Una alternativa a las “alternativas”



Hay un viejo chiste en los Estados Unidos acerca de una fiscal que abrió un caso judicial contra la mafia de su ciudad. Un día recibe la misteriosa visita de varios caballeros fornidos, corteses y bien vestidos. Se toman su tiempo para sentarse cómodamente alrededor de la mesa, y después que el café está servido, su líder se aclara la garganta y comienza a hablar: “Permítame decirle, en primer lugar, que comprendo totalmente lo que intenta hacer. Le preocupan los asesinatos por encargo, las estafas en los préstamos, los círculos ilícitos de apuestas, la heroína que se vende en las calles. Usted quiere hacer algo por la gente a la que le arrebatan sus pensiones, por las mujeres que son traficadas para la prostitución. Quiere hacer algo para que no se sigan entregando contratos de obras públicas a mafiosos que se quedan con la mayor parte del presupuesto, para que los restaurantes que no pagan a los extorsionistas no terminen incendiados, ni los testigos amenazados. A usted no le gusta nada de esto. La entiendo. A mí tampoco. Hay grandes problemas con este sistema. Pero lo que queremos saber es: ¿cuál es su alternativa?”

El chiste es divertido por la misma razón que lo son la mayoría de los chistes. Exponen una verdad no dicha – sólo para usarla como pretexto para generar una placentera complicidad al compartir su naturaleza indecible.
En este caso, la verdad indecible es que muchas personas que van por ahí pidiendo a los activistas “alternativas” al status quo, no están realmente interesadas en las alternativas. O si lo están, están interesadas solamente en aquellas “alternativas” que podrían beneficiarlas, reforzar la opresión, o encajar en su propia visión del mundo. Al igual que los mafiosos que visitaron a la fiscal, estas personas tan sólo tratan de intimidar porque se sienten amenazadas.
Los ejemplos están en todas partes.
Están los parlamentarios que, cuando los critican por el fracaso de las políticas gubernamentales, como no saben qué responder, preguntan “¿Y cuál es su alternativa?” sólo para cambiar de tema.
Están las gigantescas compañías de plantaciones que te preguntan cuál es tu alternativa para satisfacer la demanda de papel, con la finalidad de no dejarte decir que la alternativa consiste en cuestionar justamente esa demanda.
Están los funcionarios del Banco Mundial que te preguntan “¿Cuál es su alternativa?” para poder utilizarte como consultor no remunerado de proyectos con los que construyen su propio poder, a la vez que cínicamente se niegan a reconocer las respuestas que no impliquen puestos de trabajo para su personal y la movilización de un montón de dinero a través de la institución.
Más inocentemente, están las personas que, aunque instintivamente tienen más afinidad con los movimientos populares, les invade una profunda resistencia que no pueden comprender y se sienten obligadas a preguntar: “¿Cuál es su alternativa?”, porque no pueden ver las alternativas que ya existen a su alrededor. En 1990, periodistas europeos que estaban de visita en Tailandia le preguntaron a algunos aldeanos que intentaban detener la construcción de la represa Pak Mun, cuál era su alternativa. Los aldeanos pacientemente respondieron que las “alternativas” ya estaban allí. Tenemos nuestra pesca, dijeron. Tenemos nuestros bosques comunitarios. Tenemos nuestros campos. Tenemos nuestros templos, nuestras escuelas, nuestros mercados. Todo eso es lo que la represa va a destruir. Claro que tenemos problemas, expresaron, pero tenemos que lidiar con ellos a nuestra manera, y la represa nos quitaría lo que necesitamos para hacerlo.
La respuesta probablemente sea similar en muchos otros lugares donde la lucha no es encontrar una nueva alternativa brillante, sino proteger el proceso continuo de desarrollar las que ya existen. En el chiste sobre la mafia, la alternativa a la mafia es simple: que no haya mafia. Para los aldeanos tailandeses la alternativa a la represa Pak Mun era igualmente simple: que no hubiera represa Pak Mun.
El ejemplo resalta una característica clave de los numerosos reclamos por “alternativas”: la falta de respeto a la gente común. Generalmente se tiende a imaginar que las “alternativas” son diseños de largo alcance, bien pensados, formulados por unas pocas personas inteligentes para que sean ejecutados por los dirigentes políticos, en lugar de procesos impredecibles en constante evolución, arraigados en la resistencia popular a la injusticia intolerable, impregnados de constante sudor, dolor y errores, en los que todos pueden preguntarle algo a cualquier otro.
En ese sentido, la frecuente demanda por “alternativas” inmediatas tiende a cumplir dos funciones. En primer lugar, mantener la ilusión de que la acción es la aplicación de planes pensados de antemano por los líderes. Las elites dominantes son el Cerebro. Todos los demás son tan solo un Cuerpo pasivo. Y en segundo lugar, impedir todo intento de construir alternativas genuinas, abiertas, ya que durante el proceso la gente común podría aprender demasiado acerca de cómo funciona el mundo. Si las elites asediadas pueden convencerte de que no estás calificado o calificada para protestar porque no tienes una “alternativa” lista para presentar, entonces ya ganaron la mitad de su batalla. A partir de ahí pueden llenarte de preguntas por más detalles y trivialidades sobre tus credenciales, y de última pueden terminar convirtiéndote en su empleado.
El filósofo esloveno Slavoj Zizek lo expone muy bien cuando observa que la agresiva y displicente demanda de una alternativa a la que tan a menudo se enfrentan los activistas sociales “apunta precisamente a impedir la verdadera respuesta – su táctica es: ‘Dilo en mis términos o cállate’. De esta manera bloquean el proceso de traducir una protesta incipiente en un proyecto concreto”.
La frecuentemente escuchada demanda por una “alternativa al capitalismo” no es diferente. No es casualidad que muchas de las personas que hablan de una “alternativa al capitalismo” – o la falta de una – sean capitalistas. Sirve a sus propósitos presentar al capitalismo como si fuera un “modelo” intelectual que sólo puede ser amenazado por otro “modelo” intelectual, más que por las interminables y centenarias luchas de los oprimidos.
Es por esto que, aún cuando no tengas un plan maestro preparado para el total derrocamiento del capitalismo, a los capitalistas les gusta fingir que sí lo tienes. Porque si así fuera, eso te haría manejable. La palabra “alternativa” en la pregunta “¿Cuál es su alternativa?” es singular, porque quien hace la pregunta por lo general quiere desviar la atención de las actividades – que son muchas – a través de las cuales ocurre el cambio político real.
¿Cómo lidiar con estas maniobras? ¿Cuál es la alternativa a las “alternativas”? Un paso sería problematizar la pregunta “¿Cuál es su alternativa?” cada vez que surja. Y luego plantear la contra-pregunta, “¿Alternativa para quién?” Negarse a responder preguntas sesgadas como “¿Cuál es su alternativa para satisfacer la demanda mundial de aceite de palma?”, y en cambio trabajar para que se puedan discutir públicamente preguntas como “¿Cómo se crea la demanda de aceite de palma, por quiénes, y a expensas de quiénes?”.
Otra forma sería sustituir, toda vez que sea posible, la pregunta “¿Cuál es su alternativa?” por la pregunta “¿De qué lado está usted?” – como un recordatorio de que las alternativas no son sólo una cuestión de intelectuales y líderes políticos sino que ya son y siempre serán exploradas en todas partes, y que la cuestión es con cuáles de estas exploraciones te vas a comprometer.
La pregunta perentoria “¿Cuál es su alternativa?” a menudo no es solamente un intento de rechazar los cuestionamientos al poder arraigado sino también un esfuerzo por cooptarte a las filas de los aspirantes a planificadores. La lealtad a la democracia implica rechazar la invitación.

Larry Lohmann, The Corner House
larrylohmann@gn.apc.org

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