El fracaso del humanitarismo
De acuerdo con el análisis elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 50 de los países en desarrollo (eufemismo para evitar denominarlos como subdesarrollados) con una población combinada de 900 millones de personas, registraron retroceso en el camino para lograr las metas del milenio fijadas por la ONU para reducir la pobreza.
El ingreso total de los 500 individuos más ricos del mundo es superior al ingreso de los 416 millones más pobres. Más allá de estos extremos, los 2.500 millones de personas que viven con menos de dos dólares al día –y que representan el 40% de la población mundial– obtienen sólo el 5% del ingreso mundial.
En Sierra Leona, el jardín de los benefactores, en el año 2.003 había más de 400 ONG’s trabajando sobre el terreno, más de 25.000 benefactores extranjeros socorriendo de un modo u otro a la población, ¡1 extranjero para cada 180 sierraleoneses!. Las subvenciones de los distintos gobiernos, entidades y organizaciones privadas superaron de largo los 2.500 millones de dólares: ¡más de 500 dólares por habitante!.
Los impulsores de instituciones como el PNUD pueden señalar que, a pesar de todos los problemas, las cosas están mejorando. Sin embargo la verdad es que aunque algunas partes del mundo como Asia Oriental, han prosperado gracias al nuevo desarrollo capitalista, en líneas generales la ayuda al desarrollo ha sido un fracaso. El aumento de la pobreza, el expolio medioambiental y la desigualdad han venido de la mano de las organizaciones humanitarias. A pesar de todo el dinero gastado, los logros han sido escasos.
Sin embargo, cuando una doctrina tan idealista como el humanitarismo alcanza el grado de aceptación que tiene hoy en día, y lo hace en un mundo que muestra tan poca tolerancia con todo idealismo que pueda poner seriamente en cuestión el status quo, lo que hay que preguntarse es ¿a que otros propósitos sirve ese humanitarismo?.
No socorremos a las personas desdichadas porque sean congéneres de nuestra especie, lo hacemos porque nos dan lástima, porque nos horroriza ponernos en su piel y porque aliviarlos nos hace sentir mejor.
En realidad las víctimas anhelan algo más que una manta y un puñado de arroz, sueñan con escapar al ‘país de los blancos’ donde no existe el hambre, ni el desempleo y todos tienen un hogar. Para los humanitarios el gesto de 'la ayuda' es un acto generoso, romántico, idealista; necesitamos convertir al 'ayudado' en un ser desvalido. Las personas desfavorecidas opinan que el socorro internacional es un acto de justicia global, una obligación de los acaudalados para con ellas, una anticipo de la rapiña que sufren desde hace 500 años.
La corrupción campa a sus anchas en los países subdesarrollados; los gobernantes, los caciques políticos, los militares, los cabecillas, todos reivindican sus porcentajes sobre los tratos que realizan con los cooperantes, que los necesitan para llevar la ‘ayuda’ a los pobres. Piedras preciosas, recursos naturales, recursos energéticos... llenan los bolsillos de los que gobiernan y patrocinan las guerras y el terror.
¿Necesitan los pobres a las organizaciones humanitarias?, o bien, ¿Necesitan las multinacionales filantrópicas el negocio de la pobreza?.
Las organizaciones humanitarias se han convertido en máquinas multinacionales con grandes presupuestos, que están impregnadas por la tecnocracia, el conformismo y la lógica de la autoconservación; un negocio, que necesita atraer socios y subvenciones oficiales, para poner en el mercado un producto solidario del que existen diferentes marcas humanitarias para la manufactura y distribución de caridad. Los mayoristas de la filantropía ofrecen a su clientela un servicio completo y éticamente reconfortante: redimen el sentimiento de culpabilidad a través de un donativo económico.
El humanitarismo se cubre con un manto de inocencia, que asegura sanar al enfermo, alimentar al hambriento, cobijar al desamparado y proteger al desvalido, pero mata, es corrupto, competitivo y mezquino, financia guerras y empeora la situación de las víctimas a las que socorre; uno de los pilares donde se apoya el orden mundial liberal; al igual que sus antecesores los misioneros, socorren enfermos y quieren erradicar el sometimiento, justificando primero las invasiones y posteriormente las conquistas (Bosnia, Kosovo, Afganistán, Irak...).
La acción humanitaria no ha sido nunca la respuesta apropiada a los incontables padecimientos del mundo pobre, es siempre un símbolo del fracaso es utilizada en las relaciones internacionales al servicio de la política exterior de los estados; así después del 11 de septiembre de 2.001 se va hilvanando un nuevo ‘sistema de socorro y reconstrucción’ tras el acontecimiento de conflictos y desastres.
Para saber más. El laberinto humanitario. Médicos Sin Fronteras
Para saber más: Una cama por una noche. David Rieff
Para saber más: El espejismo humanitario. Jordi Raich
Fuente: www.decrecimiento.info - Imagen: www.revistafal.com - blogs.vancouversun.com