Los zoos españoles, lejos de la conservación de las especies
Por Noemí Rodríguez Batanero
Los biólogos de InfoZoos analizan factores determinantes para la salud física y mental de los habitantes de los zoos, como que el habitáculo sea lo más parecido posible al lugar donde vive el animal en libertad, y una composición de grupos similar a la que se daría en libertad. La fotografía de un cachorro de mono en un zoo canario tratando de escalar por un árbol pintado en la pared de una jaula completamente diáfana o la imagen de un rinoceronte blanco dando vueltas en círculo durante horas en un parque valenciano resume la sensación de frustración que en demasiadas ocasiones sufren los animales silvestres alejados de su ambiente natural.
Los zoos y los delfinarios españoles continúan alejados de los objetivos conservacionistas y educativos por los que se justifica la existencia de este tipo de parques en la actualidad. Al menos, así lo considera la Comisión Europea, que hace pocos meses denunció a España ante el Tribunal de Justicia de la Unión porque varias regiones españolas no cumplían con la Ley de Zoos, seis años después de que ésta fuera aprobada. La ONG InfoZoos, referente nacional en cuanto a la lucha por conseguir zoológicos de calidad –buscando tanto el bienestar de los animales como la fidelidad al cometido educativo de estos centros- continúa llevando a cabo varias inspecciones de zoológicos en algunas de la Comunidades incluidas en la denuncia contra el Reino de España y, con algunas excepciones, ha descubierto que los parques zoológicos de uno de los países europeos que cuenta con más centros de este tipo siguen presentando deficiencias alarmantes.
Uno de los objetivos primordiales de InfoZoos es la promoción de una visión crítica -pero a su vez rigurosa y constructiva- de los parques zoológicos. “Creemos que el conocimiento y el intercambio de ideas es el elemento fundamental que nos ha de permitir disponer de los elementos necesarios para fundamentar nuestras opiniones, y alejarlas así de ideas preconcebidas o prejuicios de uno u otro signo”, asegura Alberto Díez Michelena, portavoz de esta ONG, gracias a cuya labor se ha conseguido el cierre de varios zoológicos que persistían en condiciones inaceptables. Dos buenos ejemplos de ello son el zoológico de Almendralejo (en Extremadura) y el Granjas Koki (Toledo), que alarmaron a la sociedad española con imágenes de animales heridos y “almacenados”, como si de productos se tratara, en jaulas oscuras, pequeñas y sucias. Otros centros han renovado sus instalaciones y han buscado parques mejores para los animales silvestres o que no podían mantenerse en condiciones óptimas.
“Muchos de estos zoológicos comienzan como una colección particular de animales de granja a la que poco a poco se empiezan a añadir animales exóticos procedentes de centros que cierran o que han sido decomisados en las aduanas. Ante la imposibilidad de encontrar un recinto adecuado para ellos, muchas veces las autoridades recurren a estos pequeños parques que acaban desbordados”, explican desde la ONG.
Algunos otros son reductos de exposiciones municipales, como el caso del mini zoo de León, que decidió deshacerse de los primates que poseía y remodelar las obsoletas instalaciones de los osos. El Parque de la Magdalena, en Santander, en cambio, cuenta con instalaciones limpias y adecuadas, pero sin embargo, no participa en programas de conservación de especies amenazadas (ni en el propio zoo ni en los hábitats naturales de dichos animales), ni tampoco desarrolla un programa educativo o visitas guiadas para el público que acude al parque. Precisamente estos dos factores son los que están más claramente definidos en la legislación española sobre zoos, trasposición de una Directiva Europea de 1.999.
La supuesta función educativa y conservacionista de los parques zoológicos, pierde gran parte de su sentido en los delfinarios, donde viven encerrados en piscinas animales que no están en peligro de extinción. Según datos de los últimos estudios realizados por InfoZoos en seis delfinarios españoles, un alto porcentaje (entre el 85 y el 95 por ciento) de las actividades a las que son sometidas los cetáceos de los delfinarios españoles no son fieles a los objetivos pedagógicos y de conservación que exige la Ley de Zoos. “Estos centros funcionan como ‘circos’ donde los animales ejecutan una serie de acrobacias repetitivas, fruto de un aprendizaje antinatural y completamente alejadas de sus comportamientos naturales”, lamentan desde la organización.
“Se tergiversa la función e imagen de estos seres vivos, animales salvajes que se convierten en meros payasos. Nada más lejos de la educación o de la conservación que se pide desde la Directiva europea, que establece claramente que los parques zoológicos deben ser básicamente unos centros comprometidos con la rehabilitación de las especies, que aporten conocimientos y contribuyan a la mejora del estado de conservación de los animales silvestres”, asevera Díez Michelena.
Actividades como dar de comer al cetáceo, hacer surf en su lomo o acariciarle, que requieren contacto con el adiestrador e incluso con niños del público, no son naturales en la especie, por muy enternecedoras que puedan resultar a primera vista. Por tanto, no sólo no se enseña nada a los visitantes sobre la biología o las características de estos mamíferos marinos, sino que se les priva de vivir en un entorno similar a su hábitat y de comportarse como lo harían en libertad, algo que puede llegar a crearles un fuerte estrés y frecuente mortandad.
Varios estudios científicos ya han demostrado que los grandes mamíferos marinos como las ballenas o los delfines sufren las consecuencias de vivir alejados de su entorno natural, imposible de reproducir en un tanque de agua. Estas carencias físicas y psicológicas se reflejan en una menor esperanza de vida, problemas reproductivos e incluso agresividad. Asimismo, el contacto constante con los químicos del agua y la exposición excesiva a los rayos solares les genera lesiones cutáneas.
En algunos otros casos, son las condiciones de calidad ambiental las que no se cumplen. Las deficiencias más alarmantes son la falta de acceso a agua limpia y alimento, la no disposición de espacio suficiente para poder descansar y realizar el ejercicio necesario y una gran carga de estrés generado por la proximidad con el público o con otros animales, ya sean presas o depredadores. Asimismo, los biólogos de InfoZoos también analizan factores determinantes para la salud física y mental de los habitantes de los zoos, como el enriquecimiento ambiental –que el habitáculo sea lo más parecido posible al lugar donde vive el animal en libertad- y una composición de grupos similar a la que se daría en libertad. La fotografía de un cachorro de mono en un zoo canario tratando de escalar por un árbol pintado en la pared de una jaula completamente diáfana o la imagen de un rinoceronte blanco dando vueltas en círculo durante horas en un parque valenciano resume la sensación de frustración que en demasiadas ocasiones sufren los animales silvestres alejados de su ambiente natural.
“Hemos conseguido que se cierren o se mejoren algunos centros, pero todavía queda mucho por hacer para conseguir que los zoos se conviertan en algo más que recintos donde se mantienen animales sin más sentido que la mera exposición”, recuerdan desde InfoZoos. Esperemos que con el trabajo de este tipo de organizaciones y un esfuerzo por parte de las distintas administraciones los zoos dejen de ser casas de fieras del siglo XXI y se conviertan en un verdadero reciento para la educación sobre la importancia de preservar la biodiversidad.
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Noemí Rodríguez Batanero - ANDA - Asociación Nacional para la Defensa de los Animales