El misterioso ocaso de la opinión pública
La reciente publicación de un post del premio Pulitzer de periodismo Seymour Hersch titulado “Así eliminó Estados Unidos los gasoductos Nord Stream”, traducido y publicado por Ctxt en España, ha abierto un sano debate sobre las características que debe tener una investigación periodística. El caso habla también de lo más relevante cuando se exploran los límites del reporterismo: si esas piezas tienen algún efecto, si después de su publicación hay alguna consecuencia, si transforma algo el ecosistema en el que se publica.
Pablo Elorduy
El silencio de Alemania y de los países bálticos en cuyas “zonas económicas” se produjo el ataque al Nord Stream, puede basarse, como se ha defendido, en la debilidad de las pruebas aportadas por Hersch, pero la investigación de la fiscalía Alemania avanza lenta, no se sabe si porque esa es la mejor forma para que prospere —lavorare con lentezza— o si se debe a que la cancillería teme saber lo que pasó.
La verdad final, o la versión oficial definitiva, tardará en aflorar, si es que lo hace. Durante los próximos meses o años, el caso Nord Stream lo tiene todo para atraer la atención del público europeo, de generar los más encendidos debates sobre el periodismo, las fuentes y los datos. El éxito de Hersch es rellenar esa espera con un relato plausible sobre un acontecimiento que pone a prueba la confianza de los países aliados de Estados Unidos; su fracaso, que su investigación haya dejado tantos cabos sueltos como para que aceptarla como la verdad de lo que pasó en el Báltico sea, al menos a día de hoy, una cuestión de posicionamiento político.
Pero las investigaciones o los scoops no se neutralizan únicamente porque tengan defectos de forma. Para medir el impacto de una noticia es importante ponderar el desequilibrio entre los distintos medios de comunicación: aunque el tema de Hersch sea verosímil, el hecho de que se publicara en un blog le resta impacto. Esté mal o esté bien, ese es el juego. Los medios menos asociados al poder suelen toparse con ese vacío cuando destapan un asunto. Aun más importante que la potencia de los medios es que un lobby, partido o un individuo con la suficiente influencia vea en esa investigación la pieza que falta para atacar a sus adversarios o a sus pares. Está claro que en este momento nadie con esa capacidad de influencia va a impulsar una narrativa que contravenga la corriente de opinión que determina que cualquier concesión a Rusia pone en peligro la nueva fase de repliegue ideológico comandada desde Washington.
En el encuentro a la misma hora en el mismo bulevar de los profesionales dedicados a la investigación y de las ganas de destapar un caso por parte de de un grupo de presión o un individuo con cuentas pendientes suelen encontrarse los escándalos y las exclusivas más celebradas. También las fake news más peligrosas, por burdas que sean.
Historias olvidadas
Mientras se produce un debate sobre las características de la perfecta investigación y sobre si el artículo del Nord Stream las cumple, hasta ahora ha tenido un recorrido muy limitado en la opinión pública. Lo que indica que el problema no está en el rigor, ojalá, sino que la criba se produce al margen de éste. Quizá por eso, la investigación más urgente que la profesión debe emprender en este momento es averiguar qué fue de la opinión pública, si se encuentra en paradero desconocido o si siempre fue una invención, otra fake news. Si ya nos hemos convertido en bestias de un rebaño digital que no sabe muy bien hacia dónde va pero en el que todos sus individuos presumen de ser independientes y de pensar por sí mismos.
Fragmentos de un txt que se puede consultar completo en: https://www.elsaltodiario.com/la-semana-politica/periodismo-investigacion-forbidden-stories-nord-stream