Fukushima y la Unión de Científicos Comprometidos [UCS]
Salvador López Arnal
Así se expresada el profesor y científico franco-barcelonés Eduard Rodríguez Farré sobre la Union of Concerned Scientists: “La UCS [Union of Concerned Scientists] es una institución sólida, clásica y, como indica su nombre, concernida, comprometida. Tomar pie en una informe suyo [sobre la energía e industria nuclear] es una excelente manera de iniciar cualquier conversación”.
Dos aproximaciones de estos imprescindibles científicos comprometidos que toman como sabia excusa, en su edición en Viento Sur, en el absurdo, indocumentado y fuertemente estúpido comentario del presidente de gobierno español. A principios de octubre, recuerda Martí Causa, Mariano Rajoy visitó la ciudad de Fukushima y declaró entonces que el temor sobre la central nuclear era “un temor infundado, y espero que mi presencia contribuya a disipar estos temores”.
“Gestión y mala gestión del agua en Fukushima” es el título del primer artículo. Su autor es Ed Lyman [EL]
En diciembre de 2011, recuerda EL, el gobierno japonés anunció “a bombo y platillo que los reactores nucleares dañados en marzo en Fukushima Daiichi se hallaban en estado de “cierre en frío” y que la emisión de materiales radiactivos de los edificios de contención estaba bajo control”. Casi dos años después, agosto de 2013, Masayuki Ono el responsable de energía nuclear en funciones de TEPCO, la corporación propietaria de la central, “entonó una canción diferente, admitiendo que la empresa era incapaz de controlar la liberación al entorno de agua contaminada por material radiactivo”. Estas fugas continuas, incontrolables, llevaron a Japón a declarar que se trataba de un “accidente grave” de categoría 3 en la escala internacional de sucesos nucleares (el accidente inicial en la central atómica alcanzó el nivel 7 de esa escala).
De hecho, señala EL, la incapacidad de TEPCO para “controlar” el volumen de agua radiactiva en la planta viene de lejos. Poco después del accidente en marzo de 2011 ya quedó claro que una “gran parte del agua de refrigeración que se inyectó en los núcleos de los reactores dañados y las piscinas de combustible usado salía de las vasijas de contención primarias de los reactores por vías desconocidas”. Fluía hacia “los cimientos de los edificios de los reactores y de las turbinas, así como a varias zanjas y túneles que entrecruzan la planta, algunos de los cuales no estaban aislados del agua freática ni de las mareas”.
Se han aplicado algunos remedios temporales para evitar la fuga de materiales radiactivos. TEPCO instaló “un sistema de tratamiento del agua capaz de extraer y concentrar uno de los isótopos radiactivos más problemáticos del agua refrigerante, el cesio-137 [3], y construyó un gran número de tanques para almacenar el agua que no se reutilizaba para la refrigeración”. Las medidas no fueron suficientes “para evitar los escapes de agua contaminada de las construcciones al suelo”. Un ejemplo: la fuga de un tanque de almacenamiento de 300 toneladas de agua (sólo parcialmente descontaminada) de la que TEPCO informó el 19 de agosto de 2013.
El material radiactivo penetra, pues, en el suelo debajo de la planta y cada día fluyen “1.000 toneladas métricas de aguas subterráneas a Fukushima Daiichi desde las montañas del interior”. Unas 400 de estas toneladas se acumulan en los edificios de los reactores y las turbinas; el resto desemboca en el puerto, lo que “constituye un mecanismo de flujo constante de contaminación radiactiva desde el suelo de debajo de los reactores al mar”. TEPCO calcula, cree o dice creer, en cualquier caso reconoce, que unas 300 Tm del agua subterránea que desemboca cada día en el puerto está contaminada. La corporación “ha comenzado a bombear y almacenar una parte de esta agua subterránea, pero hasta ahora solo puede hacerlo con una parte del volumen total.
El “científico comprometido” recuerda que la corporación, al final, ha tenido que solicitar ayuda internacional y que el gobierno conservador japonés, “que ha perdido la paciencia con TEPCO, ha anunciado que ha asumido la iniciativa en el desarrollo de medidas de emergencia, aunque no está claro hasta qué punto el gobierno asumirá la responsabilidad sobre la gestión de la crisis.”
El científico de la UCS cree que, a pesar de la emisión diaria incontrolada de radiactividad al medio ambiente, todavía no existe “una amenaza importante para la salud pública, similar a las emisiones de radiactividad que se produjeron en las semanas siguientes al accidente, que fueron millones de veces más grandes”. Pero, eso sí, la incapacidad de contener de modo seguro la radiactividad en la planta es, de entrada, una grave amenaza para los trabajadores de la central que “han de estar presentes cada día por muy precarias que sean las condiciones”. La reciente contaminación de más de diez trabajadores “ha revelado los peligros a que se enfrenta el personal”.
La situación demuestra de nuevo “lo frágiles que siguen siendo las circunstancias en Fukushima, cosa que es especialmente alarmante a la vista de las enormes cantidades de material radiactivo que todavía hay en el interior de los núcleos de los reactores y las piscinas de combustible usado”.
¿Podría empeorar la situación rápidamente? Sí. Ese sería el caso, señala EL, si se produjeran fugas en más tanques de aguas residuales. Por lo demás, “el potencial de que otro terremoto pudiera causar la licuefacción del terreno debajo de la planta, como ha señalado el Japan Times esta semana, plantea la posibilidad de que se produzcan fugas repentinas y mucho más grandes”.
En síntesis: la comunidad internacional no debería dejarse llevar a una falsa sensación de confianza en los periodos en que llegan pocas noticias sobre Fukushima. En absoluto. “La situación es alarmante y requiere una respuesta urgente”. El Chernóbil a cámara lenta, del que nos habló Eduard Rodríguez Farré pocos días después de aquella hecatombe, sigue proyectándose. No se ha interrumpido su emisión. No es aquella vana ilusión el escenario real. Las apuestas fáusticas suelen pagarse. Por todos y, especialmente, por los más desfavorecidos.
El segundo artículo de los científicos de UCS recogido por Viento Sur lleva por título: “¿Cuál será el siguiente accidente nuclear?” [4]. Su autor es Dave Lochbaum. Está fechado el miércoles 9 de octubre de 2013.
La pesadilla nuclear de Fukushima, señala DL, es la más reciente de una serie de accidentes nucleares. “En abril de 1986, el reactor de la unidad nº 4 de Chernóbil en Ucrania registró un aumento descontrolado de la potencia que provocó dos “desensamblajes rápidos”, que en jerga nuclear quiere decir explosiones”. En marzo de 1979, recuerda oportunamente DL, “el reactor de la unidad nº 2 de Three Mile Island en Estados Unidos experimentó una fusión parcial del núcleo debido a la insuficiente circulación de agua refrigerante” [5]. En octubre de 1966, un accidente mucho menos conocido, “el reactor de la unidad nº 1 de la planta de Fermi en EE UU sufrió una fusión parcial cuando el flujo de agua refrigerante se bloqueó parcialmente en el núcleo del reactor”. Y en octubre de 1957, “el reactor nº 1 de Windscale (ahora Sellafield) en el Reino Unido sufrió daños en el combustible cuando su moderador de grafito se sobrecalentó y se incendió”. Así se refería Eduard Rodríguez Farré a este último accidente:
En este caso fue el incendio de uno de los reactores de grafito de la central el que provocó la emisión de acerca de 600 TBq de iodo 131, 45 TBq de cesio 137 y 0,2 TBq de estroncio 90. Las cifras relativamente altas de iodo fueron especialmente preocupantes ya que el día después del accidente este elemento fue hallado en la leche, con una radiactividad de hasta 50.000 Bq/l en granjas ubicadas a 15 Km del reactor. En base a la valoración de las dosis recibidas, se estima que hubo decenas de muertes en el Reino Unido debidas a la radiación emitida tras el accidente, aunque este dato no pudo ser verificado a nivel epidemiológico. Da idea de la importancia de aquel accidente el que la nube radiactiva llegó a detectarse en Copenhague, si bien ignoramos todo de los efectos que pudo causar.
Cuál será el siguiente accidente de esta industria y energía que decían y dicen que es barata, eficaz, segura e incluso alternativa, se pregunta DL. 2013 comenzó con un total de 437 reactores operativos en todo el mundo (de los cuales, cuatro han sido cerrados definitivamente en EE UU). Si las demás circunstancias no cambian, “cuantos más reactores están en funcionamiento, tantas más probabilidades hay de que se produzca una nueva pesadilla nuclear”. EE UU estaba a la cabeza de este peligro, seguido de Francia y Japón. EE UU ha tenido ya dos fusiones del núcleo y Japón ha sufrido tres en Fukushima. Este hecho, comenta DL, “no otorga inmunidad frente a otro accidente, porque los accidentes nucleares no son como las epidemias de gripe, en que una pequeña inoculación del virus genera defensas naturales”. Estadísticamente hablando, pregunta, “¿le llegará el turno a Francia, tal vez pendiente desde hace tiempo, de sufrir un accidente nuclear?” Peut-être, responde.
En todo caso, como es evidente, cualquier reactor en funcionamiento puede causar la siguiente pesadilla nuclear.
PS. Hay más en todo caso. Para una aproximación casi apocalíptica a las posibles consecuencias de las futuras y urgentes operaciones en el desmantelamiento de la central siniestrada puede verse: “Un paso en falso de Fukushima podría desencadenar un desastre Nuclear equivalente a 85 Chernobyl” [6]
Notas:
[1] ERF Y SLA, Ciencia en el ágora, El Viejo Topo, Barcelona, 2012, capítulo VI. [2] Gestión y mala gestión del agua en Fukushima” Ed Lyman (Union of Concerned Scientists). Traducción: VIENTO SUR. http://vientosur.info/spip.php?article8389. [3] Eduard Rodríguez Farré, “El estroncio 90, por ejemplo, que es uno de los elementos más importantes de la contaminación de Chernóbil, o el cesio 137, son radionúclidos que se incorporan al organismo. El primero actúa como el calcio y se incorpora a los huesos; el cesio 137 se incorpora a los músculos, como el potasio; el iodo radiactivo se incorpora al tiroides. Todos estos elementos consiguen incorporarse al cuerpo humano porque son equivalentes o iguales, como en el caso del iodo, a elementos no radiactivos que existen en la naturaleza y que son necesarios para la vida. El ininterrumpido aumento del uso industrial, militar, científico y médico de la energía atómica, de los radionúclidos y las ondas electromagnéticas de alta frecuencia, rayos X y gamma, está incrementando fuertemente, y de forma continua, el nivel de exposición que sufre la especie humana a las radiaciones ionizantes” Casi todo que usted deseaba saber algún día sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente.
Así se expresada el profesor y científico franco-barcelonés Eduard Rodríguez Farré sobre la Union of Concerned Scientists: “La UCS [Union of Concerned Scientists] es una institución sólida, clásica y, como indica su nombre, concernida, comprometida. Tomar pie en una informe suyo [sobre la energía e industria nuclear] es una excelente manera de iniciar cualquier conversación”.
Dos aproximaciones de estos imprescindibles científicos comprometidos que toman como sabia excusa, en su edición en Viento Sur, en el absurdo, indocumentado y fuertemente estúpido comentario del presidente de gobierno español. A principios de octubre, recuerda Martí Causa, Mariano Rajoy visitó la ciudad de Fukushima y declaró entonces que el temor sobre la central nuclear era “un temor infundado, y espero que mi presencia contribuya a disipar estos temores”.
“Gestión y mala gestión del agua en Fukushima” es el título del primer artículo. Su autor es Ed Lyman [EL]
En diciembre de 2011, recuerda EL, el gobierno japonés anunció “a bombo y platillo que los reactores nucleares dañados en marzo en Fukushima Daiichi se hallaban en estado de “cierre en frío” y que la emisión de materiales radiactivos de los edificios de contención estaba bajo control”. Casi dos años después, agosto de 2013, Masayuki Ono el responsable de energía nuclear en funciones de TEPCO, la corporación propietaria de la central, “entonó una canción diferente, admitiendo que la empresa era incapaz de controlar la liberación al entorno de agua contaminada por material radiactivo”. Estas fugas continuas, incontrolables, llevaron a Japón a declarar que se trataba de un “accidente grave” de categoría 3 en la escala internacional de sucesos nucleares (el accidente inicial en la central atómica alcanzó el nivel 7 de esa escala).
De hecho, señala EL, la incapacidad de TEPCO para “controlar” el volumen de agua radiactiva en la planta viene de lejos. Poco después del accidente en marzo de 2011 ya quedó claro que una “gran parte del agua de refrigeración que se inyectó en los núcleos de los reactores dañados y las piscinas de combustible usado salía de las vasijas de contención primarias de los reactores por vías desconocidas”. Fluía hacia “los cimientos de los edificios de los reactores y de las turbinas, así como a varias zanjas y túneles que entrecruzan la planta, algunos de los cuales no estaban aislados del agua freática ni de las mareas”.
Se han aplicado algunos remedios temporales para evitar la fuga de materiales radiactivos. TEPCO instaló “un sistema de tratamiento del agua capaz de extraer y concentrar uno de los isótopos radiactivos más problemáticos del agua refrigerante, el cesio-137 [3], y construyó un gran número de tanques para almacenar el agua que no se reutilizaba para la refrigeración”. Las medidas no fueron suficientes “para evitar los escapes de agua contaminada de las construcciones al suelo”. Un ejemplo: la fuga de un tanque de almacenamiento de 300 toneladas de agua (sólo parcialmente descontaminada) de la que TEPCO informó el 19 de agosto de 2013.
El material radiactivo penetra, pues, en el suelo debajo de la planta y cada día fluyen “1.000 toneladas métricas de aguas subterráneas a Fukushima Daiichi desde las montañas del interior”. Unas 400 de estas toneladas se acumulan en los edificios de los reactores y las turbinas; el resto desemboca en el puerto, lo que “constituye un mecanismo de flujo constante de contaminación radiactiva desde el suelo de debajo de los reactores al mar”. TEPCO calcula, cree o dice creer, en cualquier caso reconoce, que unas 300 Tm del agua subterránea que desemboca cada día en el puerto está contaminada. La corporación “ha comenzado a bombear y almacenar una parte de esta agua subterránea, pero hasta ahora solo puede hacerlo con una parte del volumen total.
El “científico comprometido” recuerda que la corporación, al final, ha tenido que solicitar ayuda internacional y que el gobierno conservador japonés, “que ha perdido la paciencia con TEPCO, ha anunciado que ha asumido la iniciativa en el desarrollo de medidas de emergencia, aunque no está claro hasta qué punto el gobierno asumirá la responsabilidad sobre la gestión de la crisis.”
El científico de la UCS cree que, a pesar de la emisión diaria incontrolada de radiactividad al medio ambiente, todavía no existe “una amenaza importante para la salud pública, similar a las emisiones de radiactividad que se produjeron en las semanas siguientes al accidente, que fueron millones de veces más grandes”. Pero, eso sí, la incapacidad de contener de modo seguro la radiactividad en la planta es, de entrada, una grave amenaza para los trabajadores de la central que “han de estar presentes cada día por muy precarias que sean las condiciones”. La reciente contaminación de más de diez trabajadores “ha revelado los peligros a que se enfrenta el personal”.
La situación demuestra de nuevo “lo frágiles que siguen siendo las circunstancias en Fukushima, cosa que es especialmente alarmante a la vista de las enormes cantidades de material radiactivo que todavía hay en el interior de los núcleos de los reactores y las piscinas de combustible usado”.
¿Podría empeorar la situación rápidamente? Sí. Ese sería el caso, señala EL, si se produjeran fugas en más tanques de aguas residuales. Por lo demás, “el potencial de que otro terremoto pudiera causar la licuefacción del terreno debajo de la planta, como ha señalado el Japan Times esta semana, plantea la posibilidad de que se produzcan fugas repentinas y mucho más grandes”.
En síntesis: la comunidad internacional no debería dejarse llevar a una falsa sensación de confianza en los periodos en que llegan pocas noticias sobre Fukushima. En absoluto. “La situación es alarmante y requiere una respuesta urgente”. El Chernóbil a cámara lenta, del que nos habló Eduard Rodríguez Farré pocos días después de aquella hecatombe, sigue proyectándose. No se ha interrumpido su emisión. No es aquella vana ilusión el escenario real. Las apuestas fáusticas suelen pagarse. Por todos y, especialmente, por los más desfavorecidos.
El segundo artículo de los científicos de UCS recogido por Viento Sur lleva por título: “¿Cuál será el siguiente accidente nuclear?” [4]. Su autor es Dave Lochbaum. Está fechado el miércoles 9 de octubre de 2013.
La pesadilla nuclear de Fukushima, señala DL, es la más reciente de una serie de accidentes nucleares. “En abril de 1986, el reactor de la unidad nº 4 de Chernóbil en Ucrania registró un aumento descontrolado de la potencia que provocó dos “desensamblajes rápidos”, que en jerga nuclear quiere decir explosiones”. En marzo de 1979, recuerda oportunamente DL, “el reactor de la unidad nº 2 de Three Mile Island en Estados Unidos experimentó una fusión parcial del núcleo debido a la insuficiente circulación de agua refrigerante” [5]. En octubre de 1966, un accidente mucho menos conocido, “el reactor de la unidad nº 1 de la planta de Fermi en EE UU sufrió una fusión parcial cuando el flujo de agua refrigerante se bloqueó parcialmente en el núcleo del reactor”. Y en octubre de 1957, “el reactor nº 1 de Windscale (ahora Sellafield) en el Reino Unido sufrió daños en el combustible cuando su moderador de grafito se sobrecalentó y se incendió”. Así se refería Eduard Rodríguez Farré a este último accidente:
En este caso fue el incendio de uno de los reactores de grafito de la central el que provocó la emisión de acerca de 600 TBq de iodo 131, 45 TBq de cesio 137 y 0,2 TBq de estroncio 90. Las cifras relativamente altas de iodo fueron especialmente preocupantes ya que el día después del accidente este elemento fue hallado en la leche, con una radiactividad de hasta 50.000 Bq/l en granjas ubicadas a 15 Km del reactor. En base a la valoración de las dosis recibidas, se estima que hubo decenas de muertes en el Reino Unido debidas a la radiación emitida tras el accidente, aunque este dato no pudo ser verificado a nivel epidemiológico. Da idea de la importancia de aquel accidente el que la nube radiactiva llegó a detectarse en Copenhague, si bien ignoramos todo de los efectos que pudo causar.
Cuál será el siguiente accidente de esta industria y energía que decían y dicen que es barata, eficaz, segura e incluso alternativa, se pregunta DL. 2013 comenzó con un total de 437 reactores operativos en todo el mundo (de los cuales, cuatro han sido cerrados definitivamente en EE UU). Si las demás circunstancias no cambian, “cuantos más reactores están en funcionamiento, tantas más probabilidades hay de que se produzca una nueva pesadilla nuclear”. EE UU estaba a la cabeza de este peligro, seguido de Francia y Japón. EE UU ha tenido ya dos fusiones del núcleo y Japón ha sufrido tres en Fukushima. Este hecho, comenta DL, “no otorga inmunidad frente a otro accidente, porque los accidentes nucleares no son como las epidemias de gripe, en que una pequeña inoculación del virus genera defensas naturales”. Estadísticamente hablando, pregunta, “¿le llegará el turno a Francia, tal vez pendiente desde hace tiempo, de sufrir un accidente nuclear?” Peut-être, responde.
En todo caso, como es evidente, cualquier reactor en funcionamiento puede causar la siguiente pesadilla nuclear.
PS. Hay más en todo caso. Para una aproximación casi apocalíptica a las posibles consecuencias de las futuras y urgentes operaciones en el desmantelamiento de la central siniestrada puede verse: “Un paso en falso de Fukushima podría desencadenar un desastre Nuclear equivalente a 85 Chernobyl” [6]
Notas:
[1] ERF Y SLA, Ciencia en el ágora, El Viejo Topo, Barcelona, 2012, capítulo VI. [2] Gestión y mala gestión del agua en Fukushima” Ed Lyman (Union of Concerned Scientists). Traducción: VIENTO SUR. http://vientosur.info/spip.php?article8389. [3] Eduard Rodríguez Farré, “El estroncio 90, por ejemplo, que es uno de los elementos más importantes de la contaminación de Chernóbil, o el cesio 137, son radionúclidos que se incorporan al organismo. El primero actúa como el calcio y se incorpora a los huesos; el cesio 137 se incorpora a los músculos, como el potasio; el iodo radiactivo se incorpora al tiroides. Todos estos elementos consiguen incorporarse al cuerpo humano porque son equivalentes o iguales, como en el caso del iodo, a elementos no radiactivos que existen en la naturaleza y que son necesarios para la vida. El ininterrumpido aumento del uso industrial, militar, científico y médico de la energía atómica, de los radionúclidos y las ondas electromagnéticas de alta frecuencia, rayos X y gamma, está incrementando fuertemente, y de forma continua, el nivel de exposición que sufre la especie humana a las radiaciones ionizantes” Casi todo que usted deseaba saber algún día sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente.
Publicado en: Rebelión - Fuente: El Viejo Topo, Barcelona, 2010. [4] Dave Lochbaum es director del Nuclear Safety Project, traducción de Viento Sur. http://vientosur.info/spip.php?article8388. [5] Véase, es absolutamente recomendable, “El síndrome de China”, una de las películas recomendadas por ERF. [6] http://es.sott.net/article/23618-Un-paso-en-falso-de-Fukushima-podria-desencadenar-un-desastre-Nuclear-equivalente-a-85-Chernobyl
Imagenes: correodelorinoco.gob.ve - losandes.com.ar - ethic.es
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El mayor tifón que haya alcanzado Japón en 10 años amenazó la central de Fukushima
Tokio.- El tifón Wipha, uno de los más poderosos en golpear Japón en la última década, dejó hoy al menos 17 muertos y 45 desaparecidos debido al fuerte viento y a las cuantiosas lluvias, que han provocado graves escurrimientos de tierra.
Wipha, que no llegó a tocar tierra en ninguna de las cuatro islas más pobladas de Japón, ha dejado por el momento unas 37 personas heridas en 16 prefecturas de todo el país, donde ha inundado hogares y provocado cortes de electricidad y corrimientos de tierra.
El tifón afectó sobre todo a la región capitalina y provocó, especialmente a primera hora, cortes en las líneas de tren (locales y de alta velocidad), cancelaciones de vuelos (463 domésticos e internacionales no pudieron aterrizar o despegar en los dos mayores aeropuertos de Tokio) y la clausura temporal de algunas autopistas.
Sin embargo, el impacto quedó en parte suavizado gracias a que las autoridades alertaron con prontitud sobre la potencia del tifón y muchos tokiotas, como medida de prevención, decidieron tomar hoy el día libre y permanecer en sus casas.
En el noreste de Japón, las lluvias aumentaron el nivel de agua estancada en una zona de contención construida en el exterior de la accidentada planta nuclear de Fukushima.
Los técnicos de la planta, que se preparaban desde ayer para la llegada del tifón, tuvieron que abrir varias válvulas de drenaje y a bombear parte de este agua, que contiene bajos índices de radiación, a tanques de almacenamiento temporal.
Wipha, el tifón número 26 de la temporada 2013 y el tercero que afecta este año a Japón después de Toraji y Man-yi (que dejaron entre los dos 4 muertos en el país), trajo vientos casi tan fuertes como Tokage, que golpeó el este de Japón en octubre de 2004.
Imagenes: correodelorinoco.gob.ve - losandes.com.ar - ethic.es
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El mayor tifón que haya alcanzado Japón en 10 años amenazó la central de Fukushima
Tokio.- El tifón Wipha, uno de los más poderosos en golpear Japón en la última década, dejó hoy al menos 17 muertos y 45 desaparecidos debido al fuerte viento y a las cuantiosas lluvias, que han provocado graves escurrimientos de tierra.
Wipha, que no llegó a tocar tierra en ninguna de las cuatro islas más pobladas de Japón, ha dejado por el momento unas 37 personas heridas en 16 prefecturas de todo el país, donde ha inundado hogares y provocado cortes de electricidad y corrimientos de tierra.
El tifón afectó sobre todo a la región capitalina y provocó, especialmente a primera hora, cortes en las líneas de tren (locales y de alta velocidad), cancelaciones de vuelos (463 domésticos e internacionales no pudieron aterrizar o despegar en los dos mayores aeropuertos de Tokio) y la clausura temporal de algunas autopistas.
Sin embargo, el impacto quedó en parte suavizado gracias a que las autoridades alertaron con prontitud sobre la potencia del tifón y muchos tokiotas, como medida de prevención, decidieron tomar hoy el día libre y permanecer en sus casas.
En el noreste de Japón, las lluvias aumentaron el nivel de agua estancada en una zona de contención construida en el exterior de la accidentada planta nuclear de Fukushima.
Los técnicos de la planta, que se preparaban desde ayer para la llegada del tifón, tuvieron que abrir varias válvulas de drenaje y a bombear parte de este agua, que contiene bajos índices de radiación, a tanques de almacenamiento temporal.
Wipha, el tifón número 26 de la temporada 2013 y el tercero que afecta este año a Japón después de Toraji y Man-yi (que dejaron entre los dos 4 muertos en el país), trajo vientos casi tan fuertes como Tokage, que golpeó el este de Japón en octubre de 2004.