Estados Unidos: ¿Un país loco?


La pupila insomne

Medios de comunicación se han horrorizado con las declaraciones de Wayne LaPierre, vicepresidente y director general de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), quien rechazó la posibilidad de que el Congreso de EE.UU. discuta una ley para el control de armas como reacción a la masacre de veinte niños y seis adultos en una escuela primaria de Newtown, Conecticut. En una entrevista con la cadena de TV NBC LaPierre dijo, al referirse al proyecto legislativo: “No creo que vaya a ser aprobado”.
Ya el viernes pasado, el dirigente de la NRA, al comentar lo sucedido en Newtown, defendió la idea de que “lo único que detiene a una persona mala con una pistola es una persona buena con una pistola”, y añadió ”si es de locos recomendar el emplazamiento de policías y elementos de seguridad armados en nuestras escuelas para proteger a nuestros niños, entonces llámenme loco”.
Casi 10 mil homicidios y 20 mil suicidios ocurren anualmente en Estados Unidos con el uso de armas de fuego. Haciendo honor a lo expresado por LaPierre, el efecto inmediato luego de los sucesos en Newtown fue el incremento de la venta las armas en una nación donde existen en poder de la población tantas armas como ciudadanos y una de cada tres personas conoce a alguien que ha sido alcanzado por un arma de fuego. Un análisis de la agencia Reuters señala que la venta de armas de fuego creció en todo EE.UU. desde el 14 de diciembre, fecha del incidente en Newtown.
“Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar armas, no será infringido”, dice la segunda enmienda de la Constitución estadounidense, redactada a fines del siglo XVIII -cuando no existía ejército en EE.UU.- por quien llegaría a ser el cuarto presidente de ese país, James Madison, y muchos consideran una mala interpretación de la misma, en beneficio de los fabricantes y vendedores de armamento, el hecho de que en Estados Unidos se permita el comercio minorista de fusiles de asalto como los que la legislación aludida por LaPierre intenta limitar.
La NRA, integrada por cuatro millones de estadounidenses, representa los intereses de la industria armamentista norteamericana y las declaraciones de su vicepresidente evidencian la percepción en esos sectores -bien representados en el Congreso- de que lo sucedido en Conecticut es una oportunidad para vender más armas. Es coherente, además, con el comportamiento de un país que reaccionó a los atentados del 11 de septiembre de 2001 con una furia guerrerista a lo “ojo por ojo”, o en la actualidad ordena la ejecución -aprobada desde la Casa Blanca- de sus enemigos mediante el uso de aviones teledirigidos.
Estrellas de Hollywood como Julianne Moore, Reese Witherspoon, Beyoncé, Cameron Díaz y Jennifer Aniston, lanzaron el viernes un video reclamando mayor control de armas en Estados Unidos. En el spot en blanco y negro, durante un minuto y medio, 44 artistas que deben su celebridad y su dinero a la industria que fabricó a ídolos del talento en el uso de las armas del pasado y el futuro, como Rambo y Terminator, reclaman exigir a Obama y al Congreso que actúen para poner fin a la violencia armada.
Imitando a sus héroes de celuloide, James Eagan Holmes, de 24 años, entró la noche del jueves 20 de julio de este mismo año en la sala 9 del cine Century 16, en Aurora, Colorado, donde se estrenaba el último filme de la saga de Batman, y durante 15 minutos disparó su arma, obtenida según la ley, con un saldo de doce muertos y 58 heridos.
Mientras la exaltación de la violencia y el acceso a instrumentos para ejercerla sean un negocio para gente bien cuerda, que gana mucho dinero, va a ser muy difícil que la locura desatada en lugares como Newtown o Aurora, abandone al país que ha impuesto al mundo el uso de las armas como método de política exterior.

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