España: ¿Existe un turismo que no sea masivo y depredador?


Turismo sostenible entre la realidad y la paradoja


Ya de lleno en la temporada alta de verano, analizamos el fenómeno del turismo, una de las industrias más importantes del país.
Resulta obvio decir que una de las principales industrias en una ciudad como Barce­lona es la turís­tica, algo que resulta exten­sible a todo el Esta­do. Para hacernos una idea de la importancia de este sector, cabe destacar como, en la pre­sentación de Guanyem Bar­celo­na del pasado día 27 de junio, se hacía referencia a que el modelo de turismo por el que se apostaba desde esta nueva iniciativa sería un turismo opuesto al modelo actual, definido como “masivo y depredador”. He­mos recopilado varias informaciones para intentar saber qué hay de real en eso que se define como turismo sostenible.
El concepto de turismo sostenible está estrechamente vinculado al de desarrollo sostenible, concepto este último que aparece por primera vez en 1987, en el llamado Informe Brundtland, realizado por la ex primera ministra de Noruega Gro Harlem Brundtland con el objetivo de analizar, criticar y replantear las políticas de desarrollo de la economía global. En este informe se definía el desarrollo sostenible como aquel que “satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro”.
Muchas han sido las lecturas que han identificado en este escrito una lógica opuesta al sistema capitalista. A este respecto, Freek Colom­bijn, pro­fesor de Antropo­lo­gía de la Vrije Universiteit de Amster­dam, afirma tajantemente que “el único turismo sostenible es aquel que iniciamos saliendo de nuestro hogar a pie o en bicicleta. De cualquier otra forma no podemos afirmar que la actividad que estamos realizando sea sostenible”.
Rodrigo Fernández Miranda, especialista en turismo y miembro de Ecologistas en Acción, afirmaba en una entrevista a Diagonal: “La huella turística tiene cuatro categorías de impactos: económicos, socioculturales, ambientales y los de pequeña escala. A nivel ambiental están la sobreexplotación y destrucción de recursos naturales, los impactos de las nuevas infraestructuras –carreteras, aeropuertos, puertos–, el incremento de emisiones de CO2... A nivel económico destacan los gastos públicos para favorecer las inversiones extranjeras y el abandono de actividades económicas tradicionales de la zona”. Según explica Fernández Mi­randa, “uno de los falsos mitos sobre el turismo es la creación de puestos de trabajo, ya que éstos, además de estacionales, son precarios y de mala calidad”. A ello se le une el “encarecimiento de los recursos básicos”, que se produce por la sobreexplotación de recursos y la exportación del “estilo de vida consumista” a sociedades en los que la identidad, el estilo de vida tradicional y su escala de valores pasan a verse amenazados. “También se produce una cosificación cultural, ya que muchas costumbres comienzan a formar parte del decorado de la oferta turística, una mercancía”, concluye Fer­nán­dez Miranda.
Cosificación de la cultura
A este concepto de “cosificación” aplicado a las costumbres del destino turístico se refiere también Fernando Estévez, profesor de An­tropología en la Universidad de La Laguna, en Tenerife: “A los turistas les gusta ver a los residentes locales ataviados con los invariables trajes de sus ancestros. Pero, por paradójico que pueda parecer, los trajes típicos son atractivos para los turistas en tanto que, precisamente, cambian con arreglo a sus demandas. El turista aspira a no parecer tal; sin embargo, el turista busca, persigue, exige poder identificar a los locales, entre otros rasgos, precisamente por llevar vestimentas singulares. Pero los lugares lejanos y exóticos han dejado de estar tan distantes y ser tan extraños, así que los nativos son cada vez más indistinguibles por sus atuendos”.
En última instancia, comenta este antropólogo, “viajar y hacer turismo son sinónimos en la cultura contemporánea, una sociedad que ha provocado que la idea de la rutina de la vida cotidiana en la modernidad es tal que la gente quiere o necesita salirse de ella. Así, el turismo se opone a la rutina y ofrece, de ahí su supuesto atractivo, esas experiencias extraordinarias que han desaparecido de la vida cotidiana”. No obstante, prosigue, “es necesario establecer una distinción entre quien viaja y quien hace turismo. Mientras que el primero emprende la marcha sin la expectativa segura de volver, el segundo es, por definición, alguien que viaja con el claro propósito de regresar a casa”.
Respecto al turismo que llega especialmente a las costas mediterráneas españolas, Estévez afirma que a “lo que se conoce como el turismo de las tres ‘S’ –Sun, Sea, Sex– se le debería añadir otra ‘S’: “sangría”. Una situación que “refleja el ambiente de las vacaciones, pues, aunque no todo turista busca experiencias románticas o sexuales, la sensualidad y la sexualidad conforman importantes aspectos de la autorrepresentación durante las vacaciones”.


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