La FAO no tiene tiempo para “distraerse” de su misión de promover las plantaciones





La FAO publicó recientemente la edición 2009 de su informe “Situación de los Bosques del Mundo” donde, como de costumbre, las plantaciones de árboles forman parte de dichos “bosques”. A pesar de toda la evidencia documentada por el WRM y otros, que prueba que los monocultivos de árboles terminan siendo un desastre social y ambiental – que incluye la destrucción de los bosques – la FAO continúa otorgando un disfraz “ecológico” a la industria de las plantaciones, al definirlas como “bosques plantados”.
 
En su reciente informe, cuando describe la situación en América Latina, la FAO dice que “los bosques plantados aumentarán”, pero que “no obstante, la creciente tasa de plantación no será suficiente para compensar la continua deforestación.” En el idioma de la FAO esto significa que si se plantaran, por ejemplo, monocultivos de eucaliptos en una superficie de tierra equivalente al área deforestada, la deforestación habría sido “compensada” y por lo tanto no habría ocurrido. Para decirlo en los términos más simples posibles, según la FAO, 5 bananas menos 5 manzanas = 0 bananas.
 
¿Cómo puede un bosque tropical biológicamente diverso ser equiparado a un monocultivo de árboles exóticos? Para la FAO la respuesta es simple: porque ambos producen madera. Si bien la FAO no explica esto claramente, un ejemplo basta para probarlo. Hasta el año 2000, la FAO no definía las plantaciones de árboles de caucho como “bosques plantados”. Sin embargo, en 2000 dichas plantaciones se volvieron súbitamente “bosques plantados”. La razón principal de este milagro fue que los precios del caucho habían bajado repentinamente y los árboles de caucho estaban siendo cortados y transformados en productos madereros. De este modo, se volvieron proveedores de madera y, por lo tanto, merecían ser clasificados como “bosques plantados” porque, para la FAO, un bosque es simplemente un sistema que produce madera.
 
Obviamente, esto es absurdo. Es absolutamente claro que los monocultivos de árboles no tienen nada en común con los ecosistemas forestales. Mientras los últimos proporcionan alimentos y un hábitat para incontables especies de flora y fauna nativas, los primeros están básicamente desprovistos de biodiversidad. Mientras los bosques regulan el ciclo hidrológico, las plantaciones agotan los recursos hídricos. Mientras las plantaciones tienen como consecuencia la exportación de los nutrientes del suelo, los bosques los reciclan constantemente. Mientras los bosques proveen de medios de vida a los pueblos del bosque, las plantaciones destruyen los recursos de los que dependen las comunidades locales.
 
Es importante enfatizar que la definición de bosque no es un tema académico o lingüístico: es un tema político que en los hechos tiene graves consecuencias sociales y ambientales. Definir las plantaciones como bosques otorga poder al sector empresarial – particularmente a las empresas de plantaciones – y debilita a las comunidades locales que se les oponen para proteger sus medios de vida. Al no aceptar un cambio en su definición, la FAO continúa contribuyendo a esto.
 
Afortunadamente, la FAO está quedando cada vez más aislada en esta materia. En 2008, un grupo de más de 100 profesionales y estudiantes forestales de 29 países publicó una declaración en la que afirma que “A nivel de todo el mundo los gobiernos están promoviendo activamente la expansión de monocultivos de árboles a gran escala, a pesar de los graves impactos sociales y ambientales ya constatados en las plantaciones existentes. Quienes impulsan este modelo afirman que las plantaciones son bosques, lo cual no es cierto. Las plantaciones no son bosques. Lamentablemente, muchos de nuestros colegas forestales apoyan ese modelo y nuestras instituciones de enseñanza continúan preparando nuevas generaciones de profesionales forestales formados para perpetuar y ampliar este tipo de modelo forestal que pretende ver bosques donde no los hay.”
 
En setiembre pasado, una representante del WRM presentó dicha declaración ante algunos funcionarios de la FAO en Roma, quienes admitieron su preocupación en torno a ciertos tipos de plantaciones de árboles que, según reconocieron, tienen impactos negativos. Sin embargo, su respuesta fue que, por el momento, la organización no estaba dispuesta a cambiar su definición porque esto “distraería su atención del proceso de formulación de directivas para mejorar las plantaciones.”
 
Esto es increíble. ¿Cómo puede una organización tan poderosa como la FAO hacer creer que no le es posible llevar a cabo, al mismo tiempo, dos tareas relacionadas? ¿Es tan difícil cambiar una definición mientras se sigue avanzando simultáneamente en el proceso de proporcionar lineamientos para las plantaciones? La respuesta obvia es que la FAO no quiere cambiar una definición que ha demostrado ser tan eficaz para expandir las plantaciones haciéndolas pasar por “bosques plantados”.
 
El hecho es que la FAO sigue siendo un actor principal en la promoción de las plantaciones. La evidencia de esto surge también de su reciente informe sobre el estado de los bosques del mundo. Al analizar los posibles impactos de la actual crisis económica sobre el sector forestal, el informe sugiere “la búsqueda de un ‘camino ecológico’ para el desarrollo”, por ejemplo – ¡oh, sorpresa! – “por medio de la forestación y la reforestación”. En idioma FAO, esas dos palabras – forestación y reforestación – designan el mismo tipo de monocultivos de árboles que están perjudicando a las personas y el medio ambiente. Tales plantaciones contarán no sólo con el disfraz de “bosques plantados”, sino también con credenciales sociales y ambientales falsas, gracias a los lineamientos voluntarios de la FAO para “mejorarlas”. Esto, y no el argumento de la organización de que no tiene tiempo para “distracciones”, explica su renuencia a adoptar una definición de bosques seria, que excluya las plantaciones.
 
Le guste o no a la FAO, más y más personas en todas partes del mundo alzan sus voces para decir la simple y obvia verdad: ¡las plantaciones no son bosques! La FAO puede fingirse sorda, pero el mensaje es cada vez más fuerte y claro.

Fuente: Boletin N 141 del WRM (Movimiento Mundial por los Bosques)

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