteras internacionales, los centros educativos e instituciones de Singapur empezaron a distribuir máscaras respiratorias en 2015. En septiembre y octubre de este pasado año, la contaminación del aire era tan densa que con solo salir a la calle, te lloraban los ojos y te abrasaba la garganta. Empecé a pensar qué estaría pasando al otro lado del agua, donde arden los bosques, si en Singapur teníamos una niebla tóxica tan asfixiante. Para descubrir por qué arden los bosques indonesios año tras año y por qué se sigue matando a una especie en peligro de extinción, me embarqué en una investigación periodística que iba a durar varios meses para hablar directamente con los conservacionistas indonesios.
Junto a los límites en retroceso de las selvas demarcadas de Indonesia
El Centro para la Protección del Orangután (COP por sus siglas en inglés), ubicado en Yakarta, Indonesia, trabaja en primera línea en la lucha contra la destrucción de hábitats en Borneo, rescatando y poniendo en libertad orangutanes y protestando activamente contra las empresas de aceite de palma. El COP, uno de los grupos activistas más persistentes de Indonesia, se infiltró en la Mesa redonda sobre el aceite de palma sostenible celebrada en Medan, Sumatra, irrumpiendo en la reunión vestidos como orangutanes. En los 20 minutos que tardó la policía en desalojar a los activistas, consiguieron entrar en el congreso y desfilar con una pancarta en la que animaban a los allí presentes a boicotear a las empresas productoras de aceite de palma representadas en el encuentro. Paulinus Kristianto, de Kalimantan, Borneo, es el líder de la campaña para la preservación de los hábitats del COP. La deforestación es un asunto personal para Kristianto, indígena dayak. Kristianto, camarógrafo de profesión, documenta lo que está pasando en Kalimantan para educar al pueblo dayak y al mundo.
Los dayacos comparten la selva con los orangutanes y saben muy bien que sus destinos están unidos. “Veo que las tribus dayak, que son mi familia, pierden la selva y no podemos hacer nada. Intentamos luchar y las empresas nos mandan a la cárcel”, le dijo Kristianto a Truthout. “Así que tengo que ir a luchar. Me sale del corazón. Tengo que demostrarle a la gente que lo que está pasando no está bien”.
Los dayak están siendo testigos del fin de su forma de vida. Las culturas indígenas de Borneo se ven amenazadas por el triplete que conforman la extracción de aceite de palma, el desarrollo hidroeléctrico y la tala comercial. Kristianto asume el riesgo y el sacrificio que conllevan su profesión de camarógrafo y el activismo. Cuenta que, en su recorrido ecologista: “El primer año decía que era una aventura; el segundo, que era mi trabajo; el tercero, que es mi vida. Cuando miras a un orangután a los ojos, ya no hay marcha atrás”.
El COP envió a Kristianto a Kalimantan Central en 2015 para salvar animales amenazados por los fuegos activos producidos por la tala y quema en las plantaciones de palma aceitera. El fuego descontrolado se extendía por Borneo, incluyendo Kalimantan Occidental, que es donde vive Kristianto. “Mi casa estaba en la zona de turba. Yo estaba en Kalimantan Central intentando detener el fuego, pero no pude llegar a casa”, contó Kristianto a Truthout. “En el mismo momento en que estaba allí, en medio del fuego, mi abuelo me llamó y me dijo: ‘Linus, tu casa se está quemando. Pero no pasa nada, toda la familia está bien. No te preocupes por nada, yo voy a luchar aquí contra el fuego’. Me dijo que íbamos a reconstruir la casa. Me quedé sin batería y, por la noche, por fin volví al pueblo y cargué el teléfono. Tenía un mensaje de texto de mi madre que decía que mi abuelo había muerto [en el incendio] tan solo dos horas después de llamarme”.
Cuando Kristianto llegó a casa días después, en el lugar en que estaba su casa solo quedaban cenizas. Prometió que dejaría su trabajo como conservacionista para estar con su familia, pero los miembros de la familia que habían sobrevivido y sus colegas le instaron a que no permitiera que la muerte de su abuelo fuera en vano.
Kristianto sigue luchando contra la destrucción de los hábitats a causa de las plantaciones de palma aceitera que invaden el bosque tropical e investigando los crímenes contra la fauna. En palabras del activista: “Somos como los bomberos. Si hay un problema, allá vamos. No conozco bien los datos sobre la cantidad de orangutanes que hay en la selva. Pero puedo decirte cuántos han muerto en ella”.
Los defensores de la producción de aceite de palma citan frecuentemente un estudio que culpa a los dayak, publicado en 2011 con ayuda del Ministerio indonesio, para justificar sus actividades destructivas
Los dayak están comprometidos con la protección de sus bosques y, por extensión, de sus propias comunidades. Circula un estudio engañoso que afirma que el descenso de la población de orangutanes se debe a que los dayak los cazan. Los defensores de la producción de aceite de palma citan frecuentemente este estudio obsoleto, publicado en 2011 con ayuda del Ministerio de Medioambiente y Bosques indonesio, para justificar sus actividades destructivas. El estudio, que recoge unas cifras de asesinatos de orangutanes a manos de los dayak más altas de las esperadas, no se corresponde con las experiencias vividas por Kristanto. “En los siete años que llevo trabajando como ecologista, nunca he visto que la caza de los pueblos indígenas provoque la muerte de ningún orangután”, afirma. “Los habitantes locales no están provocando el repunte de mutilaciones y asesinatos de orangutanes”. Según Kristanto, son las empresas de aceite de palma las que matan a los orangutanes para proteger su propiedad privada comercial de las “plagas agropecuarias”.
El aceite de palma cuesta un brazo y una pierna, literalmente
Para minimizar el daño que los orangutanes infligen a sus cosechas, algunos productores de aceite de palma ofrecen recompensas por ellos. Como las plantaciones no dejan de ganarle terreno a los hábitats de los orangutanes, destruyendo así sus fuentes de frutas silvestres, los primates se comen el fruto de la palma para sobrevivir. Durante la última década, las empresas han ofrecido recompensas de hasta 100 dólares a los habitantes de la zona y a los trabajadores por un pie, una mano o la cabeza de un orangután como prueba de que han matado al animal.
Según la ley indonesia, es ilegal matar especies que estén en peligro de extinción, como es el caso de los orangutanes, bajo pena de cinco años de cárcel y multa de 7400 dólares. A pesar de que han detenido a varios individuos, el sistema legal indonesio nunca ha dictado una sentencia completa proporcional al delito. Solo se ha dado un caso destacable, el de una empresa de aceite de palma malasia que llegó a juicio en 2013. La empresa fue declarada culpable de pagar a dos de sus trabajadores para que mataran orangutanes. El jefe de la plantación y dos trabajadores fueron condenados. A pesar de la campaña del COP durante el juicio en la que se pedía una sentencia completa, el jefe y los dos trabajadores pasaron ocho meses en prisión y la multa no llegó ni a un tercio de la sanción máxima establecida en la Ley para la Conservación de la Biodiversidad y los Ecosistemas de 1990.
A pesar de que han detenido a varios individuos por matar orangutanes, el sistema legal indonesio nunca ha dictado una sentencia completa proporcional al delito
Kristianto realizó la autopsia del orangután encontrado en 2018 con 130 balas alojadas en el cuerpo. Determinó que el orangután recibió los disparos a corta distancia y que estuvo agonizando tres días por las heridas antes de morir. La policía encontró al orangután junto a la plantación que acababa de abrir PT Wana Sawit Subur Lestari. Detuvieron al responsable, pero solo se le condenó a siete meses de prisión.
En 2018, el Gobierno federal de Indonesia emitió una moratoria sobre la apertura de nuevas plantaciones de palma aceitera. Sin embargo, los gobiernos locales que ignoran la moratoria y siguen permitiendo que se establezcan nuevas plantaciones no se enfrentan a ninguna consecuencia por parte del Gobierno federal. Las productoras de aceite de palma que ya tienen permisos locales siguen pudiendo abrir nuevas plantaciones. Abetnego Tarigan, el antiguo director ejecutivo del Indonesian Forum for the Environment (el Foro indonesio por el medioambiente) y asesor principal del presidente de Indonesia, tiene un punto de vista particular sobre la apuesta del Gobierno por el aceite de palma. “La estrategia para mantener la posición de Indonesia en el sector del aceite de palma pasa por mejorar la productividad”, declaró Tarigan a Truthout. “Así que la moratoria es, en realidad, una forma de mejorar el sector del aceite de palma incrementando la productividad”. Según Tarigan, el Gobierno federal está incentivando a los productores de aceite de palma para que hagan hincapié en prácticas de agricultura regenerativa para expandir la producción en vez de continuar destruyendo la selva virgen.
Tarigan está de acuerdo en que la moratoria del Gobierno federal sobre las nuevas plantaciones no es suficiente en sí misma para frenar la deforestación que causa el aceite de palma y dice que es muy urgente hacer un examen más severo de las licencias de explotación. “Todo el mundo sabe que se conceden muchas licencias que no están respaldadas por una evaluación de impacto ambiental o de riesgo de catástrofes gracias a los sobornos”, dice.
El aceite de palma superó al petróleo y al gas como elemento principal del producto interior bruto de Indonesia en 2016
Según el Banco Mundial, la industria agrícola da trabajo a, aproximadamente, el 30% de los trabajadores indonesios. El aceite de palma y la industria papelera son los principales representantes del sector. El aceite de palma superó al petróleo y al gas como elemento principal del producto interior bruto de Indonesia en 2016. Y ni siquiera Kristianto, que conoce de primera mano la devastación que causa el aceite de palma, dice estar en contra de este. “Aún necesitamos el aceite de palma en Kalimantan”, dice. “Hay muchos lugares que están aislados y las empresas de aceite de palma crean infraestructuras”.
Jamartin Sihite, director de la Fundación para la Supervivencia del Orangután de Borneo (BOSF por sus siglas en inglés), pone sobre la mesa todos los aspectos del desarrollo humano. “No puedes hablar de conservación con quienes pasan hambre. La gente necesita una forma alternativa de ganarse la vida. Es muy complicado reducir la pobreza, rescatar y poner en libertad animales, controlar y combatir el fuego”, dijo Sihite.
En 2011, BOSF no podía liberar un solo orangután rescatado porque no se disponía de suficientes hábitats apropiados y seguros. Sihite le contó a Truthout que, tras presionar sin éxito al Gobierno federal de Indonesia para que protegiera más zonas de selva y facilitar así la puesta en libertad de los orangutanes rescatados, BOSF se dirigió a los gobiernos locales. BOSF y el Gobierno local de Kalimantan llegaron a un acuerdo que permitía a la fundación comprar licencias de empresas madereras (válidas durante 60 años) y pagar los impuestos por la propiedad de terrenos adecuados para la puesta en libertad de orangutanes. La fundación ya tiene 557 orangutanes en centros de rescate y rehabilitación distribuidos en Kalimantan.
La conservación significa reconstruir los bosques, no jaulas
Los orangutanes que han tenido la suerte de ser rescatados de la destrucción de sus hábitats y protegidos de los cazadores no tienen garantizado su regreso a la selva. El Centro para el Rescate de la Fauna (WRC por sus siglas en inglés) en Yogyakarta (también conocida como Jogja), Java, Indonesia, apoya el programa del COP para la rehabilitación y puesta en libertad de orangutanes. El WRC se ocupa de orangutanes, macacos, osos malayos, gibones, águilas, monos, casuarios y otros muchos animales más que han sido rescatados del mercado negro o de la caza furtiva.
Sin embargo, la conservación de los hábitats no siempre acaba con la completa rehabilitación y puesta en libertad de los animales rescatados. Muchos de los orangutanes y otros animales del WRC son demasiado mayores para devolverlos a la selva y tienen que permanecer en cautividad como residentes permanentes.
Muchos de los orangutanes y otros animales del WRC son demasiado mayores para devolverlos a la selva y tienen que permanecer en cautividad
El hábitat para la puesta en libertad de animales rehabilitados es escaso. “En estos momentos, es difícil encontrar un hábitat para poner en libertad a los animales”, ha declarado Ignatius Prasetyadi, coordinador voluntario del WRC. “Por ejemplo, muchos de los parques nacionales [de Indonesia] están ya llenos de águilas, y las águilas son territoriales, por lo que casi no podemos poner en libertad a ninguna más. Los bosques están desbordados y los centros de conservación están al máximo de su capacidad. La solución no es crear más jaulas, sino construir recintos cerrados, santuarios y minibosques”.
Sihite, director de la BOSF, quiere que los orangutanes vuelvan a los árboles, a trepar en su entorno natural. “Ve a los centros de rehabilitación y mira a los grandes orangutanes que llevan 15 años en una jaula. Míralos a los ojos. Están vacíos. No hay esperanza, son como almas perdidas. Trabajo mucho, pero no por sus ojos, sino para que salgan de las jaulas”, ha dicho Sihite.
Aunque los cazarrecompensas no maten a los orangutanes, siguen siendo una fuente lucrativa de ingresos para los cazadores furtivos. Muchos de los orangutanes que están en rehabilitación han tenido unas vidas traumáticas como mascotas o en circos. El horripilante caso de Pony, en 2003, retenida como esclava sexual en una plantación de aceite de palma, demuestra que esos abusos llevan produciéndose durante mucho tiempo.
Según el público mundial va tomando consciencia del problema de la deforestación y el mercado negro de animales salvajes, los métodos de los cazadores furtivos se van sofisticando
Y según el público mundial va tomando consciencia del problema de la deforestación y el mercado negro de animales salvajes, los métodos de los cazadores furtivos se van sofisticando. Rosalia Setiawati, directora de WRC Yakarta, conoce bien las artimañas que utilizan los comerciantes ilegales, entre los que se incluyen sistemas de códigos de tonos de llamada y teléfonos prepago, para ir un paso por delante de la ley. Mientras exista demanda mundial de aceite de palma y animales exóticos, lo más probable es que los cazadores furtivos sigan anulando cualquier progreso real para conseguir los objetivos de conservación de la fauna.
La deforestación pone en peligro a los orangutanes, pero también afecta a otras especiales animales y vegetales que no reciben tanta (o ninguna) atención mediática. “Con la pérdida de orangutanes, perdemos 40 tipos de plantas que crecen en sus sistemas digestivos”, explica Setiawati. Sihite está de acuerdo y llama a los orangutanes “los jardineros del bosque”.
No basta con boicotear el aceite de palma
Cada día dedicado a boicotear el aceite de palma no deja de ser un día en el que 25 orangutanes mueren asesinados en el mundo por la destrucción de sus hábitats. Las grandes empresas productoras, ya sea obligadas por los Gobiernos o no, tienen que acabar con las fuentes no sostenibles de aceite de palma de sus cadenas de suministro para salvar a los orangutanes. Todos los países importadores de aceite de palma tienen que prohibir esta mercancía omnipresente como primer paso para rehabilitar los bosques damnificados, conservar la fauna y acabar con las muertes de los orangutanes.
Hace más de una década, en el Reino Unido, Amigos de la Tierra hizo campaña contra el aceite de palma durante un año. Los activistas protestaban frente a las entradas de las tiendas para presionar a Tesco y a los principales minoristas para que desarrollaran un plan marco que certificara la producción de aceite de palma sostenible como tal. Crear esta distinción en el mercado es dar otro paso al frente para que el consumidor sea consciente de los peligros de la producción de aceite de palma no regenerativa.
Kristianto estaría muy contento de quedarse sin trabajo si las productoras de aceite de palma cambiaran radicalmente sus prácticas y le dieran prioridad a la conservación de la fauna. “La conservación no va de cuántos orangutanes rescatamos”, dice. “Va de cuánta gente se preocupa por ellos. La conservación tiene éxito cuando puedes dejar de rescatarlos”.
Es esencial que se creen alianzas entre entidades gubernamentales, miembros de la industria y grupos de conservación para salvar al orangután
El imperativo de salvar a los orangutanes pone en una situación difícil al Gobierno de Indonesia, que intenta equilibrar un desarrollo económico frenético con la necesidad urgente de conservar las especies y los hábitats. Y es esencial que se creen alianzas entre entidades gubernamentales, miembros de la industria y grupos de conservación para salvar al orangután, que es la joya nacional de Indonesia, y a cientos de especies de animales y plantas amenazados por la pérdida de hábitats.
Sihite hace una analogía sobre la necesidad urgente de cooperar: “Todo el mundo tiene un papel. Nadie es más importante que nadie. Pero a veces, no se trata de recursos, sino de voluntad. Trabajamos juntos, como una orquesta. ¿Se puede decir que el violín es mejor que el piano? El piano es más caro, pero en la orquesta, todos tienen que desempeñar la misma función para que una sinfonía suene bien”.
¿Y si el piano no cumple con su cometido? Los orangutanes aún no se han beneficiado de la armonía de un esfuerzo de conservación de alcance nacional que proteja una especie que desaparece con tanta rapidez.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/aceite-de-palma/orangutanes-pagan-precio-excesivo-aceite-palma-mundial - Imagen de portada: Orang-hutan significa "gente del bosque" en el idioma indonesio. Fotografía de Jack Cain | Fuente: Truthout

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