Lo femenino y la resistencia al capital
Vivimos en una época en la que las relaciones mercantiles difundidas por todo el planeta determinan una muchedumbre de excluidos de los intercambios en dinero, muchedumbre, a la cual pertenece una parte cada vez más vasta de la humanidad, por lo que me parece urgente evidenciar el sentido de intercambios personales que no se realizan a través del dinero.
Se trata de hacer visible lo que da, también lo que da al margen del mercado. Hacer esta obra de orden simbólico nos puede permitir pensar en un orden social distinto que nace de lo que ya hay y que ya forma parte de nuestra vida.
Hay una necesidad esencial en el ser humano que es la de dar, participar en las relaciones de intercambio. Quien se siente condicionado a no poder dar nada sufre una miseria tan grave como el que no tiene. Hay una terrible sensación de superfluidad, de exclusión de las relaciones que perjudica a parados, a mayores,y a muchachos. Son más hombres que mujeres, porque el sentido masculino de la propia identidad va ligado sobre todo a la actividad laboral remunerada, externa a la casa. Las mujeres tienen más formas de estar activas y de mantenerse en contacto con los demás.
Además, mientras parece presente en la conducta masculina la presunción de que todo tiene un precio y, por consiguiente, todo es adquirible, las mujeres saben que lo más precioso no se vende, y se arriesgan en relaciones cuya medida no es el dinero. En la diferencia femenina hay una especie de resistencia humana al capital.
Las relaciones familiares, como la amistad, las de amor y las políticas, se basan en una forma de intercambio que la lógica mercantil tiende a negar y a destruir. Y estas relaciones no solamente se pueden mantener, sino que, además, en ellas está la parte mas importante de nuestra vida. Son las relaciones en las que nos damos a nosotras mismas, y en donde las personas cuentan porque son únicas. En estas relaciones se intercambian palabras, atenciones, afectos, emociones, e incluso bienes, como cosas, ayuda y hospitalidad.
Para saber más: Una revolución inesperada. ¿Qué valor tiene el dinero?. Giannina Longobardi.- Fuente: decrecimiento.info
Se trata de hacer visible lo que da, también lo que da al margen del mercado. Hacer esta obra de orden simbólico nos puede permitir pensar en un orden social distinto que nace de lo que ya hay y que ya forma parte de nuestra vida.
Hay una necesidad esencial en el ser humano que es la de dar, participar en las relaciones de intercambio. Quien se siente condicionado a no poder dar nada sufre una miseria tan grave como el que no tiene. Hay una terrible sensación de superfluidad, de exclusión de las relaciones que perjudica a parados, a mayores,y a muchachos. Son más hombres que mujeres, porque el sentido masculino de la propia identidad va ligado sobre todo a la actividad laboral remunerada, externa a la casa. Las mujeres tienen más formas de estar activas y de mantenerse en contacto con los demás.
Además, mientras parece presente en la conducta masculina la presunción de que todo tiene un precio y, por consiguiente, todo es adquirible, las mujeres saben que lo más precioso no se vende, y se arriesgan en relaciones cuya medida no es el dinero. En la diferencia femenina hay una especie de resistencia humana al capital.
Las relaciones familiares, como la amistad, las de amor y las políticas, se basan en una forma de intercambio que la lógica mercantil tiende a negar y a destruir. Y estas relaciones no solamente se pueden mantener, sino que, además, en ellas está la parte mas importante de nuestra vida. Son las relaciones en las que nos damos a nosotras mismas, y en donde las personas cuentan porque son únicas. En estas relaciones se intercambian palabras, atenciones, afectos, emociones, e incluso bienes, como cosas, ayuda y hospitalidad.
Para saber más: Una revolución inesperada. ¿Qué valor tiene el dinero?. Giannina Longobardi.- Fuente: decrecimiento.info