El crecimiento se ha terminado, incluso sostener el modo de vida actual va a resultar imposible
Jesús M. Veci
Lanzarote Sostenible
El crecimiento económico ilimitado debe ser descartado al ser contradictorio con las leyes de la naturaleza.
Es cada vez más evidente, como reflejan todos los indicadores económicos, que nuestro sistema ha iniciado su colapso debido a que la economía ficticia capitalista ha chocado contra los límites físicos reales del planeta.
La capacidad de desarrollarse es un rasgo de la especie humana, esto ejerce inevitablemente un impacto superior al de otros animales sobre el medio ambiente. La producción de instrumentos, de vestido y de alojamiento necesitan la extracción, la transformación y el desecho después de su utilización, de cantidades de recursos naturales que exceden las necesidades fisiológicas.
El Peak Oil, ya reconocido por la Agencia Internacional de la Energía en 2010 y dado por ellos como real desde 2006, nos pone en la tesitura de que la escasez del petróleo, materia prima energética fundamental para el modo de producción que hemos desarrollado, va a traer consigo la escasez en cuanto a la posibilidad de extracción del resto de materias primas. Éstas también han alcanzado su pico máximo de explotación, y todas muy dependientes del petróleo para su extracción.
Estamos en el comienzo de un periodo económico que va a estar caracterizado por la gran escasez de todo. Sobra decir que el crecimiento se ha terminado, incluso sostener el modo de vida actual, es decir, pararnos en donde estamos, va a resultar imposible. Esto es algo que la población mundial tiene que empezar a tener muy claro, pues es el auténtico desafío al que nos enfrentamos como especie: cómo vamos a ser capaces de gestionar la escasez.
Queda claro, después de lo que hemos visto en anteriores artículos, que este modelo de gestión basado en el crecimiento infinito no es válido para la realidad de escasez actual. Después de hablar de Bioeconomía vamos a hacerlo de decrecimiento, porque sí hay alternativas con las que poder gestionar esta realidad: desde modelos basados en la ciencia, no racionalizados por unos intereses concretos y fundados en principios de justicia social, reparto equitativo y democracia verdadera.
El decrecimiento plantea salir del modelo económico actual y romper con la lógica de crecimiento continuo, para imponerse progresivamente como una solución ante la crisis ecológica y social que enfrenta la humanidad. Como sabemos, la Bioeconomía no sólo surge de los errores de la economía neoclásica, sino también del intento de articular la economía con el resto de las ciencias naturales y sociales. Nace de la física por un lado, y de la biología por otro.
La segunda ley de la termodinámica o ley de entropía, implica que la energía se degrada constante e irrevocablemente hacia un estado no disponible. Pero Georgescu-Roegen amplía el campo de análisis y las conclusiones de la termodinámica enseñándonos que la materia también está sujeta a una degradación irrevocable. Así, formula una cuarta ley de la termodinámica: la materia disponible se degrada sin interrupción e irreversiblemente en materia no disponible.
Reducción drástica del consumo de energía y materia
La tierra constituye un sistema cerrado desde la perspectiva de la materia. Todo lo que habita el planeta se enfrenta a una dependencia absoluta de energía y materia que se degradan irrevocablemente. Los organismos vivos aceleran la degradación entrópica y nuestro modelo de crecimiento constituye el camino más corto para llegar al agotamiento completo de los recursos del planeta. Tenemos solamente una opción: reducir drásticamente nuestro consumo de energía y materia hasta respetar los límites de la biosfera. De esta manera, situamos así a la escasez en el centro de la economía.
Nuestra sociedad y modelo económico se sustentan en el desgaste de energía y materia finitas e irrecuperables, la termodinámica ilustra la insostenibilidad ecológica de la economía neoclásica y de nuestro modelo de desarrollo, así como el carácter ilusorio de un crecimiento ilimitado. Hemos pasado de depender del sol como el resto de las especies, a depender de materias primas finitas y lo más preocupante es que hemos desarrollado un modo de reproducción económica que depende totalmente de ellas.
Una sociedad compleja
Aparte de todo esto, hemos desarrollado una sociedad compleja a la imagen de una fuente energética tan poderosa como es el petróleo. La producción para el comercio ha desembocado en grandes organizaciones sociales. La producción social jerarquizada produce la división entre trabajo productivo e improductivo, entre gobernados y gobernantes. La desigualdad en la distribución de la producción genera el conflicto social que caracteriza a nuestras sociedades. En definitiva, el paradigma evolutivo biológico cultural permite ilustrar no sólo la insostenibilidad ecológica de la economía, sino también su insostenibilidad social.
Si el agotamiento de los recursos es inevitable, su ritmo depende del ritmo de consumo de la humanidad. Cuanto más desarrollo económico y crecimiento, más rápido el agotamiento. Cuando se acabe el petróleo -ya estamos en esa fase-, la época industrial de la especie humana habrá terminado. El sol es la verdadera fuente de energía del futuro, pero no para las formas de uso a las que están acostumbradas las sociedades industriales.
Las reglas de la Bioeconomía explican que es necesario hacer cuentas con las materias forestales y agrícolas que la naturaleza fabrica continuamente, y que tienen que ser recogidos a una velocidad conforme a aquella mediante la cual son puestos a disposición por los ciclos biológicos naturales. Por ello, el objetivo primordial de la economía, el crecimiento económico ilimitado, tiene que ser descartado al ser contradictorio con las leyes fundamentales de la naturaleza.
El crecimiento económico ilimitado debe ser descartado al ser contradictorio con las leyes de la naturaleza.
Es cada vez más evidente, como reflejan todos los indicadores económicos, que nuestro sistema ha iniciado su colapso debido a que la economía ficticia capitalista ha chocado contra los límites físicos reales del planeta.
La capacidad de desarrollarse es un rasgo de la especie humana, esto ejerce inevitablemente un impacto superior al de otros animales sobre el medio ambiente. La producción de instrumentos, de vestido y de alojamiento necesitan la extracción, la transformación y el desecho después de su utilización, de cantidades de recursos naturales que exceden las necesidades fisiológicas.
El Peak Oil, ya reconocido por la Agencia Internacional de la Energía en 2010 y dado por ellos como real desde 2006, nos pone en la tesitura de que la escasez del petróleo, materia prima energética fundamental para el modo de producción que hemos desarrollado, va a traer consigo la escasez en cuanto a la posibilidad de extracción del resto de materias primas. Éstas también han alcanzado su pico máximo de explotación, y todas muy dependientes del petróleo para su extracción.
Estamos en el comienzo de un periodo económico que va a estar caracterizado por la gran escasez de todo. Sobra decir que el crecimiento se ha terminado, incluso sostener el modo de vida actual, es decir, pararnos en donde estamos, va a resultar imposible. Esto es algo que la población mundial tiene que empezar a tener muy claro, pues es el auténtico desafío al que nos enfrentamos como especie: cómo vamos a ser capaces de gestionar la escasez.
Queda claro, después de lo que hemos visto en anteriores artículos, que este modelo de gestión basado en el crecimiento infinito no es válido para la realidad de escasez actual. Después de hablar de Bioeconomía vamos a hacerlo de decrecimiento, porque sí hay alternativas con las que poder gestionar esta realidad: desde modelos basados en la ciencia, no racionalizados por unos intereses concretos y fundados en principios de justicia social, reparto equitativo y democracia verdadera.
El decrecimiento plantea salir del modelo económico actual y romper con la lógica de crecimiento continuo, para imponerse progresivamente como una solución ante la crisis ecológica y social que enfrenta la humanidad. Como sabemos, la Bioeconomía no sólo surge de los errores de la economía neoclásica, sino también del intento de articular la economía con el resto de las ciencias naturales y sociales. Nace de la física por un lado, y de la biología por otro.
La segunda ley de la termodinámica o ley de entropía, implica que la energía se degrada constante e irrevocablemente hacia un estado no disponible. Pero Georgescu-Roegen amplía el campo de análisis y las conclusiones de la termodinámica enseñándonos que la materia también está sujeta a una degradación irrevocable. Así, formula una cuarta ley de la termodinámica: la materia disponible se degrada sin interrupción e irreversiblemente en materia no disponible.
Reducción drástica del consumo de energía y materia
La tierra constituye un sistema cerrado desde la perspectiva de la materia. Todo lo que habita el planeta se enfrenta a una dependencia absoluta de energía y materia que se degradan irrevocablemente. Los organismos vivos aceleran la degradación entrópica y nuestro modelo de crecimiento constituye el camino más corto para llegar al agotamiento completo de los recursos del planeta. Tenemos solamente una opción: reducir drásticamente nuestro consumo de energía y materia hasta respetar los límites de la biosfera. De esta manera, situamos así a la escasez en el centro de la economía.
Nuestra sociedad y modelo económico se sustentan en el desgaste de energía y materia finitas e irrecuperables, la termodinámica ilustra la insostenibilidad ecológica de la economía neoclásica y de nuestro modelo de desarrollo, así como el carácter ilusorio de un crecimiento ilimitado. Hemos pasado de depender del sol como el resto de las especies, a depender de materias primas finitas y lo más preocupante es que hemos desarrollado un modo de reproducción económica que depende totalmente de ellas.
Una sociedad compleja
Aparte de todo esto, hemos desarrollado una sociedad compleja a la imagen de una fuente energética tan poderosa como es el petróleo. La producción para el comercio ha desembocado en grandes organizaciones sociales. La producción social jerarquizada produce la división entre trabajo productivo e improductivo, entre gobernados y gobernantes. La desigualdad en la distribución de la producción genera el conflicto social que caracteriza a nuestras sociedades. En definitiva, el paradigma evolutivo biológico cultural permite ilustrar no sólo la insostenibilidad ecológica de la economía, sino también su insostenibilidad social.
Si el agotamiento de los recursos es inevitable, su ritmo depende del ritmo de consumo de la humanidad. Cuanto más desarrollo económico y crecimiento, más rápido el agotamiento. Cuando se acabe el petróleo -ya estamos en esa fase-, la época industrial de la especie humana habrá terminado. El sol es la verdadera fuente de energía del futuro, pero no para las formas de uso a las que están acostumbradas las sociedades industriales.
Las reglas de la Bioeconomía explican que es necesario hacer cuentas con las materias forestales y agrícolas que la naturaleza fabrica continuamente, y que tienen que ser recogidos a una velocidad conforme a aquella mediante la cual son puestos a disposición por los ciclos biológicos naturales. Por ello, el objetivo primordial de la economía, el crecimiento económico ilimitado, tiene que ser descartado al ser contradictorio con las leyes fundamentales de la naturaleza.