Algunas de las mentiras de Monsanto sobre los cultivos transgénicos





A principio de setiembre, el gerente de asuntos regulatorios de Monsanto para América Latina Sur, ingeniero Hugo Campos, estuvo presente junto con representantes del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria, en La Tertulia Agropecuaria realizada por radio El Espectador. De sus palabras parece desprenderse que las semillas transgénicas -y el paquete de agrotóxicos que las acompañan- comercializadas por Monsanto, son beneficiosos para nuestro país y que no implican riesgo alguno ni para la gente ni para el ambiente.
Dada la importancia que han adquirido los cultivos transgénicos en Uruguay y el rol destacado jugado por Monsanto en la implantación de los mismos, Rel-UITA y RAPAL Uruguay manifiestan que los dichos del vocero de esta empresa no se ajustan a la verdad. A continuación algunas citas de lo expresado en la entrevista, seguidas de nuestros comentarios al respecto.
Para empezar, el representante de Monsanto sostuvo que “no hay una contradicción entre el lema ‘Uruguay natural’ y biotecnología, puesto que el uso de plantas transgénicas de forma adecuada permite reducir el uso de agroquímicos y recurrir a herbicidas para controlar malezas que tienen un impacto ambiental muy inferior al que tenían los herbicidas anteriores.”
La realidad es exactamente la inversa. La soja transgénica comercializada bajo patente por Monsanto, ha sido diseñada para usarse en conjunto con el herbicida Roundup, comercializado por la misma empresa. Por lo tanto este cultivo implica, no la reducción, sino la aplicación masiva de este agrotóxico, que mata todo lo que lo rodea excepto a la soja. El Roundup tiene como principio activo al glifosato -de por si tóxico- acompañado por otras sustancias, dentro de las cuales se encuentran surfactantes altamente peligrosos por su toxicidad. El resultado es que este herbicida resulta tóxico para la flora, la fauna y el ser humano.
La introducción de los cultivos transgénicos (soja y maíz MON 810 de Monsanto y el maíz BT11 de Syngenta), han generado una explosión en el uso de agrotóxicos. De acuerdo al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, desde enero a junio de 2009, sólo las importaciones de glifosato fueron de 3.075.861 kilos de principio activo y 4.724.540 kilos/litros formulados. Para empeorar la situación, el uso masivo de este herbicida ha resultado en la aparición de plantas resistentes al mismo, como la llamada vulgarmente “revienta caballo”. Para eliminar estas “malezas”, ahora se deben aplicar dosis más altas o herbicidas más potentes que el glifosato, como es el caso de la atrazina, simazina, 2,4D y paraquat. Todos ellos integrantes de la lista de sustancias altamente contaminantes prohibidas por la Unión Europea.
Además, es importante resaltar que no solo se están aplicando grandes dosis de herbicidas en los cultivos transgénicos. Dado que la siembra de estos monocultivos se realiza en grandes extensiones, se genera una situación ideal para la propagación de plagas, provocando un incremento del uso de funguicidas e insecticidas altamente contaminantes. Entre los insecticidas se encuentran: clorpirifos, endosulfan, cipermetrina e imidacloprid y en los funguicidas tiram y carbendazim. Las importaciones de estas sustancias entre los meses de enero a junio de este año son de miles de kilos y litros que han sido esparcidos en nuestros ecosistemas. Como resultado, tenemos que desde que se comenzó a sembrar soja transgénica (1996) y maíz transgénico (2003), el aumento de los agrotóxicos importados ha sido de entre el 500 y el 600 por ciento.
No es cierto entonces que las plantas transgénicas “permiten reducir el uso de agroquímicos”. El propio vocero de Monsanto reconoció que los herbicidas utilizados en los cultivos transgénicos “tienen un impacto ambiental” y de poco sirve su explicación de que el mismo es “muy inferior al que tenían los herbicidas anteriores”, dado que muchos de ellos han sido prohibidos, pese a lo cual se siguen usando en nuestro país una vez que el Roundup deja de tener efecto. Así las cosas, queda más que clara la contradicción entre el lema ‘Uruguay natural’ y la utilización de organismos genéticamente modificados en la agricultura, dado que los agrotóxicos utilizados en los cultivos transgénicos (herbicidas, funguicidas e insecticidas) destruyen la biodiversidad y contaminan suelos y aguas en grandes extensiones.
Otra de las afirmaciones más que discutibles del representante de Monsanto es que “aquellas plantas transgénicas que son tolerantes a insectos, permiten reducir la carga de agroquímicos liberadas a los hábitats naturales, lo cual es positivo para el hombre, y además tiene un menor impacto sobre insectos que no son plagas del maíz o de otros cultivos”. Llegando a afirmar que los cultivos de plantas transgénicas tolerantes a insectos “tienen un impacto positivo en la biodiversidad de insectos.” Tal afirmación, referida al maíz transgénico, desenmascara el clásico doble discurso de la empresa, ya que las supuestas bondades de ese cultivo (que permitiría “reducir la carga de agroquímicos”), no se aplican al otro transgénico comercializado por la misma compañía: la soja Roundup Ready (RR). O sea, el representante de Monsanto reconoce implícitamente que los agrotóxicos utilizados en este último cultivo impactan negativamente sobre “el hombre” y “sobre insectos que no son plagas”. Además, en relación al maíz transgénico utilizado en Uruguay, olvida mencionar que fue diseñado para producir una toxina que tiene como objetivo repeler un insecto que no es plaga en el país.
No existen estudios de la Cámara de semillas indicando que los maíces transgénicos utilicen menos cantidad de agrotóxicos. Lo que sí sabemos y denunciamos es que en el país las importaciones de insecticidas y de otros agrotóxicos han aumentado considerablemente desde la aprobación tanto de la soja como del maíz transgénico. Con respecto a que los cultivos de plantas transgénicas tolerantes a insectos “tienen un impacto positivo en la biodiversidad de insectos”, no cabe duda de que la soja RR y el maíz MON 810 de Monsanto han afectado seriamente a la biodiversidad, desde la eliminación de “malezas”, que alimentan a una variedad enorme de nuestra fauna, hasta la muerte de miles de colmenas y de peces intoxicados por el uso de insecticidas en estos cultivos.
El representante de Monsanto reconoce que los insecticidas tienen impacto sobre insectos que no son plagas del maíz o de otros cultivos. Su explicación es que ello se debe a que “algunos de los insecticidas antes utilizados no solamente controlaban la plaga objetivo, sino que además mataban otros insectos existentes en el medioambiente”. Eso es lo que precisamente provocan insecticidas como el endosulfán, utilizado masivamente hoy, no “antes”, en los cultivos de soja RR de Monsanto.
También se constató que el polen del maíz transgénico fecunda las flores del no transgénico, resultando sus semillas contaminadas con genes del maíz transgénico. Este hecho ha sido ampliamente comprobado a nivel mundial, a tal punto que Francia y otros países de la Unión Europea suspendieron a principios del 2008 la siembra de maíz transgénico Mon 810, por no ser posible evitar la contaminación hacia los cultivos no transgénicos, extendiendo la prohibición al maíz transgénico Bt11, autorizado en Uruguay en 2004.
En nuestro país ya hay datos científicos de contaminación de maíz convencional producida por maíz transgénico, según el estudio “Interpolinización entre cultivos de maíz transgénico comerciales en Uruguay” elaborado por las facultades de Agronomía, Química y Ciencias de la Universidad de la República. La “coexistencia” entre cultivos transgénicos y convencionales aprobada por el gobierno en julio del 2008, permite que el mercado opere libremente sin tomar en consideración a los pequeños productores que desean seguir cultivando el maíz criollo que han conservado por generaciones. En el “Uruguay natural”, durante la zafra 2007/08 se sembraron casi 100 mil hectáreas de maíz transgénico y 462 mil hectáreas de soja transgénica.
A todo lo anterior se suman otros impactos sociales no abordados en la entrevista. Tales como la concentración, extranjerización (de las 500 mil hectáreas de soja cultivadas el año pasado, más de la mitad fue sembrada por argentinos y en este año rondará el 70 por ciento) y suba del precio de la tierra, expulsión de los pequeños productores de sus campos. Entre los impactos ambientales se encuentran la degradación y erosión de los suelos, la contaminación de aire y agua.
Queda claro entonces que los argumentos de Monsanto, repetidos en la ocasión por su representante, no se ajustan a la verdad ya que los cultivos transgénicos ocasionan graves impactos sociales, ambientales y sanitarios totalmente innecesarios. Ello nos lleva, aplicando el elemental principio de precaución, a reclamar urgentemente su prohibición. www.ecoportal.net
Articulo basado en: La biotecnología aplicada al agro
http://www.espectador.com/1v4_contenido.php?id=160787&sts=1
Material distribuido en la presentación de la película “El mundo según Monsanto”. Muestra llevada a cabo en el Edificio anexo al Palacio Legislativo -

Montevideo Rel-UITA y RAPAL Uruguay
www.rapaluruguay.org

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