México / El Limón: Municipio agroecológico, desde las bases
En la costa sur de Jalisco, México, un grupo de productorxs regionales sustentables consiguió, a través de diversas actividades productivas y educativas, que El Limón se declarase como el primer Municipio Agroecológico del estado. Rodolfo González Figueroa es parte de una de las cuatro familias campesinas que, desde hace veinte años, trabajan bajo el nombre de Productores Orgánicos del ejido La Ciénaga. Desde allí, nos cuenta la historia de organización de este enclave agroecológico que resiste, produciendo y reproduciendo la historia ancestral del maíz y de la tierra.
Por Nicolás Esperante
A comienzos de 1996, con la introducción de la soja transgénica en Argentina, se abrió la puerta al empleo masivo de agrotóxicos en los países del sur latinoamericano (proceso que detalla el Atlas del agronegocio transgénico en el Cono Sur). En México, para ese entonces, el agronegocio llevaba ya casi ocho años promoviendo el paquete tecnológico que sistematiza las formas de producción (riego, uso de agrotóxicos, disposición de los suelos, etc) según el paradigma productivista enraizado en la llamada Revolución Verde. Un paquete tecnológico del que, para finales de la década, eran dependientes cada vez más productorxs campesinxs. Rodolfo narra cómo fue la reacción ante esa creciente dependencia: “Comenzamos a retomar la agricultura que se hacía antes de los noventa, pero ya incorporando técnicas agroecológicas más específicas y la elaboración de insumos orgánicos. Y enseguida vino la parte de difusión, capacitación, talleres, parcelas demostrativas, intercambio de experiencias… incluso encuentros campesinos estatales de aquí de Jalisco. Y a lo largo de estos veinte años hemos ido desarrollando una agricultura más libre de insumos químicos, recuperando variedades de semillas nativas, asociando cada vez más cultivos, dándole el valor que merece la vida silvestre, la fauna, la flora. Esto ha ido caminando poco a poco en estas dos décadas, de modo que cada vez son más campesinos que trabajan en este modelo y que enfocan su visión hacia algo más integral”.
La producción no es el único eje en el que se centra la actividad del grupo, que entiende la importancia de involucrarse en toda la cadena de los alimentos, desde la semilla hasta el consumo del producto. “El objetivo principal es comer sano. Esta autonomía alimentaria, esta parte de la soberanía para que la familia consuma alimentos de calidad producidos por nosotros mismos. A la hora que queramos, como queramos y como lo sintamos, recuperando también la memoria y mucho, mucho la autonomía. En la parte de la comercialización también hemos incidido, pues. Ya hace algo así como cerca de quince años se empezó a crear un espacio de comercialización de la Universidad de Guadalajara, en un centro universitario aquí en una ciudad cercana, en donde cada viernes ofrecen los productos del excedente de nuestras parcelas agroecológicas, y además se practica el intercambio”. Ese espacio de comercialización fue creciendo y aglutinando cada vez más productorxs, artesanxs y consumidorxs que se reúnen en el tianguis, el mercado abierto que la comunidad organiza dentro del espacio de la universidad, donde no solo es puesta en práctica la comercialización de alimentos, sino que también entra en juego la articulación social y el intercambio de experiencias. “Ahí confluye gente que hace jabones artesanales, gente que produce carne agroecológica, hortalizas, lácteos y sus derivados. Entonces quienes no estamos en el tema de elaboración de productos de higiene personal, por ejemplo, pues ahí hay compañeros que están dispuestos a compartir talleres, y viceversa: quienes no lo saben al tema de producción de insumos orgánicos, técnicas de conservación y regeneración de suelos, tienen ahí mismo los talleres. Esa parte ha sido muy interesante”. Existe también una cooperativa de mujeres que, desde hace diecisiete años, transforman el maíz y lo comercializan de manera artesanal y local, cerrando así un círculo del maíz local criollo y nativo que se produce en la misma región donde las compañeras lo transforman y lo comercializan. “Lo transforman en tortilla, en sopes, totopos, galletas, además de que aprovechan los productos locales, los frutos silvestres de temporada para elaborar conservas: mermeladas, ponches; hacen también comida como pozole… esa parte es interesante y ese grupo de mujeres, llamadas ‘las comadres’, es para nosotros todo un estandarte de éxito, porque pues han recuperado un poco la gastronomía desde el fogón y recuperado el empoderamiento femenino con la independencia económica de las mujeres”.
Las articulaciones del grupo con otros espacios son frecuentes y variadas, organizando encuentros y participando en ciclos formativos y de intercambio con diferentes organizaciones, como la Escuela Campesina, la Red Nacional en Defensa del Maíz, la Red de Alternativas Sustentables Agropecuarias de Jalisco (RASA), la Plataforma de Jóvenes ante el Desastre y la Emergencia Nacional, así como con estudiantes y tesistas que se interesaron en hacer sus investigaciones sobre estos procesos a nivel local. “El vínculo con la Red Nacional en Defensa del Maíz ha sido algo tremendamente fortalecedor, porque ese espacio no solo nos ha hecho vínculos con más personas, amigos, gente que está haciendo defensa de su territorio y de su vida campesina; sino que también ha sido para nosotros como un espacio formativo políticamente, en el sentido de que en esa red no sólo hay organizaciones campesinas sino también indígenas, académicas, de periodistas, de investigadores independientes. Entonces es interesante que cada vez que hay una asamblea, no sólo va cada uno a contar su testimonio, sino que también van compañeros investigadores y nos cuentan sus hallazgos, su perspectiva -desde la ciencia, desde la investigación, desde la parte estratégica geopolítica, etcétera-, cómo vienen los golpes hacia la vida campesina, cómo esquivarlos, cuáles son nuestras defensas, cómo seguir resistiendo y promoviendo este modo de vida, en apego y armonía con la Madre Tierra. Y esto es intercambio de saberes, pero también de alimentos o de bienes, como son las semillas; también en estos espacios nosotros nos hemos provisto de semillas nativas de otras regiones. Entonces el espacio de las redes es eso: una forma de fortalecer la lucha, dar más argumentos prácticos, políticos y hasta científicos para seguir defendiendo la vida campesina, las semillas y el maíz”.
El municipio de El Limón sigue siendo el más rural y campesino de la zona. Esto les da la ventaja, ante otros de la región, de haber tenido cierta reticencia a la entrada de las prácticas industriales a gran escala. Cuenta con diversas experiencias de sistemas agroecológicos, y sigue habiendo agricultura a pequeña escala y diversidad de la producción: aun a pesar de haber entrado el monocultivo cañero, la diversidad productiva sigue en pie. El municipio conserva sus corredores biológicos en buen estado: sigue habiendo humedales, manantiales, prevalece el sistema milpa (maíz, frijol y calabaza) con unas siete variedades de maíces nativos. La asociación ganadera local, por su parte, implementa sistemas pastoriles y ganadería regenerativa, lo que representa un gran avance contra los impactos de la ganadería extensiva (predominante en el resto de la región). También presenta iniciativas educativas en escuelas de campo y parcelas demostrativas con sistemas silvopastoriles, agroforestales y ganadería regenerativa. Se trabaja, desde el año pasado, con un vivero municipal de especies forrajeras nativas que lleva producidas más de ocho mil plantas y árboles forrajeros nativos, espacio que también sirve como un foco de educación y formación para niñxs de las instituciones educativas. Incluso en el cultivo de caña hay producción sustentable: hay por lo menos cuatro biofábricas donde lxs productorxs elaboran sus propios insumos orgánicos. El Limón es también el único municipio en el estado de Jalisco que presenta una tasa de deforestación positiva: la cobertura vegetal del bosque aumenta en vez de decrecer, como es común. Estos son los argumentos y las fortalezas que llevaron, ante el crecimiento del agronegocio en municipios vecinos, a lxs Productores Orgánicos a presentarse ante el ayuntamiento en diciembre de 2019, para que el municipio se declare como Municipio Agroecológico. “Y pues, se declaró de esta manera. Y ahora se está trabajando en el proceso de difusión de la agroecología. Ya se trabajó en un festival de intercambio de semillas, ahora estamos en la parte de difusión de los huertos familiares, y esperamos que para noviembre hagamos un festival de la cosecha. Y entrando al año publicar un reglamento municipal de fomento a la agroecología. Todo esto, pues, es un proceso. Va caminando y en ese lado estamos en este momento”.
En los municipios vecinos a El Limón, sin embargo, la agroindustria se estableció más cómodamente, de la mano de los monocultivos de caña y tomate, con procesos productivos cada vez más mecanizados y con más aplicación de agrotóxicos. La situación llevó en los últimos años a realizar estudios donde se encontró que en dos escuelas de las comunidades, el cien por ciento de lxs niñxs tenía altas concentraciones de glifosato en su orina. También se demostró un alto contenido de nitratos -e incluso también de glifosato- en el agua potable que se extrae de los acuíferos del valle cañero. “La situación es grave, y ante esto pues nosotros hemos intervenido, promoviendo los huertos escolares agroecológicos, que también sirven como un modelo pedagógico en armonía con la naturaleza, donde los niños y niñas aprenden biología ahí en la cama de cultivo y no en la pizarra. Y eso va caminando. También tenemos la experiencia, en nuestro municipio, de los huertos escolares: ya hay uno que tiene cerca del año y que ha funcionado muy bien, no solo dentro de las instalaciones del plantel educativo para acercar a los niños a la agricultura y que vayan ellos adquiriendo herramientas pedagógicas que les permitan cultivar sus propios alimentos, sino también para involucrar a los papás y a la comunidad escolar. Esto ha sido un ejemplo al grado que ahora estamos en esta fase de capacitación en todas las comunidades para que la gente interesada construya o haga sus huertos familiares en sus casas o, si lo eligen, huertos comunitarios; la intención es tener por lo menos veinte huertos de aquí a diciembre. Y esto sigue caminando porque cada vez más gente tiene conciencia al respecto de los impactos de los agrotóxicos en la salud humana, como en la salud del ecosistema”.
La tradición milenaria del sistema milpa es una referencia para lxs productorxs agroecológicxs de La Ciénaga. El cultivo asociado de maíz, calabaza y frijol (entre otras variedades) -que crecen juntas en concordancia, favoreciéndose mutuamente y obteniendo el mayor beneficio de los recursos naturales disponibles en el cultivo- es también una respuesta contundente a la mentira instaurada por el agronegocio que, con la falacia de la solución al hambre en el mundo, publicita organismos genéticamente modificados para resistir adversidades que, en muchos casos, son consecuencias de las irregularidades que el propio sistema agroindustrial provoca. “Trabajar con el sistema milpa y con el maíz creo que es un legado, es una herencia, es todo un patrimonio heredado de nuestros ancestros, de nuestros abuelos. Y que ahora se quieran homogeneizar y patentar y privatizar las semillas, la producción del conocimiento… es un crimen. Un crimen a la vida, a la humanidad, a la naturaleza. Hay grandes diferencias entre la producción industrial de maíz transgénico, híbrido, exógeno y nuestros maíces locales que han sido conservados, acariciados; que han ido en constante retroalimentación e intercambio con las generaciones que los han producido, y esto, pues, hace que nuestros maíces sean más resistentes, en este momento, a cambios climáticos, a cambios de temperatura, a eso que llaman plagas; pues están adaptados a las condiciones geológicas, telúricas y medioambientales que los maíces externos no resisten. Además de que nuestros maíces locales no dependen de fertilizantes de síntesis, ni de herbicidas, ni de tecnología de punta. Más bien de lo que sí dependen es de la comunidad. Nuestros maíces viven, conviven, se reproducen y maduran en compañía de calabazas, de frijol, de soya, de pepino, chile, jitomate… entonces esto es un ejemplo, es una manifestación de la vida social de quienes también vivimos en comunidad; y entre más fortalezcamos nuestros lazos de comunidad más resistimos y más salud tenemos. Es lo mismo que ocurre con los sistemas productivos que estamos haciendo nosotros: son formas de producir en comunidad, en asociación; donde todos se ayudan y todos tenemos una función, en la sociedad como en el campo de cultivo. Además, la calidad de la cosecha. Y esto pues no hay ni que comprobarlo científicamente: basta con probar un elote, un choclo de nuestra parcela y después ir a probar uno industrial; sin sabor, sin carnitas, sin jugo, sin esencia. Esta es una gran ventaja. La otra es que hemos hecho pruebas de conservación de semillas y, obviamente, nuestras semillas tienen más viabilidad; son menos atacadas, por decirlo así, por gorgojos a la hora de guardarlas para la siguiente cosecha. El maíz de fuera no se puede guardar; y aun así, si lo logras guardar para el siguiente año, no germina igual; no tiene la misma potencia, porque están diseñados para eso; para sembrarse, producir y ya. Entonces eso: nuestros maíces son sabores, son colores, son memoria, gastronomía, fiesta, salud, libertad, autonomía. Soberanía”.
Las palabras de Rodolfo resaltan la necesidad -casi siempre ignorada o soslayada- de que las estrategias políticas que atañen a la producción agrícola tengan en su centro de atención a las propias comunidades del campo, contra la sentencia de las políticas económicas de los estados, que suelen concebir al campo como un patio de producción de alimento para las ciudades, sin considerar la concepción de vida campesina e indígena. “Todo esto, pues, lo hemos ido construyendo a lo largo de nuestro caminar de más de dos décadas, compartiendo en espacios formativos, en un tiempo en la academia, en las maestrías de agroecología. Estos espacios de pedagogía insurrecta, por decirlo así, pues, nos han ido formando o deformando, más bien. Nos han ido deformando, nos han ido liberando epistemológicamente de doctrinas carcelarias, y dando una libertad que se manifiesta en cada paso. Estamos en eso, y estamos proponiendo siempre que la libertad de los pueblos debe respetarse, y es donde todavía se conserva mucha riqueza, mucha dignidad y mucho futuro; porque aquí es donde tenemos la memoria, porque tenemos las semillas. Y tenemos las semillas porque hemos resistido todos los embates y todos los ataques de un sistema que intenta, cada vez, apropiarse y privatizar vida en todas sus formas. Sin embargo, nosotros seguimos el caminar la diversificación”.
Artículo por Nicolás Esperante - nicolasesperante@gmail.com
Ilustración de María Chevalier - www.dibujoschevalier.wixsite.com/mariachevalier
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