Los océanos se mueren





La sobrepesca, la erosión, la contaminación, el cambio climático o el aumento de especies invasoras son algunas de sus principales amenazas. Algunos expertos aseguran que, de seguir así, la disminución de la vida en el mar podría ser drástica en los próximos años. Los consumidores pueden actuar en varios aspectos para cambiar esta tendencia y conservar la riqueza oceánica.




El 80% de las zonas pesqueras del mundo están sobreexplotadas o en proceso de recuperación, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). La amenaza de extinción se cierne sobre algunas de las especies más apreciadas. La anchoa o el atún rojo podrían tener los días contados. Grandes depredadores, como los tiburones, son presa de la pesca de descarte, que sólo busca sus aletas y arroja al mar el resto del animal muerto. 

 La utilización de sistemas de pesca muy intensivos pone en riesgo la sostenibilidad futura de las capturas comerciales. La pesca accidental de especies que caen en las redes es otro problema que presiona a la población de delfines o tortugas. La pesca pirata daña a los ecosistemas marinos y causa millones de pérdidas a los pescadores legales.

Los consumidores pueden contribuir a luchar contra estas amenazas con sus decisiones de compra y sus hábitos de consumo. Se pueden elegir los ejemplares cazados con artes sostenibles -las etiquetas que indiquen su procedencia son de gran ayuda- y evitar las especies en mayor peligro -o sustituirlas por especies similares menos esquilmadas-.

Pero la sobrepesca no es la única amenaza para los mares. La contaminación por diversas fuentes se traduce en aguas más sucias y una pérdida de la biodiversidad. Las mareas negras de los grandes buques petroleros son responsables del 12% del petróleo que llega a las aguas. El 88% restante se genera de forma silenciosa, en vertidos menores por labores de limpieza o por la recarga de combustible en alta mar, sistema conocido como "bunkering". La extracción de petróleo en alta mar, ante la creciente escasez de este combustible, podría aumentar en los próximos años. Las consecuencias ecológicas serían muy negativas. 

 Los consumidores pueden reducir el uso de la energía, que proviene en su gran mayoría de los combustibles fósiles. Hay muchas formas de hacerlo: viajar en transporte público, ir a pie o en bicicleta, utilizar electrodomésticos eficientes, bombillas de bajo consumo, evitar los "vampiros eléctricos", etc. Otra opción es apostar por las energías renovables, con un menor impacto ambiental.

La polución marina puede originarse con el vertido de diversos productos y sustancias. Metales pesados como el mercurio se biomagnifican en el recorrido de la cadena alimenticia y pueden causar serios trastornos en el medio ambiente y la salud. El uso excesivo de fertilizantes afecta a los océanos y altera su composición. 

 El vertido incontrolado de millones de toneladas de residuos, en especial plásticos, provoca graves daños. En algunas zonas oceánicas se han detectado acumulaciones de estos residuos que flotan como auténticos basureros marinos.

La emisión de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, provoca el cambio climático y efectos negativos concretos como la acidificación de las aguas. Los científicos empiezan a comprobar el impacto sobre el medio marino de estos agentes contaminantes. La destrucción de los corales o el aumento de zonas muertas en los océanos son algunos efectos preocupantes. El creciente tráfico marítimo impacta en los ecosistemas, afecta a las rutas de especies migratorias o provoca el aumento de las especies invasoras marinas. Algunos científicos destacan el riesgo de que la vida en el mar se reduzca a algas, medusas y organismos similares. 

 La práctica de las tres erres (reducir, reutilizar y reciclar) por parte de los consumidores reducirá los residuos en los mares. El consumo de productos ecológicos o que utilicen menos fertilizantes limitará su impacto. La sustitución de las bolsas de plástico por otras biodegradables o reutilizables es otra medida efectiva. Los consumidores que vivan en zonas costeras pueden ser parte activa de la conservación y protección de los ecosistemas marinos. La colaboración con las ONG conservacionistas ayudará a sus responsables a emprender mayores acciones.

La concienciación es otra manera de conservar los recursos naturales oceánicos. Los consumidores pueden interiorizar hábitos de vida sostenibles. El respeto de los seres vivos, el cuidado de las especies en peligro es responsabilidad de todos. El turismo sostenible en espacios costeros o marinos es otra opción que aúna diversión, ocio y respeto a la naturaleza.

Presionar a los responsables institucionales para que aprueben y hagan efectivas leyes concretas de conservación de los recursos marinos es otra opción. A pesar de su enorme riqueza biológica y económica, sólo el 0,5% de los océanos del mundo cuenta con alguna figura de protección. Las reservas marinas de pesca podrían ser una de las posibles medidas para combatir la crítica situación de los caladeros. En EE.UU., el Gobierno prepara la "Ocean Protection Plan", una ley que, entre otras cuestiones, se ocupará de la planificación del espacio marítimo para evitar la "masificación del océano".
 
Alex Fernández Muerza - www.consumer.es - EROSKI

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