‘Clima Fitness’: Arte para ensanchar la imaginación de futuros

Expuesta en el centro cultural madrileño Matadero hasta el próximo mes de julio, la muestra exhibe cinco obras que invitan a cuestionar las estructuras sociales y económicas que han llevado a la crisis climática y a pensar un mañana fuera del pesimismo cómodo: Al entrar en la nave de hormigón, lo que se ve parece un extraño gimnasio en un paisaje postindustrial. Las texturas del neumático, del metal y de la máquina se encuentran en distintas estructuras dispersas por la sala. En el centro, una especie de anillo con ruedas: sobre él se disponen bicis estáticas, goteros, esterillas de deporte. Una pantalla marca en números digitales la hora; otra, la temperatura. La luz es tenue. Se escuchan sonidos enigmáticos y, de vez en cuando, algunas voces.

Laura Casielles


Estamos en Intermediae, un espacio del centro cultural madrileño Matadero que, hasta el 28 de julio, acoge la exposición Clima Fitness. Rituales de adaptabilidad. Según su comisaria, Maite Borjabad (Sevilla, 1988), la exposición quiere ser una invitación a imaginar: «Somos más capaces de pensar el fin del mundo que un mundo diferente. Ese pesimismo es un espacio comodón».

En los últimos años, Maite Borjabad ha trabajado en instituciones como el Museo Guggenheim Bilbao, el Art Institute of Chicago y el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Foto: Linda Zhu / Matadero Madrid

«A mí me interesa más ir un paso atrás, preguntarme cómo hemos llegado hasta aquí en este proceso y cuál es el poso social y cultural que impone unos límites a la hora de pensar en un cambio», continúa. En un trabajo anterior titulado Designs for different futures (Diseños para futuros diferentes), esta arquitecta y artista ya había trabajado sobre una idea similar: «El futuro es múltiple. Siempre hablamos como si fuera singular, pero entenderlo como plural nos permite ganar agencia, en vez de pensar que es algo dado».
‘Fitness climático’: una idea con dos lecturas

La exposición ‘Clima Fitness’. Foto: Alberto Triano / Matadero Madrid

Desde ahí, los mundos que despliegan las obras de esta muestra no ofrecen respuestas unívocas, sino más bien sugerencias que se imantan entre sí abriendo diferentes posibilidades. Para propiciar esas conexiones, las cinco obras que la componen se articulan a través de lo arquitectónico, en un espacio creado por el estudio de diseño Common Accounts, cuyos responsables, Igor Bragado y Miles Gertler, son también autores del ensayo Planet Fitness (2019), en el que se desarrolla una idea que da una de las claves de lectura de la exposición: la de «fitness climático».
Procedente de la biología, este concepto designaba originalmente la capacidad de un organismo para adecuarse al entorno y a sus transformaciones. Pero, en las últimas décadas, ha sido adoptado por la cultura popular para referirse a la preparación física y mental que emprendemos las personas para enfrentar un posible colapso ambiental. Desde la idea de «rituales de adaptabilidad», la propuesta de Borjabad pone en conexión ambas interpretaciones, en un recordatorio del enorme parentesco que hay entre un cuerpo y un ecosistema.
Por ejemplo, ¿qué es lo que aparece proyectado en las pantallas que penden sobre la estructura central? Unas masas carnosas que giran en torno a un eje, incansablemente, igual que en otras pequeñas pantallas adyacentes giran las siluetas de patinadoras, gimnastas y otros deportistas. Son parte de la obra Faster, Higher, Stronger (Más rápido, más alto, más fuerte, el lema de los Juegos Olímpicos), de Mary Maggic (Los Angeles, 1991).
Esas masas difíciles de identificar que aparecen en las pantallas están siendo grabadas en directo. Son una reserva de scoby, el fermento con el que se fabrica la kombucha, y están dentro de unos bidones que giran cada vez que alguien que está visitando la exposición se sube a una de las bicis estáticas conectadas a ellos y pedalea. Así, mientras los músculos producen ácido láctico, otra materia crece en otro espacio también acídico. Por todas partes se ven los cables, la cinta de pegar, las conexiones: la artista, especialmente interesada en la biopolítica y el biohacking, usa esa estética para lanzar también una pregunta sobre la manera en la que se regula o se comercializa el acceso a elementos que no son tan difíciles de producir como podríamos creer.
La investigación como punto de partida
Para Maite Borjabad, una característica importante de las y los artistas cuyas obras componen la muestra es que tienen una práctica basada en la investigación: «Cada una de estas piezas es como una cristalización que forma parte de un continuo”, apunta.  Así, Clima Fitness se convierte también en un pequeño muestrario de ideas para seguir la pista a algunas de las propuestas artísticas en torno al cambio climático que se están desarrollando en este tiempo.
«En esa pregunta de cómo hemos llegado hasta aquí, nos encontramos con que ha sido a menudo a través de binomios: hombre-mujer, natural-cultural, humano-máquina…» –explica también–. «Para mí la pregunta es cómo podemos reconfigurar maneras de adaptarnos que no den por sentado una jerarquía». Por eso, varias de las piezas trabajan con esos binomios. Es el caso de Itziar Barrio (Bilbao, 1976), que se fija en la relación entre lo natural y lo tecnológico. Le interesa la idea del cyborg, que en su trabajo se entrelaza además de manera muy directa con lo queer.

‘Robota MML’, de Itziar Barrio, es una recreación contemporánea de la obra teatral ‘R.U.R.’ , escrita en 1920 por el checo Karel Čapek. Fotograma de la obra.

Su pieza en esta muestra, Robota MML –que toma el título de una obra teatral soviética, la primera en la que aparece la palabra robot en la historia–, es parte de una trilogía en la que se pregunta por las relaciones entre trabajo, materia e identidad. Proyectada en bucle, es una película que llena la sala de cuerpos y de bruma. A través de la imagen recurrente de un culturista, «va desvelando cómo el cuerpo humano es una producción, una manufactura», según explica la hoja de sala de la muestra.
Para potenciar todo este componente conceptual y reflexivo, el proyecto de la exposición va acompañado de un ciclo de charlas, seminarios, talleres y otras actividades. Por él han pasado escritoras como Sara Torres, artistas como Eli Cortiñas o hasta el podcast Las Hijas de Felipe, que grabó uno de sus episodios –dedicado a la concepción del cuerpo en el Barroco– haciendo spinning sobre las bicis que alimentan al scoby. Asimismo, los días 25 y 26 de abril tendrá lugar la proyección de las obras seleccionadas dentro de una convocatoria abierta de videoarte en torno a estos mismos temas.

En ‘Carriers’ (‘Portadores’), Altunbozar se fija en las semillas que llevan consigo las suelas de nuestros zapatos. Foto: Geray Mena.

La invitación a pensar pretende, sobre todo, ir más allá de lo que aparece de manera más inmediata cuando se piensa en la crisis climática. A varias columnas de la nave, por ejemplo, se amarran lo que parecen extraños insectos. Vistos de cerca, son suelas de zapatillas deportivas, en las que han quedado enganchadas semillas de madreselva, narciso, romero o girasol que, sin querer, se están llevando de un lugar a otro al correr por la ciudad.
Pero la obra a la que pertenecen –Carriers (Porteadores), de Faysal Altunbozar (Estambul, 1993), que se expone junto a su Chicago Gears– tiene más elementos, que apuntan a más ideas. Otras dos piezas que parecen mochilas de camuflaje desplegadas, con telas y cremalleras entre siluetas misteriosas en tonos naranjas, marrones y rojos, le sirven para representar las distintas capas que se superponen en un lugar concreto: un actual santuario de aves que es también parque público y un lugar de cruising, y que en el pasado fue, por otro lado, una base militar. Quizá nunca hay una sola manera de leer un sitio, parece recordarnos.
Espacios de posibilidad, brechas en el pensamiento
También de movimiento y de narrativas, aunque en su caso a nivel planetario, habla Ibiye Camp (Londres, 1991) en Mutant-Tees – Replicants of a Mutated Kola-Nut Production Line (Camisetas mutantes – Replicantes de una línea de producción mutada de nuez de cola). La obra la forman, efectivamente, dos camisetas ajadas y una pantalla que traslada a África Occidental, de donde viene la materia prima del refresco más famoso del mundo. Una pieza de videoarte con reminiscencias de collage evoca un viaje histórico que va desde la explotación colonial de los recursos naturales hasta el regreso como en bumerán de prendas de ropa deportivas falsificadas que exhiben la publicidad de las marcas que se enriquecen con ella. Las formas de la pantalla marean casi tanto como la propia idea.
Pero recordemos: en la idea de la muestra tiene peso que no se trate solo de hacer un buen diagnóstico, sino también imaginar vías de salida. La última de las obras expuestas, Ejercicios a Ofelia, de Irati Inoriza (Balmaseda, 1992), es una apuesta por inventar nuevas mitologías. A partir del conocido cuadro de John Everett Millais, propone una recreación audiovisual en la que Ofelia recupera su protagonismo y su capacidad de acción.
Para realizarla contó con el equipo de natación sincronizada de Getxo, artífice de una danza en la que los cuerpos están constantemente entrando y saliendo del agua. Enmarcando la pantalla, dos esculturas de aspecto onírico construyen una escalera y un trampolín con piezas que evocan también partes del cuerpo. La cartela explica que, para la artista, la obra también remite a la figura de la lamia, un personaje mitológico vasco que habita en los cauces de los ríos.
Pero, más allá de las cartelas, nada es explícito en las obras de Clima Fitness. La propuesta de la exposición pasa, precisamente, por sugerir que hay muchas vías para pensar todas estas y tantas otras preguntas abiertas. Y que lo más conveniente tal vez sea tomarlas todas, cuantas más mejor. «Desde la mera enunciación de ideas llegamos al límite del propio sistema. Ahí es donde radica el poder del arte: como trabaja desde la fragmentación, en los espacios de vacío se abren espacios de posibilidad, una brecha de pensamiento», explica Borjabad.
Al salir de la nave Intermediae, hace sol y se oye cantar a los pájaros en Matadero, ese edificio de amplias naves neomudéjares de este centro cultural que en su pasado tiene gritos de animales e historias de la guerra civil. Los runners que atraviesan su patio llevan semillas en las suelas y por el carril bici que lo rodea circula el ácido láctico. Seguro que algunas de esas niñas con mochila van como pequeñas lamias a la piscina del otro lado del río. Otras sorben sus refrescos de cola en Legazpi, una plaza que lleva el nombre del conquistador de Filipinas. Por supuesto que todas esas conexiones ya estaban ahí desde antes, pero ahora verlas resulta más sencillo.

Fuente: ‘Clima Fitness’: arte para ensanchar la imaginación de futuros - Imagen de portada: Mary Maggic realizó una 'performance' en colaboración con Lara Brown y Euyín Eugene con motivo de la inauguración de 'Clima Fitness'. Foto: Alberto Triano / Matadero Madrid.

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