La gran quimera del crecimiento oligárquico
Respondiendo a un artículo que pretende destruir la idea del movimiento decrecentista, enalteciendo el crecimiento tecnócrata sin límites (como si eso fuera posible en un mundo finito) Julio García Camarero, doctor en Geografía por la Universidad de Valencia, ingeniero técnico forestal y miembro fundador de la primera asociación ecologista de Valencia, se encarga de explicar que "el decrecimiento" es algo de lo que nos tenemos que ocupar en la actualidad, porque una vez que haya llegado el inevitable colapso, habrá que plantear una sociedad no regida necesariamente por el índice del PBI, sino por una una producción localista, donde no exista ni una sola multinacional…
Un artículo de Andrew McAfee publicado en Wired, titulado “Por qué el decrecimiento es la peor idea del planeta” nos viene a decir con “toda certeza” que: “Las teorías del decrecimiento chocan con un problema: desde un punto de vista estrictamente económico, las evidencias demuestran que los países que mejor están afrontando la emergencia climática no son aquellos que crecen menos o que no crecen, sino aquellos que a través de la tecnología y la innovación, consiguen mayores niveles de eficiencia, es decir, logran producir más con menos, o producir de manera más respetuosa, como lo hacen muchas industrias, cuya eficiencia ha mejorado lo suficiente en las últimas décadas como para conseguir una producción mayor con menores inputs y con menor impacto ambiental (…) La agricultura produce hoy más cosechas en menos espacio y con menos fertilizantes cada vez con menor impacto sobre el medio ambiente gracias a la tecnología”
No recuerdo haber leído falacia mayor. Es la clásica mentira neoliberal, o en el mejor de los casos, una gran quimera neoliberal. Decir que los países del Primer Mundo, es decir aquellos que tienen tecnología más eficiente, son los que mejor están afrontando la emergencia climática es una entelequia, porque mejoran su calidad medio ambiental por cuatro factores:
En primer lugar, tienen mejoras ambientales gracias a que tienen la riqueza suficiente para poder poner depuradoras de aguas residuales y porque colocan las industrias más contaminantes de su propiedad en países del tercer mundo a los que llaman de poco crecimiento. Y pueden tener mejora para el Cambio Climático en sentido localista gracias, precisamente, a la deslocalización de sus factorías más contaminantes en países del tercer mundo.
En segundo lugar esta riqueza que les permite conseguir esta mejora ambiental la obtienen gracias al expolio al que están sometiendo a los países con grandes recursos naturales del Sur, a los cuales continuamente están continuamente empobreciendo.
En tercer lugar en algunos países superdegradados del tercer mundo tienen unas pésimas condiciones climáticas y medio-ambientales, precisamente, porque en ellos se han establecido todas las fábricas superdegradantes que son propiedad de las “empresas modelo” del primer mundo. Y crecen menos porque están cada vez más empobrecidos por las multinacionales supereficientes del primer mundo.
En cuarto lugar, por otra parte, idealizar la agricultura industrial de las grandes corporaciones agroalimentarias es una gran falsedad. Todos, o al menos muchos, sabemos como producen estas enormes corporaciones agroalimentarias globales, y lo hacen a base de bajar los precios de los productos alimentarios por el método del dumping que aniquila la soberanía alimentaria de esos países que les es imposible crecer, y que tanto desprecia el señor Mc Afee. También crecen mucho estas megas corporaciones a base de aplicar insumos (fertilizantes y pesticidas) casi todos derivados del petróleo, (que se encuentra en vías de extinción); insumos que son agro-tóxicos y que agotan los suelos envenenándolos.
Además, plantear este crecimiento indefinido, uniformante y acelerado se logra gracias a la “eficiencia de la tecnología” no se si es algo completamente ingenuo o una propuesta de mentes enfermas que solo conciben la máxima capitalista como la que muestra el ROTO quien dice que para los crecentistas oligárquicos:
“todo lo que no es mercado y crecimiento es superstición”. No se si se trata de una oligarquía ingenua o loca, pero lo que si es seguro es que plantear el “crecimiento sostenible” es una quimera imposible (una auténtica “superstición fundamentalista”), porque no se puede crecer indefinidamente a partir de unos recursos no renovables, que ya están dando muestras evidentes de agotamiento final. La tecnología eficiente lo más que puede lograr (si queremos solo aumentar la acumulación oligárquica) es retrasar un par de lustros el agotamiento final de recursos.
Finalmente McAfee sostiene y nos quiere convencer diciéndonos: “Alcanzar más eficiencia, es precisamente uno de los elementos en los que se basa el progreso. Para salvar el planeta no tenemos que retroceder, tenemos que avanzar, y en muchos casos, que corregir algunos de los elementos” (…) “La solución no está en no crecer o en crecer menos, sino en crecer mejor, en reinterpretar el capitalismo”.
De disparate en disparate. Es imposible reinventar un Capitalismo, porque sabemos que el único fundamento inamovible del capitalino es el crecimiento oligárquico indefinido, generador de cada vez más brecha social, sucediendo además que este crecimiento de élite se obtiene, precisamente, desde el decrecimiento infeliz del 99% y de expolio profundo del Tercer Mundo.
Y el decrecimiento es inevitable porque el agotamiento final de los recursos no renovables es cada vez más evidente, sólo basta poner el caso de los combustibles fósiles que ya han pasado su pico del petróleo o pico de Hubbert.
También, hay que recordar que los crecentistas incluso los que se autodenominan de “izquierda y ecologistas” se les llena la boca de la expresión “austericidio”, palabra que según ellos quiere decir no se puede practicar la austeridad, que no se puede dejar de ser consumistas, que no hay que terminar con el consumismo-productivismo, con el neoliberalismo global, para que este no deje de funcionar. Pero no se empeñen en defender la quimera imposible del crecimiento, que es lo mismo que defender el capitalismo, porque los recursos planetarios ya se están haciendo escasos, y por ende queramos y no queramos, inevitablemente, vamos a decrecer, de hecho ya estamos decreciendo, según hemos mostrado con el caso del pico de Hubbert.
Ya en casi todos los países llevan muchos meses con el PIB en decrecimiento, es decir están en recesión y con una pandemia que profundizará más este decrecimiento infeliz.
a. De forma violenta aumentando cada vez más la brecha social y con menos austeridad para sólo un 1% oligárquico y simultáneamente con más hambre, más pandemia y más muerte para el 99% y más Cambio Climático.
b. De forma solidaria en un planeta en que todos sin excepción practiquen la austeridad (y si hablamos con propiedad no practiquen el austericidio), el apoyo mutuo, los bienes relacionales, la armonía con la naturaleza, etc. Pero es indispensable que sea austeridad para todos, incluido el 1% oligárquico. No hay que ver la austeridad como una desgracia “austericida”. Economía y austeridad deben ser palabras sinónimas. Esta austeridad debe imitar a la de la naturaleza, en la que no hay ni una gota de despilfarro, en ella todo se mesura y se recicla.
Hay quien pregunta que si ¿eso del decrecimiento también tiene que ver con el decrecimiento demográfico? Por supuesto que si que hay que pensar que hay reducir la población humana planetaria, pero no a base de una política criminal, la necro-política o el eco-fascismo, que se basan en el exterminio de miles de millones de persona a base de, guerras inacabables, hambrunas, pandemias que se extienden por toda la faz de la Tierra. Estas últimas tan del gusto de los negacionistas de pandemias, que suelen coincidir con los negacionistas del Cambio Climático y del colapso que ya está aquí. Por eso Trump ha declarado hace poco, en plena campaña electoral, eso de que: “El covi19 es una bendición del cielo”. Creo que lo decía desde su visión necropolítica exterminadora. Sobre todo porque mata casi sólo a los débiles como los ancianos y a los pobres.
También Bolsonaro está entusiasmado con la bendición de su amigo el covid-19, porque entre los incendios de su selva y el covid-19 todos los indios amazónicos quedarán exterminados y con ello Brasil ya se pondrá al nivel de de “América” (como si Brasil no fuera América) sin un solo indio sobre su territorio, un gran síntoma de progreso.
Pues no, la reducción demografía puede y debe hacerse de forma civilizada, a base de un control voluntario y consciente de la natalidad. En ello tendrá mucho que decir y practicar el feminismo que tendrá que reivindicar que a las mujeres el macho no las trate como verdaderas conejas muy reproductivas. Así es como pasaba, al menos en el siglo XIX y la primera mitad de siglo XX, en Occidente, y aún sigue pasando en algunos países del Planeta.
Por otra parte, la eficiencia tecnológica no implica, ni se traduce, en absoluto, en sucesivas mejoras en resultados globales en cuanto a mejoras ambiénteles, pues pese a estas mejoras de eficiencia tecnológica, no paran de crecer, paralelamente y de continuo el calentamiento planetario, el derretimiento de los casquetes polares, el aumento del CO2 y el CH4, la aparición de islas de plástico de tamaño de continentes, la desertificación, etc. Y esto no cesará hasta que no consigamos vencer la mayor pandemia que existe el capitalismo en su estado superior actual: EL NEOLIBERALISMO GLOBAL.
Aunque el decrecimiento, solo es algo de lo que nos tenemos que ocupar en la actualidad, porque una vez que el decrecimiento inevitable haya llegado al fondo del colapso; entonces lo que habrá que trabajar, durante mucho tiempo, será en el “post-crecimiento”; pues el decrecimiento más que como objetivo, de reducir el PIB, tendrá como finalidad última será abandonar por completo el PIB como indicador de bienestar de una sociedad. Abandonar el crecimiento oligárquico, para plantear una sociedad no regida necesariamente por el índice PIB, sino por una distribución equitativa labores y de necesidades y de distribución de bienes y servicios, en una producción localista, donde no exista ni una sola multinacional…
Fuentes: Rebelión