Areas protegidas: pescar y no pescar

Qué es un área protegida en el contexto de la conservación de la naturaleza? Un Parque Nacional es un área protegida. En el mar, un área de veda pesquera es un lugar al que no se lo puede privar de algunos peces, ¿pero es un área protegida?
 
En el mundillo de la conservación, los hay que aceptan llamar protegida un área en la que se puede hacer casi de todo mientras se lo haga de manera sensata. Otros no llaman “protegido” al lugar en el que se administran usos en vez de cuidados de especies o ambientes. ¿Quién tiene razón? La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) sugiere categorías de áreas protegidas. En un extremo se encuentra lo intangible, esa categoría estricta que deja afuera casi cualquier actividad humana porque causaría grave perturbación a la cualidad del área. Otra alternativa es el área manejada para el uso sustentable que propone el desarrollo ad infinitum. En la escala de UICN, los Parques Nacionales andan en la mitad entre el que sí y el que no, entre el que sí se puede pero hasta por allí nomás... Un Parque Nacional protege formas de vida, ambientes y procesos de la naturaleza al tiempo que permite el uso recreativo.

Claudio Campagna

La categoría que se atribuye a un área protegida no es asunto menor ya que conlleva un sistema de valores que voy a ilustrar con el mar en la mira.
Un artículo científico reciente publicado por Enric Sala y Sylvana Giakoumi, cuyo título se podría traducir: “Las áreas marinas protegidas intangibles son las más efectivas para la conservación”, argumenta que sólo donde no se pesca predomina la diversidad y abundancia, y sugiere que esas cualidades benefician áreas de pesca cercanas. En conclusión: para pescar más, bien vale dejar algo sin pescar en este vasto océano planetario reclamado casi como propiedad exclusiva de los que lo explotan. El sector pesquero mundial se adjudica el derecho a pescar en el 98,4% del mar, dado que sólo el 1,6% de la superficie de los océanos se encuentra formando parte de áreas intangibles.
Sala y Giakoumi aportan a una filosofía de la conservación que tiene una aparente vereda de enfrente. Aún dentro del movimiento de la conservación, hay quienes propician el uso sustentable incluso sin áreas protegidas. La distancia en los valores de unos y otros es real pero no infranqueable: nadie en conservación se opone a las áreas intangibles, pero los que comprometen entre el sí y el no, intentan modular intereses y lograr convivencia de filosofías. La intención es buena pero… El movimiento de la conservación no ha sido exitoso en modular intereses de uso. Es mi opinión que la “modulación” ha adoptado la forma de una adaptación de los argumentos conservacionistas a los del desarrollo. Hay organizaciones que fueron protectoras de la biodiversidad que hoy lo son primeramente de las necesidades humanas. ¿Y no se podrían “proteger” ambas? En la imaginación por supuesto que sí, en la práctica tal vez… ojalá.
Entonces: ¿intangible o suavemente tangible? Los que van por lo primero descreen de la palabra “suavemente”, los que van por el uso medido descreen en la necesidad de lo intangible. Hoy, tanto en la tierra como en los océanos, los “duros” que no quieren usos pierden por goleada: es ínfima la proporción de mar en esas condiciones. En parte, pierden porque se enfrentan a más duros que ellos: los que usan el mar y se apoyan en argumentos socioeconómicos. Mientras la comunidad de conservacionistas no acuerda contra qué arco patear, las víctimas son los tiburones, delfines, pingüinos, calamares y las criaturas de los fondos marinos, arrastradas al interior de redes del tamaño de edificios, que rascan la corteza del mar hasta dejarla pelada.
Hay una manera de dirimir esta disputa: el caballo delante del carro. El ambiente, las especies, los ecosistemas, bosques y arrecifes, los frentes oceánicos y los humedales, la ballena franca y el albatros errante no son el detalle de una negociación sino el centro. La conversación debería empezar así: ¿existe la posibilidad de que lo que se quiere hacer amenace las formas de vida naturales? Si la respuesta es sí, no queda otra que ponerle límites a lo que se quiere hacer. Es la única manera racional de proceder. En salud humana se denomina prevención. ¿Cómo se llama el que se opone a prevenir?
Es obvio: necesitamos que una parte significativa de los sistemas naturales quede afuera del uso como se lo entiende hoy.
Es sabio admitir que el valor no se agota en el uso, que además se redefine constantemente. ¡Sí, entonces, a las áreas intangibles porque sirven a la conservación y a la pesca! Y también es necesario que allí donde ya nos metimos a explotar cambie el status quo. ¡Si, entonces, a las áreas de uso bien concebido! Necesitamos las dos porque necesitamos vivir y dejar vivir: grandes áreas intangibles con sentido ecológico y grandes áreas usadas con precaución.


Claudio Campagna es médico y Doctor en Biología (UBA-Universidad de California) - Fuente: clarin.com - Ilustraciones: Ecoticias.com

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