"Machín tu Machín": Una perspectiva crítica feminista sobre las nuevas Redes digitales (I)

Vamos a empezar esta reflexión explicando el título. Es común que al encontrarnos en espacios donde se discuten los aspectos técnicos y regulatorios de las telecomunicaciones, espacios mayoritariamente masculinos y aburridos (tal vez por la misma causa), surjan chistes locales. En castellano, cuando se habla de las comunicaciones entre máquinas -un tema de suma importancia en las discusiones sobre las redes de nueva generación (por ejemplo, en el 5G y el internet de las cosas)- casi siempre se dice en ingles: machine to machine (M2M). Pero cuando lo dice alguien de habla hispana, suena como “machín to machín”, es decir, de hombre a hombre, o a ver quién es más macho, en el argot mexicano.

Loreto Bravo Muñoz
Peter Bloom


El chiste nos invita a profundizar una critica, desde los feminismos y el enfoque psicosocial, a estas nuevas redes que se están planteando con la señalada transición apurada al 5G. Este artículo es un intento de desmenuzar algunos temas donde creemos que estas perspectivas podrían aportar a la discusión sobre la nuevas redes. Lo hacemos con la intención de compartir nuestras observaciones, en espera de que sirvan y abonen el debate sobre las tecnologías de red y su intersección con diferentes poblaciones en situación de vulnerabilidad y, en este caso específico, con las mujeres.
Desde distintos feminismos se hace referencia al concepto de micromachismos para referirse a esos comportamientos sutiles que constituyen mecanismos de normalización de las dinámicas de género opresoras al interior de una comunidad o sociedad. La expresión machín to machín como chiste constituye uno de estos mecanismos que debe ser entendido en relación a su contexto, como lo propone el enfoque psicosocial, para poder desvelar la violencia blanda y lenta que subyace en la expresión y que tiene por objetivo perpetuar el status quo de las relaciones de poder en el sistema capitalista y heteropatriarcal. La expresión como chiste tiene una carga simbólica que impone lo que la filósofa mexicana Sayak Valencia demonima psicopolítca colonial1 y que se refiere a la colonización psicoafectiva de nuestra relación con la tecnología, transversalizada por nuestra identidad de género. Por otra parte esta expresión también da cuenta de la carga simbólica impresa desde el diseño de las tecnologías digitales capitalistas como lo plantea la activista y académica Sasha Costanza-Chock2.

Es importante, antes de entrar al fondo, compartir otra razón de por qué nos interesa el tema. Hace ya algunos años, como parte de nuestro labor en Rhizomatica, solíamos reunirnos con grupos grandes de personas en comunidades indígenas de Oaxaca para hablar sobre el tema de la instalación de proyectos de telefonía celular comunitaria (proyectos que, a la fecha, seguimos apoyando). La introducción de nuevas tecnologías de comunicación en comunidades campesinas e indígenas siempre genera cierto grado de incertidumbre e incluso inquietud por parte de las personas locales. Se cuestionan cómo se modificarán las relaciones sociales y como se delinearán ahora las fronteras entre lo público, lo privado y lo íntimo. Esta reflexión es muy positiva y necesaria, porque en las ciudades casi nunca nos hacemos estas preguntas ni discutimos los posibles impactos de las tecnologías de manera colectiva.
Durante estas reuniones, que se daban en comunidades indígenas distintas, surgía siempre la misma pregunta por parte de los hombres: “¿qué pasa si otro hombre llama a mi mujer mientras no estoy?”. Esa confrontación que tienen estos hombres con la posible degradación de su control sobre las mujeres, aunque demuestra un grado preocupantemente elevado de machismo, es relevante e ilustrativa de cómo los mismos hombres hacen frente a los cambios tecnológicos, al mismo tiempo que es un llamado a cuestionar las relaciones desiguales entre hombres y mujeres. Por otro lado, en múltiples comunidades, observamos que las mujeres perciben que la introducción de la telefonía podría resultar algo interesante para ellas. No necesariamente porque les posibilitaría mayor contacto con algún amante, como los hombres creen, sino más bien porque les podía facilitar resolver asuntos de la vida diaria de manera más sencilla, fortaleciendo los lazos de comadrazgo que sostienen la reproducción y cuidado, pilares fundamentales en la vida comunitaria.

Pero los hombres de la comunidad, después de darse cuenta de que no podían controlar quién llama a quién, la pregunta que normalmente hacían era: “¿Y hay manera de saber quién ha llamado?”. La duda permuta de la idea de control directo a la de vigilancia. Es importante reconocer que los mecanismos de vigilancia en los pueblos rurales y relativamente pequeños se encuentran desarrollados y controlados por actores definidos, así que la introducción de un nuevo sistema de comunicación interpersonal, como lo es la telefonía, resulta potencialmente disruptivo.
Por el solo hecho de estar presente en estas discusiones y tener la oportunidad de observar como estas comunidades afrontan y se apropian de la tecnología, nos surgieron muchas preguntas sobre cómo los sistemas tecnológicos se manifiestan de diferentes maneras en las relaciones sociales, y específicamente de género, y sobre como las personas, desde sus posiciones y privilegios en la sociedad les hacen frente. Ahora, después de estar pensando tanto en el 5G y las redes de nueva generación en los últimos meses, nos parece interesante retomar el tema.
¿CUÁLES SON LOS DESAFÍOS QUE PLANTEAN LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS EN RED?
Entrando a la discusión de lo que enfrentamos con las redes digitales de última generación, un punto primordial para entender el desafío es mirar el impacto que tienen estas nuevas tecnologías en el cuerpo-territorio, particularmente, de las mujeres. Para empezar, las redes de 5G están siendo planteadas como redes ciberfísicas. Eso implica la anulación de la frontera entre la red y el cuerpo.
Actualmente, si te conectas a una red, lo haces a través de un dispositivo, como lo es un teléfono celular o una computadora. Es decir, algo ajeno a tu cuerpo, guardando cierta distancia física y psicológica entre el dispositivo y la red de un lado, y tu cuerpo y tu espacio privado e íntimo (tu espacio vital) de otro. Aunque ya existe un impacto fuerte en el ámbito psicoemocional con las tecnologías que ya existen, el camino hacia anular completamente las barreras entre las tecnologías y los cuerpos de las personas se va a agudizar todavia más. Y esto tendrá impactos, especialmente para las mujeres, que ya experimentan invasiones constantes de su privacidad e intimidad tanto online como offline.
Lo que planteamos no es solamente posible, es probable. Es bastante evidente que ya hay empresas construyendo los cimientos de esta nueva realidad ciberfísica. Hoy en día, existen numerosos problemas con las redes en términos de vigilancia, por ejemplo, el rastreo a través de tu celular, las aplicaciones que se han vuelto especialmente famosas para espiar lo que hace tu pareja (spouseware), los algoritmos que ocupan las grandes plataformas como Google y Facebook para invadir tu privacidad y perfilarte (profiling), o la violencia en línea que se ejerce contra las mujeres como un hecho común.
En este sentido el futuro de las redes y las aplicaciones en cuanto a los cuerpos de las mujeres (en realidad de cualquier persona “diferente”, o sea, no un hombre blanco) es preocupante porque permite que los hombres, que en gran medida desarrollan y comercializan estas tecnologías, van a poder acceder a nuevos “datos”, nutriendo sus algorítmos ahora con las emociones, estados psicológicos y bioritmos de las mujeres, con el potencial de convertirse en un mecanismo de control y manipulación de los estados psicoemocionales y corporales. Por ejemplo, podemos hablar de los impactos que tiene el acceso a los ciclos biológicos de reproducción de las mujeres trabajadoras para sacar benificios de productividad o la posibilidad de manipular el estado anímico de las personas de acuerdo a los intereses del patrón, pareja, padre, etc.

Por otro lado, la industria de las telecomunicaciones, con las redes de nueva generación, como el 5G y el Internet de las cosas, nos está vendiendo la idea de la “hiperconectividad”. Esta hiperconectividad implica la interconexión de millones de dispositivos a la red, inclusive dentro de nuestros cuerpos, además en nuestros hogares, vehículos, la vía pública, entre otros espacios. Es posible pensar en este fenómeno como una colonización de todos los espacios por parte de las telecomunicaciones, buscando la incorporación de nuestros datos más íntimos a los circuitos de acumulación capitalista y patriarcal. Una especie de acumulación que solamente es posible gracias a la desposesión, en este caso de nuestra privacidad, relaciones sociales, cuerpos, emociones y espacio vital. Desde el ámbito digital, lo íntimo se mercantiliza para luego ser usado en nuestra contra, o mercantilizado para predecir nuestras preferencias y hacernos consumir dentro de su sistema, fortaleciéndolo.
El término “hiperconectividad”, que tanto le gusta a la industria de las telecomunicaciones, ya lo dice todo. “Hiper” significa sobre o en exceso. Esta “exageración” de conectividad tiene que absorberse de algún modo por parte de la sociedad. Pero, si los ya conectados tenemos cubiertas nuestras necesidades de cobertura, acceso a la información y entretenimiento, ¿qué más podemos absorber? La única respuesta es aumentar la capacidad de absorcion, traspasando la frontera personal-íntima, conectando nuestros cuerpos y nuestras mentes con las nuevas redes. Es un cambio de paradigma: para expandir esta conectividad, en vez de llegar a donde no hay en términos geográficos, se profundizará donde ya hay, penetrando hacia partes donde antes no era posible, ni imaginable. Mientras reclamamos el derecho a la conectividad como algo básico, tenemos que ser vigilantes sobre como manejar la sobre-conectividad que viene por delante en las ciudades. Y ser concientes de como esta lógica y estilo de vida se imponen como un factor homogenizante.
Un desafío importante que tenemos como sociedad es comprender que las empresas que dominan el diseño y desarrollo de las tecnologías digitales que hoy construyen esta nueva realidad están vinculadas de forma directa con una lógica colonial, capitalista y heteropatriarcal. Por lo tanto, se requiere descolonizar nuestra relación con la tecnología y por consiguiente con la ciencia, la política y la lógica capitalista que la respaldan. Estamos frente a una tecnología homogenizante que amenaza las diferencias y reproduce desigualdades estructurales y que fomenta tendencias como la comodidad definida desde los estándares de los hombres blancos del norte que las diseñan.
El desafío es no romantizar estas tecnologías según lo que nos venden o lo que aparentan ser -un “simplificador de la vida individual”- y  cuestionar su lógica extractivista -que abarca desde la minería de datos personales, hasta las materias primas para su construcción- con sus consecuentes impactos societales y ambientales.

Loreto Bravo Muñoz
Feminista, hacker y comunicadora popular. Es parte del Centro de Producción Palabra Radio de Oaxaca, México y actualmente becaria del programa de Acompañamiento en Seguridad Digital de Digital Defenders Partnership - Hivos.
Peter Bloom
Fundador y coordinador general de Rhizomatica, una organización dedicada a fortalecer la autonomía comunicacional de comunidades indígenas y en resistencia.
Leer la segunda parte del artículo: Machín 2 Machín: Una perspectiva critica feminista y psicosocial sobre las nuevas redes digitales (II)
Imagen de portada: Beija-flor by Raphaela Corsi - Creative Commons BY-NC-ND. Otras imágenes: DPL News - Reforma -
Fuente: La News Letter de los Comunes - Sara, La Comunal - hello@guerrillamedia.coop


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