Chile: Como el Estado y el extractivismo marítimo neoliberal destruyen la naturaleza y la vida humana

La imposibilidad de la vida en Chiloé
Rebelión


“Uno empieza a pensar, que somos un país que tiene
una inmensa costa, más de cuatro mil kilómetros de costa
y no hay una entidad seria que pueda llevar eso,
que pueda hacer estudios, ver todo el tema marítimo,
que no se haga daño. Si acá ustedes ven, ves tú que
no hay nada, que acá cualquiera llega y saca 900 mil toneladas,
o arrasa con maquinaria pesada un banco natural de almejas del que vive
un pueblo chico para botar residuos industriales.
Esto yo lo denuncié le hicieron reportaje y salió en la tele, de nada sirvió”.
 Fabián Teca.
Pescador Artesanal y Procesador temporero en la Planta de Procesos Pacific Star en Quellón

-------
El estallido social y político protagonizado por los pescadores artesanales y ampliamente respaldado por la ciudadanía de Chiloé, más allá de los factores coyunturales que lo explican, tiene raíces en la historia reciente de la zona y del país. Específicamente, en la forma como el Estado de Chile impulsó el cultivo del salmón desde 1974 y cómo lo entregó a un proceso de industrialización acelerada en 1980. En dicho año se negoció la deuda externa de Chile, un mecanismo de esa negociación fue la entrega a la explotación industrial del salmón al capital transnacional. En aquellos años se declaró que “el mar e(ra) la promesa alimentaria para Chile”, al mismo tiempo se materializó la total liberalización de la economía nacional. Entregando, vías licitaciones, sus recursos naturales marítimos al mercado global. Dándose inicio a una nueva fase expansiva de su larga historia social y económica extractivista.
El nuevo extractivismo marítimo opera bajo el principio “ laissez faire, laissez passer” exacerbado, tan propio de la forma de acumulación neoliberal. Ello implico que el Estado dejo prácticamente de actuar en los espacios marítimos concesionados, ni estableció las trabas legales adecuadas ni ejerció las fiscalizaciones ni controles necesarios que evitaran la devastación medio ambiental, territorial y humana, o sea, sobre la vida, que generó la explotación indiscriminada e irracional del salmón. En otras palabras, el Estado dejó, en los hechos, de gobernar en los territorios enajenados al capital trans-internacional. Fue reemplazado por el poder de las grandes empresas transnacionales. Las que han ejercido en la región una absoluta “soberanía productiva” tanto sobre las áreas de explotación marítima como sobre los hombres y mujeres que laboran en esas empresas.
El impacto de la industria salmonera ha sido integral en la sociedad chilota. Transformando completamente la vida y la cultura de los habitantes originarios e históricos de Chiloé. Los chilotes construyeron desde antiguo, es decir, ancestralmente, una activa cultura terrestre-marítima. El Estado, al momento de entregar el mar al capital extranjero, lo hizo como si esos espacios hubieran estado deshabitados. No fueron considerados como un espacio geo humano y cultural. Es decir, donde naturaleza y el ser humano constituían una unidad vital inseparable. La explotación y la intervención industrial masiva e intensiva del mar quebró dicha relación provocando una alteración permanente del ecosistema y de la vida de la Isla. La destrucción de la vida en Chiloé no solo tiene relación con el cambio climático, con la marea roja, o con la contaminación del mar producto de haber vertido toneladas de salmones descompuestos, sino por la constante sobreexplotación “racional” de la naturaleza por parte de la moderna industria salmonera.
Con este artículo queremos dar cuenta como la enajenación por parte del Estado de Chile del mar chilote y la industria salmonera han provocado la devastación de la vida tanto humano como marítima del borde costero del archipiélago de Chiloé. Y, sobre todo, queremos destacar y revelar la responsabilidad política e histórica del Estado como de los diversos gobiernos que lo han administrado desde 1974 a la fecha, en la destrucción de la vida en la zona. Pero, también aspiramos a llamar la atención de que no solo el Estado es responsable de esa devastación sino también la indolencia, indiferencia, apatía de la gran mayoría de las y los ciudadanos nacionales quienes a lo largo de estos años han avalado y respaldado ya sea de manera activa o pasiva la explotación irracional de la naturaleza.
Los actores de la sociedad civil como del Estado y, sobre todo, del mercado, han desoído la voz de muchos chilotes que durante años habían venido denunciando, la devastación de la vida marítima y humana por la acción de la industria salmonera. Hoy que gritan su rabia al país. Su voz se escucha. Sin embargo, durante décadas, nadie escucho ni presto la atención a lo que allí ocurría. Salvo algunos documentalistas nacionales y extranjeros, unos pocos analistas económicos y sociales y, sobre todo, los defensores del medio ambiente, mostraron y divulgaron por los intersticios y desde los márgenes de la sociedad neoliberal, el desastre que allí se estaba padeciendo. Las voces que hoy se escuchan con fuerza son también esas voces que llegan del pasado reciente. Han transcurrido 40 años desde que comenzó la devastación que hoy todos atienden y muestran preocupación. Nos podemos preguntar, con justa desazón, no será ya un poco tarde para Chiloé y su gente.
Lo más atrayente de Chiloé para el capital internacional, en la segunda mitad de los años setentas, no eran sus leyendas ni sus mitos, ni la amabilidad de gente, sino sus aguas marítimas: ideales en temperatura, PH, oxígeno y pureza ambiental para el cultivo industrial del salmón. Unido al hecho que la Isla y sus alrededores contaba con un excedente de población desocupada o semi-ocupada que prometía a las empresas contar con una mano de obra barata. Además, de una oferta permanente de harina de pescado (alimento del salmón) a muy bajo costo, producido en el mismo lugar. Hacía que el interés por instalarse en la zona fuera altamente codiciado y esperado por los inversionistas extranjeros.
El Estado y los gobernantes de la época, respondiendo a ese interés de capital extranjero concesionó a $22 el m2 de mar adyacente a la Isla. Según un dirigente sindical de la época: “de 3 pesos, la empresa aportaba 1 y el Estado de Chile 2, por tanto, era un negocio demasiado bueno para ser verdad”. El gobierno que necesitaba urgentemente dinero acelero el proceso concesiones, por lo tanto, sin mediar estudios de ninguna naturaleza, ni de impacto ambiental ni de capacidad de carga, de nada, entregó el mar a la codicia de las empresas internacionales. Y, el mar chilote fue enajenado a las empresas transnacionales. Nadie dijo nada.
El Estado, además, respaldo financieramente y logísticamente de diversos modos el desarrollo de la industria salmonera de manera directa o indirecta a través de Corfo, Fondef, universidades públicas, subsidios y con el estableciendo de nuevas oficinas de la administración pública para atender sus requerimientos logísticos y operativos; realizó inversiones en carreteras, infraestructura, proyectos hidroeléctricos, concesiones hipotecadas, etcétera. Al mismo tiempo que promulgaba leyes laxas y reducía al mínimo la fiscalización sobre las actividades extractivas de la industria salmonera. Todo contribuyo a la ampliación, consolidación y desarrollo en el tiempo de la industria salmonera sobre las bucólicas aguas chilotas.
La estrecha alianza entre lo público-estatal --representado por la Subsecretaría de Pesca, órgano estatal encargado de la jurisdicción de concesiones para cultivo de salmón, y el departamento de Defensa de Bienes Nacionales, quien debía supervisar la gestión de borde costero--, con el capital privado transnacional, posibilitó que la industria del salmón se transformara en una actividad altamente rentable. Y, un ejemplo de la iniciativa privada. Especialmente, cuando el Estado deja operar libremente y, sin ninguna intervención, al mercado.
No obstante, en 1985 el Ministerio del Medio Ambiente observó oficialmente que las jaulas de cultivo del salmón estaban afectando el mar privándolo de oxígeno. Fue una voz que no se escuchó o se relativizo la falta de oxígeno. En el entorno de las jaulas existía ya el “copépodo caligus” por el uso irresponsable del pesticida “benzoato de emamectina” así como algas tóxicas causantes de marea roja.
Si bien en el 2003 Noruega lideró el mercado del salmón y trucha y Chile le siguió en el segundo lugar a nivel mundial. Produjo 600 mil toneladas al año, US$ 2.000 millones. Para competir en el mercado global, en Chile, se sobrexplotaron las jaulas, así el 2007 los salmones estresados estaban debilitados y contrajeron el virus ISA. El crecimiento promedio anual de las salmoneras de 22% cayó en un 50%.
Los peces entonces fueron afectados por “caligidosis”, “compépodo” o “piojo de mar”, por virus ISA y por SRS o “Piscirickettsiosis”, considerado en prioridad antes del ISA como la principal causa de pérdidas en la engorda y que puede llegar a producir el 90% de la mortandad en algunos centros de cultivo. La lista y cantidad de antibióticos aplicadas en las jaulas es larga y diversa, entre ellos se encuentra el Cristal Violeta prohibido en el mundo entero por cancerígeno, las Quinolas (restringidos a nivel mundial), la Cipermetrina, prohibido en la acuicultura de Canadá por sus negativos efectos ambientales y sobre los recursos bentónicos silvestres, especialmente, los langostinos. Otro pesticida es Deltametrina, también piretroide bio-acumulable. Los que impiden la producción de mitílidos o choritos. De manera que, para evitar las enfermedades de los salmones, las empresas enfermaban la vida marítima.
Por otro lado, la producción de harina de pescado además de extinguir el jurel y la anchoveta, contribuye al sedimento que desde las jaulas de engorda se esparce hacia el mar mezclado con enormes cantidades de antibióticos. En Noruega en el año 2007 ocupaban apenas 0.02 gramos de antibióticos por tonelada de salmón, en Chile se usaron 732 gramos por cada tonelada producida, 36 mil veces más. Antibióticos que se pierden en el agua marina, son consumidos por otros peces y por los que consumen a esos peces.
De acuerdo a cálculos estándar de contaminación generada por salmoneras, estimada según los suministros de alimentos artificiales que recibe la sobrecarga de salmones cautivos en balsas-jaulas, una tonelada de salmones requiere la inversión de 1,2 toneladas de alimentos artificiales (pellets de harina/aceite de pescado) y de esta alimentación se generan 800 kilogramos (Kgs.) de materia orgánica (DBO7) y 78 Kgs. de Nitrógeno (N total) los excesos de materia orgánica, por sobre las capacidades de carga de los sistemas intervenidos, han producido condiciones “anaeróbicas” en 400 puntos del Mar de la Patagonia, desde Puerto Montt a Capitán Aracena, en la Región de Magallanes, con una concentración de centros anaeróbicos en las Regiones de Los Lagos y de Aysén. [i]
La sobreexplotación de jaulas , el alimento mezclado con sobredosis de antibióticos provoca sedimento, centros marinos anaeróbicos y exceso de materia orgánica rica en Nitrógeno alimento esencial de una especie del Reino de los Protistas, intermedio entre el Reino Animal y el Vegetal, la Alexandrium Catenella que no es un alga, sino el dinoflagelado más eficiente para capturar nitrógeno disuelto en la columna de agua marina, tiene la facultad de hacer fotosíntesis para alimentarse provocando o facilitando la emergencia de MAREA ROJA. Causa de las muertes actuales de diferentes especies marinas. Durante su ciclo de vida libera cistos o quistes de resistencia, “SEMILLAS” que se depositan en el sedimento marino a la espera de condiciones ambientales y nutricionales favorables que le permitan volver a proliferar. En esta ocasión este florecimiento de A. Centella proviene de quistes de resistencia depositados, en el año 2009, en el sedimento marino de esas localidades. La marea roja que se extiende ahora por dentro y por fuera de la Isla Grande de Chiloé y hasta Valdivia, es una marea roja activa en la columna de agua y “latente”, en el sedimento marino.
La versión de las 9.000 toneladas de salmones pudriéndose en las costas de Chiloé como detonantes de la crisis de la pesca artesanal, o la que acusa al cambio climático de causar las pérdidas en las empresas salmoneras y por tanto del despido de sus trabajadores, no corresponde a la verdad del proceso continuo de devastación marítima y territorial llevado a cabo por el conocido cluster del salmón, forma de organización sinérgica del proceso productivo local que el Estado eligió con miras al crecimiento económico local orientado a la exportación de materias primas puesto en práctica desde 1980 al 2011 año en que el entonces Intendente de Los Lagos declaró que “los clúster no rindieron los frutos esperados sin generar la actividad público-privada esperada”. Se aceleró la acumulación del capital financiero y las fusiones de empresas salmoneras con deudas a los bancos, respaldadas por el Estado de Chile. El mar se agota, pero no así el afán de lucro de las salmoneras que hoy muestran al mundo, su crisis en el mar del sur de Chile.
Por las amenazas de depredación marítima y faltas a códigos éticos mundiales de trato a trabajadores, la transnacional Marine Harvest, especialmente, recibió la visita de la OCDE y de otras organizaciones que investigaron tales delitos. Se firmaron acuerdos de buenas prácticas, el Ministerio del Trabajo cursó multas, ni cumplidas ni pagadas. Casi todos los años Chile recibe acusaciones de dumping por abusos en el proceso productivo de las salmoneras en Chile, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile dispone de equipos de abogados especializados en defenderlas.
Importantes contravenciones fueron denunciadas ante el Senado ya en el 2012. En el 2013 se llevó a cabo en Chile la mayor Feria internacional de acuicultura, con gobiernos del G15, empresas multinacionales del cultivo del salmón, con noruegos que tienen 70% de producción mundial. Las multinacionales salmoneras en Chile pidieron ser sede probablemente como blindaje seguro ante instituciones del Consenso de Washington (FMI, Banco Mundial, Departamento del Tesoro de USA) por probable crisis. La FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, ha impulsado y sigue apoyando el cultivo del salmón por considerarlo “una proteína para el futuro de la humanidad” reconociéndolo como un “bien común de Chile”. En su rol de coordinadora de la feria acuícola internacional del año 2013 la FAO pareció no tener conocimiento de la situación de sobreexplotación del mar chileno por los cultivos de salmones.
Las empresas pidieron más concesiones y no han bajado la densidad de ocupación en jaulas. De 417 centros de engorda activos al año 2011 que declara la Subsecretaría de Pesca, 322 (75%) estaban afectados por Caligidosis, piojo de mar, o copépodo. Singularmente, la empresa salmonera declaró producir 450 mil toneladas en un cuarto de los centros que tenía activos. Las jaulas han sido trasladadas en nuevas concesiones en Aysén y Magallanes llevando consigo los peces y sus infecciones, sus malas prácticas ambientales, sus malos manejos sanitarios, su explotación laboral. La Subsecretaría de Pesca profetiza una producción de 1,2 millones de toneladas en los próximos años, independientemente de los tamaños y profundidades de los mares, de las corrientes marinas y de la existencia de otras actividades diferentes a las de la salmonicultura en las aguas interiores. El Estado sigue destruyendo el mar.
Para reducir sus costos de producción las salmoneras mantienen a los trabajadores, en condiciones precarias, sin protección social, a bajos salarios, hace despidos masivos para debilitar la organización de los trabajadores, no se llevan registros de accidentes en las jaulas, no se reconoce públicamente la labor de buzo, está externalizada, mueren mas de 15 buzos al mes. A pesar de la ley Lafkenche que prohíbe instalar jaulas en las costas en lugares considerados sagrados, las empresas las instalan sin permiso impidiendo el cultivo de mitílidos o choritos y otra pesca. Williches y pescadores en general quedan sin su acostumbrada forma de subsistencia. Por distintas actividades secan el terreno para ganado. Matan especies mamíferas costeras. Los trabajadores son impedidos de salir de faena, varios han muerto en el mismo lugar de trabajo. Los ejecutivos de tales empresas condenados por tribunales no cumplen sentencias. Multados por Inspección del Trabajo no pagan. La total impunidad.
Desde el 2003 comenzó el regreso migratorio de la ciudad al borde costero. Desde el año 2007 en que se declara la crisis, se despiden a más de 50.000 trabajadores, el Estado les subvenciona $111 mil por obrero contratado, sigue la cesantía, pagan a subcontratistas con temporeros para terminar su cuota de cosecha en 5 días de 18 horas, al final de ello el trabajador queda cesante.
Por tanto, la muerte del mar de Chiloé viene arrastrándose por años y junto a su mar su gente pierde sus bienes comunes, salud, educación, vivienda, subsistencia, se disgrega su tejido social y cultural. El daño causado por las salmoneras es evidente y los gobiernos insisten que “El mar es (la) promesa alimentaria para Chile” respaldándolas política y financieramente.
No solo el Estado ha respaldado a la industria salmonera sino también la banca nacional. En el año 2008, la deuda de las salmoneras con la banca ascendía a US$Mill 4.000.
La entonces presidenta de Chile entregó vía Corfo, US$Mill 450. Y anuncio en el discurso presidencial del 21 mayo 2008 la entrega US$Mill 600 en auxilio de dicha industria. Con el objeto de que se recontratara trabajadores cesantes otros US$Mill 500. Además, propuso abrir una línea de crédito bancaria de US$450. Para lo cual los bancos exigieron que las salmoneras hipotecaran sus concesiones pesqueras. Así en el párrafo clave de las modificaciones a la ley de pesca de 2009 (previo fuerte lobby de los banqueros), se permite que las concesiones acuícolas sean hipotecadas y con fórmulas para que la caducidad de estos permisos no se haga efectiva y puedan ser intercambiadas como cualquier producto transable entre acuicultores y entre estos y los bancos. Las salmoneras podrán usar las concesiones otorgadas por el estado como respaldo bancario a los créditos. Hipotecar bienes nacionales de uso público es: inconstitucional, porque no son inmuebles.
Hoy el capital está concentrado en 7 megaempresas. Los bancos negocian la deuda una por una. Cuando los bancos se quedan con la propiedad de las Concesiones hipotecadas dejan libre a las empresas para que vendan al precio de la deuda restante y paguen. El año 2010 los bancos remataron las concesiones a megaempresas extranjeras del salmón porque en Chile es el país que pone menos problemas a la expansión y facilita la concentración de capitales.
Empresas noruegas, canadienses, japonesas están en un proceso acelerado de concentración del capital. Especulan con el 40% de concesiones dejando el resto pasivas para venderlas cuando aumente su valor. No quieren las concesiones para otro rubro. Hacen figuras para mantenerlas, declaran al seguro infecciones en concesiones inexistentes, alteran cifras de producción en Sernapesca central. Así el 2008 se avisó que el año 2014, se produciría un proceso de reordenamiento total del mapa financiero de las megaempresas del salmón y en todos los aspectos.
La mayoría de las salmoneras están con deudas registradas entre US$500 mill y US$ 1.000 millones. Los bancos siguen reticentes a prestar más. El Banco Central (BC) en su Informe de Percepciones de Negocios de mayo 2016 dice que “Varios bancos están realizando esfuerzos importantes para evitar el deterioro de los pagos, tiene que responder por el dinero de los ahorrantes”.
Como mera información, con el derramamiento de salmones muertos en la alta mar chilota, el precio del salmón aumentó de US$3,50 a US$5,40 en el mercado global. O sea, las nueve mil toneladas de salmones infectados vertidas en el mar no fueron en vano.
En Chiloé, Aysén, Magallanes y últimamente en aguas dulces de la IX y X región, las salmoneras han mantenido sus prácticas habituales de evitar las regulaciones ambientales y sanitarias, así como la sobre-explotación de los sistemas marinos para sustentar su especulación financiera. Por esa razón, son un peligro para la vida humana.
Por último, es importante señalar que la marea roja no es causada en Chile solo y exclusivamente por el cambio climático, ni por los salmones muertos en las costas de Chiloé, factores coayudantes, que la actual crisis, pero no determinantes. La crisis actual es el resultado de cuatro décadas de malas prácticas de las salmoneras, las cuales desde su llegada a las costas de Chiloé han ido dando muerte al mar. Y, si no se detiene “la producción del salmón” será apocalíptica.
El Estado de Chile debe dejar de respaldar las deudas de las salmoneras ni permitir más su irresponsabilidad con el medio ambiente, con el territorio chileno ni con sus habitantes. Las salmoneras se apropian de bienes nacionales de la República, imposibilitan la vida humana y marítima en Chiloé y amenazan al resto del mar del sur de Chile.
Pero también la sociedad civil, los y las ciudadanos, los medios de comunicación, las universidades públicas, los cientistas sociales, deben abandonar la indolencia e indiferencia que ha permitido la destrucción de la vida en Chiloé como en otros lugares del país. Tomar consciencia que el extractivismo, el uso indiscriminado de los bienes comunes que nos ofrece la naturaleza, no es el mejor camino para la sustentabilidad de la vida en el territorio nacional. Debemos avanzar como sociedad en la discusión de un nuevo modelo productivo que respete la naturaleza. En otras palabras, se debe exigir el fin de la soberanía mercantil del capital transnacional como nacional.
La actual rabia ciudadana chilota no puede quedar como otra manifestación coyuntural del conflicto entre el Estado, Mercado y la Sociedad. El cual lo han demostrado otros conflictos similares en la demanda parcial y particular exigiendo al gobierno de turno la solución momentánea de una situación crítica. Las cuales son, por lo general, soluciones de mercado. Para que una vez, dominada la rabia, todo vuelca a lo mismo. NO, la devastación de la naturaleza, por acción humana, es irreversible. Si no se corrige hoy, el mañana será no será.

Virginia Ramos Posec, Dra. en Ciencia Política y Juan Carlos Gómez Leyton, Dr. en Ciencia Política
[i] Este artículo se construye en base a la información levantada por la Dra. Virginia Ramos para su tesis doctoral: La responsabilidad social de mega-empresas y Estado en el uso y administración de bienes comunes. El caso de la intervención de la mega-industria del Salmón en los bordes costeros del archipiélago de Chiloé, Chile 1983-2013. Leída y presentado en el Programa de Doctorado en Procesos Sociales y Políticos en América Latina, Universidad ARCIS, 2013.
[ii] Testimonio entregado a Virginia Ramos.
[iii] I información 2010 de SERNAPESCA cfr. Kol, Héctor, Comité de Defensa del Borde Costero Puerto Montt, La Agonía, IV parte, derribando mitos. Conferencia Universidad de los Lagos, 6 de mayo 2016.
Imagen: ‪www.eldesconcierto.cl‬

Entradas populares de este blog

Francia: ‘Mi orina contiene glifosato, ¿y la tuya?’ Denuncia contra el polémico herbicida

Sobre transgénicos, semillas y cultivos en Latino América

Antártida: qué países reclaman su soberanía y por qué