Prohibido tirar basura
Por: David Cuen
Nuestros teléfonos celulares se vuelven obsoletos. Nuestra computadora personal deja de ser veloz al cabo de un par de años. La televisión ya no se ve tan bien, y al reproductor de mp3 le caben menos canciones.
La solución para muchas personas, entonces, es cambiar de modelo. Simplemente se deshacen del anterior y se compran uno nuevo. El viejo aparato pasa a manos de un amigo o familar -en el mejor de los casos- o se va directo a la basura.
Ahí está el problema. La mayoría de la basura electrónica o tecnológica termina en los rellenos sanitarios o vertederos de deshechos que no están preparados para contener residuos tóxicos. Plomo, arsénico y cadmio son sólo algunas de las sustancias tóxicas que pueden desprenderse de partes de nuestros artilugios electrónicos favoritos y que resultan dañinas para la salud de quienes se exponen a ellas.
La revista National Geographic, por ejemplo, calcula que en Estados Unidos "más de 70% de las computadoras y de los monitores desechados, así como más de 80 % de los televisores terminarán a la larga en un vertedero de residuos".
Otra voz, la de Plataforma Regional sobre Basura Electrónica de PC en Latinoamérica y el Caribe, alerta que para finales de este año podría haber más de 46 millones de computadoras en desuso en América Latina que podrían convertirse en residuos electrónicos.
Las compañías de telefonía celular en México reconocen que hay más de 15 millones de teléfonos móviles sin utilizarse que podrían terminar en la basura.
La Cámara Argentina de Máquinas de Oficina, Comerciales y Afines (CAMOCA), no se queda atrás y refiere que en 2007 más de 1 millón 200 mil computadoras dejaron de ser empleadas, convirtiéndose así en potenciales deshechos.
Las cifras no producen tranquilidad. Asia y Africa han sufrido durante muchos años problemas de salud en su población, pues varias personas viven de quemar la basura tecnológica que les "exportan" los países desarrollados.
Es cierto que la Unión Europea y China, por ejemplo, han tomado medidas para combatir el problema, pero este flagelo persiste.
Pero, además, no debemos olvidar que en nuestra región el avance tecnológico -con los beneficios que puede argumentarse que conlleva- también debe atraer un cierto grado de responsabilidad ambiental.
Hay quien dice que las empresas fabricantes de tecnología deben asumir la iniciativa del reciclaje de estos residuos. Otros opinan que los usuarios deben tener una ética postconsumo.
Leo que en España, por citar otro ejemplo, un grupo de amigos se juntó para promover el reciclado y la reutilización de productos tecnológicos entre personas y empresas.
Quizá entonces no esté de más pensar que en vez de estar ante un problema, América Latina podría tener enfrente la posibilidad de tomar la iniciativa y presentar proyectos que ayuden a prohibir que se tire la basura tecnológica, y que mejor se recicle para beneficio de todos.
¿Quién dijo yo?
Fuente: IPS