¿Tiene límite la estupidez?
ESCRITO POR FUSIÓN
Se supone que el ser humano es una criatura inteligente. Se diferencia de las demás especies en que posee una mente capaz de razonar y de tomar decisiones meditadas.
Sin embargo, el ser humano es la única criatura estúpida de la creación, lo que significa que no es tan inteligente como se supone, porque según el diccionario, 'estúpido es aquel que es necio, falto de inteligencia'.
Entonces, si por diseño el ser humano es una criatura inteligente, y por sus actos, por sus decisiones, por su comportamiento, es un estúpido, ¿dónde está la clave de la contradicción?
Tal vez la respuesta esté precisamente en el hecho de poseer una mente superior, respecto a las demás especies, y no tener idea de como usarla.
Los animales funcionan por instinto, que es algo así como un programa que llevan instalado en su cerebro y que les indica lo que es bueno, útil, para ellos, así como otras funciones que tienen que ver con la alimentación y la reproducción. Pero no tienen que pensar.
El instinto animal es especialmente útil para la supervivencia de la especie.
El ser humano, en cambio, tiene que pensar, sobre todo porque tiene su instinto desconectado, algo que tiene que ver con el “progreso” y la forma de vida actual.
Pero pensar implica usar la mente con consciencia, sabiendo el potencial que tiene y como se debe usar.
La realidad es que el ser humano es el principal problema para la supervivencia de su especie, algo único en la creación.
Generalmente no se educa al ser humano para que sea consciente de que posee una mente que le diferencia y, en consecuencia, no se le enseña a manejarla. Claro que… ¿quién podría hacerlo?.
El ser humano es básicamente emocional. Su sistema emocional manda, domina, y ejerce un control absoluto sobre la mente. Eso es así por haber sido siempre el dueño de la situación, y ante la aparición en escena de la mente no sólo no se resignó a ser sustituido, sino que se hizo con su control y la utiliza a su antojo.
La consecuencia de ello es la estupidez, porque provoca que se actúe, que se tomen decisiones mentales bajo la influencia de las emociones, lo que significa que casi nunca se actúa con beneficio para el individuo o para la sociedad, para el grupo, sino más bien todo lo contrario, como es evidente si analizamos el comportamiento de la humanidad.
El problema está en que el sistema emocional es muy poderoso, porque lleva funcionando desde los orígenes de la humanidad y porque fue muy útil para la supervivencia de la especie, y la mente, aunque incipiente y dominada por las emociones, también es muy poderosa.
El resultado es una combinación que puede conducir a la destrucción de la especie humana, y que ya está provocando problemas muy graves que tienen que ver con las actitudes individuales y con las decisiones tomadas por los considerados “poderosos”, quienes, por una jugarreta de la evolución, resulta que son los más estúpidos de la especie.
Con todo ello, y ante la pregunta que encabeza esta reflexión, la conclusión es que la estupidez no tiene límite, no puede tenerlo mientras no se ejerza un control sobre las emociones para que la mente pueda actuar libre de influencias y tomar las decisiones correctas para el bien del grupo, de la humanidad, decisiones que pasan por la vivencia de la auténtica unidad y por la comprensión y aceptación de que somos alumnos, discípulos principiantes de la evolución, y que la asignatura básica que tenemos que aprender es la mente y su correcto uso.
Por desgracia, para ser discípulo hay que ser humilde, y para ser humilde hay que sentirse parte de un todo cósmico, de un cuerpo superior en el que la tierra y su humanidad es un grano de arena en una inmensa playa.
Es la misma estupidez la que impide ver esa realidad. Es la misma estupidez la que hace que, incluso aquellos que poseen conocimiento, no estén libres de la confusión y de creerse el ombligo del Universo.
No hay nada más patético que un estúpido creyéndose protagonista de la historia, del movimiento siempre cambiante de la vida.
Y a medida que la especie humana camina hacia un cambio, hacia un evento de dimensiones nunca vividas en el planeta, la estupidez crece a un ritmo impresionante, lo que significa que muy pocos serán conscientes de lo anunciado. Pero eso es decisión de cada uno. Es su derecho y su libertad.
También es significativo de estos tiempos cruciales, la obsesión generalizada que existe por el poder. Todo aquello que implique poder es codiciado, anhelado, perseguido, y no importa el precio a pagar ni las consecuencias. Y si tenemos en cuenta que ese deseado poder es algo ilusorio, efímero y, sobre todo, absurdo, porque no tiene nada que ver con el auténtico poder, entonces volvemos a la visión del ser humano poseído por un sistema emocional que busca a la desesperada aferrarse a su “mandato”, alimentándose de aquello que siempre le mantuvo en la cumbre, aunque “sabe” que el tiempo de la mente ha llegado.
Y si es patético ver a un estúpido de protagonista, también lo es ver a un “poderoso” creyéndose que posee poder.
Afortunadamente, los tiempos en los que ya hemos entrado van a poner a cada uno en su sitio y a cada cosa llamarla por su verdadero nombre.
Muchas lecciones esperan para ser vividas. Muchos falsos mitos, muchas falsas “verdades”, mucha hipocresía quedará al descubierto.
Pero la estupidez seguirá creciendo, porque sólo podrá evitarla aquel que sepa usar su mente y desde ella comprender lo que ocurre, vivir la humildad y descubrir lo maravilloso que es ser un discípulo eterno de la Vida.
Al fin y al cabo, este planeta es una academia y siempre existieron buenos y malos estudiantes.
Fuente: revistafusion.com