Mujeres mirando al colapso

En 15/15\15 quisimos conocer la perspectiva que como mujeres tienen algunas destacadas divulgadoras del colapso civilizatorio y temáticas afines. Os ofrecemos la visión de Begoña de Bernardo (presidenta de Véspera de Nada por unha Galiza sen petróleo y responsable del Centro de Resiliencia Pousadoira), Alicia Valero (directora del área de Ecología Industrial en el CIRCE y co-autora de Thanatia: The Destiny of the Earth’s Mineral Resources) y Marga Mediavilla (del Grupo de Energía, Economía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid y del grupo promotor del manifiesto Última Llamada).

15/15\15: ¿Crees que existe una respuesta específicamente femenina ante el conocimiento de la existencia del Peak Oil y de la situación de colapso civilizatorio? En tu ámbito personal (amigas, familiares, compañeras de trabajo…) ¿has experimentado esa diferente respuesta al hablar de estos temas?
Begoña: A nivel individual yo no percibo esa respuesta diferenciada. Quizás las mujeres nos cansamos pronto de hablar y hablar del tema, y queremos pasar a hacer cosas más prácticas. Colectivamente creo que sí hay una corriente muy potente que es el ecofeminismo, que aporta una mirada imprescindible y complementaria a la necesaria transformación social que se define desde el decrecimiento.
Alicia: Creo que en el tema del Peak Oil hay un desconocimiento generalizado tanto en hombres como en mujeres. Desde las aulas intentamos difundir esta información y la reacción de asombro es parecida en ambos sexos (completo desconcierto y preocupación). Mis alumnos, al finalizar el curso de sostenibilidad energética (materia opcional en ingenierías), en donde les enseñamos la otra cara del uso de los recursos, no entienden por qué este tipo de asignaturas no es obligatorio.
Marga: No he observado grandes diferencias en mi ámbito más cercano, aunque en las charlas sí observo que casi todos los que preguntar acerca de tecnologías salvadoras suelen ser hombres. Quizá existe más confianza en la tecnología como salvación entre los varones que entre las mujeres. Aparte de ese detalle, tanto entre mujeres como entre hombres, lo que más abunda es esa actitud de “te creo pero no quiero creerte” que hace que estos temas no sean habituales en las conversaciones del día a día.
15/15\15: ¿Por qué son minoría las mujeres entre quienes hablamos públicamente y divulgamos estos temas?
Begoña: Creo que en este caso sucede lo mismo que en otros campos. La presencia pública de mujeres es menor que la de hombres, la representación femenina es menor en todos los ámbitos públicos. Entonces es una cuestión de proporcionalidad. También pienso que en general tenemos menos tiempo: aún las mujeres que están incorporadas a actividades públicas, en asociaciones, formaciones políticas, etc., tienen que simultanear siempre su actividad con su trabajo y su vida doméstica, más intensa normalmente que la de sus compañeros, con cargas de cuidados muy exigentes.
Es posible que también exista un componente cultural: a menudo en reuniones y asambleas las mujeres economizamos nuestras intervenciones, si algo ya está dicho no lo repetimos. Cuando voy a hacer un comentario, si no aporta nada nuevo, me cayo. Personalmente me sucede que cuando hago divulgación del Peak Oil o hablo de decrecimiento pienso: “pero si ya está todo dicho, no tengo nada qué aportar, entonces ¿para qué?… mejor me callo”. Creo que los hombres son más osados y seguros, seguramente debido a la diferente educación que recibimos unos y otras. En general las mujeres tenemos que estar muy seguras para dar un paso al frente y emitir una opinión, nos autoexigimos una formación y preparación mayor en los temas que abordamos.
Alicia: Supongo que será debido a que tradicionalmente en estos temas se han involucrado más los hombres. Personalmente creo que hombres y mujeres están igualmente capacitados para divulgar esta información.
Marga: En general el número de mujeres que hablan públicamente de cualquier tema suele ser menor todavía, aunque da la impresión de que en estos temas relacionados con el Pico del Petróleo la diferencia es mayor. Es posible que se deba a que son temas relacionados con cuestiones tecnológicas o ingenieriles y la ingeniería sigue siendo un campo donde las mujeres no acabamos de entrar. Es curioso que este cliché haya cambiado tan poco en las últimas décadas. Quizá no lo ha hecho porque nuestra cultura no ha fomentado el amor a los trabajos manuales o las habilidades mecánicas ni entre los niños ni entre las niñas, lo que ha hecho que las mujeres sigamos sin haber desarrollado esas habilidades. O quizá se deba a una predilección de las mujeres hacia lo orgánico frente a lo mecánico. No lo sé, la verdad.

15/15\15: ¿Crees que David Holgrem está en lo cierto cuando dice que el futuro pospetróleo deberá ser más femenino, en cuanto a los valores predominantes que encajarán mejor con el comportamiento necesario? ¿Ha sido la época fósil una época proclive para la cultura patriarcal? ¿Crees que es posible un retorno del matriarcado ancestral después de la civilización industrial?
Begoña: Desde luego el futuro pospetróleo deberá ser más cuidadoso con la vida en todas sus vertientes, con la vida humana y no humana. Es evidente que la Era Fósil nos ha permitido transformar nuestro entorno a unos niveles muy profundos y con una gran rapidez, de manera que no hemos controlado las consecuencias negativas, por ejemplo a nivel de contaminación y repercusión en nuestra salud, física y mental. Es así que hemos llegado en Occidente a una sociedad opulenta, pero que sigue estando habitada por la insatisfacción permanente, fomentada además por el sistema. Tenemos muchas cosas, muchísimas, pero no somos felices, no estamos satisfechas, no tenemos tiempo. Y tenemos una gran brecha de desigualdad que no para de crecer. Entonces, deberemos cuidarnos y cuidar nuestro hábitat y esto conlleva desplazar los objetivos de crecimiento económico de maximizar beneficios y crecer a costa de lo que sea, a satisfacer necesidades y crear entornos favorables para el desarrollo de la vida, de toda la vida, en todas partes. Un concepto que puede chocarnos a primera vista es el de que el capitalismo es depredador de la vida, pero si lo pensamos es así, ya que en los parámetros de crecimiento económico capitalista, lo que tiene prioridad es la maximización de beneficios y la acumulación de capital; el sistema usa los recursos a su alcance, tando de la naturaleza como las vidas humanas para producir sin freno, sin importarle las consecuencias (agotamiento de materias primas, contaminación de un río, expolios en paises lejanos, invisibilización de los trabajos de cuidados), el sistema necesita todo y más para seguir engordando. Es algo perverso.
Durante la época fósil las mujeres salieron al mercado de trabajo y dentro de este reivindicaron sus derechos, en un marco de industrialización y productivismo. Sin menoscabo de los logros que se alcanzaron durante el pasado siglo en pos de la igualdad, también es cierto que el sistema fagocitó muchas aspiraciones y siguió perpetuando el patriarcado como un pilar fundamental para su crecimiento. Es absolutamente necesario que las labores de reproducción de la sociedad y de cuidados queden fuera del mercado, ya que son inasumibles para este, y son labores que siguen siendo desempeñadas mayoritariamente por las mujeres.
Creo que no es posible ni deseable el retorno al matriarcado ancestral, en realidad he de decir que desconozco lo que eso significa en toda su dimensión. Me gustaría que en el futuro desterrásemos la dominación en todas sus formas. Creo que siempre debemos construir hacia adelante, conociendo el pasado y aprovechando lo que merezca la pena. Creo que el futuro debería ser mucho más simple (carente de complejidad), con ese cambio de valores que ponga el acento en lo que de verdad importa, que es en definitiva el cuidado de la vida, y las relaciones humanas, que curiosamente suele ser lo que más echamos de menos en nuestras ajetreadas vidas: más tiempo para dedicarnos a nuestra familia, a nuestros amigos, a hacer lo que nos gusta. Poniendo en el centro de nuestros objetivos el cuidado de la vida, las cosas se vuelven más fáciles, ya que daríamos prioridad a todos aquellos trabajos y sectores encaminados a sostener la vida, a cuidar y a cuidarnos, y a vivir vidas plenas.
Aunque suene utópico así va a tener que ser a largo plazo, ya que no vamos a poder seguir con nuestro objetivo de consumir cuanto más mejor. De una forma u otra tendremos que cambiar nuestra escala de valores.
Alicia: Incluso el Club de Roma que apuesta por un nuevo paradigma civilizatorio está compuesto principalmente por miembros del sexo masculino. Las mujeres como madres tenemos otros valores como el sentido de la protección, colaboración, generosidad, cariño… frente a reacciones derivadas de la testosterona como la competición, individualismo, depredación… La naturaleza nos da los recursos de forma gratuita sin pedir nada a cambio, no en vano la llamamos Madre. El ser humano la está destruyendo y agotando sus recursos sin ningún tipo de respeto. Por eso es necesario volver a los valores femeninos que permitan respetarla, protegerla y mimar sus recursos.
Marga: En cierto modo sí estoy de acuerdo con Holgrem, pero quizá sería más útil usar conceptos como los chinos ying y yan más que hablar de feminidad/masculinidad o de mujeres/hombres. Creo que necesitamos una sociedad mucho más ying, más centrada en la escucha, la interiorización, la reflexión y el cuidado frente a una sociedad muy desequilibrada hacia el yan y volcada hacia la acción, el crecimiento y la exteriorización. Para decrecer bien tenemos que dejar de tener ese aprecio tan desmedido por la acción y la expansión, aunque no siempre las mujeres somos más ying.
Por otra parte, la cuestión de la cultura patriarcal es diferente de los conceptos ying/yan. El patriarcado se basa en la supuesta superioridad de hombres sobre mujeres, aunque, desde un punto de vista más amplio podríamos hablar de cultura dominadora: un grupo humano sobre otro, la tecnología sobre la naturaleza, etc. Es evidente que necesitamos una cultura mucho menos dominadora-patriarcal para ser capaces de hacer frente con éxito al declive civilizatorio.
Por una parte, las actitudes actuales de dominación y explotación de la naturaleza son enormemente absurdas porque nos están llevando al colapso ecológico. Necesitamos empezar a cuidar la naturaleza y respetar sus ciclos si queremos, simplemente, poder alimentarnos en el siglo XXI. Por otra parte, las actitudes de elitismo y dominación de unos grupos humanos sobre otros, en un contexto de colapso ecológico, nos llevan directamente a la guerra generalizada y eso se traduce también en no ser capaces de reaccionar con un mínimo de sensatez colectiva.
En cierta forma esa es la actitud que estamos teniendo en estos momentos y se evidencia en el trato de Europa a los refugiados. El no sentirnos una sola especie humana, el elitismo, el “yo me salvo”, cierro las fronteras y me desentiendo de los problemas, es una actitud muy poco adecuada para enfrentarse al colapso civilizatorio. Esta actitud está haciendo que no seamos capaces de construir los botes salvavidas de la transición. El sistema tiende a salvarse a base de echar gente fuera, mientras mantiene el modo de vida consumista en una minoría cada vez más pequeña. Las personas que todavía están dentro se sienten artificialmente a salvo, y, aunque tienen los recursos para realizar la transición, al no tener consciencia del problema, no reaccionan; las que han caído en la vorágine de la pobreza y la guerra no tienen ya capacidad para construir una sociedad diferente. La única forma sensata de enfrentarse al hundimiento sistémico es mediante la consciencia y la solidaridad, no sólo porque es lo más ético, sino también porque es lo único que nos permite no perder las escasas energías colectivas en conflictos y guerras.
¿Ha sido la época fósil proclive a la cultura patriarcal? Sí y no. La Era Fósil ha llevado hasta el extremo la actitud dominadora respecto a la naturaleza y también ha permitido dosis mucho mayores de desigualdad, pero, por otra parte, los combustibles fósiles han permitido que la fuerza física sea menos importante y han hecho que, esa ventaja que el varón tenía sobre la mujer, por el hecho de ser el único capaz de hacer ciertos trabajos, ahora apenas exista. Esto ha permitido cuestionar y combatir el patriarcado con mucha más facilidad que en otras épocas.
No sé si la crisis civilizatoria nos conducirá hacia una especie de matriarcado pacífico, igualitario y en equilibrio con el Planeta. Desde luego, ésta es una bella utopía y merece la pena tenerla como mito hacia el que caminar. Los éxitos que el feminismo ha conquistado en los últimos siglos nos hacen concebir esperanzas de acercarnos hacia ese horizonte. Pero también las mujeres tenemos que conservar nuestro punto de autocrítica y darnos cuenta de que nuestro acceso a la vida pública no cambiará las cosas si seguimos reproduciendo los mismos valores de dominación, ecocidio e individualismo competitivo. Existen actitudes que ahora mismo son especialmente populares entre muchas mujeres como el amor al consumo, el lujo y la apariencia que no son en absoluto buenos mimbres para construir una civilización matriarcal y pacífica, ni para un buen decrecimiento.
15/15\15: ¿Qué temes más como mujer ante el colapso?
Begoña: Sin duda, el conflicto. Y no me refiero al conflicto personal que la gran incertidumbre que vivimos genera en todos nosotros, sino al conflicto social, a la violencia que se pueda generar en condiciones de deterioro de la vida que pueden acompañar al colapso, incluida la represión y acoso institucional. Y también a un conflicto de carácter militar, a las guerras que puedan alcanzarnos de distintas maneras.
Alicia: Que no seamos capaces de reconducir la situación de forma adecuada.
Marga: La violencia. Sobre todo la violencia generalizada, escenarios de corrupción generalizada y estados fallidos dominados por señores de la guerra como los que se están viviendo ahora en Somalia o Chad. En este tipo de escenarios, donde la fuerza física, el individualismo y la agresividad dominan las relaciones sociales, las mujeres y los más débiles siempre tenemos las de perder. Son también escenarios nefastos desde el punto de vista ambiental y social, que realimentan las catástrofes.

15/15\15: ¿Crees que hay también oportunidades que abre especialmente el colapso civilizatorio para las mujeres?
Begoña: No cabe duda de que el momento que estamos viviendo es muy interesante desde un punto de vista histórico. Si tomamos consciencia de los grandes cambios que nos tocará vivir, representa una oportunidad como especie y como sociedad. La oportunidad de ser mejores, de construir una sociedad mejor, más acogedora. Tenemos la oportunidad de repensar qué queremos, qué perseguimos, qué es lo que importa de verdad. Como mujeres, tenemos la oportunidad de incidir en los cambios desde nuestra propia perspectiva, y vuelvo a referirme aquí a la mirada que aporta el ecofeminismo.
Pienso que también tenemos la oportunidad de recuperar la dimensión humana de nuestra propia vida, ya que durante un tiempo nos hemos creído semidioses, con capacidad para trasformar la realidad a nuestro antojo, de ir a toda velocidad arrasándolo todo a nuestro paso. Y nos hemos olvidado de cuestiones fundamentales inherentes a nuestra condición humana más emocional, que nos han dejado estas sociedades de consumo vacías de valores como la cooperación, la compasión, la solidaridad, la empatía. Puede que estos valores se identifiquen con el lado femenimo de las cosas, en contraposición a esa fuerza devastadora de las sociedades patriarcales industriales, que se lleva por delante recursos, biodiversidad, y muchas vidas humanas.
En la medida en que nuestra sociedad se vuelva más empática, más respetuosa con la vida y recupere valores humanos y no de mercado creo que tendremos mucho que ganar como mujeres y como seres humanos en general.
Alicia: Sólo si somos capaces de ver las ventajas que supondría la vuelta a un matriarcado.
Marga: Creo que la lucha por los derechos de las mujeres es una de las cosas más positivas que está sucediendo en el mundo y puede jugar un papel importante a la hora de construir una cultura de la solidaridad y la no violencia que guíe el cambio civilizatorio. No es que esto ofrezca oportunidades especiales a las mujeres o es más bien al contrario: son las luchas de las mujeres las que ofrecen oportunidades para un buen decrecimiento.
Por otra parte creo que las oportunidades más interesantes en estos momentos son las relacionadas con la tierra y la ecología. El mundo rural, que ha sido tan ignorado y maltratado durante la Era Fósil, tiene mucho que ganar si reaccionamos ante el colapso con una especie de re-ruralización ecologista. No sé si esa vuelta al mundo rural puede ser especialmente interesante para las mujeres pero tampoco tiene por qué no serlo: no hay razones para que una vuelta a comunidades más pequeñas y más ligadas a la tierra necesariamente tenga que estar basada en los patrones de dominación que vivieron nuestras abuelas.

Fuente: decrecimiento.info - Imagen: Dolores Póliz

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