“Desarrollo” sin apellidos.-
Juan Pablo Orrego – Epuyén, Patagonia Argentina
Febrero 2011.
Es imperioso asumir como sociedad que la energía del Sol, que dinamiza la vida sobre la Tierra, ingresa a la biosfera exclusivamente a través de los organismos fotosintéticos: plantas, bosques, fitoplancton… Ergo, mientras más vivos e incontaminados estén los océanos y mientras más bosques crezcan en la Tierra, habrá más energía disponible para todos los seres de la biosfera, entre ellos, nosotros.
Necesitamos asumir que la naturaleza y la biosfera logran equilibrios dinámicos de largo aliento en base a la diversidad y la complejidad de la comunidad biótica. Mientras más naturaleza y biodiversidad se desarrolle en el planeta mejores posibilidades de homeostasis, ambos para la biosfera y la humanidad.
Necesitamos redescubrir la necesidad vital de armonía ambiental que tenemos los humanos. Necesitamos identidad --sociocultural y de lugar, o sea, ecosistémica--, necesitamos raíces socioculturales y ecológicas; necesitamos comunidad, y en esta comunidad necesitamos incluir a la naturaleza que nos sustenta; necesitamos imperiosamente belleza para un desarrollo humano armonioso.
La belleza y la armonía socio-ecológica no son lujos a los que sólo pueden acceder los privilegiados. Son una necesidad vital y un derecho de todos los seres humanos.
Se nos repite que la degradación ambiental y social es el precio del desarrollo, el costo del progreso. Que tenemos que destruir para desarrollarnos… y que después de este proceso civilizatorio necesariamente destructivo podremos cuidar lo que quede de naturaleza. No estamos de acuerdo: el irrestricto respeto de los derechos de todas las personas, así como la protección del entorno que sustenta toda comunidad humana, no limitan ni restringen el desarrollo, sino que lo orientan en la única dirección que es socialmente justa y benéfica, y ecológicamente sustentable. La única dirección que es “desarrollo” sin apellidos.
Las opciones sociales y tecnológicas megalomaníacas, cortoplacistas, orientadas por la ignorancia y la codicia, no solamente tienen brutales impactos sociales, culturales, ecológicos y económicos, sino se erigen como torpes ‘atajos’ que impiden que desarrollemos las opciones más sabias… las que realmente respetan y permiten el desarrollo armonioso de las personas, de las comunidades locales en toda su diversidad y que ni degradan ni destruyen el entorno natural.
Necesitamos redescubrir e internalizar que son los ecosistemas y la biosfera los que sustentan nuestras sociedades y economías, y que no son nuestras sociedades y economías las que sustentan los ecosistemas y la biosfera. De hecho, muy por el contrario, demasiados emprendimientos industriales los están degradando en forma severa.
El aire, el agua, los alimentos son brindados gratuitamente por la naturaleza, no por nuestras tecnologías e industrias. Al contrario, demasiadas de éstas están degradando y destruyendo estos elementos vitales.
A pesar que la civilización se niega a asumirlo, es evidente que en este planeta existen claros límites ecológicos, claras ‘directrices operacionales’, capacidades de carga ecosistémicas acotadas, etc. Esto no limita ni paraliza nuestro desarrollo. Respetando estos límites aún podemos “jugar” infinitamente con los elementos de la naturaleza. Nuestras opciones de desarrollo, así como las tecnológicas dependen de nuestros valores, de nuestra cultura, de nuestros deseos. Ningún tipo de desarrollo es inevitable y ninguna opción tecnológica es obligada.
Tenemos infinitas opciones. Lo único que debiera obligarnos, y orientar nuestro desarrollo, es una cultura basada en el respeto real, irrestricto, profundo de todas las personas, complementado con la lúcida comprensión de la lógica de la vida, de las reglas básicas del juego de la biosfera.
Tal como los ecosistemas se sustentan en la biodiversidad y la complejidad de la comunidad biótica, y en un flujo irrestricto de materia, energía e información, los sistemas sociales se benefician, se estabilizan y son mucho más creativos y productivos con la libertad real de todos sus miembros, con la diversidad y la riqueza cultural.
Fuente: eldivisadero.cl