“Soy un economista arrepentido porque la economía se ha olvida de la energía"
Reseña de “Ecologismo de los pobres”, de Joan Martínez Alier
El economista catalán Joan Martínez Alier visitó Chile para participar en el Congreso Latinoamericano de Ecología Política, que se desarrolló entre el 21 y el 24 de octubre en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la Universidad de Chile. Allí se lanzó la edición chilena de su libro El ecologismo de los pobres, reeditado por Editorial Quimantú, en colaboración con el Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (Olca). Joan Martínez Alier es profesor de Economía e Historia Económica de la Universidad Autónoma de Barcelona, investigador en el St. Antony's College de Oxford y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), y miembro fundador y presidente entre 2006 y 2007 de la Sociedad Internacional para la Economía Ecológica y la Asociación Europea de Economía para el Medio Ambiente. Actualmente dirige la revista Ecología Política.
“Soy un economista arrepentido. Ya hace muchos años que escribo sobre economía ecológica. No se trata de mezclar la economía con la ecología, sino de criticar la economía porque se olvida de todo lo que es la energía, materiales, contaminación, biodiversidad… La economía ecológica precisamente critica a la economía y hace propuestas, por ejemplo, de contabilidad Dalf; contar los flujos de energía y de materiales, ver si la economía se está desmaterializando o no en proporción al crecimiento del PIB. En América Latina se ha multiplicado por cuatro la extracción de materiales en los últimos 40 años, y en buena parte -una parte considerable- para exportación. La economía ecológica se pregunta qué va a pasar con esta ola de extractivismo, si se va a frenar y cómo; y en esto ya entraríamos en la ecología política, el estudio de los conflictos ambientales. ¿Se va a frenar el extractivismo por la resistencia de las comunidades? Aquí en Chile uno ve que El Mercurio está alarmado porque no se pueden hacer represas como Castilla o HidroAysén, o sea, energía que iba para la minería. Y también algunos emprendimientos mineros no han podido continuar. Pascua Lama es famoso en el mundo. Se han parado en parte por los movimientos sociales. No todos naturalmente. ¿Qué perspectivas tiene esta creciente economía extractivista? Esto viene de Potosí, pero su magnitud hoy es muchísimo mayor. En este momento la coyuntura económica es de descenso de precios de los commodities. La crítica contra el extractivismo tiene dos vertientes, una socioambiental y otra económica. En toda Sudamérica hay enormes exportaciones en volumen -toneladas de petróleo, soja, cobre, carbón, hierro, madera- y sin embargo varios países no logran apenas pagar sus importaciones. Argentina ha debido devaluar, la gente está buscando dólares en el mercado negro. Exporta muchísima soja y cobre de la Alumbrera, y a pesar de tanta exportación no puede pagarse las importaciones. Brasil está igual. Tiene un enorme excedente de exportaciones, en toneladas, hierro de Carajás, soja, y sin embargo, no puede pagarse importaciones y está con déficit comercial. Colombia y Perú están más o menos igual. Ecuador está que cae. ¿Cómo van a reaccionar las economías sudamericanas? ¿Bajarán los precios como lo hace un campesino, que baja los precios de sus productos y produce más? Eso es lo que explican los libros de economía, que los tratan como tontos y dicen ‘cuando baja el precio todavía produce más cebollas o más tomates, y todavía se perjudica’… ¿Van a reaccionar de esa manera o abandonarán el extractivismo? En Chile, pues, les sería más fácil. La Cepal -que ha sido tan denostada-, y los economistas Raúl Prebisch, Osvaldo Sunkel o Nicolo Gligo -un economista ecológico chileno que ha estado en la Cepal-, tenían razón. No es una buena idea el extractivismo, ni por la repercusión ecológica interna ni por tanto conflicto y represión. El poder de empresas y gobiernos lleva a un déficit de democracia local. A veces se recurre a una ridícula teoría legal: el suelo pertenece a los propietarios pero el subsuelo a la nación, como si uno pudiera hacer minería a cielo abierto o sacar petróleo o gas sin pasar por el suelo. Una mayor democracia local podría ayudar a cambiar el equivocado rumbo extractivista. Pero al contrario, hay represión contra los movimientos ecologistas locales y criminalización. En Perú y Colombia los asesinan. En Chile, por suerte no pasa en este momento, pero ha pasado en otras épocas. El extractivismo provoca conflictos que producen un ambiente poco democrático, y por otro lado es ambientalmente absurdo, y es incluso, económicamente una vía muerta. Los gobiernos impulsan una economía reprimarizada que provoca más y más conflictos ambientales y que no presenta buenas perspectivas económicas. Da lo mismo que sean nacional-populares, neoliberales, socialdemócratas o populistas”.
Economía ecológica
Joan Martínez se especializó en economía agraria en Oxford y en antropología ecológica junto a las comunidades indígenas en Ecuador y Perú. “No eran siervos a la manera feudal, sino campesinos que resistían a la ‘modernización’ capitalista. Siempre he tenido la idea de que la economía ecológica tenía que servir principalmente de apoyo a los movimientos sociales en el Sur que están luchando contra la degradación del medioambiente. Por ejemplo, los activistas de Vía Campesina que incorporan temas de economía ecológica, como eficiencia energética, pérdida de biodiversidad, contaminación, etc. Y también el fuerte papel de las mujeres, que están a menudo a la vanguardia de las luchas populares ecologistas”, dice.
“Me interesó el tema porque era ‘moda’ en los años 70, y había estudiado economía agraria y algo de antropología económica, entonces sabía ya contar flujos de energía: Cuántas calorías come la gente, de dónde venían. Estuve en Perú viendo la complementariedad de varios pisos ecológicos, y había gente en la época que estaba estudiando esto energéticamente, cómo intercambian maíz y papas, y desde los 4 mil metros se produce carne, lana y quesos. Esa complementariedad de los pisos ecológicos ya era de antes de la Conquista. Bueno, ¿todo esto, qué es? ¿Economía? ¿Ecología? Las dos a la vez. Es la economía de verdad, de la gente. Lo raro es que los economistas no se interesen. Les importan solo los precios y mercados”, agrega.
Explica que la economía ecológica estudia el metabolismo social y los valores ambientales desde una mirada multivalorativa, sin reduccionismo economicista. En Chile los economistas nos dicen que la economía se está frenando, que el precio del cobre bajará -dependiendo de lo que pase en China-, y que se bajaron la tasa de interés para reactivar la economía. “¿Y la contaminación ambiental? ¿La mortalidad infantil? ¿La felicidad? ¿Qué ocurre ahí? Economía ecológica es pensar en los impactos en nuestra propia vida. Vemos cómo la economía crece mientras el medioambiente es destruido y surgen protestas y nuevas formas de enfrentarse al modelo. La economía ecológica es más amplia que la economía ambiental. Tiene un enfoque multicriterial. Además de cuantificar el valor en costo-beneficio, incluyendo externalidades, también mide el costo energético, el valor ambiental o ecológico, valores culturales. Lo hacemos continuamente en nuestra vida diaria, decidimos de una manera multicriterial. No es extraño. Lo extraño son los economistas. Pensar que podemos solucionar el cambio climático poniendo un precio a las emisiones de carbono, o a la pérdida o destrucción de la biodiversidad es absurdo. Chile exporta millones de toneladas de cobre. Cada tonelada implica energía, agua, escorias y contaminación. Cada tonelada de cobre son cien más de escorias y relaves. Y si es oro, una por un millón”.
“Ecologista, tu madre”
El ecologismo popular no dice que todos los pobres son ecologistas. En muchos conflictos ambientales, los pobres se alinean al lado de la preservación de los recursos naturales, no por ideología ecologista, sino en virtud de preservar su forma de vida. Joan Martínez Alier señala que el Norte tiene deudas ecológicas hacía el Sur, no solo medibles en carbono o llamadas postcoloniales. “Se debería evaluar el importe de dichas deudas. Y podría resolverse eliminando total o parcialmente la deuda externa de los países del Sur, por ejemplo, y desarrollando mecanismos institucionales para garantizar la reinversión del dinero ahorrado en los programas contra la pobreza y la promoción de energías alternativas”.
Su primer libro Economía y ecología, lo publicó en los 80. En 1991 fue reeditado por el Fondo de Cultura Económica. “Concretamente hace la historia de las críticas ecológicas contra la economía del siglo XIX y principios del XX, por físicos, biólogos, etc., diciendo no puede ser que una economía crezca cuando lo que vemos es el principio de entropía, es decir de que la energía no se puede usar dos veces. La energía no se puede reciclar. Si quemamos petróleo, se acabó. La energía se ‘disipa’, ya no sirve para mover el automóvil. Y el petróleo tiene un stock limitado. Estamos llegando al pico de la curva de Hubbert. Y además al quemarlo, se produce dióxido de carbono y por tanto aumenta el efecto invernadero. Esos aspectos quedan ocultos en la economía convencional. Estamos atrapados en la dinámica perversa de una civilización que si no crece no funciona, y si crece destruye las bases naturales que la hacen posible. El nivel de consumo se ha conseguido a costa de agotar los recursos naturales y energéticos, y causar cambios ecológicos irreversibles en el clima y la biodiversidad. Si seguimos sacando carbón, petróleo o gas, y lo quemamos, hay que volver a extraerlos, y entonces esto no puede crecer mucho ni siempre”.
“Mi segundo libro es este del ecologismo popular o el ecologismo de los pobres y de los indígenas, que se acaba de reeditar en Chile, con dos capítulos nuevos. Recopilo conflictos medioambientales alrededor del mundo, comunidades que protestan. Esto viene del aumento del metabolismo social. Por ejemplo, el agua; se usa más agua, y en el norte de Chile la gente protesta porque no tiene agua. Incluso, les sacan agua del acuífero para las grandes mineras. Hay cada vez más conflictos, y la gente usa lo que yo he llamado distintos ‘lenguajes de valoración’, por ejemplo pueden pedir una compensación monetaria. Una vez pierden, normalmente se tienen que resignar a que no les paguen nada o a una compensación. Pero antes, muchas veces argumentan con otros tipos de valores no crematísticos, por ejemplo, si son indígenas, que su territorio es ancestral, y apelar al Convenio 169 de la OIT. Pueden decir que el agua, un bosque o el cerro son sagrados. Pero claro, tiene que ser verdad en su cultura. No pueden improvisarlo. Argumentan un derecho de propiedad, valores ecológicos… como los cisnes de cuello negro o el territorio de Aysén. El caso de Celulosa Arauco es muy interesante. Por un lado, invaden un humedal y destruyen el hábitat de cisnes que son únicos, y siguen con la caleta de Mehuín. Y ahí, ¿qué lenguaje se usó? Decir ‘tenemos derecho a que la caleta se quede como está, sin contaminar, somos pescadores desde generaciones’, y más tarde han dicho que también algunos son ‘lafkenches- mapuches’, con su idioma todavía… Vemos en estos episodios la existencia de una ‘inconmensurabilidad de valores’. Parece una palabra muy técnica y poco comercial, pero inconmensurabilidad lo que significa es que usted no puede medir el daño económico o ecológico en unidades de metales pesados; medir un atentado a lo sagrado es muy difícil. Puedes decir este territorio es muy sagrado o no tan sagrado. Pero estos lenguajes entre sí son inconmensurables, o sea que los economistas no tienen nada que decir. Los antropólogos sí podrían decir algo sobre una afectación a la naturaleza o la cultura. La inconmensurabilidad de valores es un principio de la economía ecológica tanto a nivel filosófico analítico como a nivel empírico de estos conflictos, y lo que haría falta sería no una evaluación costo-beneficio en dinero como predican los economistas, sino evaluaciones multicriteriales, participativas, que la gente pueda decir qué alternativas hay, qué criterios se pueden tener en cuenta”, dice.
Explica que los capítulos nuevos exponen lo que ocurre tras la crisis económica de 2007-2008 y cómo a la izquierda latinoamericana, tanto la socialdemócrata o como la nacional-populista, le cuesta mucho ser ecologista. “Michelle Bachelet no es tan neoliberal como Sebastián Piñera. Dilma Rousseff, Rafael Correa, Cristina Fernández son populistas, que no es ningún insulto. La política latinoamericana es complicada. Son gobiernos que no son totalmente neoliberales y no son socialdemócratas como el de Felipe González. Es otra cosa. Son más o menos redistributivos, pero sí son extractivistas. ¿Por qué le cuesta tantísimo a la izquierda latinoamericana ser ecologista? El ecologismo no es un lujo de los ricos, es una necesidad. Los pobres en el campo y en la ciudad protestan. Recuerdo el conflicto de hace muchos años en Lo Errázuriz, donde había un vertedero. Yo no sé donde estaba, pero estoy casi seguro que no era en Las Condes. Hoy protestan por otros conflictos. Y si les preguntas: ‘¿Usted es de Greenpeace? ¿Es ecologista?’. Te responden: ‘¿Qué es eso?’. Hugo Blanco, decía en un artículo de 1991: ‘Ecologista será tu madre’. Lo cito siempre que puedo, porque un dirigente campesino de izquierda como él, sí se dio cuenta del ecologismo popular”.
Prosperidad sin crecimiento
En el Congreso en la FAU, Martínez Alier habló del proyecto Environmental Justice Organizations, Liabilities and Trade (EJOLT), del que es director: Un mapa de conflictos ambientales en el mundo. Señala que un 20% de los casos en conflicto en América Latina, China, India, Europa y África, que han monitoreado, se paralizan por presión y resistencia de las comunidades. En América Latina, en muchos de estos conflictos participa población indígena. “Y así es en el caso de Chile, lo que me sorprendió pues la población indígena es mucho menor que la de Perú o Bolivia. Casi en la mitad de los conflictos en Chile, de los 40 que tenemos registrados, hay participación aymara, diaguita, mapuche”. El Atlas Global de Justicia Ambiental es una plataforma interactiva que analiza la trayectoria de más de un millar de conflictos ecológicos y espacios de resistencia. El proyecto pretende llegar a los dos mil casos el 2015. Es uno de los resultados más relevantes del proyecto europeo EJOLT. Muestra cómo los conflictos ecológicos están aumentando en todo el mundo, por las demandas de materiales y energía.
Sobre el “Decrecimiento”, señala: “Ya lo tenemos aquí, en la crisis de 2007-2008 del mundo rico. Se juntó la crisis financiera por el exceso de hipotecas y de la construcción de viviendas con una crisis económica. Todo eso ayudado por el precio del petróleo. El coste energético de conseguir energía está aumentando. Este decrecimiento económico debería ser socialmente sostenible, hacen falta nuevas instituciones, redistribuir la producción, redefinir el trabajo, instituir la renta básica, evitar el racismo con los inmigrantes. Estamos viendo lo que yo llamo ‘la Segunda Muerte de Friedrich von Hayek’. Estos días vuelve Keynes, hasta los bancos piden que el Estado los nacionalice porque están temerosos de que los clientes pidan su dinero. Hace falta pues un cambio del sistema financiero. Soy cada día más partidario de lo que Tim Jackson señala en Prosperidad sin crecimiento, y aunque la palabra prosperidad es un poco ambigua, es que la gente podría ser feliz, podría vivir bien. El ‘Buen Vivir’ es una aportación de los pueblos indígenas. Vivir bien con menos o con lo mismo, sin pensar que hay que crecer y olvidándose de las deudas, porque nos han dicho que como hay que pagar deudas hay que crecer. Primero aumentaron las deudas para financiar el crecimiento, de viviendas, por ejemplo, que hoy están por venderse en España, montón de viviendas vacías, hipotecadas, ¿entonces? Ahora en vez de endeudarse para crecer, dicen que hay que crecer para pagar las deudas, pues no. Hemos de olvidarnos de parte de las deudas y repartir mejor. Decrecimiento en los países más ricos y justicia ambiental en todo el mundo. Tiene que crecer la agroecología, la felicidad de la gente, la justicia climática, hídrica; combatir el intercambio ecológicamente desigual, que no aumente la deuda ecológica del Norte con el Sur”.