“El pensamiento ecologista ha sido insuficientemente atendido dentro de las familias de la izquierda”


Fragmento de una entrevista al teórico del ecosocialismo Jorge Riechmann

nuevatribuna.es

Jorge Riechmann Fernández, poeta, traductor literario, ensayista, profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de Madrid es uno de los pensadores más destacados de la ecología política y el pensamiento ecológico. En los últimos años, ha ido formulando la vertiente ética de su filosofía ecosocialista. Recientemente ha publicado el libro "Interdependientes y Ecodependientes" sobre el que conversa con Orencio Osuna. Entre otras cuestiones, Riechmann plantea la necesidad de que la izquierda avance hacia la "ecología política".
Orencio Osuna | Quería que hablásemos del libro que acabas de publicar con la editorial Proteus, Interdependientes y ecodependientes. Ensayos desde la ética ecológica (y hacia ella). Me ha parecido un recorrido profundo y muy serio sobre el pensamiento ecológico, con sus implicaciones éticas y políticas. Uno de los grandes hitos del pensamiento ecológico, que tú expones y desarrollas, es que desafía la ideología neoliberal que predomina no solo en los aspectos económicos y políticos, sino sobre el modelo de vida en el que está establecida la sociedad actual capitalista. No se pueden abordar a fondo los problemas sociopolíticos y el abismo medioambiental y de la biodiversidad sin partir de que vivimos en un mundo interconectado e interdependiente. ¿Todo está conectado con todo?
Jorge Riechmann | Resulta interesante comprobar que esa idea, que todo está conectado con todo, es una formulación de una de las leyes básicas de la ecología que propuso un gran pensador ecosocialista del siglo XX que murió hace muy poquito, Barry Commoner. Commoner es uno de los grandes, presente en las luchas sociales y ecológicas del siglo veinte en EEUU, un precursor en muchas cosas. En uno de sus libros importantes de los años setenta, un libro que se tradujo con el titulo El círculo que se cierra, hay enunciadas tres leyes informales de la ecología. Y la primera de ellas es que todo está conectado con todo: la biosfera es una red múltiplemente intrincada a través de muchos ciclos, donde los seres vivos y los factores abióticos están conectados de muchas maneras. Pero es muy importante darnos cuenta de cómo eso, para el mundo humano, ha ido siendo más verdad: es verdad ahora de una manera en que no lo era hace unos siglos. Los seres humanos nos hemos desarrollado en este planeta, hemos llegado a ser lo que somos en un largo proceso prehistórico e histórico. Existimos como exactamente la clase de animales que somos desde hace unos 150 mil años, y durante la mayor parte de este tiempo esa interconexión no fue tan estrecha. Desde que salimos de África, hace unos 60 mil años, para acabar ocupando casi todo el planeta --incluyendo Australia y luego el continente americano, que fue el ultimo al que llegaron los seres humanos--, durante muchas generaciones, los grupos humanos, por ejemplo, en América del sur, estaban completamente desconectados de lo que estaba ocurriendo en China o en Australia. Un investigador ha hablado de una ‘Gran Zanja’ que podemos hacer coincidir con el encontronazo y el choque de culturas que se da a finales del siglo XV, cuando europeos y amerindios se encuentran en las Antillas: y a partir de ahí, en esos cinco siglos últimos, ese estar interconectados nos ha situado cada vez más cerca unos de otros, con un tipo de vínculos que no deja de estrecharse. Tiene algo de paradójica la última fase de este proceso, porque por una parte se ha desarrollado esa ideología del individualismo competitivo que el neoliberalismo ha hecho tanto por consolidar, y al mismo tiempo, objetivamente dependemos más unos de otros, en lo económico, en lo ecológico, en lo social, en lo cultural.
Orencio Osuna | En todo caso, lo planteas tú y otros pensadores y científicos, parece fuera de toda duda racional que la humanidad -la propia vida en el planeta- se encuentra al borde de un abismo. La primera pregunta que se hace uno es decir, pero bueno, ¿es que no existe en la sociedad humana una capacidad de comprender, primero, la realidad de ese desastre, y poner en funcionamiento el resorte de autoprotección para frenar eso? ¿Por qué las posiciones negacionistas plantean que no estamos ante ese desastre sino que es una especie de fabulación, de ciencia ficción de unos apocalípticos?
Jorge Riechmann | Es una enorme cuestión y no se puede responder brevemente, hacen falta ahí los aportes de multitud de disciplinas. Ahí interviene por ejemplo un tipo de deriva ideológica que en el libro menciono en más de una ocasión, hablo de la Era de la Denegación, ese no querer ver lo que está delante de nosotros. Ha habido fuerzas que han fomentado activamente ese no querer ver en los últimos tres decenios aproximadamente, mientras que en los años setenta esa problemática enorme de nuestro tiempo que es el choque de las sociedades industriales contra los límites de la biosfera estaba siendo visto, las sociedades miraban de frente lo que tenían ante sí. Pero a partir de los años ochenta, y eso tiene que ver con esos cambios políticos y culturales que podemos visualizar cuando llegan al poder Margaret Thatcher y Ronald Reagan en los países anglosajones... a partir de ahí ha habido un gran esfuerzo de algunas fuerzas sociales, que son además identificables, en que no veamos colectivamente. Las industrias del petróleo y del automóvil han empeñado una gran cantidad de recursos de todo tipo en ese trabajo. Pero no basta con que haya fuerzas sociales que trabajen para que no veamos, hace falta también que nosotros colaboremos de alguna forma en ese asunto. Variando un poco el enfoque, es la vieja idea de la ‘servidumbre voluntaria’ frente a la cual Étienne de La Boétie nos prevenía hace ya tantos siglos, también justamente en el siglo XVI, entre el mundo medieval y la nueva era moderna que empezaba. Deben entrar en juego también factores de psicología social, de ciencias cognitivas, de antropología y sociología para entender lo que está pasando. Seguro que desempeña algún papel esa tendencia que tenemos los seres humanos a centrarnos más en lo inmediato que en el futuro, eso que los economistas llaman descontar el futuro, seguro que algo también está influyendo en esa dinámica colectiva; como igualmente están influyendo, seguro, lo que en el libro analizo como formas en las cuales nos desconectamos de la realidad. En varios niveles de esa desconexión: una podría tener que ver con la separación campo-ciudad, pero luego más recientemente tenemos el desarrollo de ese ‘velo monetario’ que va cubriendo cada vez más cosas y que nos desconecta también de las realidades biofísicas, y todavía más recientemente ese otro enorme ‘velo’, lo que llamaba Javier Echeverría el ‘Tercer Entorno’, todo el mundo de internet, la realidad virtual y lo telemático que también nos desconecta de otra forma y muy potente de las realidades biofísicas.
Orencio Osuna | Lo cierto es que sí que existen esos fenómenos; aparte del terreno de la antropología y la psicología del ser humano que no quiere ver el futuro, estamos ante hechos reales, no estamos ante hechos que pertenezcan sólo a la ética o la moral. Hablas de la doble pinza que provoca la crisis energética -el uso de las energías fósiles que se agotan, y la desestabilización del clima en el planeta- que está poniendo en cuestión incluso la viabilidad futura de la vida en su conjunto. Es una realidad científica, no es una especulación. ¿Estamos realmente ante ese abismo concreto?
Jorge Riechmann | Sí, como dijo ya uno de los fundadores de la ecología, un gran científico ruso, Vladimir Vernadski a principios del siglo XX, nos hemos convertido en una fuerza geológica planetaria y no tenemos conciencia cabal de lo que eso significa ni de la rapidez con la cual están ocurriendo los cambios que hemos puesto en marcha. Eso es un asunto que se nos escapa. ¿Cómo es posible que lo fundamental de esa destrucción y ese enorme peligro haya ocurrido en apenas dos, tres, cuatro generaciones? Y es así, tenemos una responsabilidad enorme en ese asunto. Simplemente retroceder a lo que era el mundo hacia 1930, en otra de esas transiciones entre una forma del capitalismo y otra, el paso al capitalismo keynesiano, solo hacia 1930 el mundo apenas tenía más que 2.000 millones de habitantes y hoy ya vamos camino de los 8.000, y también hacia 1930 todavía la mayor parte de la energía primaria que consumía la humanidad aun no provenía de los combustibles fósiles, todavía era mayoritariamente de fuentes renovables, aunque a partir de entonces se dispara el uso del petróleo. Ese funcionamiento de los seres humanos como una fuerza geológica planetaria nos ha situado ante un abismo, y a la mayoría de la gente se le escapa lo que está en juego. Acaba de celebrarse la Cumbre de Doha y la gente sigue pensando que si se permite que la temperatura promedio aumente, no ya esos dos grados sobre el promedio de la temperatura planetaria en tiempos preindustriales que ya se dan por perdidos por casi todo el mundo, sino 3, 4, 5 grados, buena parte de este planeta será inhabitable para los seres humanos. Es incomprensible cómo la gran mayoría de la sociedad registra eso pero sigue adelante como si nada: es profundamente perturbador.
Orencio Osuna | Pero tú señalas que en realidad no se trata de una evolución inherente a las sociedades humanas, responsabilizas de que en realidad existe un modelo socioeconómico, un modelo capitalista cuyo único fin es el beneficio, amasar riquezas, unas empresas cuya única orientación es obtener beneficios. Es decir, el modelo económico, político y social es el que está desarrollando esta catástrofe. ¿El capitalismo es el responsable directo del cambio climático, de la destrucción de la biodiversidad?
Jorge Richmann | El choque de las sociedades industriales contra los límites de la biosfera que se está produciendo en nuestro tiempo, que es un acontecimiento de dimensiones casi inimaginables, tiene una fuerza motora detrás: es la acumulación de capital. Y en no reconocer del todo esa causalidad se muestra cierta debilidad política de buena parte del pensamiento verde. Hablamos de ideas que el movimiento ecologista y los sectores que trabajan en la ecología política llevan ya aproximadamente medio siglo intentando hacer avanzar. Convencionalmente, podemos hacer arrancar toda esta reflexión, aunque hay antecedentes, en los años sesenta, con libros clave para el desarrollo de esta reflexión como fueron La primavera silenciosa de Rachel Carson en 1962, o Ciencia y supervivencia de Barry Commoner en 1968. A partir de los años sesenta se pone esta crítica en marcha, llevamos ya medio siglo con ello. Bien, la debilidad de parte del movimiento verde en este medio siglo creo que tiene que ver sobre todo con el no identificar correctamente esa fuerza motriz que es la acumulación de capital que carece de cualquier tipo de límite interno, dentro de una biosfera que tiene los límites que le son naturales. Hay sectores del movimiento ecologista que lo han visto bien, sectores que podemos llamar ecosocialistas; y en cambio hay también todo un mundo de fuerzas más o menos ecoliberales que siguen pensando, a pesar de las evidencias en contra, que es posible un capitalismo verde. El paradigma del desarrollo sostenible en los años noventa o la llamada Green Economy ahora: todo eso queda bastante por debajo del tipo de respuesta político-económica que tenemos que dar.
Orencio Osuna | El pensamiento ecologista se va instalado dentro de la izquierda, lo verde ya no es ajeno a la izquierda, aunque a veces algunos crean que basta con ponerse la etiqueta de verde/ecologista como si fueran franquicias electorales. En el otro extremo, el purismo fundamentalista que no se quiere “meter en política” renunciando así a la lucha por el poder en las instituciones políticas. La izquierda mantiene una dispersión y una fragmentación indiscutible tanto en términos de pensamiento, como de diagnóstico y de acción política, ¿cómo crees tú que se puede incorporar o expresar, no solo en movimientos sociales o como marca electoral las propuestas ecosocialistas en la realidad política española de hoy?
Jorge Richmann | Si realmente fuéramos capaces de relativizar el plano de la política como representación, de creernos eso que decimos tantas veces de que la política de verdad es la que hacen los movimientos sociales cuando hacen bien las cosas; eso es lo más importante, aunque no podamos desentendernos de lo otro; es cierto que hace falta también intentar que esos movimientos sociales acaben suponiendo un factor en esa política de poder pero lo prioritario no es el mundo de la representación parlamentaria… Si eso nos lo creemos, si podemos relativizar un poco lo que son las elecciones dentro del sistema concreto en el cual estamos, debería ser más fácil el poder presentar listas amplias y unitarias que engloben a candidatos de distintas organizaciones en una lista común y maximicen también el esfuerzo que se puede hacer en una campaña electoral. ¿Por qué no podrían presentar listas conjuntas, con candidatas y candidatos que vengan de los movimientos sociales de base más que de los aparatos de partido, las distintas "familias de esa izquierda"? Habría que ir por ahí.
Orencio Osuna | Lo que no cabe duda, tú lo señalas, es que estamos en un tiempo de resistencia, que es necesario que avance una cultura alternativa, que es compleja, que es multiforme, no solamente en una dirección. Existen unos adversarios comunes que es la derecha, unas referencias comunes como son la defensa de los derechos sociales, de los servicios públicos, de una economía que no está al servicio de la banca, de los sectores sociales más ricos. Pero, como tú dices también, sin autoengaños. Como decía Marx ‘hay que dudar de todo’, hay que ser capaz de comprender las limitaciones, también avanzar en un sentido amplio de complejidad, de pluralidad, tener muchos enfoques, muchas visiones, naturalmente porque la crisis afecta de manera multiforme y, por consiguiente, es lógico que haya respuestas multiformes. Estoy de acuerdo contigo, con los movimientos sociales, con la necesidad de ese tiempo de resistencia pero yo no debemos olvidar tampoco que los cambios reales se juegan en el terreno del poder. Nosotros podemos hacer eso, podemos movernos pero realmente hay un poder, una estructura de poder, una estructura institucional, unos organismos, una constitución, unos gobiernos, que hay también hay que cambiar.
Jorge Richmann | Por supuesto que sí.




Entradas populares de este blog

Francia: ‘Mi orina contiene glifosato, ¿y la tuya?’ Denuncia contra el polémico herbicida

Sobre transgénicos, semillas y cultivos en Latino América

Antártida: qué países reclaman su soberanía y por qué