Las aguas residuales vertidas al mar son una fuente continua de enfermedades
El agua es la base de la vida, por ello su contaminación incide directamente en la degradación de todos los ecosistemas, tanto terrestres como acuáticos. Además, las aguas residuales son una fuente continua de enfermedades, unas de efectos más rápidos y graves, como el cólera o el tifus, y otras menos evidentes que actúan a más largo plazo produciendo un debilitamiento de la población.
Por ello, tanto por motivos de salud pública como de protección del medio ambiente, la calidad del agua debería ser el objetivo fundamental de su gestión. Sin embargo, estamos aún lejos de conseguirlo.
Echando un vistazo al 2018 vemos que los impactos por vertidos de aguas residuales urbanas son generalizados en toda la costa española. Sólo en 2018 ha habido más de 90 grandes impactos por vertidos de aguas residuales urbanas distribuidos por las 23 provincias costeras y alrededor de 80 municipios afectados (aproximadamente un 20% de los municipios costeros). Esto está dañando los valiosos ecosistemas costeros, perjudica a la población local, afecta a actividades productivas como la pesca y el marisqueo y también nuestra industria más preciada, el turismo.
Por ello, tanto por motivos de salud pública como de protección del medio ambiente, la calidad del agua debería ser el objetivo fundamental de su gestión. Sin embargo, estamos aún lejos de conseguirlo.
Echando un vistazo al 2018 vemos que los impactos por vertidos de aguas residuales urbanas son generalizados en toda la costa española. Sólo en 2018 ha habido más de 90 grandes impactos por vertidos de aguas residuales urbanas distribuidos por las 23 provincias costeras y alrededor de 80 municipios afectados (aproximadamente un 20% de los municipios costeros). Esto está dañando los valiosos ecosistemas costeros, perjudica a la población local, afecta a actividades productivas como la pesca y el marisqueo y también nuestra industria más preciada, el turismo.
Los vertidos desde tierra al mar se realizan dentro de las aguas costeras, que se sitúan entre la línea de costa y el talud continental. El talud es una fuerte pendiente que llega hasta las aguas oceánicas profundas y constituye una barrera física que limita, y a veces impide, la mezcla de las aguas costeras con las oceánicas. Por lo tanto, ya no se dispone de todo el volumen de agua oceánica para contaminar, sino solo la pequeña franja costera.
Además, la característica principal de los vertidos de aguas residuales urbanas es que son menos salados que el agua del mar, por eso tienen menor densidad y tienden a flotar, a migrar hacia la superficie, aunque el punto de vertido esté a cierta profundidad (entre 30 y 50 metros generalmente). Si a esto le añadimos que las mareas empujan las aguas costeras hacia la tierra, y con ellas los vertidos, lo que ocurre es que la contaminación incide directamente sobre la parte más superficial y cercana de la costa, la más utilizada para actividades humanas.
Además, los ecosistemas costeros son de los más productivos y albergan una gran biodiversidad. Los vertidos producen un cambio en las especies que forman el ecosistema marino: las especies originales desaparecen y aparecen otras adaptadas a los altos niveles de contaminación, que generalmente son aquellas a las que el ser humano no está adaptado por lo que incide negativamente en el disfrute de la costa. Por ejemplo, disminuye la presencia de especies beneficiosas como posidonia oceánica, especie clave en el mantenimiento de la biodiversidad y creadora de aguas transparentes y playas de arena blanca, y favorecen la proliferación de medusas, microalgas y cianobacterias.
El talud es una fuerte pendiente que llega hasta las aguas oceánicas profundas y constituye una barrera física que limita, y a veces impide, la mezcla de las aguas costeras con las oceánicas.
Además, la característica principal de los vertidos de aguas residuales urbanas es que son menos salados que el agua del mar, por eso tienen menor densidad y tienden a flotar, a migrar hacia la superficie, aunque el punto de vertido esté a cierta profundidad (entre 30 y 50 metros generalmente). Si a esto le añadimos que las mareas empujan las aguas costeras hacia la tierra, y con ellas los vertidos, lo que ocurre es que la contaminación incide directamente sobre la parte más superficial y cercana de la costa, la más utilizada para actividades humanas.
Además, los ecosistemas costeros son de los más productivos y albergan una gran biodiversidad. Los vertidos producen un cambio en las especies que forman el ecosistema marino: las especies originales desaparecen y aparecen otras adaptadas a los altos niveles de contaminación, que generalmente son aquellas a las que el ser humano no está adaptado por lo que incide negativamente en el disfrute de la costa. Por ejemplo, disminuye la presencia de especies beneficiosas como posidonia oceánica, especie clave en el mantenimiento de la biodiversidad y creadora de aguas transparentes y playas de arena blanca, y favorecen la proliferación de medusas, microalgas y cianobacterias.
El talud es una fuerte pendiente que llega hasta las aguas oceánicas profundas y constituye una barrera física que limita, y a veces impide, la mezcla de las aguas costeras con las oceánicas.
El sistema de gestión de aguas residuales no es una tecnología moderna que realiza muchas veces una depuración ineficiente, y falla mucho, además de haber muchos puntos de vertidos no autorizados.
La gestión y la depuración se centran únicamente en la gran cantidad de materia orgánica, pero estos vertidos también incluyen muchos otros tipos de contaminantes. Contienen virus y bacterias patógenos, metales pesados y los llamados contaminantes emergentes, para los que no existe un cuerpo legislativo consolidado. Por lo tanto, todas estas moléculas químicas peligrosas se vierten constantemente al mar.
Desde Greenpeace exigimos que las administraciones responsables tomen decisiones ambiciosas y efectivas. Es necesario un riguroso cumplimiento de la normativa europea y unos sistemas de gestión de vertidos centrados en acabar con la contaminación del medio marino. Por ello es imprescindible una mayor inversión en investigación y desarrollo de tecnologías de gestión y depuración de las aguas residuales, así como una ordenación del litoral que controle la masificación urbanística, que ponga límite a nuevas fuentes de vertidos al mar.
Para más información: Greenpeace
Por: ECOticias.com / Red / Agencias
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La gestión y la depuración se centran únicamente en la gran cantidad de materia orgánica, pero estos vertidos también incluyen muchos otros tipos de contaminantes. Contienen virus y bacterias patógenos, metales pesados y los llamados contaminantes emergentes, para los que no existe un cuerpo legislativo consolidado. Por lo tanto, todas estas moléculas químicas peligrosas se vierten constantemente al mar.
Desde Greenpeace exigimos que las administraciones responsables tomen decisiones ambiciosas y efectivas. Es necesario un riguroso cumplimiento de la normativa europea y unos sistemas de gestión de vertidos centrados en acabar con la contaminación del medio marino. Por ello es imprescindible una mayor inversión en investigación y desarrollo de tecnologías de gestión y depuración de las aguas residuales, así como una ordenación del litoral que controle la masificación urbanística, que ponga límite a nuevas fuentes de vertidos al mar.
Para más información: Greenpeace
Por: ECOticias.com / Red / Agencias
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