“Necesitamos soluciones que podamos llevar a cabo sin la ayuda del Estado”
Tras el éxito de su anterior libro, Por qué las mujeres disfrutan más del sexo bajo el socialismo, la etnógrafa estadounidense y profesora de Estudios de Rusia y Europa del Este, Kristen R. Ghodsee, regresa con Utopías cotidianas. En esta nueva obra, publicada por Capitán Swing y traducido por Clara Ministral, Ghodsee explora la importancia de reconocer y aprender tanto de las experiencias utópicas pasadas como de aquellas que se dan en las comunidades y las relaciones interpersonales de las que participamos a diario, con el fin de construir otras formas de organización social que prioricen la cooperación, la conexión comunitaria y la equidad. En definitiva, aquello que da título al libro: las utopías cotidianas.
Alejandro Pedregal
La autora reflexiona en esta entrevista sobre su visión esperanzadora de futuro y el esfuerzo que se exige para alcanzarlo, incluso ante la desconfianza y la desigualdad que nos rodea. Para Ghodsee, el “optimismo militante” y la “esperanza radical” son herramientas poderosas para superar tanto el contexto generalizado de mercantilización y privatización neoliberal como el escepticismo hacia la idea de utopías en nuestras vidas cotidianas. Por ello, mira al vínculo entre el socialismo y la necesidad de reimaginar nuestras estructuras sociales y económicas, para así dar forma a un imaginario de totalidad nuevo, una realidad “que podría ser completamente diferente”.
En Utopías cotidianas tratas la importancia de explorar diferentes formas de organización social. ¿Qué te llevó a investigar sobre este tema?
Después de la publicación de mi anterior libro, Por qué las mujeres disfrutan más del sexo bajo el socialismo, que fue traducido a 15 idiomas, realicé una gira internacional para presentarlo. Hablé con muchos lectores que estaban frustrados con la organización social contemporánea y buscaban formas para hacer que sus vidas cotidianas fueran menos alteradas, solitarias y estresantes. En aquel libro hablaba mucho sobre los tipos de políticas socialistas que los gobiernos podrían implementar, de soluciones “de arriba hacia abajo”. Pero algunos lectores me preguntaron qué podrían hacer si sus gobiernos no dieran respuesta. O peor aún: si sus gobiernos ni siquiera fueran democráticos. Esto me hizo pensar en tipos de soluciones “de abajo hacia arriba”, soluciones que pudiéramos llevar a cabo sin la ayuda del Estado.
Ya estaba empezando a investigar para este libro cuando comenzaron los confinamientos por el covid-19, y de repente el mundo se puso patas arriba. Creo que muchos de nosotros hemos olvidado el impacto de aquellos primeros meses de confinamiento, entre marzo y junio de 2020, cuando estábamos sentados en casa viendo cómo el mundo entero se detenía abruptamente. Y este fue claramente mi libro pandémico porque quería entender cómo podrían verse nuestras sociedades de manera diferente si priorizáramos la cooperación y la conexión sobre la competencia y la autonomía.
¿Cómo defines el concepto de utopía en tu libro y cómo difiere de otros enfoques? ¿En qué modo crees que tu visión puede aplicarse a nuestra realidad actual, marcada por la devastación ecológica y una creciente amenaza de guerra?
El concepto de utopía que uso en el libro es muy flexible. No sostiene una ideología fija ni un punto final. El propósito principal del sueño social radical es desafiarnos a reimaginar cómo podrían ser nuestras vidas si rechazamos todo lo que consideramos “normal” o “inevitable”. En una conversación con el filósofo alemán Ernst Bloch, sobre la posibilidad de construir una utopía en el siglo XX, Theodor W. Adorno explicó en 1964: “Creo que, en lo que respecta a la conciencia, lo que la gente ha perdido en términos subjetivos es simplemente la capacidad para imaginar la totalidad como algo que podría ser completamente diferente”. Para mí, la utopía es un tipo de mentalidad. Es efectivamente la posibilidad de imaginar que la totalidad podría ser algo completamente diferente. Dada nuestra realidad actual, este tipo de pensamiento utópico es absolutamente necesario. El status quo neoliberal capitalista es incapaz de resolver o prevenir la devastación ecológica o la creciente amenaza de guerra mundial o guerra civil. A muchos niveles, nos está acercando más a estos acontecimientos.
Hablas sobre la importancia de reconocer y aprender de experiencias utópicas pasadas dentro de diferentes movimientos sociales. ¿Qué lecciones consideras más relevantes que se puedan aplicar al presente?
Una lección importante está en señalar que el modelo de familia nuclear —que muchos consideramos natural y normal— es una aberración histórica, que contrasta con el hecho de que muchas comunidades utópicas del pasado vivían de forma más comunal, compartían recursos y criaban a sus hijos con grupos más amplios de adultos de lo que hacemos hoy en día. Las dificultades para la crianza bajo el capitalismo están contribuyendo a la caída de las tasas de natalidad en el mundo industrializado, ya que los jóvenes eligen no formar familias. Si queremos sobrevivir y prosperar como especie en el siglo XXI, necesitamos pensar de manera más creativa en cómo organizamos nuestras vidas privadas y ampliar nuestra definición de familia. En el libro propongo sugerencias concretas de cómo hacer eso.
La cotidianidad es un tema clave en tu trabajo. ¿Qué destacarías de este aspecto en relación con la utopía en tu investigación y experiencia personal?
Necesitamos más tiempo y espacio para nuestros encuentros diarios y fortuitos con otros. Vivimos en sociedades donde la autonomía y la autosuficiencia son estados ideales, que supuestamente indican tanto éxito como madurez. Pero también estamos viviendo una pandemia de soledad y aislamiento social, y una crisis de cuidados para las personas mayores. Repensar la estructura de nuestras viviendas y nuestros espacios comunitarios es la clave para construir más conexión en nuestra vida cotidiana. Es mucho más fácil construir lazos más fuertes con vecinos, amigos, colegas y camaradas si te encuentras con ellos casualmente en el pasillo o en el parque o en el transporte público todos los días.
Los sociólogos hablan sobre la importancia de los “vínculos débiles” para mantener unidas a las comunidades. Por ejemplo, el cajero con el que hablas en el mercado, el verdulero que recomienda las verduras más frescas o los otros dueños de perros con los que tienes charlas breves mientras paseas a tu mascota. Estos son todos encuentros cotidianos que pueden hacer que nuestras vidas se sientan más conectadas y alegres, y que ayudan a infundir a nuestras comunidades de más solidaridad y resiliencia.
Existe una relación entre la desigualdad económica y la falta de realización de las personas, algo que es central a la realidad cotidiana actual. ¿Cómo crees que se pueden abordar tanto la cotidianidad como las utopías en este sentido?
Cuanto más nos conectamos, más probable es que compartamos nuestros recursos. Las personas ricas en nuestras sociedades se aíslan para no tener que compartir con los demás, y la familia nuclear con cuidado exclusivo de dos progenitores es la institución primaria en la sociedad que facilita la transferencia intergeneracional de privilegio de, en su mayoría, los padres a sus hijos legítimos. Si realmente queremos abordar la desigualdad, necesitamos reconsiderar la institución primaria en la sociedad que está exacerbando este problema.
¿Cómo pueden las personas abordar el escepticismo o la resistencia hacia la idea de crear utopías en un mundo cada vez más marcado por la desconfianza y la desigualdad? ¿Qué papel juegan las comunidades y las relaciones interpersonales en la construcción de utopías cotidianas?
Esta es una cuestión de “optimismo militante”, o lo que Ernst Bloch llamó “esperanza radical”. Creer que el futuro puede ser mejor, y que todos tenemos un pequeño papel en hacer que ese futuro sea mejor, no es fácil en un mundo lleno de desconfianza y deshonestidad, donde los sociópatas entre nosotros parecen disfrutar del mayor éxito material porque no sienten nada por las necesidades o los deseos de los demás.
No se requiere de ningún tipo de fe religiosa, pero sí del mismo tipo de compromiso que tienen los creyentes: la capacidad de creer en algo que quizás no puedas ver o experimentar en tu propia vida. En el último capítulo de mi libro exploro la diferencia entre la esperanza como emoción y la esperanza como capacidad cognitiva. La esperanza es como un músculo. Si no lo usas lo suficiente, se atrofia. Creo que todos necesitamos fortalecer nuestras capacidades cognitivas para la esperanza.
En tu libro, también exploras la idea del socialismo en la búsqueda de un marco que permita que florezcan las utopías cotidianas. ¿Qué puedes decirnos sobre ese vínculo? ¿Cómo se conecta con tus trabajos anteriores?
Para muchos socialistas, mejorar las condiciones materiales de la vida cotidiana de las clases trabajadoras era el objetivo principal de la propiedad colectiva de los recursos de la sociedad. Pero también entendían que la base económica, es decir, las relaciones de producción y consumo, daban forma a las ideologías dominantes de nuestras sociedades. Si querías cambiar la superestructura de las relaciones sociales capitalistas, tenías que empezar por transformar las experiencias de las personas en el nivel de la vida cotidiana. En mi libro anterior, mostré cómo las políticas estatales remodelaron históricamente la esfera privada. Sin embargo, en este libro quería explorar cómo pequeños cambios en la esfera privada podrían reformular al propio Estado. Básicamente invertí la dirección causal y busqué evidencias históricas que mostraran cuándo este proceso había funcionado con éxito en el pasado.
¿Cómo ves el papel de la tecnología en la construcción de las utopías cotidianas? ¿Qué desafíos presenta, especialmente en un contexto de mercantilización, privatización y escasez material?
No soy primitivista. La tecnología puede beneficiar enormemente a la humanidad si nos liberamos de su propiedad privada. Por ejemplo, todos los algoritmos y tecnologías que sustentan la inteligencia artificial podrían ser propiedad colectiva de las personas cuyos empleos inevitablemente van a ser reemplazados. Si estuviéramos dispuestos a compartir la riqueza de manera más equitativa para evitar la creación de una clase cada vez más pequeña de súper multimillonarios como Bezos, Zuckerberg y Musk, habría menos escasez material. Pero esto requeriría una revisión fundamental de la base del sistema económico que crea, en primer lugar, a estos multimillonarios. La tecnología es sólo una herramienta como cualquier otra, y lo que necesitamos hacer es asegurarnos de que todos se beneficien del uso de estas herramientas.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/pensamiento/utopias-libro-cotidianas-kristen-ghodsee - Imagen de portada: La escritoria y etnógrada estadounidense Kristen F. Ghodsee, autora de ‘Por qué las mujeres disfrutan más del sexo bajo el socialismo’ y ‘Utopías cotidianas’.