«La economía digital genera una gran cantidad de residuos cada vez más difíciles de gestionar»
Inundaciones, tormentas extremas, olas de calor o incendios forestales; se trata de catástrofes asociadas al clima y, muy a menudo, a la actividad humana que caracterizan el Antropoceno: Estos fenómenos son mencionados por los investigadores Carlos Gómez Gil y José Ramón González Parada en el ensayo: “El debate sobre el Antropoceno en la crisis ecosocial”, publicado en septiembre por la Universitat d’Alacant . Los autores se hacen eco del Informe Mundial 2020 sobre Desastres de Cruz Roja, que contabiliza 1.700 millones de personas “afectadas gravemente” en el planeta -durante la última década- por los citados fenómenos climáticos; y en al menos 400.000 personas fallecidas. Asimismo, se destaca en el libro, “de la misma forma que el carbón impulsó la revolución industrial en Europa durante el siglo XIX, la digitalización y las tecnologías de la información están propulsando la economía y la sociedad global en el siglo XXI con características novedosas, marcadas por el poder absoluto de un reducido grupo de megacorporaciones (…)”.
El sociólogo Carlos Gómez Gil responde a la siguiente entrevista a cargo de Enric Llopis por correo electrónico.
-El ensayo dedica un capítulo al Antropoceno, el Capitaloceno y tanto al avance como a los cambios vinculados a la llamada nueva economía digital. ¿En qué consiste el feudalismo digital? (se destaca, por ejemplo, que la corporación Facebook tuvo unos beneficios de 29.246 millones de dólares en 2020, el 58% más que en el año anterior).
Este nuevo capitalismo digital avanza sobre un nuevo tecnoextractivismo que obtiene cantidades ingentes de información personal y sobre nuestras vidas, con las que consigue un capital y unos beneficios nunca vistos en el mundo. De esta manera, se está avanzado de una acumulación de capital físico a capital algorítmico, generador de fabulosas plusvalías. Si sumamos los beneficios de cuatro gigantes tecnológicos (Facebook, Apple, Microsoft y Alphabet-Google) solo en 2020, año de crisis mundial y pandemia global, ascendieron a 171.208 millones de dólares, más que el PIB de 139 países, lo que otorga un poder financiero extraordinario para impulsar investigaciones, inversiones o adquirir empresas y sociedades en todo el mundo.
Aparecen así nuevas oligarquías digitales que monopolizan la economía, desplegando un amplio dominio sobre el poder político, al tiempo que ejercen una concentración progresiva de recursos a su servicio.
-¿Puedes mencionar ejemplos de impactos ambientales negativos por efecto de la nueva economía digital, relacionado con el abastecimiento continuo de materias primas, minerales y tierras raras?
La economía digital depende del acceso a tierras raras y materiales esenciales cuya explotación y suministro está poniendo en riesgo océanos, ecosistemas valiosos, aguas profundas de los océanos o la propia Antártida, limitando la expansión de las energías verdes, del vehículo eléctrico y los planes de descarbonización anunciados.
Esta economía digital genera, además, una ingente cantidad de residuos cada vez más difíciles de gestionar que están contaminando países empobrecidos, convertidos en vertederos de nuestro desarrollo tecnológico. Al año se estiman en 53 millones de toneladas de basura tecnológica generadas en todo el mundo, que para 2030 se convertirán en 75 millones, de las que solo se recicla y procesa el 17%, según datos del informe de la Universidad de las Naciones Unidas, Global E-Waste Monitor.
Esto convierte a los desechos electrónicos en la basura doméstica de más rápido crecimiento en el mundo, impulsado principalmente por el consumo de equipos eléctricos y electrónicos, con ciclos de vida cortos y pocas opciones de reparación, representando un importante peligro para la salud y el medio ambiente al contener sustancias altamente tóxicas para los seres vivos.
-¿Qué territorios del planeta habría que señalar en una Geografía del Antropoceno? ¿Se podría relacionar este mapa, de algún modo, con la idea de Colapso?
Si bien la Tierra ha sido siempre un planeta de equilibrios complejos, a medida que el Antropoceno ha avanzado podemos recorrer el impacto de sus efectos en una especie de geografía del Antropoceno, que nos da cuenta del mundo distópico hacia el que caminamos: Chernóbil y Fukushima, la deforestación salvaje del Amazonas y la progresiva desaparición de los casquetes polares y los glaciares continentales, la muerte del Mar negro y las islas artificiales de plástico en el océano Pacífico, los búnkeres atómicos abandonados en el desierto de Nevada y los atolones radioactivos en las islas Marshall por las pruebas nucleares, las regiones contaminadas en la selva de Nigeria por las extracciones petrolíferas y las minas a cielo abierto en Siberia o África.
Son tantos los escenarios apocalípticos del Antropoceno que se van acumulando sobre nuestro castigado planeta, sin posibilidad de regeneración, que la pregunta ya no es el qué, sino hasta cuándo.
-¿Existen evidencias sobre el punto en que se sitúa el origen del Antropoceno?
Desde el punto de vista científico, geólogos y paleontólogos buscan los marcadores primarios que identifiquen, sin género de dudas, el inicio del Antropoceno. Aunque existe unanimidad en identificar la presencia del plutonio-239 usado en la bomba atómica que cayó sobre Nagasaki, de factura humana, hay otros muchos indicadores en el mundo sobre los que los científicos debaten: sedimentos marinos formados por arcillas ricas en carbono procedentes del hollín emitido por los combustibles fósiles, microplásticos en los océanos o pesticidas en los arrecifes de corales, son muchas las huellas indelebles del ser humano sobre la biosfera que dan testimonio del daño que estamos produciendo sobre nuestro planeta.
-“Vivimos una época de tensión permanente entre dos polos, el ecofascismo frente a un acuerdo social global o el suicidio colectivo frente a la emancipación social”, se afirma en el epílogo. ¿Puede constatarse ya el aumento de la conflictividad en el planeta?
La sociedad vive tiempos extraordinarios de una singularidad que tiene que ser digerida lejos del desencanto y del catastrofismo paralizante. Para ello, tenemos que recomponer el sentido de humanidad que el capitalismo ha pulverizado con su lacerante desigualdad, sus injusticias y ese daño generalizado sobre la Tierra. Nos toca aprender a adaptarnos a otro clima, creando nuevas relaciones sociales de cooperación y solidaridad, modificando con urgencia hábitos de consumo y cambiando las dinámicas de producción para que respondan a las necesidades sociales.
¿Cómo se van a producir esos cambios imprescindibles e ineludibles? Es una de las grandes dudas que tenemos por delante, porque a medida que se perciban la gravedad e inevitabilidad de los cambios que vamos a vivir, no van a caber más engaños. Pero cosas más increíbles estamos viendo. Nunca imaginábamos que las mujeres oprimidas en Irán salieran a las calles exigiendo igualdad y libertad contra el régimen de los ayatolas.
Esa amalgama tóxica que emerge en todo el mundo de neofascismo, negacionismos de todo pelaje, movimientos ultra religiosos y desprecio por la ciencia y la educación encuentra el apoyo de poderosos grupos económicos y políticos que temen que se ponga en riesgo el poder histórico que han venido detentando.
Frente a ello, y a pesar de todo, estamos viendo cómo se mantienen y avanzan grupos que apuestan por reconstruir espacios y economías públicas, por impulsar sociedades descolonizadas, por enriquecer convivencias desde el feminismo, por dar voz a aquellos a los que se les ha negado, por reconocer la importancia de movimientos indígenas en sociedades mestizas, por reconstruir unas vidas alejadas del consumismo desaforado, por establecer relaciones distintas con la naturaleza, por abandonar la violencia, el patriarcado y la acumulación como señas de identidad de gobiernos fracasados.
Y lo vemos en movimientos de resistencia en países del Sur, pero también en sociedades en países del Norte, a pesar del endurecimiento en las condiciones de vida de la gente corriente. Ahí está el avance de gobiernos de izquierda en buena parte de Latinoamérica de muy distinta condición, pero en contextos económicos y políticos muy difíciles.
-¿Qué características tendrían que definir a las filosofías de la resistencia y un “nuevo humanismo” con capacidad de enfrentarse al Antropoceno y la época del colapso civilizatorio?
Frente al miedo y al caos se levantan las diferentes experiencias comunitarias que cuestionan el individualismo, el sálvese quien pueda, se extiende la conciencia ecologista y feminista, avanzan las reclamaciones por la justicia ambiental y las múltiples resistencias del Sur global.
Los movimientos populares que luchan por los derechos de los pobres y desposeídos acaban planteando, de forma autónoma, otras formas de desarrollo y sistemas alternativos de producción. Son experiencias económicas para la vida que cubren una amplia gama de actividades: la ocupación productiva de fincas, la resistencia de los pescadores artesanales, las luchas por el agua, el abastecimiento de alimentos, la creación de cooperativas en las empresas quebradas o abandonadas, la oposición frente a las megaminerías, o las luchas ante el extractivismo salvaje.
-El magnate Elon Musk (con una fortuna de 181.300 millones de dólares según Forbes) promueve mediante su empresa SpaceX el lanzamiento al espacio de los denominados satélites de Internet (en octubre sumaba 3.558 unidades lanzadas). ¿Es uno de los rostros visibles del Antropoceno? ¿Se apuntan en el libro otros casos?
Me temo que la fortuna de este personaje egocentrista es muy superior, enormemente superior, dependiendo de las fuentes que utilicemos. Pero lo cierto es que encarna a la perfección la deriva de un mundo en manos de cada vez menos personas, que lo utilizan a su antojo y por encima del resto de la humanidad, poniendo a su servicio no solo el planeta, sino incluso el espacio exterior.
Que una persona decida hacer propaganda de la marca de sus coches enviando un vehículo suyo en un cohete al espacio interplanetario, o que decida emplear miles de millones de dólares para darse un paseo suborbital de cinco minutos en ingravidez demuestra que el mundo por el que avanza el Antropoceno se está construyendo bajo criterios que amenazan nuestra propia supervivencia de la mano de un puñado de zumbados codiciosos y egocéntricos con dinero.
-Por último, ¿reivindicas en el libro la idea (y la necesidad) del Decrecimiento, tal como la expone el politólogo e investigador Carlos Taibo (En defensa del decrecimiento: sobre capitalismo, crisis y barbarie, La Catarata 2017).
La demanda de beneficios ilimitados basados en el crecimiento, en el que se fundamenta el capitalismo, está destruyendo el planeta y empujando la crisis ecosocial que vivimos, al poner a la sociedad, al planeta y a las personas a su servicio. De manera que sacralizar el dogma del crecimiento económico ilimitado y sin normas, como hace la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), es profundamente insostenible y nos conduce a la catástrofe.
Creo que no hay que temer lo que hemos vivido con naturalidad durante la pandemia, por ejemplo, y que ha demostrado que podemos mantener las bases de nuestras vidas sin que suponga un cataclismo. Naturalmente que compartimos con investigadores como Carlos Taibo sus propuestas de decrecimiento, como una llamada de atención para reparar el daño que se está causando sobre el planeta y la necesidad de cambiar nuestra forma de vida. La importancia de sus trabajos y la aportación de su pensamiento es una fuente de inspiración, sin duda, para una mejor comprensión del Antropoceno.
Fuentes: Rebelión * Además de profesor titular e investigador en Cooperación para el Desarrollo en el Departamento de Análisis Económico Aplicado de la UA, es autor –entre otras obras- de Debates y controversias en la cooperación al desarrollo” (Universitat d’Alacant, 2020).