La economía del crecimiento contra el ser humano y la naturaleza.
Florent Marcellesi
El crecimiento es más que un dato económico: es un dogma. Sin que pueda ser cuestionado, estructura la sociedad, la producción, el consumo, el trabajo, el Estado de bienestar y nuestros imaginarios colectivos. Sin embargo, es urgente salir de esta ‘sociedad del crecimiento’ que hoy amenaza gravemente el bienestar y el planeta, y apostar por una ‘sociedad del vivir bien’ regida por otros valores y conceptos compatibles con la justicia y la ecología.
A partir del fin de la Segunda Guerra Mundial en los países occidentales, la sociedad del crecimiento se conforma en torno las características siguientes (que detallamos en la tabla): crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), aumento de la productividad, progreso tecnológico, poder adquisitivo, empleo y expertocracia. El objetivo es el crecimiento del PIB, es decir de la tarta económica y material (sin importar la calidad, ni la disponibilidad de los ingredientes, ni los límites del molde) para su consiguiente reparto entre capital y trabajo, ya sea a través del mercado o del Estado. Mientras crezca a buen ritmo la tarta en el “modo pleno empleo, aumentos de productividad y progreso tecnológico”, el capital tendrá garantizado una parte constante, o incluso creciente, del pastel para sus beneficios, y las personas trabajadoras tendrán garantizados (gracias a la redistribución de una parte de los aumentos de productividad) un empleo y el refuerzo de su poder adquisitivo. Sin embargo, este modelo de (relativa) paz social que en varios aspectos sigue alimentando la visión dominante, incluso de las corrientes progresistas, hoy ha caducado. En el momento en el que se eche a perder o se agote la tarta (está envenenada, escasea un ingrediente, el molde tiene límites, algunos comensales se comen demasiados trozos, o todo a la vez como en la crisis actual), la fiesta se acaba (aunque con el hundimiento siguen ganando unos pocos, generalmente los que más tarta habían acumulado). De hecho, este modelo se tambalea en lo más profundo porque choca con una triple crisis ecológica, social y de cuidados [2].
Hacia un modelo económico equitativo y en paz con la Naturaleza
Para superar esta contradicción profunda entre crecimiento y naturaleza, entre capital y vida, es importante por un lado dotarse de una macroeconomía ecológica consistente que sustituya las bases de la economía del crecimiento. En este sentido, se proponen las siguientes características básicas para una economía del vivir bien cuyas definiciones se encuentran detalladas en la tabla: prosperidad sin crecimiento, aumentos de calidad y sostenibilidad, poder de vivir bien, tecnologías abiertas y convivenciales, trabajos productivos y reproductivos y deliberación ciudadana. Luego, sobre la base de estos fundamentos, hace falta fijar los objetivos de una sociedad del vivir bien:
Redefinir de forma colectiva y democrática lo que llamamos riqueza y necesidades, es decir responder a las preguntas fundamentales: ¿por qué, para qué, hasta dónde y cómo producimos, consumimos y trabajamos?
Reducir nuestra huella ecológica per cápita y en términos absolutos hasta que sea compatible con la capacidad del planeta.
(Re)Distribuir el trabajo (y reducir la jornada laboral), las riquezas económicas (reequilibrar el reparto entre rentas del capital y del trabajo a favor de las segundas, instaurar una renta básica y una renta máxima), los cuidados, la tierra y los recursos naturales en base a la justicia social y ambiental.
Reconvertir el modelo productivo hacia uno sostenible a través de empleos verdes y decentes [3] y de la relocalización de la economía en circuitos cortos de consumo y producción.
Desmercantilizar gran parte de nuestras actividades y descolonalizar nuestras mentes fuera de la lógica del crecimiento. Estos objetivos hacia otro mundo son posibles y deseables. ¿Vivir bien en un mundo solidario y sostenible? ¡Sí, gracias!
Resumen comparativo entre las características de una sociedad del crecimiento y
una sociedad del vivir bien
Notas
[1] Coautor del libro Adiós al crecimiento. Vivir bien en un mundo solidario y sostenible. Ed. El Viejo Topo, 2013.
[2] Para profundizar sobre la triple crisis ecológica, social y de cuidados, sus razones y sus consecuencias, véase Herrero, Y. (2012): Vivir bien con menos. Ajustarse a los límites físicos con criterios de justicia. Fundación Manu Robles.
[3] Sobre la reconversión ecológica de la economía, véase: Marcellesi F. (2013): Transición ecológica de la economía, ¿por qué? ¿para qué? ¿cómo?, Fundación Manu Robles.
[4] En el sector agrícola, desde el siglo XVIII, la productividad del trabajo se ha multiplicado por 80... a costa de la utilización de enormes cantidades de petróleo para fertilizantes, pesticidas, ultra-mecanización del campo, transporte globalizado, refrigeración. A día de hoy el sistema agroindustrial es además responsable de hasta el 57% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
[5] Por mucho que disminuya el impacto ambiental por unidad producida, las mejoras tecnológicas se encuentran sistemáticamente anuladas por la multiplicación del número de unidades vendidas y consumidas en términos absolutos
[6] La Tasa de Retorno Energético es el cociente de la cantidad de energía total que es capaz de producir una fuente de energía y la cantidad de energía que es necesario emplear o aportar para explotar ese recurso energético. Es decir: TRE = energía obtenida / energía invertida.
[7] En tiempo de crisis, se activa de forma aún más paradigmática este marco conceptual y cultural: bien antes de la crisis actual, ya en plena recesión como en Estados Unidos del 1950, donde se podían leer lemas afirmando: “una compra hoy, un desempleado menos mañana, ¡quizás tú!”.
Fuente: El Ecologista nº 78.
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