Sin ciencia y sin certeza, Argentina pierde la cabeza
Estamos viviendo tiempos turbulentos: La crisis climática, los conflictos geopolíticos, la crisis económica, las sequías que arruinan cosechas, las inundaciones que destruyen urbanizaciones, las olas de calor... y como si fuera poco, nos enfrentamos al peor brote de dengue en la historia de nuestro país. Mientras tanto, estamos atravesando un proceso de cuestionamiento profundo sobre el rol del Estado en la promoción de políticas públicas dirigidas a impulsar el avance de la educación, ciencia y tecnología. ¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra?
“La comunidad, el modo comunitario de producción y de vida, es la más remota tradición de las Américas” — Eduardo Galeano
Te invitamos a reflexionar sobre cómo la falta de financiación en estas áreas puede impactar directamente en las problemáticas que nos atraviesan a nivel nacional y global. Spoiler alert: la conexión entre estas realidades aparentemente distintas es más estrecha de lo que imaginamos. Tomemos como ejemplo el caso del dengue: temperaturas más altas, cambios en los patrones de lluvia y mayor humedad. ¿Te suena familiar? Exacto, son los efectos de la crisis climática. Estas condiciones extremas no solo impactan en nuestro medio ambiente, sino que también crean un entorno ideal para la proliferación de mosquitos portadores de enfermedades como el dengue.¿Y cómo podemos hacer frente a esta crisis climática y sus consecuencias? Como con todos los desafíos que atravesamos este siglo, no hay soluciones simples. Abordar la crisis climática requiere un enfoque multidisciplinario y colaborativo, pero una cosa es segura: necesitamos más y mejor ciencia.
Y entonces… ¿Estamos apostando por más y mejor ciencia? Bueno, no exactamente. Podríamos decir que estamos viviendo una tragedia griega. El rol pivotante que debería tener la ciencia y educación como motor del desarrollo nacional, tecnológico e industrial comienza a ponerse en tela de juicio. Lo que debería ser un punto en común, independientemente de la opinión política, pasa a ser motivo de dudas y cuestionamientos. Nos enfrentamos a una crisis económica que no es novedosa y tiene culpables en ambos lados de la vereda. Pero lo verdaderamente novedoso es la crisis de valores, la degradación de lo que solíamos considerar como fundamentos incuestionables de una nación próspera.
En los últimos meses, se llevaron a cabo una serie de medidas que resultaron en una purga dentro de los centros de investigación, basada en su supuesta relevancia o falta de la misma. Este proceso provocó la detención de investigaciones debido a criterios de selección ambiguos, congelación de fondos y cierre de convocatorias para becarios en laboratorios. En resumen, se está desmantelando el sistema científico, dejándolo sin recursos financieros ni investigadores. La premisa subyacente parece ser que si una investigación es considerada relevante, es decir, si tiene potencial para generar beneficios económicos, podrá obtener financiamiento privado para su continuidad. Sin embargo, esta premisa revela un desconocimiento profundo sobre cómo funcionan los sistemas científicos en el país y en el mundo.
Por otro lado, el Poder Ejecutivo Nacional anunció que no se realizará una actualización del presupuesto para las Universidades Nacionales durante el período 2024. Esta decisión implica que las universidades contarán con el mismo presupuesto asignado en 2023, a pesar del aumento de la inflación y otros incrementos de costos. Ante esta situación, el vicerrector de la Universidad de Buenos Aires expresó su preocupación acerca de la posibilidad de una paralización del servicio educativo si el gobierno nacional no revierte el ajuste implementado en esta área.
En línea con estas acciones, recientemente un Diputado Nacional dijo en televisión que no estaba de acuerdo con la educación inicial obligatoria, porque las infancias pueden ser necesitadas en el taller para trabajar. Si bien todo el arco político tomó distancia de esta postura, nos invita a reflexionar: ¿Hemos llegado al punto en el que un Diputado puede cuestionar la educación primaria obligatoria? Nos encontramos ante una especie de mala obra teatral, con un elenco de personajes y narrativas que complican y distorsionan aún más la situación.
¿Cómo se llama esta obra? ¿Cuál es el telón de fondo? Te lo contamos en esta edición, pero antes te contamos que somos varias las organizaciones ambientalistas que expresamos nuestra preocupación y buscamos canalizar estas inquietudes formando comunidad, juntándonos para acompañarnos colectivamente y organizarnos. Por eso, te invitamos a marchar con nosotros el 23 de abril por la defensa de la educación pública. Nos encontramos en la Plaza del Congreso a las 15:30 hs para luego dirigirnos hacia la plaza de Mayo.
La ciencia es crucial para enfrentar los desafíos actuales. Nos ayuda a comprender la complejidad del cambio climático y a desarrollar soluciones innovadoras, desde energías renovables hasta mejores prácticas agrícolas y constructivas. Además, proporciona datos esenciales para respaldar la toma de decisiones políticas informadas y capacita a la sociedad para abordar estos problemas de manera colaborativa y reflexiva. En definitiva, la ciencia, junto con la educación, son impulsores de movilidad individual y de desarrollo social.
Cuando un país posee bajo desarrollo científico-tecnológico pasa a depender de otras economías que producen bienes con mayor valor agregado. Esto significa que importan más productos de lo que exportan, lo que limita su soberanía y capacidad de generar riqueza internamente. Como resultado, la sociedad puede experimentar falta de inclusión, ya que no todos tienen acceso a oportunidades equitativas de empleo y crecimiento económico. Esto, a la vez, puede llevar a una mayor desigualdad social, donde algunos grupos tienen más recursos y oportunidades que otros. Además, la dependencia con otras economías industriales puede dejarnos en una situación desigual a la hora de negociar, lo que se traduce en un intercambio de materia prima y bienes naturales a cambio de productos industriales y/o tecnológicos. La “maldición de los recursos naturales” golpea más fuerte a quienes no invierten en tecnología y ciencia, y de esta manera, las brechas económicas se perpetúan.
En conclusión, el conocimiento científico contribuye directamente a mejorar la calidad de vida de las personas mediante la implementación de políticas que gestionan eficazmente los recursos naturales y promueven el desarrollo de tecnologías innovadoras. Estas políticas y avances tecnológicos nos permiten adaptarnos y competir de manera favorable en un entorno global que presenta desafíos complejos. En un mundo interconectado, donde factores como el cambio climático y la economía global pueden afectarnos profundamente, contar con un sólido conocimiento científico nos brinda las herramientas necesarias para enfrentar estos desafíos y mejorar nuestra calidad de vida de manera sostenible.
Nos encontramos en un punto crucial donde debemos cambiar el enfoque de la supervivencia inmediata hacia la sostenibilidad a largo plazo. ¿Por qué? Porque si continuamos poniendo las crisis sociales y económicas por delante del cambio climático, la ciencia y la educación, corremos el riesgo de comprometer irreversiblemente nuestro futuro y el de las generaciones venideras.
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